No me traiciones

Fue tan profundo y magnífico, que ambos se rehusaban a detenerse, ella sentía que si en algún momento se separaba de él, despertaría de ese maravilloso y ardiente sueño.

Todo en su mente parecía invadido por fuegos artificiales, tan hermosos y cautivadores, que sentía como sus lágrimas caerían en cualquier momento.

Su entrepierna comenzó a cosquillear, y su cerebro estaba tan inmerso en grabar ese momento para siempre, que le importaba un carajo que estuvieran cerca de la escuela y además, ya todos supieran que él era su guardaespaldas.

Después de un tiempo, él la tomó firmemente del mentón y con su pulgar masajeo sus ya enrojecidos labios, y, como si fueran un delicioso manjar, no les quitó la vista de encima como si quisiera devorarlos por completo.

—Richard…

Estefanía que no podía creerlo, se abalanzó sobre él, y lo besó nuevamente con ansias locas.

Sin embargo, él tomó su rostro con ambas manos y la separó de sí un poco.

—Escuchame claramente. Jamás me traiciones.

Su voz
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