Melisa sintió que el suelo desaparecía debajo de ella, el golpe fue directo. Ella sintió como la vergüenza subía desde la boca del estomago hasta la punta de sus orejas, las que comenzaban a ponerse coloradas. Él había dicho aquello de una manera tan directa, tan real, sin anestesia.
-- ¿Entonces… lo supiste todo este tiempo? – él asintió y luego negó.
-- Algo asi –
-- Yo... lo que ocurrió fue un error – murmuró, sus manos pasaron de su rostro hacia su pijama, torciendo los dedos en ella. – Yo estaba... estaba confundida… en realidad no sabía lo que hacía, lo siento… –
Sebastián Novak tenía fama de ser un hombre que lo controlaba todo: sus negocios, su empresa, su imagen… incluso sus emociones. Pero en ese instante, con Melisa debajo de él, con su cuerpo latiendo tan cerca, su pijama desordenado, el cabello revuelto sobre su almohada, y sus labios entreabiertos por la tensión, todo su control se tambaleó.
Melisa lo provocaba solo con su mirada, con sus labios… sus ojos… toda ella.
No era solo atracción, era un caos emocional envuelto en deseo. Un maldito juego de memorias peligrosas que lo estaba volviendo loco.
-- ¿No sabías lo que hacías? – bufó con una sonrisa torcida. -- A mí me pareció todo lo contrario, señorita Hart. Parecía que sabías muy bien lo que estabas haciendo –
Sebastian fue claro, no pudo evitarlo, tenía que hacerlo para mantener clara su mente.
La Melisa de esa noche… no era esta mujer nerviosa que buscaba esconderse detrás de unos lentes ridículos y un aire de timidez fingida. La mujer de esa noche era fuego puro. Se le había entregado sin reservas, sin preguntas. Como si el mundo se fuera a acabar esa misma noche.
--Ya te dije… estaba confundida – repitió más para convencerse a si misma que a él.
-- ¿Confundida? ¿A mí me dio la impresión de que estabas generosa? – la forma en que alzo una ceja fue casi letal, la estaba provocando y ella lo sabía.
-- No debe pensar mal de mi… yo – se detuvo a pensar bien lo que diría -- ¡Pensé que usted… que tu…! – se detuvo, no estaba yendo por buen camino, era consciente de que nada de lo que dijera a partir de ese punto la dejaría en una mejor posición.
-- ¡pensar mal de ti! ¿Por qué crees que haría eso…?, ¿Será quizás por el dinero que tomaste de mi billetera y lo utilizaste para pagarme, o por haberme considerado un gigolo? –
-- No sabía quién era, ¿de acuerdo? No lo vi bien hasta que me fui. La noche para mi estuvo demasiado... intensa –
-- ¿Intensa? – le repitió él con fingida seriedad.
-- Vaya forma elegante la tuya de decir “estuve tan borracha que confundí al presidente de la empresa con un trabajador sexual” –
-- No me lo recuerde, por favor. Ya es bastante humillante estar acá con usted después de lo que hice –
Sebastian pudo sentir el pesar en su voz, su joven secretaria se había rendido por completo ante él, y eso no era lo que quería. Se levantó dejándola sola, caminó hasta la ventana, podía ver las luces de la ciudad desde ahí, no había sido su intención confrontarla, pero tenerla así, los dos solos, su mente se perdía en los recuerdos.
Luego, su tono de voz se suavizó.
-- No lo fue Melisa – le dijo, y ella lo miró dudosa. ¿Que no había sido? se preguntó y sin pensarlo lo dijo en voz alta.
-- ¿Qué no lo fue? – Sebastian giró para verla y caminó nuevamente hasta la cama sentándose a sus pies.
-- Humillante, Melisa. No lo fue. Esa noche fue intensa, fue extraña no lo voy a negar, sería un loco si lo hiciera. Pero fue real. Y… no me he olvidado ni un segundo de ella – su mirada estaba clavada en ella.
Melisa tragó saliva, no esperaba que su jefe le dijera esas cosas, no en ese momento donde ambos compartían una habitación y una cama matrimonial…
Ambos estaban peligrosamente cerca, tanto que no sabía cómo salir de allí sin quemarse por completo.
-- ¿será mejor que descanses, mañana tenemos un día intenso – Melisa abrió la boca para decir algo, pero prefirió cerrarla y callar. Se sentía más aliviada por haber aclarado un poco lo que pasó, aunque la tensión de estar junto a él no se iba.
Cerro los ojos intentando dormir, era lo mejor que podía hacer si no quería continuar con el tema…
Sebastian
Mi nombre es Sebastian Novak, el único nieto de la familia, tengo 28 años y he huido del matrimonio como he podido, ya que mis abuelos, lo más preciado que me queda en esta vida, no dejan de intentar ponerme trampas para que termine frente al altar.
Ese viernes tuve una reunión de negocios, tragos van y tragos vienen. Pude notar que algunos de los asistentes querían hacerme beber más de la cuenta y antes de terminar tendido en un sofá, listo para caer en cualquier trampa, decidí salir de ahí por un poco de aire… lo que nunca espere fue tropezarme con esta mujer.
No estaba preparado para nada, y menos para sentir como mi cuerpo, o para ser más exactos mi miembro varonil respondió ante ella. No puedo negar lo audaz que fue al tocar cierto lugar, y aunque intenté frenarme no pude.
Durante días, pensé en ella… en su ronca voz producto del alcohol, en la forma en que me susurró cosas que nunca nadie se había atrevido a decirme, en cómo sus uñas se aferraban a mi espalda como si no quisiera soltarme jamás, pero al final lo hizo, se fue como un fantasma, dejando solo una nota y un maldito fajo de dinero. Dinero que por increíble que parezca lo tomó de mí.
-- ¿Quién demonios hace eso? – pienso mientras la veo dormir tan tranquila. No entendía cómo podía dormir con tanta tranquilidad mientras yo estaba en el mismísimo infierno.
En ese momento no sabía si molestarme o reír y opte por lo segundo, nunca me habían pagado por sexo. Menos aún una desconocida que conocí por azar. No voy a ocultarme detrás del alcohol, porque, aunque no pareciera yo también había bebido, y nunca me he aprovechado de nadie, pero esa noche nada me importó, cuando la tuve debajo mío, con sus delgadas piernas enroscadas en mi cintura.
-- ¡Maldición! – suspiró, no puedo dormir teniéndola cerca. Me levantó y entro al baño, abro el grifo y me meto debajo de él, agua helada es lo que necesito. Desde que descubrí la verdad quise acercarme, solo esperaba una excusa, una buena razón para tenerla así de cerca, y gracias a este viaje lo logré. Y aquí estábamos compartiendo una habitación de hotel. Con una sola cama.
Un viaje de negocios que se ha torcido lo suficiente como para que el universo conspirara a mi favor. Sin embargo, ahora me doy cuenta de que fue un error… un tremendo error que estoy seguro me costara caro.
Ella luciendo tan nerviosa, tan adorable que no pude evitar provocarla. La he visto palidecer, sonrojarse, confundirse y… no estoy seguro, pero creo que hasta excitarse. Oírla disculparse me molestó, decir que no sabía lo que hacía esa noche me exaspero… porque nada de lo que decía era cierto.
Esa mujer, esa versión suya que desató cada uno de mis demonios aquella noche, no parecía estar confundida. No cuando me besó con desesperación, menos cuando sus manos me exigieron más. No cuando me miró a los ojos en medio de todo y me pidió suplicante que la haga olvidar.
Esa noche fue un incendio, no podría ponerle otro nombre. Un incendio que aún arde bajo mi piel. Y acá estoy luego de un baño frio, de pie frente a ella muriéndome por besar sus labios, por tocarla, por terminar lo que no pudimos comenzar esa mañana. Pero también sé que, si doy un paso en falso, la terminaría espantando y eso es algo que no me voy a permitir.
Mareado por caminar en círculos dentro de la habitación, me dejé caer en el sillón junto a la ventana. Respiré hondo, el clima caribeño había dejado la habitación tibia, incluso con el aire acondicionado encendido. Pero no era el calor externo el que me estaba descomponiendo por dentro. Era ella. Pasé las manos por mi rostro, no supe cuánto tiempo había pasado desde que había dejado de ser un hombre racional. Desde que Melisa había cruzado mi mundo como un huracán disfrazado de secretaria con ridículos lentes.
Pero sí sabía algo.
Esto… recién comenzaba, y sabiendo esto, poco a poco fui cerrando los ojos hasta perderme en la oscuridad.
¿Podrá Sebastian aguantar la tentación... o Melisa caerá en ella antes que él?
Al día siguiente,MelisaDesperté muy temprano con la luz entrando tímida por las rendijas de las cortinas, observe mi teléfono y todavía faltaban muchos minutos para que mi despertador haga su trabajo, pero asi fue mejor. Tardé unos segundos en recordar dónde estaba, por qué estaba aquí… y lo más importante con quién.Gire lentamente y ahí estaba él. El presidente de la empresa Novak dormía acompasadamente sobre el sofá que estaba junto a la ventana, verlo ahí tan incomodo hizo que una sonrisa pequeña, privada, casi culpable se deslizara por mis labios. A pesar de todo lo que había pasado la noche anterior, del roce incómodo de la verdad, del fuego que se había encendido entre nosotros cuando su cuerpo estuvo sobre el mío... él había elegido no cruzar la línea. Y eso, viniendo de un hombre que podría tener a quien quisiera, era… inesperadamente tierno y yo no podía decir si estaba agradecida o desilusionada.Me senté en la cama y pude ver mi aspecto, el pijama no era nada provocativo,
Mariel con una ceja levantada observaba el comportamiento de Sebastian, algo dentro de ella se activó. Hace una década que está detrás de ese hombre, en su vida se había propuesto ser la esposa del Presidente Novak, pero las cosas nunca salían como quería. Cada vez que se enteraba de que él asistiría a una evento lejos de la ciudad ella se las arreglaba para asistir también, sin embargo, su fiel asistente Daniel siempre se había encargado de alejarla, esta vez ella notó que Daniel no estaba allí, viendo la posibilidad de que su esperado plan por fin de frutos.-- Sebas, sabes que estoy con el equipo de inversiones de la Corporación Zafiro – le dijo, y tomó su brazo apoyándose con familiaridad sobre él. -- Me encantaría ponernos al día. ¿Tienes un momento para mí? – su voz melosa comenzaba a molestar al jefe, la forma como lo llamó también, los únicos que podían llamarlo así eran sus abuelos, y no lo hacían nunca porque sabían que a él le molestaba demasiado.De pronto Sebastian giró h
Melisa parpadeo sin responder, luego lentamente, acercó su mano a la de él, entrelazando los dedos sin más palabras.-- ¿Sabías que él estaría aquí? – le preguntó el presidente sin mirar en su dirección.Ella negó.-- Y no está solo –-- Me lo imaginé –-- No quiero huir, pero tampoco quiero fingir que no me afecta. Así que... quiero lucir feliz, fuerte. Que se ahoguen con su culpa. Si es que tienen alguna –Sebastián apretó un poco más su mano, sin dejar de mirarla.-- Entonces anzuelo, vamos a darles un espectáculo – le dijo y la acercó a él. La jornada del día terminó con una fiesta cocktail en la noche, ninguno de los dos quería asistir, pero debían hacerlo si querían dejar clara su posición.Como en el itinerario que le envío Daniel aparecían todos los eventos, Melisa llevó vestimenta para cada ocasión, sin embargo, al querer pasar desapercibida de su jefe, colocó en su maleta trajes pasados de moda, nada que pudiera mostrar su verdadera belleza y cuando Sebastian observó sus ves
La fiesta de graduación estaba llena de luces cálidas y música emocionante, Melisa estaba de pie en la entrada como el hada de un cuento, atrayendo la mirada de todos.Llevaba un vestido de noche blanco tan ajustado que delineaba cada curva de su cuerpo, su cabello de color nogal le llegaba hasta la cintura, cubriendo el enorme escote de su espalda. Su piel blanca como la porcelana, y sus ojos, esos hermosos y rasgados ojos que tenían el magnetismo salvaje de una gata de un color que no podía definirse entre verde uva o celeste. Era el tipo de mujer que recordarías, incluso si solo la conocieras una vez en la vida.Se movía entre sus compañeros con una gracia que atraía miradas de asombro, se podía oír el murmullo de voces conocidas susurrando:-- Por dios mujer ¡Estás guapísima! –-- Esta tan hermosa que no la reconocí –-- Que ha hecho estos meses, la pandemia parece haberle favorecido –Melisa mostraba una leve sonrisa, su corazón estaba llenó de expectativas por su prometido Franc
