Estaba fuera de su cuerpo, no podía escuchar nada, no sentía. El frío tenía ese poder. En algún punto olvidó que tenía manos y que debía moverlas. Katerine olvidó que tenía un cuerpo y su mente se llenó de recuerdos. Recordó a Jolsen en la fiesta insultándola y retándola a ir al bosque de Fría.
Quiso reírse, realmente lo intentó, pero su rostro se había entumecido mientras metía nieve en la cubeta.
¿Qué diría ese hombre ahora?, Porque Katerine no solo se había metido en el bosque, sino que también en la montaña prohibida.
Fría.
Déjame salvar a tu niño, déjame arreglar lo que he estropeado, rogó en su interior intentando recuperar la movilidad.
Ni siquiera pudo salir de la cueva en la que se encontraba, los vientos eran violentos y no tuvieron ningún tipo de piedad por su voluntad humana. Por suerte consiguió nieve un poco antes de salir al infierno en el que no viviría más de dos minutos. Sin embargo, ella pudo sentir la fuerza del azote gélido.
Le costaba respirar, muchísimo.
Pensó que moriría allí mismo, hasta que escuchó la voz de su madre.
«Eres una completa inútil, no puedes llevar el maldito balde unos pocos metros», se reía como solo esa mujer era capaz de hacerlo. «Es increíble como todo lo que tocas lo arruinas, incluso las leyendas».
No.
No iba a permitir convertirse en eso, Katerine sabía a la perfección que no era una inútil. Ella había peleado por su vida, hasta el último segundo y jamás permitiría que alguien resultara herido por su culpa. Nunca más.
Sigue adelante, se recordó a sí misma. Sigue malditamente moviéndote.
Le dolió cada parte de su alma, pero lo hizo.
Su visión estaba borrosa, pero incluso si no podía ver, ella sabía que se lanzaría a través de la oscuridad por él. Porque él había extendido su mano a ella y fue ella quien lo soltó.
Había recibido una orden clara, aunque él no sabía comunicarse correctamente, ella le había entendido, pero por estupidez o curiosidad -la verdad no podía recordarlo- ella simplemente decidió olvidar las advertencias.
Si algo le pasaba a ese hombre salvaje sería su culpa.
Ella estaba cerca, podía escuchar maravillada de nuevo el agua.
Cuando pudo verlo, aunque en tinieblas, se lanzó hacia él y solo vació la cubeta sobre su pecho, tomó en sus manos y esparció sobre su rostro. Entonces se hizo a un lado y esperó. Lloraba por dentro y no podía dejar de pedirle a cualquier dios que estuviera escuchando que lo ayudara.
Su llanto interno la cansó de tal manera que terminó por colapsar.
*****
Escuchaba que la llamaban pero ella no quería despertar. Tenía sueño y estaba tan cansanda, solo quería seguir en la oscuridad, sin saber que era ella o su vida.
—Despierta.
Sus ojos se abrieron con pesadez, realmente no quería hacerlo, pero cuando vio esos ojos grises que la habían perseguido desde la primera vez que lo vio no pudo evitar exaltarse.
Y lo abrazo, con fuerza.
—Maldición, lo siento —jadeó, estremeciéndose por el contacto con su piel fría—. Lo siento tanto, casi mueres por mi culpa, soy tan estúpida, lo siento.
Las manos de él se posicionaron en sus caderas y fue cuando se percató de que estaba desnuda. Él se alejó de ella en un movimiento extraño, desde varios metros de distancia la miró acuclillado. Ella se vio a sí misma, tenía su ropa interior y la ropa que vestía estaba sobre una roca, lo único que tenía para cubrirse era la manta de piel que él debió traerle. Cuando volvió a mirarlo lo notó distinto, su piel estaba distinta, su respiración era pesada y tenía sus ojos oscurecidos.
—Irme —le dijo.
Ella se asustó.
—¿Qué? ¿Por qué? ¿A dónde?
