Capítulo 6

Sus sueños traían memorias de su niñez. Cuando Katerine podía reír a carcajadas y jugaba en el jardín. Ella amaba ese jardín, tanto que su mamá supo castigarla prohibiéndole jugar allí. En el sueño Katerine estaba viendo la lluvia por la ventana de su habitación, escuchaba a sus padres discutir. Sus discusiones como siempre eran sobre ella, había mojado la cama y por eso estaba castigada.

Ella veía la lluvia con añoranza.

Quería salir, sentir el agua en su rostro, que entrara en su boca y aliviara su garganta.

Hacía frío, mucho frío a pesar de tener su suéter de lana rosa.

Katerine recostó su frente del vidrio y sintió como si la quemara, estaba tan frío que despertó.

Se encontró con el rostro extraño del niño de la montaña, quien a penas la vio parpadear en su dirección retrocedió. Su pecho subía y bajaba rápidamente como si estuviera exaltado, pero a decir verdad así se sentía ella, exaltada. Su cuerpo le dolía y temblaba, tenía fiebre, sin dudas. Había algo húmedo en su frente caliente, ella movió su mano para poder apartarlo pero una mano helada sostuvo su muñeca firme y la mantuvo quieta.

Sus ojos volvieron a encontrarse con los de él.

Había una clara orden dibujada en ellos, pero aunque ella lo deseara no podía mantenerse quieta por mucho más tiempo, tenía la vejiga apretada, amenazando con explotar en cualquier momento.

Katerine no sabía cómo demonios lo iba a lograr, pero tenía que conseguir privacidad para poder evacuar en donde solo Dios sabría. Tenía que lograrlo o terminaría mojada no solo de sudor.

—Tengo...—intento decir pero sintió su garganta quemar por la sed—. Agua —pidió, aun sabiendo que quizás no lograría almacenar más de ella en su cuerpo.

El hombre salvaje soltó su muñeca y sin quitarle los ojos de encima se movió hacia el bolso que había dejado Pretit. Lo observo fascinada sacar varios termos y lo que parecían ser emparedados envueltos en papel transparente.

Él entendía, o eso le pareció a ella.

Katerine pensó que alucinaba debido a la fiebre cuando lo vio abrir uno a uno los termos y olerlos, hasta que finalmente colocó uno cerca de donde ella yacía. Comenzó a reincorporarse con mucha dificultad, le pareció escuchar que un gruñido salía del salvaje pero no quiso prestarle atención. Se concentró en poder sentarse sobre la piel que la protegía del suelo.

Ella estaba mareada y se sentía muy débil, el efecto de las medicinas que le habían dado había pasado hacía bastante rato. El hombre se movió cerca de ella cuando sus brazos flaquearon por un instante, con un suspiro exhausto logró mantenerse firme. Pero sus temblores se hicieron aún más fuertes cuando vio al hombre estirar sus grandes manos en su dirección.

Ella contuvo su respiración y cerró sus ojos.

Se quedó muy quieta cuando sintió sus manos sobre ella, primero en sus temblorosos brazos y luego en sus costados bajo sus axilas. Abrió sus ojos asustada cuando de manera fácil él la ayudó a acomodarse sobre la piel, luego apartó sus manos con rapidez. No la miraba a los ojos, notó Katerine y eso la alivió, los ojos de aquel hombre eran una cosa extraña y preciosa, como el secreto profundo de estas montañas.

Sentada, la necesidad de un inodoro era torturante. Ella quería llorar por no saber qué hacer o como explicarle a aquel hombre lo que ella quería con urgencia. Desesperada y al borde ya de las lágrimas Katerine optó solo por hablar.

Él ya la había entendido antes, quizás no era tan salvaje como ella pensaba.

—Por favor —le pareció verlo encogerse—, necesito ir al baño —dijo y luego quiso reír.

Un baño.

¿En la cima de una montaña? Sí, por supuesto que sí. Tendrá ducha y agua caliente también.

El hombre parpadeó mirando las manos de Katerine temblar, él solo acercó el termo un poco más a ella.

—No —negó, aunque deseaba el agua—. Tengo que hacer...pipí.

El ceño de él se arrugó por la incomprensión. Movió sus labios pero ni una sola palabra salió de ellos. Sin embargo, Katerine se los observaba.

Él estaba repitiendo lo que ella había dicho.

Pipí.

Y quizás del dos, pensó, porque todo esto está para cagarse.

Pero ella no lo diría.

Katerine abrazó su barriga rezando por qué el hombre pudiera entenderla, él observó esa acción y soltó un suspiro bajo. Finalmente levantó su mirada y sin ningún tipo de flaqueza en sus ojos extendió su mano llena de cicatrices.

En ese momento ella se dio cuenta que había decidido confiar en él. No sabía cuándo, no sabía cómo...Pero de alguna forma lo hacía.

«El niño de las montañas no hará daño». Recordó las palabras de la Gran Pretit. «Él cuida de ti aquí, alimentarte y tú sanas».

—Cuidas de mí —murmuró ella. Lo vio asentir y un escalofrío recorrió toda su espalda.

Se habían comunicado.

Katerine extendió su mano hasta poder tomar la de él.

