MAYAMe re-coloco la toga por decimoséptima vez. Estoy nerviosa. Intento quedarme la última del mogollón para esperar un poco más. Al final se hace inevitable tener que entrar al estadio.—¿Es que esperas a alguien en especial? —La pregunta de mi madre me pilla de puntillas, estirando el cuello sobre la gente— ¿Tú sabes algo de esto?Mary, que lleva sospechando desde que no me despego del teléfono, se encoge de hombros.—Creo que no.Yo creo que sí. Ha visto que mi teléfono es cómo el suyo y ha visto el collar que me he puesto. Un collar que yo jamás me habría comprado. Debería haber sido capaz de admitir que estoy con Alex, que es a quién llevo esperando desde ayer. Lo he intentado, una vez, y me he cerrado la boca. No está aquí. No ha venido.—No es nada —respondo yo—. Es sólo que... hay mucha gente, demasiada...Mi madre me sonríe y me apoya las manos en los hombros. Hacía mucho que no la veía tan feliz. Está orgullosa, algo que no ha dejado de repetirme. Yo también lo estoy.—Tran
ALEXLa casa está hecha un desastre aunque Gloria siga intentando barrer cristales rotos del jardín. La sangre ha manchado el césped y el agua de la piscina. Ha goteado hasta la entrada. Y hay una ventana rota.—Se ha vuelto loca —intenta explicar Denver.Está acojonado. Sigue temblando cuando lo estrecho entre mis brazos. Gloria intenta limpiar a conciencia para no quedarse sin trabajo. Veo a mi padre, incapaz de ordenarse con este tema para la cabeza tan fría que tiene en los negocios.—Tranquilo —le repite a Denver acariciándole la espalda. Me mira pero no me dice nada—. Gloria limpia bien.¿Que limpie bien? Esto no se puede limpiar bien.—No puede hacerlo. Hay que cortar el césped, poner una ventana nueva, usar otra cosa para quitar la sangre del suelo... Gloria no puede hacerlo todo. Y tienes que meter a tu mujer en rehabilitación.—No me digas qué hacer.Tengo unas ganas inmensas de darle un puñetazo.—Iré a por mamá —aclaro. Poner orden a esta situación me cuesta a mi también—.
MAYAOjalá no hubiera bebido tanto para afrontar la realidad de otra forma. Mi madre y Mary se van. Desayunamos las tres juntas en una cafetería cerca de la carretera que sale de la ciudad. Mi madre no deja de insistir en que Mary se saque el permiso de conducir en cuanto cumpla dieciséis en un par de semanas. Mary no deja de repetir que esperará a ir con Denver a todas partes.—¿Y tu búsqueda de coche cómo va?Fatal, como todo.—Estoy en ello.—Dijiste que irías a mi cumpleaños —me recuerda Mary—. Sino seguro que ya no te vemos el pelo hasta Navidades.—Lo sé lo sé. Estaré allí.Estoy dispersa. Tan dispersa que no me doy cuenta de cuándo Mary me sigue al baño. Cierra la puerta con el pie y me mira de brazos cruzados. Inquisitiva.—Sé que estás así de rara por Alex. ¿Qué es? ¿Que ayer no apareció en tu graduación? Seguro que lo estabas esperando.—No es eso —miento. Si no sé mentir, ¿por qué lo estoy intentando?—Eso que llevas en el cuello cuesta una pasta, casi tanto al nuevo teléfo
MAYAMi vida fuera de la universidad empieza a coger forma.—¿Llegas mañana?Estas últimas semanas las cosas han vuelto un poco a la normalidad entre nosotros. Si bien hablamos menos, mucho menos, Alex cada día me repite lo mucho que siente no haber aparecido y las ganas que tiene de verme. Yo tengo ganas de saber qué nos ha pasado. Antes de cada videollamada tengo la pregunta en la punta de la lengua. Sin embargo, al verle, solo quiero disfrutar del rato que tenemos. Suele dejarme un sabor raro de boca al colgar.—Sí.—No me hace gracia que vengas en autobús —replica.—No tengo coche todavía.—¿Y qué problema tenías con el avión?—Que no quiero que me pagues un viaje. Tengo dinero y voy a empezar a trabajar la semana que viene.Resopla. Pone los ojos en blanco y se revuelve el pelo. Está super atractivo. Lleva semanas sin afeitarse la barba, está desaliñado. Quiero creer que si me estuviera poniendo los cuernos no estaría así. He leído un artículo que decía que, cuando tu pareja cono