—Irme —insistió él mirando hacia el túnel—. Necesito...—vio como le temblaba la boca—. Fría.
El frío.
Él seguía necesitando más.
—Ve —asintió.
Él vaciló mirándola.
En ese momento ella se percató de que su piel se encontraba caliente, muy caliente. Estaba sudando pero aun así tenía frío. Tenía fiebre, otra vez.
—Ve —suspiró ella, estirando su mano con esfuerzo para tomar el bolso donde sabía que había otra muda de ropa.
—In —soltó el hombre en una respiración baja—. Quedarse.
Entonces desapareció.
Katerine no se preocupó, sabía que él lo necesitaba y además, ella podía cuidarse sola. Ella no era responsabilidad de ese hombre salvaje y tuvo que recordarse eso. Pero sí se preocupó después, cuando al despertar de otro sueño para nada reparador se dio cuenta de que él aún no llegaba.
¿Cuánto tiempo había pasado? Ella no lo sabía, pero tenía la sensación de que todo se volvía eterno.
Ella lo esperó, intentó no dormirse ni desmayarse. Pero pasó un día y él no llegó. Luego pasó otro más.
Y el hombre salvaje no llegó.
Habían pasado días, o eso creía Katerine, se le había acabado todo, su comida, su agua, sus remedios para el dolor y la fiebre. Y él no había regresado. Estaba en ese lugar imposible dentro de la montaña, sola. A veces, pensaba que escuchaba susurros, "el viento" se decía, pero, ¿no había también una leyenda sobre él?, lo ignoraba, pues no estaba dispuesta a invocar otra cosa mística que no fuera el hombre salvaje.Tiene que regresar, se dijo.Porque este es su hogar.Inevitablemente se sintió culpable y la sensación que abarcó su cuerpo le recordó aquel día en el baño del restaurante, cuando se desmoronó sintiéndosenada. Y es que ese día ella no podía dejar de pensar en que su vida no estaba siendo dirigida por ella, sino por personas como Jackson Trenn -que s
De alguna forma Katerine lo encontró gracioso y tierno, era increíble que ese imponente hombre estuviera en esa sala decadente teniendo esa especie de discusión banal con ella. Katerine no había dicho nada aún, estaba absorta en su belleza salvaje. El cabello de él parecía algo sagrado, tan blanco que podría lastimarle los ojos y lucía tan suave, ¿lo sería? Ella quiso tocarlo.—Un macho —su voz era extraña, forzada—. Tú...hueles a unmacho.Katerine parpadeó volviendo a la realidad que parecía sueño. Se fijó en la expresión de él, parecía disgustado.—Eh...Katerine se trabó,¿Cómo rayos se responde a eso?Él seguía mirándola con recelo, como si ella hubiese hecho algo mal, como si el haberse ido fu
El principio siempre nos dará miedo, pensó Katerine, recordando los primeros días que pasó en La Perla.Esos días fueron horribles, traumáticos, la hicieron querer volver a la desagradable vida que tenía, porque aunque la ahogaba, ella lo había soportado durante mucho tiempo, lo conocía. Pero allí en La Perla, todo era nuevo, ella era nueva y los nativos la juzgaban por ello. Conseguir trabajo fue una tarea tortuosa y cuando lo consiguió, fue peor, pero por lo menos tenía dinero. Katerine temía enfrentarse a eso de nuevo, pero recordar sus inicios la calmaba un poco, sabía que siempre sería difícil, que parecería lejano e imposible.Pero nada era más imposible que ese hombre de hielo.Lo primero que hizo al despertar fue salir directamente hacia la tribu. Lo que había vivido con Ean le pareció demasiado íntim