Entonces todo el lugar se estremeció.

El agarre de él se hizo apretado, pero ninguno de los dos se movió. Ambos estaban paralizados. Katerine escuchó piedras caer en el suelo al igual que tierra, pero todo se detuvo a los tres segundos de haber comenzado.

Su mirada fue hacia su mano siendo tragada por la enorme y áspera mano de él.

La voz de la Gran Pretit volvió a su mente para atormentarla.

«No molestes a la montaña ni a su niño. La naturaleza es celosa...».

Quiso apartar su mano, pero él no lo permitió. La puso de pie antes de que ella pudiera reprocharle cualquier cosa. Y volvió a cargarla en sus brazos.

El frío de su cuerpo hizo que el de ella doliera, su voz se le cortó mientras intentaba decirle que la bajara, que ella podía caminar.

Él hombre la ignoró y comenzó a llevarla por un oscuro túnel.

*****

¿Era un sueño? ¿O era real?

El frío lo era, pero también estaba ardiendo. Su cuerpo lo estaba.

La oscuridad comenzaba a ceder ante la luz natural, Katerine aún no sabía hacia donde la estaba llevando, pero tenía tanto miedo que estaba llorando.

—Por favor —musitó.

Ella estaba sola, enferma y siendo llevada por un hombre conocido solo en leyendas.

No hice daño —el pecho del hombre vibró al soltar las palabras, su voz era ronca y pesada, casi como si le costara hablar—. No hice daño.

Ella jadeó cuando descubrió su rostro bañado por la luz natural, él la miraba con innegable molestia... ¿O era frustración?

Katerine se preguntó que sentiría él, acaso podría sentir lo que ella sentía.

El sonido de agua atrapó por completo su atención, no pudo evitar que su boca se abriera por la impresión cuando se encontró con un lago imposible, había vapor saliendo de él.

Ella negaba, no quería aceptar aquella situación, eso no pasaba en la vida real. Ella debía estar muerta, siendo comida por los cuervos o los lobos... Quizás lo estaba.

El agua parecía provenir de unas rocas, lo más seguro era que el agua se filtraba de algún otro lugar, pero...era agua caliente. Katerine renunció a la lógica solo por eso.

La luz entraba por los espacios que había entre algunas rocas altas. Era de día.

Otro día.

¿Cuántos llevaba allí?

—Dolor —lo escuchó decir y su rostro volvió a él. El hombre miraba su cuerpo como buscando algo.

Katerine procesó su palabra.

—Todo el cuerpo me duele —le dijo sintiéndose en una especie de sueño—. Puedes dejarme en el suelo, aun necesito hacer pipí —usó la palabra que creyó adecuada, también volvió a tocar su estómago.

El hombre la llevó a un lugar escondido entre unas rocas que también estaban llenas de dibujos, era un lugar estrecho con olores bastante interesantes que Katerine no mostró curiosidad en saber su procedencia.

Él la puso sobre sus piernas temblorosas y al asegurarse que no caería se fue.

Y ella se alivió por no haber tenido que decirle que lo hiciera.

Por suerte sabe lo que es la privacidad, pensó ella comenzando a desatar los pantalones de cuero. Sentía sus pies sudorosos dentro de las botas gruesas y peludas, pero descartó la idea de revisar sus pies en cuanto la sola acción de bajarse los pantalones la agotó por completo.

Vaciar todo el contenido líquido de su vejiga se sintió como llegar al cielo y reposar en una cama de nubes. Sin embargo, esa cama de nubes se desvaneció y la dejó caer abruptamente cuando al levantar la mirada encontró la él.

Él estaba allí. La estaba viendo.

Fue atroz el grito que salió de ella.

Pero en lugar de hacerlo reaccionar e irse, lo hizo reaccionar y acercarse, sin quitarle los ojos de encima.

—¡Vete! —ladró ella intentando terminar de cubrirse—, ¡Vete!

Eso sí logró asustarlo, soltó lo que tenía en su mano y desapareció.

La respiración de Katerine estaba peligrosamente acelerada, sus ojos fueron a la cosa que sostenía el hombre, eran dos baldes, al parecer uno contenía agua y el otro tenía el interior lleno de nieve.

—¿Qué? —Katerine no entendía nada, estaba avergonzada, asustada y muy adolorida.

Terminó de arreglarse la ropa y sosteniéndose de las paredes salió a donde estaba el lago extraño que desprendía un agradable vapor.

No vio al hombre por ningún lado.

—¿Hola?

No hubo respuesta.

Se llenó de valor y fue hacia el profundo túnel.

—¿Hola? —intentó, recibiendo como única respuesta el eco de su voz.

Se ayudó con la pared adentrándose en el túnel, no supo por cuanto tiempo caminó hasta que finalmente llegó al lugar donde estaba inicialmente, tenía la respiración muy acelerada y se encontraba bañada en sudor. A penas pudo llegar a la piel áspera que le servía de cama, en cuanto lo hizo alcanzó el termo que el hombre le había escogido y bebió el agua con desespero. Al terminar observó el lugar con pesadez.

—¿Hola? —se le rompió la voz—. Por favor.

Vuelve, quiso decir, lo siento.

Él no estaba por ninguna parte.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo