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Capítulo 8. Maldita casualidad o vendito error…

Melisa sintió que el suelo desaparecía debajo de ella, el golpe fue directo. Ella sintió como la vergüenza subía desde la boca del estomago hasta la punta de sus orejas, las que comenzaban a ponerse coloradas. Él había dicho aquello de una manera tan directa, tan real, sin anestesia.

-- ¿Entonces… lo supiste todo este tiempo? – él asintió y luego negó.

-- Algo asi –

-- Yo... lo que ocurrió fue un error – murmuró, sus manos pasaron de su rostro hacia su pijama, torciendo los dedos en ella. – Yo estaba... estaba confundida… en realidad no sabía lo que hacía, lo siento… –

Sebastián Novak tenía fama de ser un hombre que lo controlaba todo: sus negocios, su empresa, su imagen… incluso sus emociones. Pero en ese instante, con Melisa debajo de él, con su cuerpo latiendo tan cerca, su pijama desordenado, el cabello revuelto sobre su almohada, y sus labios entreabiertos por la tensión, todo su control se tambaleó.  

Melisa lo provocaba solo con su mirada, con sus labios… sus ojos… toda ella.

No era solo atracción, era un caos emocional envuelto en deseo. Un maldito juego de memorias peligrosas que lo estaba volviendo loco.

-- ¿No sabías lo que hacías? – bufó con una sonrisa torcida. -- A mí me pareció todo lo contrario, señorita Hart. Parecía que sabías muy bien lo que estabas haciendo –

Sebastian fue claro, no pudo evitarlo, tenía que hacerlo para mantener clara su mente.

La Melisa de esa noche… no era esta mujer nerviosa que buscaba esconderse detrás de unos lentes ridículos y un aire de timidez fingida. La mujer de esa noche era fuego puro. Se le había entregado sin reservas, sin preguntas. Como si el mundo se fuera a acabar esa misma noche.

--Ya te dije… estaba confundida – repitió más para convencerse a si misma que a él.

-- ¿Confundida? ¿A mí me dio la impresión de que estabas generosa? – la forma en que alzo una ceja fue casi letal, la estaba provocando y ella lo sabía.

-- No debe pensar mal de mi… yo – se detuvo a pensar bien lo que diría -- ¡Pensé que usted… que tu…! – se detuvo, no estaba yendo por buen camino, era consciente de que nada de lo que dijera a partir de ese punto la dejaría en una mejor posición.

-- ¡pensar mal de ti! ¿Por qué crees que haría eso…?, ¿Será quizás por el dinero que tomaste de mi billetera y lo utilizaste para pagarme, o por haberme considerado un gigolo? –

-- No sabía quién era, ¿de acuerdo? No lo vi bien hasta que me fui. La noche para mi estuvo demasiado... intensa –

-- ¿Intensa? – le repitió él con fingida seriedad.

-- Vaya forma elegante la tuya de decir “estuve tan borracha que confundí al presidente de la empresa con un trabajador sexual” –

-- No me lo recuerde, por favor. Ya es bastante humillante estar acá con usted después de lo que hice –

Sebastian pudo sentir el pesar en su voz, su joven secretaria se había rendido por completo ante él, y eso no era lo que quería. Se levantó dejándola sola, caminó hasta la ventana, podía ver las luces de la ciudad desde ahí, no había sido su intención confrontarla, pero tenerla así, los dos solos, su mente se perdía en los recuerdos.

Luego, su tono de voz se suavizó.

-- No lo fue Melisa – le dijo, y ella lo miró dudosa. ¿Que no había sido? se preguntó y sin pensarlo lo dijo en voz alta.

-- ¿Qué no lo fue? – Sebastian giró para verla y caminó nuevamente hasta la cama sentándose a sus pies.

-- Humillante, Melisa. No lo fue. Esa noche fue intensa, fue extraña no lo voy a negar, sería un loco si lo hiciera. Pero fue real. Y… no me he olvidado ni un segundo de ella – su mirada estaba clavada en ella.

Melisa tragó saliva, no esperaba que su jefe le dijera esas cosas, no en ese momento donde ambos compartían una habitación y una cama matrimonial…

Ambos estaban peligrosamente cerca, tanto que no sabía cómo salir de allí sin quemarse por completo.

-- ¿será mejor que descanses, mañana tenemos un día intenso – Melisa abrió la boca para decir algo, pero prefirió cerrarla y callar. Se sentía más aliviada por haber aclarado un poco lo que pasó, aunque la tensión de estar junto a él no se iba.

