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MAYA

Me duele tanto la cabeza y tengo la boca tan seca, que me lanzo a por la botella de agua y la pastilla que hay en la mesilla a mi lado.

—Buenos días, fiestera.

Cierro los ojos, todo me rebota por dentro. Los abro lentamente para ver que le debe parecer muy divertido el estado en el que me encuentro. Por un segundo me encuentro tan desubicada que no pienso en cómo debo de verme ni en si le seguiré pariendo guapa toda resacosa. La cama se hunde cuando se sienta a mi lado y empieza a frotarme la espalda.

—¿Como de mal te encuentras?

No lo sé. No sé si anoche hice mucho el ridículo o si dije algo que no debía. ¡Qué vergüenza!

—No debí beber tanto.

—Tranquila. Estabas bastante graciosa y muy sexi bailando en la discoteca.

—¿De verdad? —Tengo la imperiosa necesidad de saber que no lo dice por decir.

Sonríe. Es tan guapo... Y me besa.

—Te lo juro.

Dejo al botella sobre la mesilla y vuelvo a echarme en la cama. Alex te tumba a mi lado pero no quiero pasar aquí todo el día. La realidad me
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