Los meses pasaron, el tiempo para Richard se volvió monótono, y vacío.
Se sentía como si algo indispensable faltara en su vida, la tristeza y el desamparo se volvieron cosa cotidiana para él.
Tobías solo viajaba de su oficina a casa, no salía y la mayoría del tiempo solo hacía rondas por la casa o edificio.
La fuente en la que ella se sentaba a fumar a "escondidas", la mesa en la que se quedaba horas castigada por orden de su madre y el rincón que acostumbraba frecuentar para despotricar, cada que se enfurecía con su padre.
Todos los sitios seguían igual que siempre, pero estar ahí solo, lo hacían sentir vacío.
Recargando sus codos en sus rodillas, entrelazó los dedos de sus manos y suspiró profundamente mientras se cubría el rostro con ambas manos.
—¿Por qué me hiciste sentir así? De todas las cosas molestas e irritantes…
Sintiendo como el malestar se intensificaba, levantó la mirada al cielo ya provisto de algunas estrellas.
—Tu eres lo mejor que me ha pasado en todo este tiempo.
No esperaba ser el hombre perfecto, y sabía que como ella muchas veces lo había dicho, era frío e intimidante en ocasiones, pero solo él sabía los motivos de ello.
No quería arrastrarla a su amargura e inseguridad, por lo que decidió hacer lo correcto y tomar la decisión por sí mismo.
Aunque eso, le doliera en el alma. Sabía que sería algo muy difícil y terrible de soportar por sí mismo, sin embargo, nunca imaginó a qué grado.
No obstante, no tardaría mucho en descubrirlo.
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¡Heredera del conglomerado Martínez se casa!
La segunda joya preciosa de los CEO's Alan Martinez e Irene Moncada, se compromete con heredero de la compañía Whitaker…
Al leer el encabezado de la primera plana del periódico esa mañana, su sangre se fue de golpe al suelo y sintió como si todo a su alrededor se moviera en cámara lenta.
Tobías frunció el ceño y dejó el periódico de nuevo en donde estaba al notar la palidez de Richard, suspiró profundamente y negó con la cabeza.
«Esta tonta de nuevo…»
No tenía idea de lo que estaba pensando Estefanía, y en realidad no le interesaba meterse en los asuntos de los demás, pero había cosas en las que incluso él, no estaba de acuerdo.
No podía hacer más que simplemente observar.
—¿Qué rayos significa esto? ¡¿Quién demonios es dueño de este periódico lleno de estupideces?!
Uriel, el secretario que lo había seguido durante la mayoría de sus locuras, veía a Alan despotricar como si fuera una esposa de años acostumbrada a sus berrinches. Tomó el periódico y en su lugar colocó la taza de café sobre el escritorio.
—La señora Irene no le prestó tanta atención como usted.
Por un momento se quedó sin palabras, pero por alguna razón, algo lo inquietaba de todo eso. Frunció el ceño y miró a la nada por un momento, hasta que fue jalado a la realidad por el teléfono de Uriel.
Este al responder frunció el ceño y habló de manera cordial pero cortante.
—Me temo que el señor se encuentra demasiado ocupado para cualquier entrevista. Será para la próxima.
Inmediatamente colgó y la oficina se quedó en silencio nuevamente, aunque el dueño ya se encontraba en un nuevo nivel de irritación.
Mientras tanto, la susodicha en cuestión…
—¡Quién demonios es ese Whitaker…!
Las miradas por toda la universidad no dejaban prácticamente de acosarla. Los comentarios burdo e indirectos se estaban volviendo su pan de cada dia, todo, por el esúpido tal Conrad.
Estaba tan enojada y preocupada, que habia comenzado a buscarlo pero para asesinarlo. Al inicio, sinceramente no recordaba ni siquiera haberlo conocido.
Hasta que descubrió de quién se trataba casi vomitaba sangre debido a la ira.
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Las semanas pasaron y en un departamento, tenuemente iluminado por la luz de la luna y silencioso, la silueta de un hombre desaliñado y bastante deprimido que con pereza arrojaba una botella de alcohol en la mesa del centro.
Miró por el ventanal tras él y se quedó inmerso en sus pensamientos.
Los recuerdos de esa hermosa mujer sonriéndole, llamando su nombre de una manera dulce y alegre.
Haciendo rabietas exageradas en ocasiones, pero que la hacían ver como un lindo hámster cada que hacía algún puchero.
Su suave piel, sus miradas avergonzadas pero llenas de placer y ese anhelo que no estaba disfrazado ni era fingido.
Cada momento que pudo recordar de ella esa noche, se había grabado en piedra en su memoria, los días posteriores a ello, fue recordando de a poco algunos fragmentos, y esos mismos fueron como un tesoro del cual jamás hablaría con nadie.
