Cap. 4: Orgullo

Al oír el sonido de la alarma de su teléfono, Elizabeth la apaga y se gira en su nueva cama para seguir durmiendo. Sin embargo, al cabo de cinco minutos su celular comienza a sonar anunciando una llamada, al mirar con los ojos entreabiertos el emoji de demonio con el que ha agendado ese numero suelta un gruñido de molestia.

—Se supone que deberías estar en la cocina haciendo el desayuno, por ahora solo te pediré un par de tostadas y un café, pues no creo que sepas hacer ninguna otra cosa —ordena Víctor cortando la llamada en cuanto termina con su pedido.

Soltando un chillido de enojo, la muchacha se sienta en la cama arrojando su teléfono contra la almohada. Mordiéndose el labio con impotencia mira a su alrededor la simple habitación en la que se encuentra, una que le resulta tan pequeña como una caja de zapatos, aunque la verdad es que no puede decir que podría haber hallado algo mejor. Sobre todo porque todos sus antiguos amigos parecen haberse esfumado desde la muerte de su padre, o mejor dicho desde que se enteraron que lo único que había heredado eran deudas.

—¿Qué has hecho qué? —exclama una sorprendida voz femenina a través de la línea telefónica.

—Creo que es hora de que sepa lo que es la vida real, le voy hacer vivir en carne propia todo aquello por lo que te hizo pasar a ti —declara Víctor a su madre, decidido a cobrarse todos esos años de humillaciones y desprecio.

—No necesitas rebajarte a su nivel, hijo. Tú estás por encima de todo eso, y no es la forma en que te eduqué —protesta Ana intentando hacer entrar en razón a su hijo.

—Tienes razón, no lo necesito, pero quiero hacerlo. Va a aprender que la vida real es muy diferente a esa burbuja en la que vivió toda su vida —asegura el empresario con una gran sed de venganza, de hacer justicia a todo el daño que les hizo.

—Eres terco como una mula, solo… no te sobrepases, puede que aprender un poco de lo que es el trabajo duro le resulte incluso provechoso. Pero tenle piedad aunque sea por respeto al señor Rivera, recuerda que él te ayudó mucho —pide la madre sin poder esconder su preocupación ante la ocurrencia de su hijo.

—Buen día —saluda secamente Elizabeth al entrar en la cocina y ver a su jefe sentado en un taburete con el diario sobre la mesada.

—¿Acaso estás saludando a la cocina, a los platos, o a qué? —cuestiona Víctor con un tono de voz cargado de reclamo.

—Buen día, señor Torres —se corrige la muchacha esbozando una sonrisa forzada para no recibir otro reclamo, ya que bastante malo le resulta que la hayan hecho levantarse a las 6:30 de la mañana.

—El respeto es lo primordial en toda relación, sobre todo cuando tratas con la persona que te paga —indica Víctor siguiendo con la mirada a la mujer que parece tensionarse ante sus palabras.

—Siento haberlo ofendido, creí que los hombres de negocio eran menos sensibles —replica Elizabeth con un tono acido colocando el pan en la tostadora mientras sirve una taza de café de la cafetera.

—Hay cosas que uno puede dejar pasar, pero la falta de respeto no es una de ella. De lo contrario esa persona se hará la errónea idea de que está por encima de los demás, algo que no es correcto, sobre todo ante los inesperados giros que la vida puede llegar a dar —plantea el empresario esbozando una media sonrisa cargada de malicia al ver que la aludida comprende que se refiere a ella.

—Lo estás disfrutando, ¿verdad? —cuestiona la mujer colocando con las manos temblorosas la bandeja de desayuno frente a su jefe.

—¿Crees que lo hago, o qué debería hacerlo? —pregunta Víctor clavando su mirada en su empleada que parece tener una mezcla de enojo e impotencia.

—Sé que no me ofreciste este trabajo por caridad, ni mucho menos por lástima. ¡Creo que lo que estás buscando es humillarme y denigrarme, tratarme como yo los trataba a ustedes! —expone Elizabeth parada con la cabeza gacha frente a su jefe para que no vea la impotencia que refleja su expresión.

—Y eso es lo que crees que quiero, ¿Por qué te has quedado? —plantea el empresario con seriedad, tomando un sorbo del café que se le ha servido.

—¿P-por qué? Porque no tengo más opción, no tengo otro lugar al que ir, ni mucho menos de qué vivir. Lo único que puedo hacer es soportar la humillación de vivir de esta manera —solloza la mujer cerrando los puños a los lados de su cuerpo, sintiendo la rabia de haber quedado en esa situación, odiando incluso a su padre que la ha dejado desamparada.

—¡No eres una esclava aquí, puedes salir por esa puerta y enfrentarte al mundo como lo hacen millones de personas a diario, hay muchas personas que podrían ocupar tu lugar! —reclama Víctor apretando los dientes ante el hecho de que ella considere que ese puesto de trabajo es humillante.

—N-no… no puedo, este es mi hogar, no quiero dejarlo, incluso aunque ahora mi lugar sea como el servicio domestico y no como la dueña —reconoce Elizabeth que ante la pérdida de su padre ha quedado completamente sola en el mundo, por lo que no puede hacer más que aferrarse a ese lugar.

Al verla tan frágil, Víctor siente el impulso de contenerla, o incluso de ofrecerle quedarse allí como una invitada. Pero ante el recuerdo de los sufrimientos de su niñez, se obliga a endurecer su corazón, a no olvidar que ella siempre fue el monstruo, la razón de muchas de su lagrimas, y quien le hacia la vida imposible a sus padres. Por lo que no puede permitirse doblegarse ante unas pocas lágrimas, ella debe pagar todo lo que les hizo.

—En ese caso espero que muestres que mereces conservar ese puesto, durante una semana te mantendré a prueba. Tienes ese tiempo para convencerme que esta mansión te necesita, de lo contrario puedes ir planificando tu vida fuera de estas paredes —anuncia el empresario poniéndose de pie para marcharse a las oficinas de su recién adquirida farmacéutica.

—¿Y qué es lo que quieres que suceda? —pregunta la mujer con mirada interrogante, sin estar segura si quiera de la razón que la ha llevado a querer saber eso.

—A mí me da lo mismo, lo único que me interesa es el cuidado de la mansión —responde Víctor deteniéndose en el umbral de la puerta, sintiendo que está muy lejos de ser sincero.

—Si te daba lo mismo podrías haber permitido que me echaran a la calle, puede que quieras disfrutar de que nuestros papeles se hayan invertido, o incluso que... quizás... realmente te preocupe lo que suceda conmigo —señala Elizabeth comenzando a plantearse que pueda existir ciertos sentimientos no tan negativos por parte de él.

—Eso es muy típico de ti, creyendo que el mundo gira a tu alrededor. Una semana  es todo lo que te doy, luego de ese plazo no tendré ningún peso de conciencia si debo acompañarte en persona hasta la salida —recuerda el empresario comenzando a caminar hacia la puerta para poder ocuparse de sus asuntos.

Al abrir la puerta de la entrada, gira el rostro hacia atrás, esperando ver a su empleada antes de marcharse, pero ella se mantiene fuera de su campo de visión. Meneando la cabeza en señal de negación intenta desestimar esa tonta idea de que haya sentimientos de estima hacia esa mujer, lo único que puede permitirse sentir hacia ella es rechazo. Incluso cuando su corazón no parece estar tan seguro sobre lo que comienza a sentir.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo