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Capítulo 3. Salvada por una campaña… o sería por un timbre.

El fin de semana fue un infierno para Melisa, pasó ambos días en la cama recordando lo que le hicieron Francisco y Sofia y recordando también la agradable manera como tomó venganza, pero no podía evitar pensar en cómo llegaría el lunes al trabajo.

Por otro lado, Sebastian Novak no dejaba de pensar en la joven que estuvo con él, esa mañana al despertar y ver la nota con los billetes se sintió iracundo, lleno de furia por haber sido confundido con un gigolo, pero luego cuando encontró su billetera y supo que esos billetes eran suyos no pudo evitar sonreír por la audacia de la jovencita.

El importante CEO quería a toda costa saber quien fue la mujer con la que pasó la noche, pero no había forma de hacerlo, el hotel tan lujoso donde estaba tenía una política clara de seguridad, no había cámaras en los pasillo y mucho menos en el bar. El hombre se jalaba los cabellos mientras esperaba que su asistente pase por él, era la ventaja de ser quien era, pues su asistente personal no tenía horario para él.

El lunes llegó demasiado rápido.

Melisa se vistió con la mayor neutralidad posible, una blusa y un pantalón beige, estaba casi de los mismos colores de las paredes de la empresa, pues eso quería en ese momento, que nadie notara su presencia o que incluso la confundan con parte de mobiliario.

Había recogido su cabello y estaba sin una gota de maquillaje, incluso decidió colocarse unos lentes que alguna vez alguien dejó en su departamento en una fiesta de disfraces. No quería verse atractiva, no podía. Quería estar lo más diferente posible a la noche del viernes y al mirarse en el espejo sonrío complacida.

Al llegar se dio cuenta de que no había nadie, caminó tranquila por la recepción, miró a la recepcionista que siempre la saluda de manera especial, pero esta vez Paloma ni siquiera giró para mirarla, eso estaba bien, quería decir que no la había reconocido.

Presiono el botón y cuando el ascensor llegó se encontró con varias personas en él, todas venían del estacionamiento en el sótano,

-- Si no me muevo en todo el día quizás piensen que soy parte de mobiliario – susurró, mientras el ascensor seguía subiendo.

-- ¿Disculpa? – preguntó un empleado a su lado, la había oído susurrar, pero no estaba muy seguro de lo que dijo.

-- Nada, solo estaba cantando la letra de una canción – se justificó avergonzada, pensando que debía ser más cautelosa si quería pasar inadvertida y el joven asintió sin preguntar más.

El edificio de las empresas Novak tenía quince pisos. Las oficinas de Sebastian junto con el directorio y la parte gerencial se encontraban en el penúltimo piso. Porque el ultimo piso estaba destinado como zona de esparcimiento y relación para los empleados.

La oficina de Melisa se encontraba en un rincón del piso catorce, ella al igual que dos chicas más que también estaban a prueba eran las secretarias de Sebastian Novak. Cuando la puerta del ascensor se abrió todo estaba tan silencioso como siempre. Melisa salió y se dirigió a su lugar, sintiendo que sus pasos sonaban más fuertes que nunca. Cruzó el pasillo de mármol con la postura de alguien que teme que una cámara oculta la esté grabando. Saludó con un gesto vago a las otras secretarias y ocupó su lugar.

Su cubículo se encontraba al otro extremo de donde quedaba la oficina del CEO, sabía que donde estaba no podría ser vista por la figura que sabía estaba en la oficina del fondo: su jefe.

Las chicas la miraron extrañadas, nunca la habían visto llegar tan natural, sin nada de maquillaje y con unos lentes enormes, que no la favorecían para nada.

-- ¿Estás bien? – le pregunto una de ellas y Melisa solo asintió. Las chicas no preguntaron más, Meli era la nueva en esa oficina, la trasladaron solo un mes y medio atrás, pero su periodo de prueba terminaría el mismo día que sus compañeras.

Cuando llegó las chicas la habían visto con envidia por su increíble y llamativa belleza, pero ahora las dos la veían así, tan simple, tan extraña, tan fea que decidieron callar.

