7. Crees en las casualidades Melisa?

Melisa se vio obligada a sonreír con profesionalismo, no le estaba resultando su plan sobre desviar la comunicación.

-- Asi es señor Novak, solo fue una noche larga de celebración –

-- ¿Y no hay… nada más que quiera contarme? Digo sobre esa noche. ¿te pasó algo interesante? –

Melisa abrió los ojos sorprendida, luego bajo la vista. Sabía que estaba caminando sobre cristales ¿Qué tan claro lo tenía todo? ¿La había reconocido o no? Y ahora ¿Solo la estaba tanteando? No podía estar segura de nada, así que decidió arriesgarse.

-- No comprendo a que se refiere señor. No entiendo a donde quiere llegar, podría ser más claro –

Tenerlo tan cerca la estaba poniendo nerviosa. Sebastian lo notó y se puso de pie. Caminó nuevamente hacia la ventana y dijo algo que la dejó sin aliento.

-- ¿Crees en las casualidades, Melisa? – ella trago secó, claro de creía en ellas, si no, nunca le hubiera pasado lo que le pasó.

-- Depende de que casualidades señor – se hizo la loca.

-- De esas que hacen que termines en la cama con alguien que no conoces muy bien, pero… que luego te das cuenta de que quizás esté más cerca de lo que piensas –

Melisa no quería responder, no podía.

 Su jefe estaba haciendo una confirmación sobre ella, o si era una trampa para conseguir esa confirmación…

“Vamos Meli piensa” de pronto algo cruzo por su mente.

-- No sé si alguna vez me pasó algo así señor Novak – le dijo con cuidado.

-- Pero si eso pasó… tal vez no lo recordaría. A veces las noches borrosas nos juegan trucos extraños. Aunque hace tiempo que tengo prometido, así que… sería muy difícil recordarlo ahora –

Sebastián asiente lentamente, pero sus ojos dicen otra cosa. Él sabe. Pero no lo dirá. Aún no.

-- Esta bien Melisa, puedes retirarte – Melisa salió de la oficina, claramente agitada entre el encontronazo con Francisco y Sofía. Y ahora el interrogatorio de su jefe, al final nunca supo para que la citó.

Esa noche, Melisa llegó a casa completamente agotada. Recorrió una y otra vez la conversación con Sebastián. Había algo… en su tono, en su mirada, en su forma de comportarse con ella, que le decía que él podría sospechar algo.

Al día siguiente Sebastián la llamó a su oficina.

-- Mañana viajamos al extranjero. Es un viaje de negocios y necesito que me acompañes. Es parte de tu evaluación como secretaria. Serán solo tres días. Daniel te enviara el itinerario –

Melisa se quedó muda. No podía negarse sin levantar sospechas, pero tampoco quería estar tan cerca de él. No ahora.

-- Claro – respondió a regañadientes.

-- ¿A qué hora salimos señor? – preguntó olvidándose que le habían dicho que el asistente le enviaría los datos. Iba a retractarse cuando su jefe le responde.

-- Avión privado ocho en punto – termina y corta la comunicación.

Melisa luego de algunos minutos recibe un correo del departamento de dirección sobre la confirmación del viaje. El asistente de Sebastian ha tenido un asunto urgente que atender y le ordena que acompañe al presidente a una conferencia internacional en el exterior. Sabe que será una experiencia laboral clave, una oportunidad única para demostrar su trabajo y quedarse con el puesto, pero seguía siendo Sebastian.

El viaje transcurrió en silencio. Sebastián fue amable, correcto, pero distante. Melisa lo observaba de reojo, tratando de descifrarlo. Él no la miraba directamente, como si deliberadamente evitara que sus miradas se cruzaran.

Pero el verdadero problema comenzó al llegar al hotel, una terrible confusión los recibió al llegar.

-- Buenas tardes. Bienvenido señor Novak, lamentamos la confusión, pero hubo un problema con la reserva –

-- ¿Qué tipo de problema? – preguntó Sebastián, sin perder la compostura. Cuando viaja con Daniel por lo general se quedan en la misma suite, sin embargo, al cambiar la reserva para una habitación más el sistema no la tomó, quedando solo la reserva original.

-- Solo quedó registrada una suite doble. Y lamentablemente, estamos a capacidad máxima por el evento internacional – la pobre mujer estaba demasiado avergonzada, nunca había pasado algo asi, y menos con un cliente como Sebastian Novak.

Melisa abrió la boca, pero no dijo nada. El corazón le latía con fuerza.

