Melisa se vio obligada a sonreír con profesionalismo, no le estaba resultando su plan sobre desviar la comunicación.
-- Asi es señor Novak, solo fue una noche larga de celebración –
-- ¿Y no hay… nada más que quiera contarme? Digo sobre esa noche. ¿te pasó algo interesante? –
Melisa abrió los ojos sorprendida, luego bajo la vista. Sabía que estaba caminando sobre cristales ¿Qué tan claro lo tenía todo? ¿La había reconocido o no? Y ahora ¿Solo la estaba tanteando? No podía estar segura de nada, así que decidió arriesgarse.
-- No comprendo a que se refiere señor. No entiendo a donde quiere llegar, podría ser más claro –
Tenerlo tan cerca la estaba poniendo nerviosa. Sebastian lo notó y se puso de pie. Caminó nuevamente hacia la ventana y dijo algo que la dejó sin aliento.
-- ¿Crees en las casualidades, Melisa? – ella trago secó, claro de creía en ellas, si no, nunca le hubiera pasado lo que le pasó.
-- Depende de que casualidades señor – se hizo la loca.
-- De esas que hacen que termines en la cama con alguien que no conoces muy bien, pero… que luego te das cuenta de que quizás esté más cerca de lo que piensas –
Melisa no quería responder, no podía.
Su jefe estaba haciendo una confirmación sobre ella, o si era una trampa para conseguir esa confirmación…
“Vamos Meli piensa” de pronto algo cruzo por su mente.
-- No sé si alguna vez me pasó algo así señor Novak – le dijo con cuidado.
-- Pero si eso pasó… tal vez no lo recordaría. A veces las noches borrosas nos juegan trucos extraños. Aunque hace tiempo que tengo prometido, así que… sería muy difícil recordarlo ahora –
Sebastián asiente lentamente, pero sus ojos dicen otra cosa. Él sabe. Pero no lo dirá. Aún no.
-- Esta bien Melisa, puedes retirarte – Melisa salió de la oficina, claramente agitada entre el encontronazo con Francisco y Sofía. Y ahora el interrogatorio de su jefe, al final nunca supo para que la citó.
Esa noche, Melisa llegó a casa completamente agotada. Recorrió una y otra vez la conversación con Sebastián. Había algo… en su tono, en su mirada, en su forma de comportarse con ella, que le decía que él podría sospechar algo.
Al día siguiente Sebastián la llamó a su oficina.
-- Mañana viajamos al extranjero. Es un viaje de negocios y necesito que me acompañes. Es parte de tu evaluación como secretaria. Serán solo tres días. Daniel te enviara el itinerario –
Melisa se quedó muda. No podía negarse sin levantar sospechas, pero tampoco quería estar tan cerca de él. No ahora.
-- Claro – respondió a regañadientes.
-- ¿A qué hora salimos señor? – preguntó olvidándose que le habían dicho que el asistente le enviaría los datos. Iba a retractarse cuando su jefe le responde.
-- Avión privado ocho en punto – termina y corta la comunicación.
Melisa luego de algunos minutos recibe un correo del departamento de dirección sobre la confirmación del viaje. El asistente de Sebastian ha tenido un asunto urgente que atender y le ordena que acompañe al presidente a una conferencia internacional en el exterior. Sabe que será una experiencia laboral clave, una oportunidad única para demostrar su trabajo y quedarse con el puesto, pero seguía siendo Sebastian.
El viaje transcurrió en silencio. Sebastián fue amable, correcto, pero distante. Melisa lo observaba de reojo, tratando de descifrarlo. Él no la miraba directamente, como si deliberadamente evitara que sus miradas se cruzaran.
Pero el verdadero problema comenzó al llegar al hotel, una terrible confusión los recibió al llegar.
-- Buenas tardes. Bienvenido señor Novak, lamentamos la confusión, pero hubo un problema con la reserva –
-- ¿Qué tipo de problema? – preguntó Sebastián, sin perder la compostura. Cuando viaja con Daniel por lo general se quedan en la misma suite, sin embargo, al cambiar la reserva para una habitación más el sistema no la tomó, quedando solo la reserva original.
-- Solo quedó registrada una suite doble. Y lamentablemente, estamos a capacidad máxima por el evento internacional – la pobre mujer estaba demasiado avergonzada, nunca había pasado algo asi, y menos con un cliente como Sebastian Novak.