Ni siquiera con ella.
Todos y cada uno de los momentos a su lado, pasaban por su mente todas las noches.
En un instante, un dolor tan agudo como el mismo infierno y que incluso lo dejaba sin respiración, hizo que sus ojos se inundaran de lágrimas.
Se mordió los labios con fuerza, y con ambas manos se cubrió el rostro mientras lloraba lleno de impotencia y dolor.
La amaba, como una tentación terrible del maldito infierno la amaba. No había día que no pensara en cómo lloraba, ni el cómo se veía justo antes de irse en el aeropuerto.
Él sabía que lo que hacía era egoísta, sin embargo, debido a su estatus, su cuna, su poder y riqueza. No se sintió digno de ella.
Debido a su carácter estaba seguro de que a ella no le importaría, al contrario, lo defendería con su vida y todo lo que tuviera.
Pero él no se sentía con la capacidad de ello.
Tenía un futuro por delante, no podía permitirse ser un obstáculo en su camino.
Y, así le costara debía aceptar su lugar. Y por nada del mundo, terminarían como su padre y su madre.
O por lo menos eso intentó...
Oxford, Inglaterra. Los días se fueron lentamente y llenos de una nubosidad terrible. Aunque para ella los días parecieran grises y sin sentido, en realidad eran brillantes y pacíficos para todos los demás. —Lo entiendo perfectamente… señorita, que tenga un buen viaje. Esa m*****a voz, irritante, triste y casi al borde del llanto. Estaba tan furiosa por la cobardía de Richard, que ella misma se cegó y decidió irse llena de rabia y decepción, para darle una lección. Pero a final de cuentas, parecía como si la que estuviera muriendo en vida, fuera ella misma. Desde el día en que le había entregado todo de sí, ella creyó que por fin podrían vivir juntos y gritarle su amor al mundo. No obstante… No solo eso nunca pasó, sino que Richard cada vez fue alejándose más. Hasta el punto de abandonarla por completo. Desde que le dió fríamente la últime advertencia ese día, no se sintió con la misma capacidad, menos aun, al enterarse de que él ni siquiera la tomaba en cuenta debido a que
Hace varios años atrás... —¡¿Eres estúpido?! ¡Déjate de idioteces y haz tu trabajo! Dante, padre de Richard llegó cierto día a su departamento. —¡Tienes estrictamente prohibido pasar a otro nivel, si te rehúsas, ¡Será mejor que te largues la ciudad lo más pronto posible! El hombre que estaba por retirarse así como había llegado, se detuvo un momento y se dirigió a Richard nuevamente con una voz apagada y llena de dolor y pena, mientras le daba la espalda. —No olvides la razón de porqué me odias tanto… Después de un momento, la puerta se cerró y de nuevo el lugar, se envolvió en un silencio terrible. El atroz y doloroso pesar en el pecho se volvió tal, que ni si quiera era capaz de formular una idea o pensamiento decente. La aterradora y dolorosa experiencia de su niñez, olvido de golpe tras esas palabras. Palideció aun más, y su respiración se cortó de golpe provocandole náuseas. Entendía el por qué de la reacción de su padre, incluso, si él mismo fuera un espectador y s
Después de la visita a su padre, Richard comenzó a desarrollar una idea extraña. Había odiado y extrañado a esa terrible mujer desde una edad temprana. Pero a fin de cuentas, se trataba de su madre. El hecho de que siguiera con vida, le llenó de felicidad en algún momento, no obstante, todo se convirtió en horror, odio y desesperación, al recapitular todo lo sucedido con su padre, él y su pequeña hermanita…No supo en qué momento, pero en el móvil de su mano, ya tenía marcado el número de teléfono que había guardado hacía mucho tiempo en lo más recóndito de un cajón.Estaba por colgar, cuando la voz firme pero al mismo tiempo atrayente y elegante se escuchó del otro lado.—¿Diga? Su corazón dio un vuelco como nunca había sentido, y por un segundo sintió algo terriblemente atascado en su garganta, al punto que al querer articular palabra, le causó cierto dolor. —¿Quién es?Preguntó nuevamente la mujer con un tono de voz que ya denotaba algo de irritación. Después de no obtener respu
Los días pasaron y Tobías después de interferir el sistema de seguridad del edificio en dónde vivía Richard debido a su no reconocida preocupación, se sintió más tranquilo al ver que su padre estaba ocupándose de él. No tenía idea de lo que había pasado realmente en sus vidas, y pese a sus investigaciones, no había ninguna huella digital de Dante en línea, como para averiguar a ciencia cierta, sobre su pasado. Después de hablar con varios empleados antiguos de la casa, llegó a la conclusión, de que únicamente Arturo sabía lo más importante. Cosa que no estaba dispuesto a averiguar. No había puesto mucho empeño en buscar información en alguien aparentemente inútil y fracasado. No obstante, la curiosidad tomó el control en cuanto descubrió las enormes y obvias inconsistencias en el informe que el mismísimo Arturo había ingresado al archivo. —Esto parece ser más complicado. —¿Señor? Preguntó su asistente. Ignorandolo deliberadamente, comenzó a buscar en el pasado, pero de Arturo.
