Melisa parpadeo sin responder, luego lentamente, acercó su mano a la de él, entrelazando los dedos sin más palabras.
-- ¿Sabías que él estaría aquí? – le preguntó el presidente sin mirar en su dirección.
Ella negó.
-- Y no está solo –
-- Me lo imaginé –
-- No quiero huir, pero tampoco quiero fingir que no me afecta. Así que... quiero lucir feliz, fuerte. Que se ahoguen con su culpa. Si es que tienen alguna –
Sebastián apretó un poco más su mano, sin dejar de mirarla.
-- Entonces anzuelo, vamos a darles un espectáculo – le dijo y la acercó a él. La jornada del día terminó con una fiesta cocktail en la noche, ninguno de los dos quería asistir, pero debían hacerlo si querían dejar clara su posición.
Como en el itinerario que le envío Daniel aparecían todos los eventos, Melisa llevó vestimenta para cada ocasión, sin embargo, al querer pasar desapercibida de su jefe, colocó en su maleta trajes pasados de moda, nada que pudiera mostrar su verdadera belleza y cuando Sebastian observó sus vestidos casi muere de la risa… si su acompañante se ponía eso con sus ex novios presente, él sabía que estaban perdidos. Así que envío traer de la mejor boutique del hotel, varios de los vestidos que estaban de moda. Y luego de escoger minuciosamente se quedó con tres que le parecieron los más hermosos.
Una hora después.
-- ¿Estas lista anzuelo? – le preguntó él desde el salón de la suite. Melisa estaba en la habitación dando sus últimos toques, al mirarse al espejo supo que había conseguido lo deseado, era ella nuevamente, hermosa, audaz y extremadamente atrevida.
-- Se siente bien estar de vuelta Melisa Hart – susurró con un suspiro.
Para esa ocasión Melisa escogió el más sencillo de los atuendos, un vestido oscuro, simple y elegante, de esos que te dan poder sin necesidad de enseñar demasiado. Y su cabello lo dejo suelto, con perfectas hondas que caían como cortinas onduladas sobre su espalda.
El cóctel era una mezcla de música ambiental, copas de vino tinto y conversaciones estratégicas disfrazadas de charlas para conseguir nuevos clientes. El salón estaba elegantemente decorado, con luces cálidas que colgaban como estrellas tímidas, y camareros que serpenteaban los ambientes con sus bandejas llenas de bocadillos.
Melisa llegó a la puerta principal, seguida por Sebastian quien estaba a su lado como una sombra.
-- Pareces un guardaespaldas de película de misterio Sebastian – le dijo tuteándolo, lo habían conversado y esa era la única forma de que su plan no sea descubierto.
Sebastian estiro su mano y le entrego una copa de vino, luego besó su mejilla con suavidad, esperando que más de uno de los presentes los pudiera ver, Marcelo el amigo de la universidad ingresaba al salón en ese momento, él sabía que Francisco también estaba ahí y con Sofia, quiso decírselo a Melisa más temprano pero ella no se lo permitió, ahora al verla junto al presidente de la empresa Novak en actitud tan intima solo sonrío, esperando que Francisco y su amante también hagan su aparición, pues ya se imaginaba lo divertido y escandaloso en que terminaría todo.
Sebastian en cambio estaba atento a la presencia de ese trio que no era bienvenido por él y en respuesta a ser comparado con un guardaespaldas se limitó a decir.
-- ¿Guardaespaldas? Soy más interesante que eso cariño. Soy el galán irresistible que quiere robarte esta noche – susurró haciendo que brinden con sus copas antes de beber el delicioso elixir morado.
-- Cuidado, podrías terminar creyéndotelo – susurró Melisa, quienes lo vieran pensarían que estaban coqueteando.
-- Tarde – le respondió orgulloso, dándole un sorbo a su copa sin dejar de mirarla. Pero justo de pronto, como si fuera una escena escrita por el destino, Francisco apareció a pocos pasos de ellos, sus miradas se cruzaron, la de ella se mostraba indiferente, la de él completamente sorprendida.
No esperaba encontrarse en ese lugar a Melisa, menos ahora que estaba acompañado de Sofia. Melisa había desviado su mirada, pero todo en ella se tensó, sus hombros, la mandíbula, hasta los dedos que sujetaban la copa de vino.
Sebastian lo sintió y recorrió el lugar con su mirada, hasta que lo vio. Presionó la mano de Melisa con cariño, quería hacerla sentir mejor.