Melisa abrió la boca, pero no dijo nada. El corazón le latía con fuerza.
-- Lo siento mucho. Intentamos contactar con su asistente, pero no recibimos respuesta – Sebastián se giró hacia ella. No parecía molesto. De hecho, sonreía levemente.
-- Parece que tendremos que compartir la habitación señorita Hart –
-- Señor no creo que deba… quizás si nos mudamos de hotel – Sebastian observa la lluvia a través de la puerta principal, no había forma que lo haga con ese tiempo, y menos cuando su reunión sería en aquel hotel. Pero miró a la recepcionista.
-- Todos los hoteles de la isla están llenos. Lo lamento – Melisa asintió tragando saliva. Al menos había traído un par de pijamas para la noche, asi que estaba segura de que utilizarían la espanta novios, que se ponía cuando tenía las noches estaban frías-
-- Tiene algún problema señorita Hart, le prometo que yo no muerdo… a menos que me provoquen claro está – bromeó y Melisa solo asintió.
-- Todo bien señor… no hay problema – tragó saliva.
¿Qué no hay problema? Ja… pero ¿Cómo decirle que ya compartieron una habitación antes sin revelar su identidad? Obviamente ¡Nunca!... ella decidió seguirle el juego. Al fin y al cabo, él no sabe… o eso quiere creer ella, quien es la mujer que se pasó la noche con él.
La habitación era grande, elegante, con una cama king en el centro y un sofá al costado. Sebastián abrió la otra puerta esperando la segunda habitación, pero por alguna razón misteriosa, también hubo un error con eso. Y la suite solo tenía 1 habitación. Al no viajar Daniel modificó la reserva por dos suite simples, y como había pasado el sistema solo aceptó en cambio de una.
Melisa lo miraba con asombro, ahora no sabía que pensar… ¿será que este hombre si sabe que soy yo y quiere revivir la noche? Se preguntaba asombrada, pero al verlo tomar el teléfono y pedir que le trajeran un futón, se sintió aliviada.
“Él o tiene idea que fui yo, eso debe ser”
-- Lo siento mucho señor Novak, pero también debo decirle que ocurrió otra error – Sebastian se sentía en una cámara indiscreta, estaba esperando que alguno de sus amigos o clientes aparezca frente a él gritado sorpresa, pero eso no ocurrió.
-- ¡No… no hay un futón? – pregunta Melisa, y su jefe niega con un movimiento de cabeza.
-- ¡Oh no! –
-- No te preocupes, puedo dormir en el sofá – dijo él. Pero Melisa observaba la enrome espalda de su jefe, el largo de sus piernas y el tamaño que tenía el sofá.
-- No hace falta señor – comenzó y Sebastian levantó una ceja divertido. Pensando que por fin la jovencita le diría la verdad, pero Melisa lo sorprendió otra vez.
-- Podemos turnarnos, solo serán tres días –
Melisa se encerró en el baño y suspiró. Miró su reflejo en el espejo. Se quitó los enormes lentes y se dejó caer en el borde de la bañera.
-- ¿Qué diablos estaba haciendo allí? –
Cuando salió, Sebastián ya se había quitado la camisa y estaba revisando unos papeles desde la cama. Llevaba una camiseta blanca ajustada y pantalones oscuros. Melisa evitó mirarlo.
-- Ven acá –
-- No se preocupe, puedo dormir en el sofá –
-- No es necesario Melisa. Yo sé cómo comportarme – nuevamente volvió a tutearla. Eso solo consiguió que Melisa se pusiera más nerviosa.
-- Lo sé – salió de sus labios antes de que pudiera detenerlo.
La tensión entre ellos era tan espesa que podía cortarse con un cuchillo. Melisa se metió en la cama sin quitarse del todo la ropa. Él apagó la luz y se acomodó del otro lado, sin tocarla, y sin decir nada más.
Luego de unos minutos se escucho un suspiro, era Sebastian.
-- ¿Sigues pensando que fue solo una noche más? – Melisa se congeló. Su corazón latía con fuerza.
-- No sé de qué habla señor –
-- Claro que sabes –
-- ¡No! No lo sé – de pronto Sebastian giro y se coloco sobre ella, Melisa aguanto la respiración, podía oír sus latidos muy fuerte en su cabeza.