—¡Richard! ¡Gracias al cielo! ¿Cómo estás? ¿Te sientes bien? ¿Cómo…? Estefanía que había intentado comunicarse con él cerca de un mes. Casi tenía un pie en el avión de vuelta a casa cuando Richard respondió. Nunca en todo el tiempo que tenía de conocerlo se había sentido tan preocupada y nerviosa. —¿Se le ofrece algo? Respondió él de manera tajante. Estefanía se quedó sin palabras por un momento, no obstante y recapitulando todo lo pasado esos meses suspiró profundamente. Trató de mantener su paciencia lo mejor posible y hablar civilizadamente.—Richard, sobre lo que salió en los medios…—No tiene de qué preocuparse, eso no es de mi…—¡Cierra la boca y escucha! Ella se encontraba completamente irritada y frustrada con él. Era un completo imbécil cuando se trataba de sobrepensar y sacar conclusiones apresuradas, por lo que tratando de contener su enojo quiso aclarar. Mientras Richard, pillado por sorpresa se quedó en silencio un segundo. —¡No tengo nada que ver con ese zoquete!
¡PAS! —¡¿Cómo es que puedes ser tan estúpida?! Larissa se cubrió la mejilla después de la fuerte bofetada de su padre. —¡No solo nos han negado cualquier trato con los Whitaker, sino que también los Jhonson y Morozov, ni siquiera una llamada quieren atender! Ella se sorprendió al escuchar que incluso los Jhonson los evitaban. «Esa perra traidora»Se dijo a sí misma recordando la actitud de sus "amigos" esa mañana. «Esos malditos traidores, van a pagar caro…»Y, después de sólo unos pocos días, las empresas de su familia ya eran prácticamente historia. —¡Eres una maldita traidora! ¡¿Cómo pudiste hacerme esto?!Larissa gritó furiosa en cuanto Marissa respondió el teléfono después de varios días. Y esta, a diferencia de toda su vida, únicamente escuchó todo en silencio e indiferente. Justo cuando Larissa estaba calmandose y a punto de disculparse superficialmente como siempre, el teléfono fue colgado del otro lado de la línea. —¿Mari? ¡Marissa! ¡Marissa! ¡Aaah! ¡Demonios! Comp
—¡¿Quién demonios te crees?! ¡Mírate! ¿Qué clase de chica llegaría como pollo mojado a casa de alguien? Ash Alguien venga y eche… —¡Mamá! Conrad desde lo alto de la escalera le gritó disgustado a su madre. Deliberadamente ignoró a la mujer y se dirigió a Larissa.—¿Lari? ¿Qué sucedió? ¿Estás bien? La chica al escuchar su sobrenombre de sus labios y ese cálido tono, sintió como en su pecho parecía florecer algo precioso y cosquilleante. «Si, él es el único que se preocupa por mí…»—¡Conrad! Samantha casi lívida de la ira, tomó el brazo de su hijo antes de que pudiera acercarse más a Larissa. —¡Recuerda quién es… tu prometida! Obviamente ambos entendían la implicación de la involuntaria pausa, no lo eran oficialmente, pero por el momento para el mundo, así era. Y, si algún rumor de infidelidad se esparcía, aún sin existir esa relación, la imagen de la familia sería un desastre. Y, era algo sí provocaría casi la demencia de Leonard. Conrad maldijo internamente debido a su impuls
—¿Entonces…? —Por ahora, será mejor que mantengas el perfil bajo, te dejaré quedarte en un lugar muy especial para mí, ¿Estás de acuerdo? Larissa sintió como sus ojos se llenaban de lágrimas nuevamente, más no obstante, lo último que quería era volverse irritante para él. Se limpió furiosamente las lágrimas y asintió. —Si, está bien. «De cualquier manera mi padre ni siquiera me notará»**********Y después de varios días, Irene hizo una rueda de prensa, para desmentir chismes y demás, justo estaba subiendo las escaleras al palco, cuando alguien se acercó a entregarle un sobre. No tenía intención de verlo en ese momento, pero una foto que sobresalía llamó su atención. Eran fotos de Estefanía haciendo prácticamente todo, desde un café, la cena, sus clases en la universidad, y en varias de ellas la leyenda era la misma. «No hagas nada de lo que te arrepientas.»Rechinando los dientes, y bastante preocupada subió con una sonrisa profesional y comenzó. Y, para decepción y sorpresa