-- ¿Lo enfrentas tu o quieres que lo enfrente yo? – le preguntó en voz baja.
-- Lo enfrento yo – le respondió con firmeza, y se giró hacia el lugar por donde se estaba acercando Francisco justo cuando él se detenía frente a ella.
-- Meli… – dijo su nombre como si fuera un hechizo.
-- Francisco – le respondió mirándolo a los ojos, fría. Se había dado tanto valor al sentir la mano de Sebastian sobre la suya, que estaba dispuesta a comerse el mundo entero en ese momento.
Francisco tragó saliva. Llevaba un traje sencillo, ninguno a los que acostumbraba a usar cuando salía con ella, que eran muy pocas veces debido a la coyuntura sanitaria, la corbata estaba floja, como si todo le pesara. O como si no hubiera dormido en semanas.
-- Meli, ¿podemos hablar? – le preguntó dudoso, miraba a Sebastian con precaución. Lo conocía y sabía que era el jefe de ella, es más él estaba enterado de la situación de Melisa en la empresa, sabia que estaba a días de ser contratada formalmente, asi que no prestó atención a la unión de sus manos.
-- Lo estamos haciendo – fue su respuesta sarcástica para él, y se sintió bien al hacerlo.
-- ¡oh! Lo sé. Yo decía que… si podemos hacerlo a solas – Melisa no dejaba de mirarlo a los ojos, no podía negar que algo de atracción seguía latente en ella, sería falsa si pudiera negarla, pero lo que le hicieron borraba todo el sentimiento que pudo quedar hacia él.
-- Lo que sea que tengas que decirme, puedes decirlo aquí. Sebastian y yo no tenemos secretos – al oírla decir aquello Francisco se sintió desolado, Sebastián por el contrario se mantuvo firme, silencioso, pero sin soltarle la mano.
Francisco dudó por un segundo, miró la mano entrelazada de los dos. Luego la miró a ella. Melisa lo observaba sin pestañear.
-- Debes entender que lo que pasó con Sofia fue un error – le dijo él, su voz apenas era un murmullo. Tenia miedo de que Sofia aparezca en cualquier momento y le arruine la actuación.
-- Un error… ¿Te refieres a la foto que Sofía mandó para arruinarme la vida en plena reunión? ¿O al hecho de que tú, su “error”, no hiciste nada para detenerla? – Francisco parpadeó, desconcertado.
-- No lo sabía, ¿Cómo podría saber lo que ella iba a hacer? – el hombre no sabía que decir para disculpar el acto de su amante. -- Ella estaba dolida… --
-- ¿Dolida? ¿Y tú qué? Ahora te has convertido en su calmante… no seas patético por favor – lo interrumpió ella, sin perder la calma. -- No te preocupes Francisco, ya te superé, ya superé el hecho de que mi novio me haya sido infiel con mi mejor amiga y ¿Sabes cómo? Estando aquí, dedicándome a mi trabajo. Siendo fuerte y estando – ahora quien interrumpió fue Sebastian, se dio cuenta que era mejor que él anunciara la bomba.
-- Estando conmigo señor Colt. Porque Melisa se merece lo mejor y yo… Sebastian Novak lo soy – él los miró desconcertado, luego sin decir más giró sobre sus talones y se marchó.
Sebastián no dijo nada al principio. Solo la miró con admiración.
-- ¿Dónde aprendiste a lanzar ese tipo de dardos? – bromeo,
-- En la escuela de las traiciones – le respondió bebiendo su copa de un trago. Su jefe la observaba pensando que cada día estaba más interesado en ella, ahora que estaban solos en el exterior, en esa isla tropical y afrodisiaca usaría de todas sus tácticas para conseguir tenerla para él.
Melisa sonrío al oírse, realmente estaba llena de valor, Sebastian la había ayudado con eso, y comenzó a reír, pero la carcajada se ahogó al percatarse de otra presencia en el salón… Sofia.
Sofia entraba en busca de su pareja, pero la presencia de Melisa llenaba en lugar, sintiéndose victoriosa caminó hacia ella, altiva, vestida como si fuera a recibir un premio especial, se acercó con esa sonrisa de superioridad que Melisa conocía muy bien y que ahora solo le provocaba nauseas.