Cuando Melisa despertó la luz le caía sobre una parte de la cara, todavía no llegaba a amanecer del todo, pero por una rendija de la cortina la luz se filtraba llegando justo a donde estaba ella.Melisa abrió un ojo y luego el otro, el techo que veía frente a ella era de un blanco insultante, su departamento no tenía los techos asi. El dolor de cabeza que sintió era proporcional al desastre que había sido su noche en la reunión.Se sentó lentamente, las sabanas cayeron mostrando su desnudes. A su lado un hombre dormía de espaldas,-- ¡Oh no! – quiso gritar, pero no pudo, las palabras no salían de su boca. Ella miró la habitación y se dio cuenta que no era su departamento y ese hombre obviamente no era Francisco.El tipo de espaldas era mucho más alto, mucho más atlético y por lo que podía recordar, estaba muy bien dotado.Su cabello oscuro completamente desordenado y su respiración tranquila le indicaban que seguía dormido.-- Me tengo que ir… ¿Qué carajo me pasó? – susurró nuevamente
El fin de semana fue un infierno para Melisa, pasó ambos días en la cama recordando lo que le hicieron Francisco y Sofia y recordando también la agradable manera como tomó venganza, pero no podía evitar pensar en cómo llegaría el lunes al trabajo.Por otro lado, Sebastian Novak no dejaba de pensar en la joven que estuvo con él, esa mañana al despertar y ver la nota con los billetes se sintió iracundo, lleno de furia por haber sido confundido con un gigolo, pero luego cuando encontró su billetera y supo que esos billetes eran suyos no pudo evitar sonreír por la audacia de la jovencita.El importante CEO quería a toda costa saber quien fue la mujer con la que pasó la noche, pero no había forma de hacerlo, el hotel tan lujoso donde estaba tenía una política clara de seguridad, no había cámaras en los pasillo y mucho menos en el bar. El hombre se jalaba los cabellos mientras esperaba que su asistente pase por él, era la ventaja de ser quien era, pues su asistente personal no tenía horario
Sebastian volvió a levantar la mirada con el ceño fruncido, había visto a la joven que postulaba para su secretaria por las cámaras, pero algo no estaba bien, ella parecía diferente ese día, se veía extraña.Luego movió la cabeza tratando de no pensar y volvió a bajar la mirada hacia los documentos que ella llevó, en el momento que su teléfono personal timbró.Melisa salió de la oficina como un misil humano, lo más rápido que pudo. Regresó a su cubículo y se dejó caer en la silla, tapándose el rostro con las manos.-- Ok… estoy segura de ese hombre sospecha de mí. Seguro me va a despedir. O peor… quizás como esas novelas en línea, me va a pedir una relación formal para evitar habladurías, tendré que casarme con él y tener cinco hijos con alguien que ni se acordaba de mi cara – se quejó en voz baja.-- ¿Está todo bien? – le preguntó una de las chicas que estaba cerca de ella.-- Perfectamente. Solo estaba considerando convertirme en monja – bromeo.El resto del día se la pasó evitando
Y tal como lo esperaba, ahí estaba Sofia su ahora ex mejor amiga.Con su vestido ajustado, su sonrisa venenosa y ese perfume caro que siempre usaba como si pudiera esconder la podredumbre que tenía en su interior.-- ¿Dramática? – repitió Melisa furiosa.-- ¿Tú me estás llamando dramática? –-- Vamos mujer fue solo sexo, no matamos a nadie que yo sepa ¿o sí? – dijo Sofia con indiferencia, aunque abrió los ojos asombrada al ver en cambio en su rostro, Melisa siempre perfecta, bella y adorable esta vez estaba con unos lentes que recordaba Sofia haberlos utilizado para un fiesta de disfraces en el departamento de Melisa, pensando que quizás la había tumbado más de lo que imaginaba, sintiéndose triunfadora, al menos esta vez.Por el contrario, Melisa sin darse cuenta de su nuevo look quería gritar que era a ella a quien habían matado en su interior, pero no lo hizo, debía mantener la compostura si aún esperaba que la contraten de manera permanente.-- ¿De verdad vas a hacer una telenovela