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Definitivamente va a amarme

 Después de que Estefanía se cambiara, salieron hacia el auto, ella en ningún momento volvió a hablar debido a la a la incomodidad y vergüenza, conocía a su amiga, y en parte entendió su propósito, no obstante, desafortunadamente para ella, fue un muy mal movimiento. 

Lo que consideraba retórico, era que no se sentía mal, y no se arrepentía en absoluto de ello, lo único malo…

—Toma. 

Dijo Richard dándole una botella de agua y una caja de pastillas. 

—No tengo idea de como diablos debes tomarlas, lee las instrucciones con atención. Y no quiero ningún otro truco, ¿Entendiste?

Al leer ella sintió un ligero frío en la espalda. Sus ojos se llenaron de lágrimas, y pese a todas las sensaciones negativas logró sentir un poco más de dolor y ahora humillación. 

Pero mordiéndose los labios rehusandose a llorar y tratando de mantener su dignidad, bebió las pastillas anticonceptivas después de leer todo con cuidado. 

Richard que ocasionalmente veía por el retrovisor se dio cuenta de lo que pasaba, no obstante, y pese a su pesar, apretó el volante durante todo el camino, resistiendo las ganas inmensas de consolarla. 

Se sentía como la peor escoria del mundo, no obstante, la culpa no había sido sólo suya. 

«Bajé la guardia…»

Pensaba una y otra vez, lleno de enojo y desagrado hacia sí mismo. 

Desde ese día, la relación de ambos se volvió más tensa y más profesional. Aunque ella con el paso del tiempo hubiera hecho hasta lo imposible por cambiar la situación, fue prácticamente desperdicio de energías. 

De verdad lo amaba, quería sinceramente estar con él, lo conocía lo suficiente como para entender el motivo de su renuencia, no obstante, y sin importar lo que hiciera, él jamás la correspondió como hubiera querido. 

Todos podían verla como una niña rica y caprichosa, no obstante y debido a su vida con su madre en la infancia, ella conocía mucho más que otras personas de su círculo. 

Había ocasiones en las que le parecía sentir sus miradas llenas de cariño, esa atención que ninguno de todos los hombres que habían trabajado con ella le había dedicado. 

Algo le gritaba que él sentía lo mismo, pero tercamente se negaba a expresarlo o dejarlo salir. Y quería desesperadamente saber qué era. 

—¿Me mandó llamar señorita?

Preguntó Dante un poco incómodo al entrar a su “oficina”, ella algo avergonzada asintió y no supo como exponer sus dudas, al inicio había preparado un super argumento o “charla” para que se abriera con ella, no obstante, al racionalizar, se dió cuenta de que no sabía cómo hablar con su “suegro”. 

—Bueno… Solo quería hacerte una consulta, con respecto a Richard… 

—Lo siento mucho señorita, pero me temo que cualquier tema referente a mi familia, me atreveré a ser grosero y pedirle que se mantenga al margen. 

Sin palabras lo miró en blanco un momento, cosa que Dante aprovechó para disculparse y dejar la oficina casi en un parpadeo. 

—Esto se está tornando cada vez más extraño.

Dijo Zulema mientras fruncía el ceño y bebía su café. Estefania solo suspiró algo frustrada mientras hacía un puchero. 

—No me importa. 

Dijo levantándose abruptamente de la mesa y con una mirada decidida. 

—Sé que Richard me ama. Si mi familia es obstáculo lo arreglaré, si es el dinero también, si es su mentalidad igual. 

Zulema la miró como si fuera un bicho raro y estaba por refutar, cuando Estefanía la interrumpió incluso antes de empezar a hablar. 

—Escúchame bien Zulema, él definitivamente va a amarme como yo lo amo a él. Sin importar el precio. 

Aunque con el tiempo, al recordar sus palabras, ella misma consideraría que había sido demasiado alto…

El tiempo pasó nuevamente, Richard en ningún momento habló de cambiar de empleo y al salir Estefania de fiesta siempre se mantenía al margen y lo suficientemente lejos como para volver a caer en otra tontería. 

Su vigilancia cercana en esos momentos, había sido delegada a uno de sus hombres de confianza, y cosa que pese a las burlas de Estefanía y sus caprichos no cambió. 

