—Hola, vecina. —me saluda un joven que nunca había visto; entra a mi departamento como si nada.
No esperó a que le respondiera el saludo ni mucho menos que dijera si podía entrar o no.
—Hola, disculpa, ¿Quién eres? ¿Porqué entraste así como si nada a mí departamento? —le respondí al joven, un tanto nerviosa y molesta.
—Disculpa que haya entrado de esa forma; pero yo suelo ir a donde los vecinos y dejarles esto. —me dijo el joven y me entregó una pequeña cajita con unos chocolates.
—No te hubieses molestado. Yo no suelo recibir nada a nadie. —le dije y le devolví la cajita.
—Acéptalo por esta vez, y te prometo no darte nada más. —respondió el chico.
—Esta bien, ahora vete. —le respondí y en cuanto se lo dije, desvió la mirada y luego se fue.
Estuve nerviosa durante todo el rato que ese chico estuvo en mi departamento. Era un hecho que él había notado eso, ya que mi voz lo decía todo.
Había olvidado incluso, preguntarle su nombres y el joven tampoco recordó decirlo.
Luego de eso me fui a dormir. Estaba muy cansada; sólo quería descansar. Algo que era un poco difícil porque mis vecinos estaban haciendo mucho ruido afuera.
—A ver, dime tú, ¿que significa esto?, ¿Qué hace esta mujer en tu departamento?
—Carolina, por favor. Ya habíamos hablado de esto.
—Mira, Elías. ¿Tú acaso crees que soy tonta? Yo sé que esta es tu amante y no una prima tuya.
—Yo jamás te engañaría con nadie Carolina, ¡yo te amo!
—No te creo nada, Elías. Me iré del departamento. Ya mismo sacaré todas mis pertenencias.
Los vecinos hablaban mucho y no me dejaban dormir. No entendía lo que pasaba, así que abrí la puerta, miré al frente, y vi a dos personas discutiendo. Además de ellos, también estaban otros vecinos mirando la discusión.
—Mira, todo el mundo ya se dio cuenta de lo que está pasando por tu culpa. —dijo el hombre.
—"Mi culpa". Más bien quisiste decir, por tu culpa. ¡Te odio!. —respondió la mujer.
—Por Dios, ¿Qué sucede aquí? —preguntó don Manuel, quien era el dueño del edificio y alquilaba los departamentos.
—Esa mujer y ese hombre están discutiendo asuntos personales; pero hacen un alboroto y no dejan dormir a nadie. —refirió uno de los vecinos.
—Por favor, si no se callan, los saco del departamento. —le advirtió don Manuel a la pareja que estaba con el pleito.
—No se preocupe, yo mañana mismo me largo de aquí. —le respondió el hombre a él señor Manuel.
—Y yo también me iré. —dijo la mujer que estaba con él y entraron a su departamento.
—El señor Miguel y su prácticamente ex esposa Raquel, siempre han tenido problemas; pero el de ahora es el peor problema que han tenido. —comentó una joven al resto de los vecinos.
—Bueno, en eso tienes razón. Todos hemos aguantado muchos de sus problemas, sólo que no habían llegado al punto de discutir afuera del departamento; donde todos podíamos visualizar más lo ocurrido. —dijo una señora.
—Cómo ustedes saben, yo hace quince días llegué a vivir a uno de estos departamentos, y sólo he visto esta y otra discusión que tuvieron antes. —intervino un señor.
Luego de aquel incómodo inconveniente, todos volvieron a sus departamentos a descansar. Me costó mucho dormir, tanto que no me di cuenta cuando me quedé dormida. Ya para el día siguiente me esperaba muchas sorpresas.
—No puede ser, ya son las 8:30 a. m. —dije levantándome rápidamente de la cama.
Tenia mucho por hacer. Mis dibujos no se terminarían solos, así que rápidamente me preparé para desayunar, luego limpié un poco el departamento para después por último, ponerme hacer los dibujos que faltaban. Yo estaba segura de que a mis clientes les iban a gustar los dibujos que realizaría para ellos. De eso no había ninguna duda.
Después de tres horas haciendo dibujos, por fin logré hacer varios de los muchos encargos que tenía que realizar. Decidí entonces enviar los encargos realizados a sus dueños, para después tomar un merecido descanso.
