MAYALos amigos de Alex molan bastante. El tiempo se me pasa volando pero no la percepción de la realidad cuando miro la hora. Resulta que a Alex los dardos se le dan de maravilla como, seguramente, casi todo lo que haga. Me acerco a él cuando no es su turno y enseguida me rodea la cintura con su brazo.—¿Nos vamos?Me estrecha con fuerza pegándome a su boca. Dios santo, como me gusta.Nos despedimos de sus amigos. En una abrir y cerrar de ojos ya estamos en el hotel, en otro diferente al que me ha llevado siempre y que queda más lejos. Aquí la habitación que sea me vuelve a sorprender.—¿También es de tu familia?—No. Solo un hotel por ciudad. Eso da exclusividad, dicen.Asiento. De todas formas el hotel es lo que menos me importa.Me he dejado la chaqueta en su coche, por lo que cuando me toca, la piel entera se me eriza. Es imposible no comparar esta noche a la última que pasamos en Seattle. Lo echaré de menos. Quiero quedarme con todo lo posible de este momento para llevarlo conmig
ALEX—Te has olvidado de mí este fin de semana. No empieces a parecerte a tu padre.Si abro la boca ahora mismo, voy a darle una mala contestación. No soy como mi padre. Piso el acelerador hasta el pequeño edificio blanco en una urbanización privada. Retraído para que nadie nos vea entrar y sospeche que alguien de esta familia tiene un problema con la bebida.—Quiero volver a mi casa —musita mientras esperamos en la recepción—. No necesito esto. Mis problemas me lo crea tu padre y esa zorrita.—Y el alcohol. Así que si quieres volver deja de beber. Hazlo por Denver aunque sea.Hunde los hombros. Gira la cabeza para mirar por el pasillo y vuelve a mirarme.—¿Cómo está? —pregunta.—Bien. Tenía clases de conducir.—Ah. ¿Va a venir a verme?—Cuando dejes de beber.Vuelve a suspirar. El terapeuta doctor o lo que sea, asoma la cabeza por una puerta y le hace un gesto a través de sus gafas de pasta verdes. Pasa aquí cuatro horas cada tarde. Horas que tengo para hacer otras cosas.En casa, Gl
ALEXEsperaba no haber jodido la noche por tocar el tema de las gafas. Ahora que Gloria ha vuelto a casa tengo más libertad para viajar, para venir a verla. Por eso estoy aquí. No quiero joder este fin de semana ni nada que tenga que ver con nosotros.—Me duelen los pies —musita.Se iba a echar contra la barra. Se lo piensa por si mancha así que se me echa contra el pecho.En el fondo sabía que Maya no quería venir de fiesta después de la cena. Cuando hemos llegado tenía la sensación de que me pediría irnos a los pocos minutos, pero ha empezado a beber y yo la he visto menearse tan sexi en la pista que se me ha olvidado el dolor de pelotas que traigo desde que la he visto desnuda. Y cuando en el restaurante me ha puesto la mano casi encima del paquete... Seguramente sin querer, estaba demasiado entretenida hablando con nuestros amigos.—¿Quieres que nos vayamos?—¿Y Anna y Finch? Seguro que no quieren irse.Cuando Finch me dijo que quería pegarse un viaje, yo le propuse acompañarme a
MAYAAlex cumple su palabra y casi todos los fines de semana me visita. A veces solo puede venir los domingos, llega por la mañana y se va por la noche. No me importa porque se esfuerza por nosotros y eso lo significa todo para mi. Estoy intentando costearme un viaje exprés también, pero los vuelos de un día para otro resultan insufriblemente caros.Hasta que pueda sorprenderle, estoy muy al tanto de todo lo que pasa en Oregón. Alex me actualiza todos los días aunque sean cosas que ya sé por Mary. Me cuenta que Denver se ha sacado el permiso de conducir y que su padre le ha regalado un coche. Me cuenta que no va a poder venir porque se va de pesca con sus amigos y me manda unas fotos horrorosas de peces horrorosos. Me cuenta que su madre parece que va mejor y Denver ha pasado un tiempo con ella. Me cuenta que su padre y su novia se han ido de vacaciones de verano. Me cuenta que por eso su madre ha vuelto a casa unas semanas. Me cuenta que con el verano ya ha usado la piscina de su cas
