Su mano estaba congelada y le producía escalofríos, pero en ningún momento quiso soltarla. Él se movía por el bosque con una naturalidad que le pondría los pelos de punta a cualquiera, era ágil, rápido y estaba entusiasmado. Siempre giraba su rostro para vigilar que Katerine estuviera cómoda con la velocidad en la que él la conducía. Ella intentaba ser entusiasta también, no tenía que esforzarse mucho, tenía una tremenda curiosidad mordiéndole el cuerpo pero tenía que admitir que estaba algo asustada. El atardecer estaba en sus últimos respiros y el bosque se hacía cada vez más oscuro. Katerine intentaba mantener su respiración bajo control pero el frío y el movimiento se lo impedían. Tuvo que jadear para que el aire fuera a sus pulmones.
Fue realmente difícil para Katerine detenerse cuando él lo hizo, lo hab&i
Tenía que tomar una decisión, pero pensar se volvía una tarea demasiado complicada cuando lo observaba actuar tan tierno viendo como ella preparaba un poco de té. No le quitaba los ojos de encima, olfateaba, hacia muecas y la seguía.Katerine se sentía muy ansiosa, sus movimientos eran torpes y en más de una ocasión se quemó con el agua. Él la ponía nerviosa, sobre todo porque no podía sacar las palabras de La gran Pretit de su cabeza, la escuchaba a lo lejos desde un lugar de su memoria con fastidio. Pero entonces solo tenía que encontrar la mirada de él, sus enormes ojos grises y solo así, las palabras de la anciana perdían sentido.— ¿Cómo es que sabes hablar?Ella sentía demasiada curiosidad, se encontró deseando en más de una ocasión que él pudiera hablar tan perfectamente como ella solo para
Katerine saltó tan rápido que logró no solo sorprender a la persona tras la puerta y a ella misma, sino también al hombre de las leyendas que la miraba tenso. Ella tuvo que reprimir un gemido dolorido por el golpe de su hombro contra la madera.—¿Qué rayos, Katerine?Se obligó a ignorar el dolor para poder responder: — Estoy desnuda, Cole, lo siento.Miró hacia Ean y sus ojos de tormenta, se veía tan confundido que Katerine sintió ternura.—Oh, disculpa —lo escuchó retroceder—. Pudiste habérmelo dicho antes —dijo en voz un poco más baja.El aire entró con alivió a los pulmones de Katerine, soltó el pomo que tenía fuertemente sujetado y fue hacia el hombre que parecía desear atravesar la pared solo para enfrentar al desconocido. Cuando su atención volvió a pertenecerle a ella,
Su corazón se cubrió de hielo…Katerine no podía dejar de pensar en él, ni siquiera cuando estaba justo frente a ella, sosteniendo su mano y guiándola, una vez más por el bosque. Que rápido accedía ante los pedidos de ese hombre salvaje, se sentía un poco mal por ello, ella debería resistir, incluso alejarlo, pero cuando la miraba de la forma en la que lo hacía, con sus grandes ojos brillando de ilusión con solo verla. No. Decirle que “no” era algo complicado para ella, por lo que sus encuentros furtivos los mantendría enprivado.La visión de él entre los árboles con el paisaje invernal, era como ver a un rey caminando por una tierra que no solo le pertenecía, sino que respondía ante él.Su historia se repetía una y otra vez en la cabeza de Katerine, en ese momento parecía ta
Cole la miraba de reojo, se había ofrecido a llevarla hasta la casa de los Lawcaster. Estaba preocupado por Katerine, como siempre, y ella estaba tan avergonzada con todo, rogaba porque su dolor de cabeza se fuera pronto y no paraba de arreglarse el cabello para que no se notara la cura que le habían hecho los nativos de la tribu.—Estoy bien, ¿quieres, por favor, dejar de mirarme así? —le rogó directamente—. Me estás alterando.—Lo siento —Cole desvió su mirada al camino y allí la mantuvo por el resto del viaje.Ya podían verse las enormes casas, no estaban muy lejos de donde residía Katerine, eso era algo bueno, ya que con el auto custodiado por las autoridades ella tendría que caminar a su nuevo trabajo.Cole comenzó a recordarle nuevamente las reglas y actividades que tendría en la enorme casa que había escogido. Los Lawcaste
Había tenido buenos días trabajando, aunque su uniforme fuera ajustado y molesto. Anastasia se había disculpado con ella, por su repentino inicio no había tenido tiempo para hacerlo a su medida, aunque ya estaba trabajando en conseguirle uno mejor. La ropa era como la que había observado en las demás, un pantalón negro, zapatillas bajas y una blusa de gaza blanca con un lazo en el cuello. La primera vez que Katerine se vio en el espejo con él, se vio…apretada, por supuesto, el pantalón casi no había cerrado por sus caderas anchas y la camisa aprisionaba sus pechos y hombros de una forma incomoda. A parte de eso, ella se vio muy elegante y le gustó. Hasta que Anastasia se obsesionó con su cabello.“Un reto indomable, pero ya saben los dioses que soy capaz de domar lo que sea”, había dicho mirándola.Pasaron cuarenta minutos de jalones, enredos y
Katerine no había olvidado lo que era despertar y encontrarse con ese enorme hombre cerca de ella, pero nunca dejaría de maravillarse. Con él, todos los días eran como el primero. Cuando lo veía, sentía un millón de cosas, pero sobre todo miedo, porque algo tan impresionante como él no podía ser verdad. Y absoluta adoración por su portentosa existencia.Allí estaba él, observándola como si fuese algún tipo de diosa, Katerine no terminaba de entender qué de ella le resultaba tan deseable. Aunque lo que sea que fuera, lo agradecía. Taciturnos, ambos se observaron. Él tenía un rostro que ella consideraba bravío y una mirada cerril que le ponía los pelos de punta. Ella sabía que eso solo era una fachada, lo conocía, sabía que podría llegar a ser todo eso, pero también sabía cuan dulce y curiosa era su
Eva había faltado ese día, por lo que Katerine y Ana tenían que arreglárselas solas. Se dividieron las tareas en el instante que Katerine llegó. Se puso su nuevo uniforme y le quedó bastante cómodo, ya no habría accidentes. Cuando salió para hacer un plan con Anastasia y Kareem, ninguno se percató del moretón, muy bien cubierto, que adornaba la mandíbula de Katerine.Se sintió aliviada, sabía que no recibiría preguntas ni tendría que tolerar miradas de lastima.Las tareas le resultaban sencillas, pero agotadoras, tenía que hacer todo muy rápido si no quería toparse con alguno de los señores de la casa.Katerine fregaba el piso de uno de los baño de las habitaciones cuando escuchó una puerta.—¡Apresúrate, Kate! —se exaltó Anastasia llevando una carga de ropa limpia que com
Ella nunca se había considerado una mujer excepcional. O hermosa. Solo invisible, alguien que no llamaba la atención. Alguien que no valía la pena. Sabía que esos pensamientos no habían nacido en ella desde su propio criterio, pero fue lo que había aprendido desde muy niña, de todas las personas cercanas a ella. Ellos —sin saberlo— habían destruido su autoestima con comentarios burlescos, señalándola, juzgándola, haciéndola sentir rechazada. Eran su familia y habían acabado con ella desde muy dentro.No quería pensar en ellos mientras que se maquillaba, pero no podía evitarlo. Mientras se aplicaba el labial escuchaba a madre susurrarle lo horrible que eran sus dientes. Katerine los observó y sí, los tenía un poco torcidos, pero ella nunca había entendido la obsesión de su madre por sus dientes. O por todo lo que ella era.