Me preparé una comida muy saludable que incluía ensalada y algunas verduras que generalmente no engordan. Y para beber me hice un delicioso jugo de naranja. Luego prendí la televisión a un volumen medio para sentarme y comer relajadamente mientras veía la televisión. Una serie llamada: Una Vida Llena de Secretos, había empezado. Me pareció muy buena así que me quedé viendo la serie. Luego de un rato terminé de comer; pero a un seguía mirando la televisión, hasta que escuché un ruido afuera y me acerqué a ver que sucedía. No me imaginaba que todo ese ruido era porque un nuevo chico se mudaría en uno de los departamentos que sobraban.
—Bienvenido, joven. —escuché que dijeron—.
Era obvio que estaban dándole la bienvenida al muchacho que acababa de llegar. Yo decidí no salir de mi departamento y seguir mirando el televisor; pero nuevamente soy interrumpida, sólo que esta vez, es porque alguien toca la puerta y al dirigirme hacia ella, notó una carta debajo de la puerta. Me parecía extraño que alguien dejara una carta de esa forma, ya que nunca antes me había pasado. Lo único que hice fue de inmediato abrir la carta para ver que decía, y ver quien me la había escrito...
Me sorprendí al leer la carta, ya que sólo decía: «estimada Vero, soy tú admirador secreto. Simplemente te vi y me enamoré de ti. Aquí te dejo mi número de teléfono, mis redes sociales y también un dibujo de como fue qué te miré por primera vez.» Observe el dibujo y me di cuenta que como me había conocido fue cuando hablé con la señora Fátima, cuando estaba fuera del departamento. Así que era de lógica pensar que el joven nos había estado observando mientras doña Fátima y yo, conversábamos. Miré a todos los lados de la carta; para ver si la persona que lo escribió, había anotado su nombre. Y sí, efectivamente, estaba escrito el nombre de Keiner. O. «¿Quién será ese tal Keiner. O?» Me preguntaba a mí misma, mientras guardaba la carta en un cajón. De repente mi celular timbra. Era un número desconocido que no recordaba haber visto antes. No sabía si contestar o no la llamada. Me sentía nerviosa, "y no sabía, el porqué de ello." &nbs
El chico me dió un beso y me dejó realmente muy confundida; yo no entendía el ¿porqué me dio ese beso? —Quién crees que eres para llegar así como así y darme un beso? —le Pregunté. —Eres tan hermosa, me encantas mucho. —¿Te gustaría pasar una noche conmigo? —me dijo. —¡¿Qué te pasa idiota?! —le grité y luego le di una bofetada. —Pensé que te gustaría la propuesta. ¿No que a las mujeres les gusta eso? —me respondió. —No, ¿estas loco o que? No todas las chicas son iguales. Yo soy chica de respeto. Ahora, lárgate de mi departamento. —le dije enojada, sacándolo a empujones de mi departamento. —Pero.... yo... Me iba a decir algo justo cuando cerré la puerta frente a sus propias narices. ¿Que acaba de pasar aquí? -me preguntaba. No entiendo nada, nunca nadie me ha dado un beso y me ha di
—Solo te diré que debes tener cuidado con el señor Alfonso. —respondió Keiner, en voz baja. —"Por Dios", me asustas. —exclamé. —Créeme, te lo digo por tú bien. Aquí está mi número para que me llames o me escribas en el caso que lo necesites. Keiner me dio su número en un papelito. —Okey, esta bien. Aunque no comprendo muy bien lo que dices, igual tendré cuidado y te llamaré o escribiré, si lo requiero. —le dije. —Bueno, me voy, adiós. —se despidió. —Adiós y "gracias". —respondí. Después de eso, cerré la puerta del departamento, asegurándola muy bien. Tenía miedo, de aquello que me había dicho Keiner eso me preocupaba enormemente. ¿Y sí esa persona que me dijo Keiner, realmente me hace daño? ¿Qué puedo hacer? —pensaba en voz alta. Minutos después,
—¡Por favor, ya no dispare más! Ella ya esta muerta, por favor retírese. Nadie dirá nada de esto. —escuché que dijo llorando, el esposo de la mujer ya fallecida. —Me iré, pero les advierto que si alguien dice algo, se arrepentirá de haber nacido. —dijo eso y luego se retiró. Después de unas horas. Ya era el momento de alistarme para irme para la fiesta de cumpleaños de la esposa del señor Manuel dueño de los departamentos. Decidí ponerme un vestido largo, color rojo y unos zapatos de tacón de color plateada. Mi cabello lo dejé suelto. Preparé unos ricos panecillos para compartir en la fiesta. Salí del departamento y cerré la puerta. Me dirijo al lugar de la fiesta, la cual se haría en uno de los departamentos vacíos. Casualmente me topé con el chico que me gusta, pero al verme ni me saludó. —Oye, ¿acaso yo no existo? —
—Alfonso, ¿qué quieres de mí? —le pregunté. —Mira vengo a darte la sorpresa que te dije, mira esto. —dijo Alfonso, sacando una pistola. —¿Para qué es esa pistola?—pregunté con miedo. —Sólo tienes que aceptar algo y yo no te haré daño. —dijo Alfonso. —¿Aceptar qué? —le pregunto a Alfonso. —Acuéstate conmigo esta noche y no te haré nada. —me dijo. —¿Esta noche dices? —pregunté —Así es. —respondió Alfonso. —Necesito ir al sanitario, ¿te puedo responder en cuanto salga? —¿Y como se yo que no avisarás a nadie? —preguntó Alfonso. —Entonces dejaré mi celular contigo, para que veas que no tengo intención de decir nada. —respondi. —Okey, dámelo. —dice Alfonso. &nbs
—¿Dime que necesitabas decirme? —preguntó Alfonso. —Es que necesito un favor tuyo. —le dice a Alfonso. —¿Okey, dime? —le respondé al señor Manuel. —Puedes ir a supermercado un momento y traer dos botellas de tres litros de cualquier refresco que veas, por favor, es que casi no hay. —le dice el señor Manuel a Alfonso. —Esta bien. —Alfonso accede. —Toma el dinero. —Don Manuel le da el dinero a Alfonso. —Voy de inmediato. —responde Alfonso. —"Muchas gracias." —le agradece a Alfonso. —No hay de que. —dice Alfonso y se retira. —Señor Manuel, ¿para donde va Alfonso? —pregunté. —Lo mandé a traer unos refrescos. Ahora, necesito que te vayas para el departamento de tu amigo Keiner. —le informó el señor Manu
—"Hola", Vero, te llamó para darte la mala noticia, ya que tu prima falleció hoy, hace cinco minutos —dijo mi tia Leticia, la madre de mi prima, y quien se notaba profundamente triste. —¡No puede ser cierto! estás bromeando tía, no puede ser verdad. —respondí con lágrimas en los ojos. —Mí niña, no te miento, ¡Rosa nos dejó!, mañana será su funeral a las 1:00 p.m. Quisiera que vinieras a despedirte de ella. —me respondió mi tía Leticia con la voz quebrada. No pude responder nada más, ya que perdí la conciencia y me desmayé afuera de mí departamento, luego de allí, no recuerdo absolutamente nada. —"Por Dios," Verónica, despierta por favor. —exclamó Keiner, preocupado. —Aquí traje alcohol. —dijo
—No puedo tía, quizás mas adelante. Entre unos dos o tres años. Espero me comprendas. —al fin respondí. —Pero, ¿por qué así mi niña? —me pregunta tía Leticia. —Tía, simplemente no me quiero ir del departamento, al menos por el momento. —le dije. Luego de decirle eso, mi tía se puso triste pero yo la convencí de que si llegaría a vivir con ellos, sólo que más adelante. También le dije que aceptaba el dinero por ser algo que mi prima quería, así que ella me dio el dinero. —¿Cuándo te vas? —preguntó mi tía. —Hoy mismo, de hecho ya voy a llamar a Alejandro, el señor que me trajo hasta acá —le respondí. —Me gustaría que no te fueras; pero ni modo, te debes ir. —me dijo. —En cuanto pueda vengo a visitarlos. Ya sabes, queda muy lejos de donde vivo hasta acá. –le prometí.