-- Vaya, vaya. Mel, nunca espere encontrarte acá – canturreó, como si fueran las mejores amigas. Luego su mirada se dirigió hasta su mano, y al verla enlazada con la Sebastian frunció en ceño, miró detenidamente al heredero de los Novak y sus puños se cerraron a un costado de su cuerpo, no le gustaba que Melisa estuviera ahí como si fuera una diosa, y menos que estuviera acompañada del mejor de los presentes.
-- Te ves… diferente – soltó al final. Nunca le diría que en realidad estaba fenomenal, fantástica, increíblemente hermosa y especial…
Melisa por fin se sintió aliviada... destrozo a Francisco. ¿hará lo mismo con Sofia?
La fiesta de graduación estaba llena de luces cálidas y música emocionante, Melisa estaba de pie en la entrada como el hada de un cuento, atrayendo la mirada de todos.Llevaba un vestido de noche blanco tan ajustado que delineaba cada curva de su cuerpo, su cabello de color nogal le llegaba hasta la cintura, cubriendo el enorme escote de su espalda. Su piel blanca como la porcelana, y sus ojos, esos hermosos y rasgados ojos que tenían el magnetismo salvaje de una gata de un color que no podía definirse entre verde uva o celeste. Era el tipo de mujer que recordarías, incluso si solo la conocieras una vez en la vida.Se movía entre sus compañeros con una gracia que atraía miradas de asombro, se podía oír el murmullo de voces conocidas susurrando:-- Por dios mujer ¡Estás guapísima! –-- Esta tan hermosa que no la reconocí –-- Que ha hecho estos meses, la pandemia parece haberle favorecido –Melisa mostraba una leve sonrisa, su corazón estaba llenó de expectativas por su prometido Franc
Cuando Melisa despertó la luz le caía sobre una parte de la cara, todavía no llegaba a amanecer del todo, pero por una rendija de la cortina la luz se filtraba llegando justo a donde estaba ella.Melisa abrió un ojo y luego el otro, el techo que veía frente a ella era de un blanco insultante, su departamento no tenía los techos asi. El dolor de cabeza que sintió era proporcional al desastre que había sido su noche en la reunión.Se sentó lentamente, las sabanas cayeron mostrando su desnudes. A su lado un hombre dormía de espaldas,-- ¡Oh no! – quiso gritar, pero no pudo, las palabras no salían de su boca. Ella miró la habitación y se dio cuenta que no era su departamento y ese hombre obviamente no era Francisco.El tipo de espaldas era mucho más alto, mucho más atlético y por lo que podía recordar, estaba muy bien dotado.Su cabello oscuro completamente desordenado y su respiración tranquila le indicaban que seguía dormido.-- Me tengo que ir… ¿Qué carajo me pasó? – susurró nuevamente
El fin de semana fue un infierno para Melisa, pasó ambos días en la cama recordando lo que le hicieron Francisco y Sofia y recordando también la agradable manera como tomó venganza, pero no podía evitar pensar en cómo llegaría el lunes al trabajo.Por otro lado, Sebastian Novak no dejaba de pensar en la joven que estuvo con él, esa mañana al despertar y ver la nota con los billetes se sintió iracundo, lleno de furia por haber sido confundido con un gigolo, pero luego cuando encontró su billetera y supo que esos billetes eran suyos no pudo evitar sonreír por la audacia de la jovencita.El importante CEO quería a toda costa saber quien fue la mujer con la que pasó la noche, pero no había forma de hacerlo, el hotel tan lujoso donde estaba tenía una política clara de seguridad, no había cámaras en los pasillo y mucho menos en el bar. El hombre se jalaba los cabellos mientras esperaba que su asistente pase por él, era la ventaja de ser quien era, pues su asistente personal no tenía horario
Sebastian volvió a levantar la mirada con el ceño fruncido, había visto a la joven que postulaba para su secretaria por las cámaras, pero algo no estaba bien, ella parecía diferente ese día, se veía extraña.Luego movió la cabeza tratando de no pensar y volvió a bajar la mirada hacia los documentos que ella llevó, en el momento que su teléfono personal timbró.Melisa salió de la oficina como un misil humano, lo más rápido que pudo. Regresó a su cubículo y se dejó caer en la silla, tapándose el rostro con las manos.-- Ok… estoy segura de ese hombre sospecha de mí. Seguro me va a despedir. O peor… quizás como esas novelas en línea, me va a pedir una relación formal para evitar habladurías, tendré que casarme con él y tener cinco hijos con alguien que ni se acordaba de mi cara – se quejó en voz baja.-- ¿Está todo bien? – le preguntó una de las chicas que estaba cerca de ella.-- Perfectamente. Solo estaba considerando convertirme en monja – bromeo.El resto del día se la pasó evitando