MAYAAlex tira del freno de mano delante de casa de mi madre. Me quita el cinturón y le miro dudosa.—¿Quieres entrar? —Sabrá que es tan mala idea que no espero que me responda de verdad.Mi madre tampoco es que quiera darle otra oportunidad así que lo mejor es que se quede en el coche.—Te espero aquí —dice.Asiento. Bajo del coche y voy corriendo a por mi maleta de mano. Mi madre está haciendo la cena, huele delicioso cuando me aborda en la entrada. Seguro que ya ha visto a Alex en su coche. Como imagino que va a enfadarse o a hablar mal de Alex, le doy un rápido beso en la mejilla y me dispongo a irme.—Estoy haciendo la cena.—Ya, huele muy bien.—Dile que pase. —Ante el hecho de que igual me hago la tonta o la que no ha escuchado bien, repite—: Que venga a cenar. Tu hermana y Denver no vendrán y así podemos hablar los tres a solas.¿Hablar? Dios, lo último que quiero es que le lea el historial a Alex.—Llevas meses diciendo que no quieres hacer esto —replico.Se encoge de hombros
ALEXCuando mi padre y Farah vuelven, el verano está terminando y no hacen las cosas fáciles. Si bien mi madre ya no bebe tanto y parece más cuerda, el convivir de nuevo es jodido. Siempre la pillo mirando mal a Farah, tratándola mal y discute (como siempre) con mi padre a todas horas.—¿Podéis parar? —gruño.Son un dolor de pelotas.—¿Ves? —le reprocha y mi padre ni me mira—. Les haces mal a nuestros hijos. ¿Por qué diablos has metido aquí a esa niña? ¡Te ves ridículo! ¡Por favor!—¿Que yo les hago mal? —Ya se ha metido al trapo—. Tú te abriste de piernas primero y empezaste con esto de ir borracha por toda la casa. Eso sí que es ridículo.Cojo un vaso de agua y me voy. Llevan discutiendo desde que he llegado del taller y tengo tan pocas ganas de soportarlos como Denver, que por eso ni ha llegado a casa. Ya no me necesita.Cierro la puerta de mi habitación con el pie y me echo en el asiento de cuero porque Farah está sentada al borde de mi cama. No es que hablemos mucho. A veces fuma
MAYAUn año.Ha pasado un año desde que Alex empezó a trabajar con su padre.Dos años desde que nos reencontramos en aquella reunión de antiguos alumnos.Hoy por fin planto nuestra foto enmarcada en la estantería de nuestra habitación.Estamos de alquiler y esto me basta. Llevo deseando vivir con Alex desde hace mucho tiempo, imaginándonos haciendo la compra juntos y decidiendo si comprar cortinas grises o blancas. Dice que esto es temporal. Que cuando nos acostumbremos comprará una casa tan o más grande que la de sus padres y que allí viviremos y formaremos una familia.—¿Quieres cenar pizza? —Su voz resuena sin eco. Por suerte el piso estaba amueblado y solo tendremos que preocuparnos de comprar unas cortinas y algunas cosa de cocina. No tenemos microondas.—Vale —digo y salgo de la habitación.Nunca hemos convivido como tal. Llevamos dos años viéndonos escasamente los fines de semana y algunos días de más en descansos del trabajo. Sin embargo, en las cinco horas que llevamos aquí h
MAYAPara cuando el espectáculo termina, Alex deja de acariciarme la espalda. Está raro, muy raro. No sé si tiene que ver con el hecho de que mañana cogemos un vuelo a Oregón para celebrar Navidad con nuestras familias juntas.Levanto las cejas esperando que se mueva. ¿Nos vamos a pasar la noche aquí de pie junto al árbol de navidad?Parpadea. Levanta la mano y me acaricia la mejilla. No tiene ni idea de lo tranquila que estoy a su lado.Me da un beso. Escueto para lo que nos gusta.—Te quiero —dice.Con el corazón revuelto como una adolescente me alzo de puntillas a sus labios.—Te quiero.Es cuando planta algo entre los dos. La boca se me cae al suelo. Las gafas me resbalan por la nariz con dramatismo desenfocándome la vista, o podrían ser las lágrimas. Debe de pensar que arrodillarse es demasiado cursi hasta para él.—Quiero que te cases conmigo. —Enseguida se corrige—. ¿Quieres casarte conmigo? Perdón, es que estoy nervioso de cojones.Intento ordenar mis propios pensamientos. Las