-- Lo siento mucho. Intentamos contactar con su asistente, pero no recibimos respuesta – Sebastián se giró hacia ella. No parecía molesto. De hecho, sonreía levemente.

-- Parece que tendremos que compartir la habitación señorita Hart –

-- Señor no creo que deba… quizás si nos mudamos de hotel – Sebastian observa la lluvia a través de la puerta principal, no había forma que lo haga con ese tiempo, y menos cuando su reunión sería en aquel hotel. Pero miró a la recepcionista.

-- Todos los hoteles de la isla están llenos. Lo lamento – Melisa asintió tragando saliva. Al menos había traído un par de pijamas para la noche, asi que estaba segura de que utilizarían la espanta novios, que se ponía cuando tenía las noches estaban frías-

-- Tiene algún problema señorita Hart, le prometo que yo no muerdo… a menos que me provoquen claro está – bromeó y Melisa solo asintió.

-- Todo bien señor… no hay problema – tragó saliva.

¿Qué no hay problema? Ja… pero ¿Cómo decirle que ya compartieron una habitación antes sin revelar su identidad? Obviamente ¡Nunca!... ella decidió seguirle el juego. Al fin y al cabo, él no sabe… o eso quiere creer ella, quien es la mujer que se pasó la noche con él.

La habitación era grande, elegante, con una cama king en el centro y un sofá al costado. Sebastián abrió la otra puerta esperando la segunda habitación, pero por alguna razón misteriosa, también hubo un error con eso. Y la suite solo tenía 1 habitación. Al no viajar Daniel modificó la reserva por dos suite simples, y como había pasado el sistema solo aceptó en cambio de una.

Melisa lo miraba con asombro, ahora no sabía que pensar… ¿será que este hombre si sabe que soy yo y quiere revivir la noche? Se preguntaba asombrada, pero al verlo tomar el teléfono y pedir que le trajeran un futón, se sintió aliviada.

“Él o tiene idea que fui yo, eso debe ser”

-- Lo siento mucho señor Novak, pero también debo decirle que ocurrió otra error – Sebastian se sentía en una cámara indiscreta, estaba esperando que alguno de sus amigos o clientes aparezca frente a él gritado sorpresa, pero eso no ocurrió.

-- ¡No… no hay un futón? – pregunta Melisa, y su jefe niega con un movimiento de cabeza.

-- ¡Oh no! –

-- No te preocupes, puedo dormir en el sofá – dijo él. Pero Melisa observaba la enrome espalda de su jefe, el largo de sus piernas y el tamaño que tenía el sofá.

-- No hace falta señor – comenzó y Sebastian levantó una ceja divertido. Pensando que por fin la jovencita le diría la verdad, pero Melisa lo sorprendió otra vez.

-- Podemos turnarnos, solo serán tres días –

Melisa se encerró en el baño y suspiró. Miró su reflejo en el espejo. Se quitó los enormes lentes y se dejó caer en el borde de la bañera.

-- ¿Qué diablos estaba haciendo allí? –

Cuando salió, Sebastián ya se había quitado la camisa y estaba revisando unos papeles desde la cama. Llevaba una camiseta blanca ajustada y pantalones oscuros. Melisa evitó mirarlo.

-- Ven acá –

-- No se preocupe, puedo dormir en el sofá –

-- No es necesario Melisa. Yo sé cómo comportarme – nuevamente volvió a tutearla. Eso solo consiguió que Melisa se pusiera más nerviosa.

-- Lo sé – salió de sus labios antes de que pudiera detenerlo.

La tensión entre ellos era tan espesa que podía cortarse con un cuchillo. Melisa se metió en la cama sin quitarse del todo la ropa. Él apagó la luz y se acomodó del otro lado, sin tocarla, y sin decir nada más.

Luego de unos minutos se escucho un suspiro, era Sebastian.

-- ¿Sigues pensando que fue solo una noche más? – Melisa se congeló. Su corazón latía con fuerza.

-- No sé de qué habla señor –

-- Claro que sabes –

-- ¡No! No lo sé – de pronto Sebastian giro y se coloco sobre ella, Melisa aguanto la respiración, podía oír sus latidos muy fuerte en su cabeza.

-- Señor por favor, usted me está confundiendo – dijo intentando liberarse. Él se acercó un poco, apoyándose en un codo.

-- ¿De verdad crees que no reconocería a la mujer que me dejó una nota con dinero sobre la mesa, como si yo fuera un gigoló? –

Tiur Writer

No había forma que Sebastian aguante un día más...

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