Y tal como lo esperaba, ahí estaba Sofia su ahora ex mejor amiga.
Con su vestido ajustado, su sonrisa venenosa y ese perfume caro que siempre usaba como si pudiera esconder la podredumbre que tenía en su interior.
-- ¿Dramática? – repitió Melisa furiosa.
-- ¿Tú me estás llamando dramática? –
-- Vamos mujer fue solo sexo, no matamos a nadie que yo sepa ¿o sí? – dijo Sofia con indiferencia, aunque abrió los ojos asombrada al ver en cambio en su rostro, Melisa siempre perfecta, bella y adorable esta vez estaba con unos lentes que recordaba Sofia haberlos utilizado para un fiesta de disfraces en el departamento de Melisa, pensando que quizás la había tumbado más de lo que imaginaba, sintiéndose triunfadora, al menos esta vez.
Por el contrario, Melisa sin darse cuenta de su nuevo look quería gritar que era a ella a quien habían matado en su interior, pero no lo hizo, debía mantener la compostura si aún esperaba que la contraten de manera permanente.
-- ¿De verdad vas a hacer una telenovela por eso? – siguió Sofia con el rostro fruncido.
-- No estoy haciendo ninguna novela Sofia, pero… ¿sabes lo que me duele en realidad? – le preguntó Melisa dando un paso hacia ella.
-- Que yo a ti te consideraba una hermana, mi mejor amiga. Te contaba TODO. Conoces mis miedos, mis sueños, mi deseo de casarme con este pobre infeliz. ¡Y aun así lo hiciste! Nada te importó –
-- ¿Y tú qué? Siempre tan perfecta… tan buena… tan… – iba a decir hermosa, pero por alguna razón en ese momento ya no le pareció que eso fuera así.
-- Tan todo – terminó de decir Sofia con una mueca torcida.
-- ¿Eso que tiene que ver con lo que hicieron? –
-- Todo. Siempre has sido la favorita de todos nuestros conocidos. La perfecta, la… la hermosa, la que todos admiran. La que “lo tenía todo”. Pero dime ¿Qué se sintió estar bajo mi sombra por una sola vez? – Melisa no podía creer lo que escuchaba, al menos de la mujer a quien siempre considero su mejor amiga.
Meli ira el reloj y se da cuenta de que no llegará a tiempo a su reunión, es ahora donde debe poner prioridades, y aunque no lo quisiera porque necesitaba cerrar ese círculo vicioso, su trabajo en ese momento era más importante que el patético par que tenía frente a ella.
-- Entonces me queda claro todo… ¡fuiste tú! – la señala con el dedo. Y mueve la cabeza llena de decepción.
-- Como no lo pensé antes, quién más sino tú se habría atrevido a hacerlo, asi que dime ¿Qué querías ganar con esto?... ¿venganza? – le preguntó Melisa con los ojos ardiendo de impotencia, debía irse, lo necesitaba. Pero por alguna razón sus pies permanecían clavados en el piso.
-- Acaso fue una manera de escupirme en la cara el hecho de que tu no podías controlar tus frustraciones – no pudo más, necesitaba decirlo.
-- Llámalo como quieras – le respondió Sofia con un encogimiento de hombros.
-- Pero yo lo disfruté. Y él obviamente también – Francisco intentó intervenir.
-- ¡Sofia!… por favor no heches mas leña al fuego – Melisa miró a Francisco con fuego en los ojos.
-- No, no la detengas. Déjala. Está mostrándose tal y como es. Una víbora en tacones que se arrastra hacia donde cree que tiene poder –
-- Pero Mel, cariño – dijo él acercándose unos pasos más y Melisa lo empujó.
-- Aléjate de mí y no vuelvas a llamarme así. ¡Cariño! Siento asco de solo oírte –
-- Pero yo vine a pedirte perdón – Francisco intentó acercarse nuevamente sin conseguirlo.
