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Un fuerte, pero esperado golpe

Los meses pasaron, el tiempo para Richard se volvió monótono, y vacío. 

Se sentía como si algo indispensable faltara en su vida, la tristeza y el desamparo se volvieron cosa cotidiana para él. 

Tobías solo viajaba de su oficina a casa, no salía y la mayoría del tiempo solo hacía rondas por la casa o edificio. 

La fuente en la que ella se sentaba a fumar a "escondidas", la mesa en la que se quedaba horas castigada por orden de su madre y el rincón que acostumbraba frecuentar para despotricar, cada que se enfurecía con su padre. 

Todos los sitios seguían igual que siempre, pero estar ahí solo, lo hacían sentir vacío. 

Recargando sus codos en sus rodillas, entrelazó los dedos de sus manos y suspiró profundamente mientras se cubría el rostro con ambas manos. 

—¿Por qué me hiciste sentir así? De todas las cosas molestas e irritantes… 

Sintiendo como el malestar se intensificaba, levantó la mirada al cielo ya provisto de algunas estrellas. 

—Tu eres lo mejor que me ha pasado en todo este tiempo. 

No esperaba ser el hombre perfecto, y sabía que como ella muchas veces lo había dicho, era frío e intimidante en ocasiones, pero solo él sabía los motivos de ello. 

No quería arrastrarla a su amargura e inseguridad, por lo que decidió hacer lo correcto y tomar la decisión por sí mismo. 

Aunque eso, le doliera en el alma. Sabía que sería algo muy difícil y terrible de soportar por sí mismo, sin embargo, nunca imaginó a qué grado.

No obstante, no tardaría mucho en descubrirlo. 

************

¡Heredera del conglomerado Martínez se casa! 

La segunda joya preciosa de los CEO's  Alan Martinez e Irene Moncada, se compromete con heredero de la compañía Whitaker…

Al leer el encabezado de la primera plana del periódico esa mañana, su sangre se fue de golpe al suelo y sintió como si todo a su alrededor se moviera en cámara lenta. 

Tobías frunció el ceño y dejó el periódico de nuevo en donde estaba al notar la palidez de Richard, suspiró profundamente y negó con la cabeza. 

«Esta tonta de nuevo…» 

No tenía idea de lo que estaba pensando Estefanía, y en realidad no le interesaba meterse en los asuntos de los demás, pero había cosas en las que incluso él, no estaba de acuerdo. 

No podía hacer más que simplemente observar. 

—¿Qué rayos significa esto? ¡¿Quién demonios es dueño de este periódico lleno de estupideces?! 

Uriel, el secretario que lo había seguido durante la mayoría de sus locuras, veía a Alan despotricar como si fuera una esposa de años acostumbrada a sus berrinches. Tomó el periódico y en su lugar colocó la taza de café sobre el escritorio. 

—La señora Irene no le prestó tanta atención como usted. 

Por un momento se quedó sin palabras, pero por alguna razón, algo lo inquietaba de todo eso. Frunció el ceño y miró a la nada por un momento, hasta que fue jalado a la realidad por el teléfono de Uriel. 

Este al responder frunció el ceño y habló de manera cordial pero cortante. 

—Me temo que el señor se encuentra demasiado ocupado para cualquier entrevista. Será para la próxima. 

Inmediatamente colgó y la oficina se quedó en silencio nuevamente, aunque el dueño ya se encontraba en un nuevo nivel de irritación. 

Mientras tanto, la susodicha en cuestión…

—¡Quién demonios es ese Whitaker…! 

Las miradas por toda la universidad no dejaban prácticamente de acosarla. Los comentarios burdo e indirectos se estaban volviendo su pan de cada dia, todo, por el esúpido tal Conrad. 

Estaba tan enojada y preocupada, que habia comenzado a buscarlo pero para asesinarlo. Al inicio, sinceramente no recordaba ni siquiera haberlo conocido.  

Hasta que descubrió de quién se trataba casi vomitaba sangre debido a la ira.

****************

Las semanas pasaron y en un departamento, tenuemente iluminado por la luz de la luna y silencioso, la silueta de un hombre desaliñado y bastante deprimido que con pereza arrojaba una botella de alcohol en la mesa del centro. 

Miró por el ventanal tras él y se quedó inmerso en sus pensamientos. 

Los recuerdos de esa hermosa mujer sonriéndole, llamando su nombre de una manera dulce y alegre.  

Haciendo rabietas exageradas en ocasiones, pero que la hacían ver como un lindo hámster cada que hacía algún puchero.

Su suave piel, sus miradas avergonzadas pero llenas de placer y ese anhelo que no estaba disfrazado ni era fingido. 

Cada momento que pudo recordar de ella esa noche, se había grabado en piedra en su memoria, los días posteriores a ello, fue recordando de a poco algunos fragmentos, y esos mismos fueron como un tesoro del cual jamás hablaría con nadie. 

Ni siquiera con ella. 

Todos y cada uno de los momentos a su lado, pasaban por su mente todas las noches. 

En un instante, un dolor tan agudo como el mismo infierno y  que incluso lo dejaba sin respiración, hizo que sus ojos se inundaran de lágrimas. 

Se mordió los labios con fuerza, y con ambas manos se cubrió el rostro mientras lloraba lleno de impotencia y dolor. 

La amaba, como una tentación terrible del maldito infierno la amaba. No había día que no pensara en cómo lloraba, ni el cómo se veía justo antes de irse en el aeropuerto. 

Él sabía que lo que hacía era egoísta, sin embargo, debido a su estatus, su cuna, su poder y riqueza. No se sintió digno de ella. 

Debido a su carácter estaba seguro de que a ella no le importaría, al contrario, lo defendería con su vida y todo lo que tuviera. 

Pero él no se sentía con la capacidad de ello. 

Tenía un futuro por delante, no podía permitirse ser un obstáculo en su camino.

 Y, así le costara debía aceptar su lugar. Y por nada del mundo, terminarían como su padre y su madre.

O por lo menos eso intentó...

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