MAYA—Te queda bien —digo susurrando, pasando los dedos por su barba que me pincha.—Parezco un vagabundo. No he tenido tiempo ni de afeitarme.—He sido una egoísta —me cuesta admitir.Alex me aparta el pelo de la cara y sus nudillos me rozan la piel de una forma tan suave que podría echarme a llorar.—Claro que no, ¿por qué lo dices?—Porque llevo semanas dudando de ti y de lo nuestro mientras tú estabas aquí pasándolo mal.—¿Dudas de lo nuestro?—No. Dudaba de lo que tu podrías estar pensando sobre nosotros.Empuja mi cara contra la suya. Estamos tan cerca que la punta su nariz roza la mía.—Te quiero. —Es la primera vez que esas palabras salen de su boca hacia mi y me revuelve todo de una forma extraña—. Te quiero, Maya. Eso es todo en lo que puedo pensar.Yo ahora solo soy capaz de pensar en lo que este chico puede hacerme sentir con solo unas palabras. No sé cómo no he perdido la cabeza. Se me ha olvidado como articular palabras. Cuando abro la boca hasta dudo de si ahora soy mud
MAYAVoy con pies de plomo a la cocina. Mi madre ya está preparando la tarta para cuando Mary se despierte y ha inflado un par de globos rosas. Tras nuestra charla nocturna no estoy segura de qué decir ahora.—Hola.Me mira de reojo poniendo las velas sobre la nata.—¿Sigue dormida?—Como un tronco. ¿Estás enfadada por lo de anoche?El pelo se le revuelve cuando sacude la cabeza de lado a lado. Comprendo su sentimiento de madre preocupada tras todo lo que pasamos. Si solo le diera una oportunidad... Vería que es imposible reconocer a Alex.—No estoy enfadada. Creo que te estás equivocando, Maya. Eres demasiado buena para ese chico.—Por favor, no me repitas lo mismo de anoche.Acabo de despertarme y escuchar mil cosas sobre lo mala persona que cree que es Alex, va a arruinarme la mañana.—Hay mil chicos mejores.—Yo lo quiero a él —confieso—. Y él me quiere a mi.Por muchas virtudes que tenga Alex, mi madre sabrá sacarle lo peor. Y lo peor de Alex está en su pasado.—No me gusta para t
MAYALos amigos de Alex molan bastante. El tiempo se me pasa volando pero no la percepción de la realidad cuando miro la hora. Resulta que a Alex los dardos se le dan de maravilla como, seguramente, casi todo lo que haga. Me acerco a él cuando no es su turno y enseguida me rodea la cintura con su brazo.—¿Nos vamos?Me estrecha con fuerza pegándome a su boca. Dios santo, como me gusta.Nos despedimos de sus amigos. En una abrir y cerrar de ojos ya estamos en el hotel, en otro diferente al que me ha llevado siempre y que queda más lejos. Aquí la habitación que sea me vuelve a sorprender.—¿También es de tu familia?—No. Solo un hotel por ciudad. Eso da exclusividad, dicen.Asiento. De todas formas el hotel es lo que menos me importa.Me he dejado la chaqueta en su coche, por lo que cuando me toca, la piel entera se me eriza. Es imposible no comparar esta noche a la última que pasamos en Seattle. Lo echaré de menos. Quiero quedarme con todo lo posible de este momento para llevarlo conmig
ALEX—Te has olvidado de mí este fin de semana. No empieces a parecerte a tu padre.Si abro la boca ahora mismo, voy a darle una mala contestación. No soy como mi padre. Piso el acelerador hasta el pequeño edificio blanco en una urbanización privada. Retraído para que nadie nos vea entrar y sospeche que alguien de esta familia tiene un problema con la bebida.—Quiero volver a mi casa —musita mientras esperamos en la recepción—. No necesito esto. Mis problemas me lo crea tu padre y esa zorrita.—Y el alcohol. Así que si quieres volver deja de beber. Hazlo por Denver aunque sea.Hunde los hombros. Gira la cabeza para mirar por el pasillo y vuelve a mirarme.—¿Cómo está? —pregunta.—Bien. Tenía clases de conducir.—Ah. ¿Va a venir a verme?—Cuando dejes de beber.Vuelve a suspirar. El terapeuta doctor o lo que sea, asoma la cabeza por una puerta y le hace un gesto a través de sus gafas de pasta verdes. Pasa aquí cuatro horas cada tarde. Horas que tengo para hacer otras cosas.En casa, Gl