Melisa abrió su portátil y utilizó la pantalla como un escudo perfecto para que nadie la notara en el lugar, y asi sería, hasta que dieron las once del día y una luz en su teléfono privado se activó.

Tomo el teléfono y respondió.

-- Hola presidencia responde – era Daniel el asistente del CEO.

-- Señorita Hart, ¿el señor Novak pregunta si ya tienes listo el informe de análisis de mercado que solicitó? –

 Melisa se sonroja ante la pregunta. Se sintió hervir al darse cuenta de que no había podido terminar el informe, se la había pasado pensando en su jefe y lo que podría estar especulando en ese momento.

-- Sí… sí, claro, deme cinco minutos por favor – mintió. No lo tenía terminado y en cinco minutos no avanzaría mucho.

Melisa buscó en sus archivos el análisis que hizo al llegar, mientras hacia este se dio cuenta que muchas cifras se mantenían igual, asi que lo imprimió al segundo, esperando no ser descubierta, luego miró a una de las secretarias que estaban ahí.

-- ¿Podrías llevarle esto al jefe por favor? – le preguntó. Melisa sabía lo mucho que morían las mujeres por acercarse a su jefe, llevarle ese informe sería una especie de boleto ganador.

-- ¿Yo?, lo siento no puedo, ¿Por qué no lo llevas tu? – respondió dejando anonadada a Melisa, pero no lo hacían porque no quisieran, era solo que su compañera ese día estaba tan… fea. Que querían que todos la vieran tal como es, sin maquillaje ni un arreglo personal.

Melisa intentó llamar a otra de las mujeres que trabajaban en el piso para pedirle el favor, pero la respuesta fue similar.

-- ¿Yo?, ¿por qué no se lo llevas tu? –

-- Lo siento Melisa, pero yo no soy la secretaria del señor Novak, y lo último que quiero es meterme en problemas con él – dijo la joven que respondía el intercomunicador.

-- Además, la verdad es que me da miedo. Tú tienes ese talento para lidiar con él sin que te desintegre con la mirada – terminó de decir. Ese talento, pensó Melisa, mientras recordaba que ellos estuvieron desnudos en la misma cama hacía solo dos días.

Melisa abrió la carpeta que tenía en las manos, y le dio una repasada rápida, y solo esperaba que su jefe no se diera cuenta de su error, mientras sudaba como si la calefacción estuviera en modo sauna.

Melisa se levantó de su silla, acomodó su ropa y caminó hacia la puerta de la oficina de Sebastián como si estuviera cruzando por un campo minado, pensando que solo debía aguantar dos semanas. Al llegar levantó la mano para tocar, pero antes de que pudiera hacerlo la voz inconfundible de él dijo desde adentro.

-- Adelante – ella abrió lentamente la puerta, como si no quisiera que se abriera por completa para no tener que ingresar, y al hacerlo ahí estaba él.

Sebastian Novak impecable, con un traje hecho a medida de color azul oscuro, muy parecido al que llevaba en aquella ocasión, su cabello esta vez estaba muy bien peinado y su rostro estaba fijo en su portátil. Como si no hubiera estado en una habitación de hotel con una desconocida… desnudo… hace apenas cuarenta y tantas horas atrás.

-- El informe de análisis de mercado, señor – le dijo, en el tono más neutro posible.

Sebastian alzó la vista. Por un segundo, sus miradas se cruzaron.

-- ¿Me reconoció? – se preguntó mentalmente.

-- ¿Va a decirme algo?, ¿me va a despedir?, ¿no aceptará mi contrato oficial…? –

-- Gracias, Melisa. Déjalo sobre la mesa – dijo. Ella asintió. Caminó como robot hacia el escritorio, dejó el file con cuidado extremo y dio media vuelta.

-- Ah, Melisa – le dijo de pronto Sebastian. Ella se congelo en su lugar.

-- Sí, señor… – le respondió con la voz estrujada.

-- ¿Estás bien? Hoy te ves algo… diferente – preguntó y Melisa se sintió desfallecer.

-- ¿Diferente? ¡no!... no señor Novak, estoy igual… asi soy siempre yo, Melisa –

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