-- Lo nuestro no tenía que terminar, no así – susurró arrepentido. Se imaginaba que había sido Sofia quien envió esa imagen, pero escucharlo de los labios de Melisa fue algo avasallador.
-- En eso tienes razón… lo nuestro debió terminar hace mucho tiempo – le dijo. Y con un último vistazo, añadió:
-- Y tú, Sofia… espero que al menos haya valido la pena destruir una amistad de años para revolcarte con alguien que solo sabe pedir “lo de siempre” en la cama. Porque si lo hizo contigo como conmigo, te esperan treinta segundos de decepción – el rostro de Francisco se desencajo ante aquel comentario. Melisa nunca se había quejado de él en la cama, pero ahora lo hacía, y no solo frente a él. Sino frente a todos en su oficina.
-- ¡Melisa! – grito lleno de frustración.
Pero ella se dio media vuelta y se fue directo al ascensor, no escuchó si alguno de ellos le decía algo más, no lo necesitaba. Debía presentarse en la oficina de su jefe sino quería perder el ansiado puesto.
El ascensor la recibió como una cápsula de salvación. Mientras subía, respiró profundamente. Se sentía extraña… pero viva. Como si un pedazo de ese dolor que la había carcomido durante esos días se hubiera desprendido como un pedazo de piel muerta.
Cuando las puertas se abrieron, no tuvo tiempo de volver a su escritorio. Eran las 5:45 de la tarde, diez minutos más tarde de la hora en que había sido citada. Melisa sonrió, debía esperar lo peor… intentó peinarse con las manos, pero no fue necesario, su cabello se veía mejor así, aunque le quitaba un poco el camuflaje que se había inventado, y con el maquillaje ya un poco corrido, pero el alma más entera que nunca caminó hasta la oficina de Sebastian.
-- Ok, señor Novak. Que venga el siguiente drama. Estoy lista –
Melisa se arreglo la blusa por segunda vez mientras caminaba por el largo pasillo. Se sentía ansiosa, estaba segura de que si miraba su rostro en un espejo en ese momento su reflejo le devolvería una mirada de nerviosismo puro. Respiró hondo preguntándose, ¿Cómo era posible que alguien que había enfrentado a su ex prometido y a su ex mejor amiga minutos antes, ahora se sintiera así de vulnerable por una reunión laboral? Pero la respuesta estaba clara.
No era solo una reunión, y no era con su jefe con quien se juntaría en segundos, era “la Reunión” con el hombre con quien pasó una noche de “sexo alocado y salvaje” en la oscuridad de una habitación de hotel…
-- Melisa puedes pasar el señor Novak te ha estado esperando – le dice Daniel el asistente personal, Sebastian era muy estricto con los horarios, nunca antes nadie había osado presentarse tarde a una citación con él, y mientras observaba su reloj y se daba cuenta de la hora, sus sospechas sobre la joven Hart aumentaban.
Sebastian había sentido una familiaridad en ella cuando ingresó a su oficina llevando los informes que pidió, incluso, le pareció extraña la forma como iba vestida, no recordaba que ninguna mujer en su piso vistiera así, pero lo dejó pasar.
Sin embargo, no podía quitar de su mente los recuerdos de la noche pasada y mientras estos revivían una y otra vez, la imagen de su futura secretaria aparecía en ella de manera fugaz.
Melisa asintió, apenas se acercaba a la puerta podía sentir como el aire cambiaba, parecía más denso, más exclusivo, más… Sebastian. Melisa tragó saliva y empujó la puerta de la oficina.
¿Se dará cuenta por fin Sebastian que Melisa fue su chica salvaje? Bienvenidos queridos lectores, espero les guste lo que leen y decidan continuar conmigo en esta historia de amor, deseo, drama y ¿por qué no? algo de humor. Que tengan un excelente día...