Y tal como lo esperaba, ahí estaba Sofia su ahora ex mejor amiga.Con su vestido ajustado, su sonrisa venenosa y ese perfume caro que siempre usaba como si pudiera esconder la podredumbre que tenía en su interior.-- ¿Dramática? – repitió Melisa furiosa.-- ¿Tú me estás llamando dramática? –-- Vamos mujer fue solo sexo, no matamos a nadie que yo sepa ¿o sí? – dijo Sofia con indiferencia, aunque abrió los ojos asombrada al ver en cambio en su rostro, Melisa siempre perfecta, bella y adorable esta vez estaba con unos lentes que recordaba Sofia haberlos utilizado para un fiesta de disfraces en el departamento de Melisa, pensando que quizás la había tumbado más de lo que imaginaba, sintiéndose triunfadora, al menos esta vez.Por el contrario, Melisa sin darse cuenta de su nuevo look quería gritar que era a ella a quien habían matado en su interior, pero no lo hizo, debía mantener la compostura si aún esperaba que la contraten de manera permanente.-- ¿De verdad vas a hacer una telenovela
Melisa se arregló la blusa por segunda vez mientras caminaba por el largo pasillo. Se sentía ansiosa, estaba segura de que si miraba su rostro en un espejo en ese momento su reflejo le devolvería una mirada de nerviosismo puro. Respiró hondo preguntándose, ¿Cómo era posible que alguien que había enfrentado a su ex prometido y a su ex mejor amiga minutos antes, ahora se sintiera así de vulnerable por una reunión laboral? Pero la respuesta estaba clara.No era solo una reunión laboral, y no era con su jefe con quien se juntaría en segundos, era “la Reunión” con el hombre con quien pasó una noche de “sexo alocado y salvaje” en la oscuridad de una habitación de hotel…Sebastian había subido minutos antes, estaba agitado por caminar rápidamente, pero aspiró una buena cantidad de aire antes de que ella ingresara, como un novato inexperto el presidente de las empresas Novak no sabía qué hacer.-- Melisa puedes pasar el señor Novak te ha estado esperando – le dice Daniel el asistente personal
Melisa se vio obligada a sonreír con profesionalismo, no le estaba resultando su plan sobre desviar la comunicación.-- Asi es señor Novak, solo fue una noche larga de celebración –-- ¿Y no hay… nada más que quiera contarme? Digo sobre esa noche. ¿te pasó algo interesante? –Melisa abrió los ojos sorprendida, luego bajo la vista. Sabía que estaba caminando sobre cristales ¿Qué tan claro lo tenía todo? ¿La había reconocido o no? Y ahora ¿Solo la estaba tanteando? No podía estar segura de nada, así que decidió arriesgarse.-- No comprendo a que se refiere señor. No entiendo a donde quiere llegar, podría ser más claro –Tenerlo tan cerca la estaba poniendo nerviosa. Sebastian lo notó y se puso de pie. Caminó nuevamente hacia la ventana y dijo algo que la dejó sin aliento.-- ¿Crees en las casualidades, Melisa? – ella trago secó, claro de creía en ellas, si no, nunca le hubiera pasado lo que le pasó.-- Depende de que casualidades señor – se hizo la loca.-- De esas que hacen que termines
Melisa sintió que el suelo desaparecía debajo de ella, el golpe fue directo. Ella sintió como la vergüenza subía desde la boca del estomago hasta la punta de sus orejas, las que comenzaban a ponerse coloradas. Él había dicho aquello de una manera tan directa, tan real, sin anestesia.-- ¿Entonces… lo supiste todo este tiempo? – él asintió y luego negó.-- Algo asi –-- Yo... lo que ocurrió fue un error – murmuró, sus manos pasaron de su rostro hacia su pijama, torciendo los dedos en ella. – Yo estaba... estaba confundida… en realidad no sabía lo que hacía, lo siento… –Sebastián Novak tenía fama de ser un hombre que lo controlaba todo: sus negocios, su empresa, su imagen… incluso sus emociones. Pero en ese instante, con Melisa debajo de él, con su cuerpo latiendo tan cerca, su pijama desordenado, el cabello revuelto sobre su almohada, y sus labios entreabiertos por la tensión, todo su control se tambaleó. Melisa lo provocaba solo con su mirada, con sus labios… sus ojos… toda ella.No