Su mano estaba congelada y le producía escalofríos, pero en ningún momento quiso soltarla. Él se movía por el bosque con una naturalidad que le pondría los pelos de punta a cualquiera, era ágil, rápido y estaba entusiasmado. Siempre giraba su rostro para vigilar que Katerine estuviera cómoda con la velocidad en la que él la conducía. Ella intentaba ser entusiasta también, no tenía que esforzarse mucho, tenía una tremenda curiosidad mordiéndole el cuerpo pero tenía que admitir que estaba algo asustada. El atardecer estaba en sus últimos respiros y el bosque se hacía cada vez más oscuro. Katerine intentaba mantener su respiración bajo control pero el frío y el movimiento se lo impedían. Tuvo que jadear para que el aire fuera a sus pulmones.Fue realmente difícil para Katerine detenerse cuando él lo hizo, lo hab&i
Tenía que tomar una decisión, pero pensar se volvía una tarea demasiado complicada cuando lo observaba actuar tan tierno viendo como ella preparaba un poco de té. No le quitaba los ojos de encima, olfateaba, hacia muecas y la seguía.Katerine se sentía muy ansiosa, sus movimientos eran torpes y en más de una ocasión se quemó con el agua. Él la ponía nerviosa, sobre todo porque no podía sacar las palabras de La gran Pretit de su cabeza, la escuchaba a lo lejos desde un lugar de su memoria con fastidio. Pero entonces solo tenía que encontrar la mirada de él, sus enormes ojos grises y solo así, las palabras de la anciana perdían sentido.— ¿Cómo es que sabes hablar?Ella sentía demasiada curiosidad, se encontró deseando en más de una ocasión que él pudiera hablar tan perfectamente como ella solo para
Katerine saltó tan rápido que logró no solo sorprender a la persona tras la puerta y a ella misma, sino también al hombre de las leyendas que la miraba tenso. Ella tuvo que reprimir un gemido dolorido por el golpe de su hombro contra la madera.—¿Qué rayos, Katerine?Se obligó a ignorar el dolor para poder responder: — Estoy desnuda, Cole, lo siento.Miró hacia Ean y sus ojos de tormenta, se veía tan confundido que Katerine sintió ternura.—Oh, disculpa —lo escuchó retroceder—. Pudiste habérmelo dicho antes —dijo en voz un poco más baja.El aire entró con alivió a los pulmones de Katerine, soltó el pomo que tenía fuertemente sujetado y fue hacia el hombre que parecía desear atravesar la pared solo para enfrentar al desconocido. Cuando su atención volvió a pertenecerle a ella,
Su corazón se cubrió de hielo…Katerine no podía dejar de pensar en él, ni siquiera cuando estaba justo frente a ella, sosteniendo su mano y guiándola, una vez más por el bosque. Que rápido accedía ante los pedidos de ese hombre salvaje, se sentía un poco mal por ello, ella debería resistir, incluso alejarlo, pero cuando la miraba de la forma en la que lo hacía, con sus grandes ojos brillando de ilusión con solo verla. No. Decirle que “no” era algo complicado para ella, por lo que sus encuentros furtivos los mantendría enprivado.La visión de él entre los árboles con el paisaje invernal, era como ver a un rey caminando por una tierra que no solo le pertenecía, sino que respondía ante él.Su historia se repetía una y otra vez en la cabeza de Katerine, en ese momento parecía ta
Cole la miraba de reojo, se había ofrecido a llevarla hasta la casa de los Lawcaster. Estaba preocupado por Katerine, como siempre, y ella estaba tan avergonzada con todo, rogaba porque su dolor de cabeza se fuera pronto y no paraba de arreglarse el cabello para que no se notara la cura que le habían hecho los nativos de la tribu.—Estoy bien, ¿quieres, por favor, dejar de mirarme así? —le rogó directamente—. Me estás alterando.—Lo siento —Cole desvió su mirada al camino y allí la mantuvo por el resto del viaje.Ya podían verse las enormes casas, no estaban muy lejos de donde residía Katerine, eso era algo bueno, ya que con el auto custodiado por las autoridades ella tendría que caminar a su nuevo trabajo.Cole comenzó a recordarle nuevamente las reglas y actividades que tendría en la enorme casa que había escogido. Los Lawcaste