La fiesta de graduación estaba llena de luces cálidas y música emocionante, Melisa estaba de pie en la entrada como el hada de un cuento, atrayendo la mirada de todos.Llevaba un vestido de noche blanco tan ajustado que delineaba cada curva de su cuerpo, su cabello de color nogal le llegaba hasta la cintura, cubriendo el enorme escote de su espalda. Su piel blanca como la porcelana, y sus ojos, esos hermosos y rasgados ojos que tenían el magnetismo salvaje de una gata de un color que no podía definirse entre verde uva o celeste. Era el tipo de mujer que recordarías, incluso si solo la conocieras una vez en la vida.Se movía entre sus compañeros con una gracia que atraía miradas de asombro, se podía oír el murmullo de voces conocidas susurrando:-- Por dios mujer ¡Estás guapísima! –-- Esta tan hermosa que no la reconocí –-- Que ha hecho estos meses, la pandemia parece haberle favorecido –Melisa mostraba una leve sonrisa, su corazón estaba llenó de expectativas por su prometido Franc
Cuando Melisa despertó la luz le caía sobre una parte de la cara, todavía no llegaba a amanecer del todo, pero por una rendija de la cortina la luz se filtraba llegando justo a donde estaba ella.Melisa abrió un ojo y luego el otro, el techo que veía frente a ella era de un blanco insultante, su departamento no tenía los techos asi. El dolor de cabeza que sintió era proporcional al desastre que había sido su noche en la reunión.Se sentó lentamente, las sabanas cayeron mostrando su desnudes. A su lado un hombre dormía de espaldas,-- ¡Oh no! – quiso gritar, pero no pudo, las palabras no salían de su boca. Ella miró la habitación y se dio cuenta que no era su departamento y ese hombre obviamente no era Francisco.El tipo de espaldas era mucho más alto, mucho más atlético y por lo que podía recordar, estaba muy bien dotado.Su cabello oscuro completamente desordenado y su respiración tranquila le indicaban que seguía dormido.-- Me tengo que ir… ¿Qué carajo me pasó? – susurró nuevamente
El fin de semana fue un infierno para Melisa, pasó ambos días en la cama recordando lo que le hicieron Francisco y Sofia y recordando también la agradable manera como tomó venganza, pero no podía evitar pensar en cómo llegaría el lunes al trabajo.Por otro lado, Sebastian Novak no dejaba de pensar en la joven que estuvo con él, esa mañana al despertar y ver la nota con los billetes se sintió iracundo, lleno de furia por haber sido confundido con un gigolo, pero luego cuando encontró su billetera y supo que esos billetes eran suyos no pudo evitar sonreír por la audacia de la jovencita.El importante CEO quería a toda costa saber quien fue la mujer con la que pasó la noche, pero no había forma de hacerlo, el hotel tan lujoso donde estaba tenía una política clara de seguridad, no había cámaras en los pasillo y mucho menos en el bar. El hombre se jalaba los cabellos mientras esperaba que su asistente pase por él, era la ventaja de ser quien era, pues su asistente personal no tenía horario
Sebastian volvió a levantar la mirada con el ceño fruncido, había visto a la joven que postulaba para su secretaria por las cámaras, pero algo no estaba bien, ella parecía diferente ese día, se veía extraña.Luego movió la cabeza tratando de no pensar y volvió a bajar la mirada hacia los documentos que ella llevó, en el momento que su teléfono personal timbró.Melisa salió de la oficina como un misil humano, lo más rápido que pudo. Regresó a su cubículo y se dejó caer en la silla, tapándose el rostro con las manos.-- Ok… estoy segura de ese hombre sospecha de mí. Seguro me va a despedir. O peor… quizás como esas novelas en línea, me va a pedir una relación formal para evitar habladurías, tendré que casarme con él y tener cinco hijos con alguien que ni se acordaba de mi cara – se quejó en voz baja.-- ¿Está todo bien? – le preguntó una de las chicas que estaba cerca de ella.-- Perfectamente. Solo estaba considerando convertirme en monja – bromeo.El resto del día se la pasó evitando