Con el pasar de los años, la poca confianza que quedaba fue un poco reforzada, por lo que mantuvo su distancia, pero su frialdad se fue reduciendo. 

La seguridad de la casa y la familia fue cedida en su totalidad a Richard, por lo que pasó a ser supervisor, aunque la seguridad de Estefanía siempre fue su prioridad, debido a esto y la importancia para Alan e Irene, no hubo inconvenientes. 

Aunque la herencia de la casa no estaba únicamente en manos de Estefanía, era la heredera principal, eso, hasta que Tobías se deslindó por completo de todo al fundar su propia empresa al dejar la escuela. 

Y Alana por su parte, aún seguía siendo una pequeña niña de ocho años. 

—¡Me voy papá!

—¡Estefanía! ¡Estefanía! ¡Te estoy hablando!

Ése día, Estefanía tenía algo planeado para salir con Richard, quería declararse sinceramente y preparó varios argumentos para tratar de tranquilizarlo. Estaba segura de que si la escuchaba lograría por fin eliminar esa barrera tan molesta y dolorosa.  

Salió de la casa rápidamente y subió a su auto. Richard que estaba por bajar del mismo, sintió su vida pasar frente a sus ojos cuando ella aceleró y salió de la mansión.

—¡Maldita sea! ¡¿Quieres matarme?!

—Jajajaja, no es nada que no puedas controlar. Además, hoy no quiero escuchar a mi padre. Si no salía de ahí rápido estaría en problemas con mamá.

Richard solto un profundo suspiro exasperado. Desde hacía mucho tiempo esa chiquilla malcriada estaba por volverlo loco.

Nadie hubiera creído que la chica sería tan obstinada, al grado de acosar a Richard.

 Que ahora, no solo tenía que cuidarla, sino también cargar con el estigma de enfermo en la mansión, debido a sus tonterías. Estaba por cumplir treinta y cinco años y ya se sentía de noventa.

Irene casi le tenía una daga en el cuello y Alan una espada en la espalda. Arturo no fue tan drástico, pero obviamente las amenazas de su parte no faltaron. Creyó ingenuamente por un tiempo que lo que había sucedido antes podría ser dejado atrás. 

No obstante, las habladurías sin sentido no paraban. 

—Oye, debemos tener cuidado con esto, no quiero que sigan haciéndose una idea equivocada en la casa.

Estefanía frenó de golpe haciendo que casi se estrellara con la guantera del auto.

—¿Qué idea equivocada?

Preguntó ella algo confundida.

—No estoy jugando Estefanía, ya te lo dije, si el malentendido no se aclara, renunciaré a la primera oportunidad.

Ella se mordió el labio y con una rígida sonrisa respondió.

—Ya lo sé, lo siento, solo espera un poco más, yo quiero…

—Ya basta, no estoy para tus juegos mentales, es hora de que comiences a pensar como una adulta, no como una niña. Ningún hombre que se respete puede tolerar tantos caprichos y esa manera de ser tan despreocupada.

Al insinuar a otro hombre, el corazón de Estefanía pareció romperse, ella de verdad estaba tratando de dar lo mejor de sí, aunque siempre trataba de ser optimista y siempre sonreír para no preocupar a nadie, en ése momento estaba comenzando a perder la paciencia. 

—Bájate.

Dijo ella inmediatamente después de que terminara. Él se sorprendió por un momento, no obstante, rechinó los dientes y se bajó de inmediato.

—Debe mantener la velocidad media, ya hay un rastreador en el auto, enviaré personal para que la escolte. Y…

Continuó él con voz firme y autoritaria en cuanto ella estaba por reclamar. Al comenzar a tratarla de “usted” demostraba que ya estaba lo suficientemente molesta, por lo que ella también comenzó a irritarse y llenarse de indignación.  

—Si los pierde, llamaré inmediatamente a su madre y padre. Deje sus caprichos y no nos haga las cosas más difíciles a los demás que queremos trabajar.

«¿Caprichos?»

Ella que sentía un gran nudo en la garganta, quería dejar de ver ese maldito rostro lo más pronto posible, pero sus tonterías la molestaban más.

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