Cerro los ojos intentando dormir, era lo mejor que podía hacer si no quería continuar con el tema…

Sebastian

Mi nombre es Sebastian Novak, el único nieto de la familia, tengo 28 años y he huido del matrimonio como he podido, ya que mis abuelos, lo más preciado que me queda en esta vida, no dejan de intentar ponerme trampas para que termine frente al altar.

Ese viernes tuve una reunión de negocios, tragos van y tragos vienen. Pude notar que algunos de los asistentes querían hacerme beber más de la cuenta y antes de terminar tendido en un sofá, listo para caer en cualquier trampa, decidí salir de ahí por un poco de aire… lo que nunca espere fue tropezarme con esta mujer.

No estaba preparado para nada, y menos para sentir como mi cuerpo, o para ser más exactos mi miembro varonil respondió ante ella. No puedo negar lo audaz que fue al tocar cierto lugar, y aunque intenté frenarme no pude.

Durante días, pensé en ella… en su ronca voz producto del alcohol, en la forma en que me susurró cosas que nunca nadie se había atrevido a decirme, en cómo sus uñas se aferraban a mi espalda como si no quisiera soltarme jamás, pero al final lo hizo, se fue como un fantasma, dejando solo una nota y un maldito fajo de dinero. Dinero que por increíble que parezca lo tomó de mí.

-- ¿Quién demonios hace eso? – pienso mientras la veo dormir tan tranquila. No entendía cómo podía dormir con tanta tranquilidad mientras yo estaba en el mismísimo infierno.

En ese momento no sabía si molestarme o reír y opte por lo segundo, nunca me habían pagado por sexo. Menos aún una desconocida que conocí por azar. No voy a ocultarme detrás del alcohol, porque, aunque no pareciera yo también había bebido, y nunca me he aprovechado de nadie, pero esa noche nada me importó, cuando la tuve debajo mío, con sus delgadas piernas enroscadas en mi cintura.

-- ¡Maldición! – suspiró, no puedo dormir teniéndola cerca. Me levantó y entro al baño, abro el grifo y me meto debajo de él, agua helada es lo que necesito. Desde que descubrí la verdad quise acercarme, solo esperaba una excusa, una buena razón para tenerla así de cerca, y gracias a este viaje lo logré. Y aquí estábamos compartiendo una habitación de hotel. Con una sola cama.

Un viaje de negocios que se ha torcido lo suficiente como para que el universo conspirara a mi favor. Sin embargo, ahora me doy cuenta de que fue un error… un tremendo error que estoy seguro me costara caro.

Ella luciendo tan nerviosa, tan adorable que no pude evitar provocarla. La he visto palidecer, sonrojarse, confundirse y… no estoy seguro, pero creo que hasta excitarse. Oírla disculparse me molestó, decir que no sabía lo que hacía esa noche me exaspero… porque nada de lo que decía era cierto.

Esa mujer, esa versión suya que desató cada uno de mis demonios aquella noche, no parecía estar confundida. No cuando me besó con desesperación, menos cuando sus manos me exigieron más. No cuando me miró a los ojos en medio de todo y me pidió suplicante que la haga olvidar.

Esa noche fue un incendio, no podría ponerle otro nombre. Un incendio que aún arde bajo mi piel. Y acá estoy luego de un baño frio, de pie frente a ella muriéndome por besar sus labios, por tocarla, por terminar lo que no pudimos comenzar esa mañana. Pero también sé que, si doy un paso en falso, la terminaría espantando y eso es algo que no me voy a permitir.

Mareado por caminar en círculos dentro de la habitación, me dejé caer en el sillón junto a la ventana. Respiré hondo, el clima caribeño había dejado la habitación tibia, incluso con el aire acondicionado encendido. Pero no era el calor externo el que me estaba descomponiendo por dentro. Era ella. Pasé las manos por mi rostro, no supe cuánto tiempo había pasado desde que había dejado de ser un hombre racional. Desde que Melisa había cruzado mi mundo como un huracán disfrazado de secretaria con ridículos lentes.

Pero sí sabía algo.

Esto… recién comenzaba, y sabiendo esto, poco a poco fui cerrando los ojos hasta perderme en la oscuridad.

Tiur Writer

¿Podrá Sebastian aguantar la tentación... o Melisa caerá en ella antes que él?

| Gosto
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