-- Señor por favor, usted me está confundiendo – dijo intentando liberarse. Él se acercó un poco, apoyándose en un codo.
-- ¿De verdad crees que no reconocería a la mujer que me dejó una nota con dinero sobre la mesa, como si yo fuera un gigoló? –
No había forma que Sebastian aguante un día más...
Melisa sintió que el suelo desaparecía debajo de ella, el golpe fue directo. Ella sintió como la vergüenza subía desde la boca del estomago hasta la punta de sus orejas, las que comenzaban a ponerse coloradas. Él había dicho aquello de una manera tan directa, tan real, sin anestesia.-- ¿Entonces… lo supiste todo este tiempo? – él asintió y luego negó.-- Algo asi –-- Yo... lo que ocurrió fue un error – murmuró, sus manos pasaron de su rostro hacia su pijama, torciendo los dedos en ella. – Yo estaba... estaba confundida… en realidad no sabía lo que hacía, lo siento… –Sebastián Novak tenía fama de ser un hombre que lo controlaba todo: sus negocios, su empresa, su imagen… incluso sus emociones. Pero en ese instante, con Melisa debajo de él, con su cuerpo latiendo tan cerca, su pijama desordenado, el cabello revuelto sobre su almohada, y sus labios entreabiertos por la tensión, todo su control se tambaleó. Melisa lo provocaba solo con su mirada, con sus labios… sus ojos… toda ella.No
Al día siguiente,MelisaDesperté muy temprano con la luz entrando tímida por las rendijas de las cortinas, observe mi teléfono y todavía faltaban muchos minutos para que mi despertador haga su trabajo, pero asi fue mejor. Tardé unos segundos en recordar dónde estaba, por qué estaba aquí… y lo más importante con quién.Gire lentamente y ahí estaba él. El presidente de la empresa Novak dormía acompasadamente sobre el sofá que estaba junto a la ventana, verlo ahí tan incomodo hizo que una sonrisa pequeña, privada, casi culpable se deslizara por mis labios. A pesar de todo lo que había pasado la noche anterior, del roce incómodo de la verdad, del fuego que se había encendido entre nosotros cuando su cuerpo estuvo sobre el mío... él había elegido no cruzar la línea. Y eso, viniendo de un hombre que podría tener a quien quisiera, era… inesperadamente tierno y yo no podía decir si estaba agradecida o desilusionada.Me senté en la cama y pude ver mi aspecto, el pijama no era nada provocativo,
Mariel con una ceja levantada observaba el comportamiento de Sebastian, algo dentro de ella se activó. Hace una década que está detrás de ese hombre, en su vida se había propuesto ser la esposa del Presidente Novak, pero las cosas nunca salían como quería. Cada vez que se enteraba de que él asistiría a una evento lejos de la ciudad ella se las arreglaba para asistir también, sin embargo, su fiel asistente Daniel siempre se había encargado de alejarla, esta vez ella notó que Daniel no estaba allí, viendo la posibilidad de que su esperado plan por fin de frutos.-- Sebas, sabes que estoy con el equipo de inversiones de la Corporación Zafiro – le dijo, y tomó su brazo apoyándose con familiaridad sobre él. -- Me encantaría ponernos al día. ¿Tienes un momento para mí? – su voz melosa comenzaba a molestar al jefe, la forma como lo llamó también, los únicos que podían llamarlo así eran sus abuelos, y no lo hacían nunca porque sabían que a él le molestaba demasiado.De pronto Sebastian giró h
Melisa parpadeo sin responder, luego lentamente, acercó su mano a la de él, entrelazando los dedos sin más palabras.-- ¿Sabías que él estaría aquí? – le preguntó el presidente sin mirar en su dirección.Ella negó.-- Y no está solo –-- Me lo imaginé –-- No quiero huir, pero tampoco quiero fingir que no me afecta. Así que... quiero lucir feliz, fuerte. Que se ahoguen con su culpa. Si es que tienen alguna –Sebastián apretó un poco más su mano, sin dejar de mirarla.-- Entonces anzuelo, vamos a darles un espectáculo – le dijo y la acercó a él. La jornada del día terminó con una fiesta cocktail en la noche, ninguno de los dos quería asistir, pero debían hacerlo si querían dejar clara su posición.Como en el itinerario que le envío Daniel aparecían todos los eventos, Melisa llevó vestimenta para cada ocasión, sin embargo, al querer pasar desapercibida de su jefe, colocó en su maleta trajes pasados de moda, nada que pudiera mostrar su verdadera belleza y cuando Sebastian observó sus ves
