Capítulo 41
Catalina se estremeció. Siguiendo el sonido, alzó la mirada hacia el cielo. Los fuegos artificiales ascendían continuamente, abriéndose como flores en la oscuridad de la noche, para luego desvanecerse gradualmente. Inmediatamente después, más fuegos artificiales estallaban en el cielo. Qué hermosos eran.

Catalina miró a su alrededor y vio que los fuegos artificiales se lanzaban desde todas las direcciones. ¡Ella había venido! Realmente había venido. Menos mal que ella también había traído un pastel, de lo contrario se habría sentido avergonzada de venir con las manos vacías. Un olor a pólvora impregnaba el aire. Por alguna razón, aunque hoy era su cumpleaños, a Catalina le temblaba el párpado y sentía unas inexplicables ganas de llorar.

Catalina recordó que antes de su distanciamiento con Mateo, cuando su padre aún no padecía demencia senil, Mateo solía comprar muchos fuegos artificiales cada año para su cumpleaños y los encendía en la playa. Su cumpleaños era en abril, una época llena
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