Las personas en el barco habían dejado de ser ordinarias, al pasar esa barrera que separaba las dos tierras, todo se había bañado de color y formas. Katerine estaba impresionada, había personas de pieles rosadas y tan blancas y lisas que parecía porcelana. Tenían orejas alargadas, pequeñas, grandes y puntiagudas. Había una variedad incontable de colmillos, garras y ojos.
Tanto había tanto y aun así, ninguno le pareció tan hermoso como lo era su hombre de hielo, que aun entre ese mar singular de imposibles, él parecía resaltar como una estrella en la oscuridad.
No podía negar que estaba fascinada, eran extraordinarios, hermosos, algo mucho más que eso. Etua.
Ean también se encontraba en el mismo estado que ella, los observaba a todos con extrañeza y nerviosismo, podía sentir la magia y el poder, pero nada borraba la admiraci&
Escondido en la montaña jugaba Ean, dibujaba en las paredes cualquier forma que se le ocurriera, no tenía mucho que hacer allí, Fría le daba todo, la sentía en cada parte de él, como si solo fuera un contenedor. A veces bajaba al bosque, solo para asegurarse de que todo estuviera bien, o al menos así se engañaba. La verdad era que disfrutaba sentir esas otras energías extrañas y ajenas a su realidad.Soñaba con ir más allá de sus montañas escarchadas, soñaba con la mujer morena que lo esperaba constantemente en la cabaña. Tenía tantos sueños que antes no habían perturbado su cabeza.Todo había comenzado con la hembra que irrumpió en el bosque esa noche. Su olor lo había atraído y cuando pudo verla se quedó pasmado. Era tan distinta a los humanos que había visto. Su piel oscura, su cabello tan salv
Fue en un día de invierno con el que soñé,Impoluto e indómito era lo que me rodeaba,Era hermoso, tan hermoso,Y sus ojos estaban allíGélidos e implacables Fue extraño para mí, que sin saber lo que era el invierno, Comprendí que podía quemar.—Lenimar T.¿Dónde está el maldito sol?, pensaba Katerine, sus dientes castañeaban. Tenía la piel endurecida por el frío malvado que estaba empeñado en sacudir sus huesos.Había llegado a ese lugar por pura casualidad, estaba rodeado de montañas, pero había una que sobresalía entre las demás, una que la hacía sentir la cosa más insignificante del planeta.“La Perla”, se pod
Katerine se sentía como un títere roto mientras refregaba el retrete totalmente embarrado de porquería en el baño de mujeres. Ni siquiera podía sentir asco, no lo hallaba en su interior, no después de dos años haciendo lo mismo. Lavar baños, pisos, mesas y ser maltratada por su desgraciado jefe Jackson Trenn, él creía que, porque ella era una extranjera, podía tratarla como se le viniera en gana y pagarle mucho menos que a los demás.«Regresa a tu pocilga si tanto te molesta estar aquí», solía decirle cuando ella intentaba quejarse. Una amenaza oculta. Katerine sabía que si abría la boca él no dudaría en botarla, no podía arriesgarse a eso, sabía que no encontraría un mejor lugar para ella.Los habitantes del pueblo con los que ella se había topado no la trataban como si fuera basura como lo hac&i
Cole Patterson era lo que siempre había considerado Katerine como “un chico guapo”. Tenía cabello negro y ojos azules, su piel era como la de todos los habitantes en La Perla, pálida. No era un chico del todo atlético pero tenía una capa de musculo bien distribuida en su cuerpo.Cuando miró a Katerine salir del restaurante sonrió.Oh, que la partiera un rayo si negaba haber suspirado por esa sonrisa.—¿Lista para perder la cordura?Con un movimiento dramático abrió la puerta del auto para ella.—Pensé que ya la había perdido —contestó ella caminando hacia él.—Siempre queda un poco para perder.Katerine pensó en ello, recordó esas tantas noches en las que perdía la cordura y se ahogaba. Cualquiera pensaría que ya no quedaba nada cuerdo en ella, pero Cole tenía
Sus amigos la observaban desde arriba cuando Katerine abrió sus ojos, sus rostros estaban bañados de genuina preocupación. Comenzaron a llenarla de preguntas, muchas y al mismo tiempo, Katerine volvió a vomitar sin poder contenerse.El alcohol seguía en su sistema después de todo.Se dio cuenta que estaba en la casa de Cole, ya no había tanta gente, pero la fiesta continuaba. No encontró a Jolsen por ningún lado, internamente se sintió agradecida, no podía lidiar con ello, no cuando le dolía el cuerpo como si se hubiese caído por unas escaleras de veinte metros.No, unas escaleras no, comenzaba a recordar.Por un maldito precipicio.—Kate, te encontramos desmayada en la entrada del bosque, tienes que decirme...No pudo seguir escuchando la voz rota de su amiga.Sus palabras golpearon contra ella como una bofetada, haci&eacu
Katerine temblaba. Su cuerpo no dejaba de estremecerse tan fuerte que parecía convulsionar, no lograba calmarse ni siquiera con los sorbos que le propinaba al té medicinal que La gran Pretit había preparado para ella. La anciana al mirarla supo de inmediato que algo pasaba, no solo por sus moratones y su forma de caminar, sino por su expresión y palidez.Lo primero que hizo Katerine al estar frente a ella fue paralizarse. La anciana lo entendió, no dijo palabra, solo le extendió su mano y la llevó hasta su choza, esta se llenó de olores mágicos mientras el té medicinal era preparado.Hasta entonces La gran Pretit no lo había dicho nada, pero supo que eso cambiaría en cuanto esta tomó asiento en el suelo frente a ella. El vestido que llevaba era de pieles oscuras haciendo que su gris cabello resaltara al igual que sus ojos inquisidores.—Niña del sol, cué
El bosque la recibió sin opciones, Katerine corría con poca visibilidad, lo único que le proporcionaba algo de luz era la luna. Moverse le dolía. Su cuerpo estaba completamente entumecido por el frío y con cada movimiento brusco sentía como si su piel se desgarrara. El corazón en su pecho le exigía por un insignificante descanso, pero tan pronto como la idea se instaló en su mente, la descartó.Ella escuchó regocijarse al asqueroso hombre que era su jefe.—Si no termino yo contigo, Fría lo hará.Su risa llenó el silencio y Katerine aunque cayó varias veces, siguió corriendo.Ella pensaba que quizás encontraría a alguno de sus amigos de la tribu, ellos la ayudarían.Vio una luz no natural moverse sin parar.Era Jackson, él tenía una linterna.Katerine se detuvo abruptamente sintiendo s
Sus sueños traían memorias de su niñez. Cuando Katerine podía reír a carcajadas y jugaba en el jardín. Ella amaba ese jardín, tanto que su mamá supo castigarla prohibiéndole jugar allí. En el sueño Katerine estaba viendo la lluvia por la ventana de su habitación, escuchaba a sus padres discutir. Sus discusiones como siempre eran sobre ella, había mojado la cama y por eso estaba castigada.Ella veía la lluvia con añoranza.Quería salir, sentir el agua en su rostro, que entrara en su boca y aliviara su garganta.Hacía frío, mucho frío a pesar de tener su suéter de lana rosa.Katerine recostó su frente del vidrio y sintió como si la quemara, estaba tan frío que despertó.Se encontró con el rostro extraño del niño de la montaña, quien a penas la vio parpadear