La fiesta de graduación estaba llena de luces cálidas y música emocionante, Melisa estaba de pie en la entrada como el hada de un cuento, atrayendo la mirada de todos.Llevaba un vestido de noche blanco tan ajustado que delineaba cada curva de su cuerpo, su cabello de color nogal le llegaba hasta la cintura, cubriendo el enorme escote de su espalda. Su piel blanca como la porcelana, y sus ojos, esos hermosos y rasgados ojos que tenían el magnetismo salvaje de una gata de un color que no podía definirse entre verde uva o celeste. Era el tipo de mujer que recordarías, incluso si solo la conocieras una vez en la vida.Se movía entre sus compañeros con una gracia que atraía miradas de asombro, se podía oír el murmullo de voces conocidas susurrando:-- Por dios mujer ¡Estás guapísima! –-- Esta tan hermosa que no la reconocí –-- Que ha hecho estos meses, la pandemia parece haberle favorecido –Melisa mostraba una leve sonrisa, su corazón estaba llenó de expectativas por su prometido Franc
Cuando Melisa despertó la luz le caía sobre una parte de la cara, todavía no llegaba a amanecer del todo, pero por una rendija de la cortina la luz se filtraba llegando justo a donde estaba ella.Melisa abrió un ojo y luego el otro, el techo que veía frente a ella era de un blanco insultante, su departamento no tenía los techos asi. El dolor de cabeza que sintió era proporcional al desastre que había sido su noche en la reunión.Se sentó lentamente, las sabanas cayeron mostrando su desnudes. A su lado un hombre dormía de espaldas,-- ¡Oh no! – quiso gritar, pero no pudo, las palabras no salían de su boca. Ella miró la habitación y se dio cuenta que no era su departamento y ese hombre obviamente no era Francisco.El tipo de espaldas era mucho más alto, mucho más atlético y por lo que podía recordar, estaba muy bien dotado.Su cabello oscuro completamente desordenado y su respiración tranquila le indicaban que seguía dormido.-- Me tengo que ir… ¿Qué carajo me pasó? – susurró nuevamente
El fin de semana fue un infierno para Melisa, pasó ambos días en la cama recordando lo que le hicieron Francisco y Sofia y recordando también la agradable manera como tomó venganza, pero no podía evitar pensar en cómo llegaría el lunes al trabajo.Por otro lado, Sebastian Novak no dejaba de pensar en la joven que estuvo con él, esa mañana al despertar y ver la nota con los billetes se sintió iracundo, lleno de furia por haber sido confundido con un gigolo, pero luego cuando encontró su billetera y supo que esos billetes eran suyos no pudo evitar sonreír por la audacia de la jovencita.El importante CEO quería a toda costa saber quien fue la mujer con la que pasó la noche, pero no había forma de hacerlo, el hotel tan lujoso donde estaba tenía una política clara de seguridad, no había cámaras en los pasillo y mucho menos en el bar. El hombre se jalaba los cabellos mientras esperaba que su asistente pase por él, era la ventaja de ser quien era, pues su asistente personal no tenía horario
Sebastian volvió a levantar la mirada con el ceño fruncido, había visto a la joven que postulaba para su secretaria por las cámaras, pero algo no estaba bien, ella parecía diferente ese día, se veía extraña.Luego movió la cabeza tratando de no pensar y volvió a bajar la mirada hacia los documentos que ella llevó, en el momento que su teléfono personal timbró.Melisa salió de la oficina como un misil humano, lo más rápido que pudo. Regresó a su cubículo y se dejó caer en la silla, tapándose el rostro con las manos.-- Ok… estoy segura de ese hombre sospecha de mí. Seguro me va a despedir. O peor… quizás como esas novelas en línea, me va a pedir una relación formal para evitar habladurías, tendré que casarme con él y tener cinco hijos con alguien que ni se acordaba de mi cara – se quejó en voz baja.-- ¿Está todo bien? – le preguntó una de las chicas que estaba cerca de ella.-- Perfectamente. Solo estaba considerando convertirme en monja – bromeo.El resto del día se la pasó evitando