Teniendo en el horno unas presas de cordero rebozadas con varias especias, siguiendo al pie de la letra una receta de internet, Elizabeth dobla la ropa que su jefe ha dejado encima de un sillón al volver a la mansión. Por unos segundos inhala el aroma marino de su colonia sintiendo un hormigueo recorriéndole el cuerpo, permitiéndose incluso por un momento cerrar los ojos y sumergirse en el recuerdo de cuando sus cuerpos estuvieron tan cerca.A pesar de lo mucho que ha intentado borrar eso de su mente, de obligar a su cuerpo dejar de ser influenciado por lo que sintió en ese momento, le ha resultado imposible. Cada vez que lo tiene cerca, cuando siente el olor de su colonia, todo su cuerpo se revoluciona, es como si simplemente ya no fuese dueña de sus impulsos, y mucho menos de sus sentimientos.—Pero desde que eso pasó él procura evitarme a toda costa, y no puedo determinar si se trata de porque se avergüenza de casi involucrarse con su empleada, o si tiene que ver con la visita de s
Haciendo las compras en el supermercado, Elizabeth se encuentra poniendo un par de manzanas en una bolsa, si mal no recuerda a su jefe solía gustarle una tarta de manzana que su madre le hacia de niño. Y ha pensado que quizás si logra replicarla, eso podría ayudar a mejorar un poco su convivencia, o al menos que deje de verla como si fuese una especie de monstruo acechante.—¿Buscando los ingredientes para otra deliciosa comida? —pregunta Luis con una gran sonrisa deteniéndose con su chango de compras junto a la mujer.—Oh, hola, solo para un intento de postre. No se me hubiese ocurrido que fuese un hombre que hace sus compras —murmura Elizabeth algo sorprendida de encontrárselo allí, sobre todo al ver cierta ansiedad en su mirada.—Bueno, los hombres solteros también tenemos que comer —responde el hombre con un tono bromista cumpliendo con su objetivo de robarle una sonrisa.—Claro, como todo el mundo. Es solo que me sorprendió, supuse que al igual que su socio tendría alguien que se
Víctor camina nerviosamente de un lado a otro de su estudio, ve la hora pasar en el reloj demasiado de prisa, acercándose al horario en el que su socio acordó ir a cenar con Elizabeth. Algo que está muy lejos de querer que suceda, aunque lo cierto es que no tiene muchas opciones para evitarlo, o al menos no sin quedar en evidencia. Pasándose la mano por el rostro intenta pensar en algo, en alguna cosa que impida al menos por ese día evitar que se encuentren, que algo pueda surgir entre ellos.—Es algo egoísta, lo reconozco, pero simplemente no puedo dejar que él la enamore. Aún no estoy dispuesto a renunciar a ella, no al menos hasta que sepa si es verdad que no puede tener nada con ella por ser hermanos —murmura el empresario sintiendo que se está comportando de una manera muy inmadura.Una maliciosa sonrisa se dibuja en sus labios al ocurrírsele una idea, puede que no pueda evitar que Elizabeth vaya, pero puede hacer que Luis no tenga tiempo para cumplir con esa cita. Y está seguro
Elizabeth se sienta en la cama refregándose los ojos con la mano, despertándose al sentir que hay alguien en su habitación, o al menos al tener esa extraña sensación de estar siendo observada, lo cual resulta muy perturbador. A medida que su vista se va acostumbrando a la oscuridad logra reconocer su antigua habitación, ya que finalmente su jefe decidió que era mejor que se mantuviera durmiendo en la mansión y no en la casa de la servidumbre, de esa manera estaría a su disposición al necesitarla.—Despertaste, no estaba seguro de que fueras a hacerlo —murmura la voz masculina de un hombre de traje sentado en la punta cama observándola con una mirada cargada de melancolía.—¿P-papá? ¿C-cómo es posible? —murmura la mujer sintiendo un escalofrío recorriéndole el cuerpo, pensado que aún debe de estar soñando.—¿Que cómo es posible? Solo deseaba poder hablar una vez más contigo, y bueno… aquí estoy —responde el anciano encogiéndose de hombros como si la respuesta no fuese muy importante.—
—¿Cómo descansaste el resto de la noche? —pregunta Víctor sentándose a la barra del desayuno en la cocina tratando de no sonar tan interesado como lo está realmente.—Mejor, en verdad quiero disculparme por lo que pasó, me siento muy avergonzada —murmura Elizabeth sirviéndole café en la taza, evitando mirarlo a los ojos.—No tienes que preocuparte por eso, aunque debo decir que realmente me preocupaste. Estabas aterrada, ¿Qué fue tan… malo? —pregunta el empresario con curiosidad esperando no sonar demasiado invasivo.—Nunca había tenido una pesadilla como esa, aunque puede que en realidad solo se tratase de mi propio subconsciente obligándome a enfrentar la realidad —confiesa la mujer soltando un largo suspiro, pensando que su mente ha de estar muy decidida a cumplir ese objetivo al hacerlo parecer tan real.—Pues es mejor que le hagas caso porque ha demostrado ser alguien con quien no conviene meterse —bromea Víctor tratando de librar un poco de tensión al ambiente, ya que según par
Mirando la hora en el reloj de pie por quinta vez, Elizabeth se pone de pie caminando nerviosamente de un lado a otro del vestíbulo mientras espera a su cita. Mordiéndose el labio inferior se mira el vestido verde esmeralda de corte recto que ha elegido para la ocasión, preguntándose nuevamente si ha sido una buena elección. No quería usar nada muy revelador, pero tampoco algo demasiado simple, ya que el hecho de que sea una mucama no quiere decir que ya no pueda lucirse en una salida.—La puntualidad está muy lejos de ser la virtud de Luis —comenta Víctor tomando asiento en uno de los sillones, poniendo su notebook sobre sus piernas.—La verdad es que aun está a tiempo, yo creo que he pecado de ansiedad y he bajado demasiado pronto —murmura la mujer sin molestarse en mirar a su jefe, ya que no tiene mucho interés en entablar una conversación con él.—Pues eso es algo que un hombre valoraría mucho, a la mayoría le toca esperar lo que parece una eternidad hasta que están listas —asegur
Apoyada en la mesada de la cocina, Elizabeth toma un sorbo de café observando el desayuno que ha preparado para su jefe, quien se fue sin siquiera tocar una sola cosa, a decir verdad sin siquiera dirigirle la palabra. Lo cual ha preferido atribuir a una emergencia en el trabajo y no a la cena que ella ha tenido con su socio, ya que después de todo si no hubiese querido que esa cita tuviese lugar, lo podría haber evitado.—Este hombre cada vez me confunde más, a veces creo que no está haciendo mas que jugar conmigo —murmura la mujer dejando la taza sobre la mesada al escuchar el timbre.—Deberías agilizar un poco más tus piececitos, tardas mucho en abrir la puerta —protesta Helena pasando nuevamente sin esperar a que se lo indiquen.—El señor Víctor no se encuentra, puedo avisarle que le llame cuando regrese —señala Elizabeth haciendo un gran esfuerzo para ignorar el comentario malicioso.—¿Y a dónde ha ido? —pregunta la visitante apretando los labios con cierto disgusto, mirando a la
Doblando la ropa de su jefe en la habitación de este mientras él está en su estudio, Elizabeth repasa mentalmente las palabras que él le ha dicho respecto a la que se podría llamar la nueva señora de la casa. La insoportable y venenosa pareja de Víctor, de solo pensar que deberá soportar cada uno de los caprichos de esa mujer vuelve a despertar en ella el deseo de irse de allí como al principio.—Pero no puedo hacerlo, al menos debería ser capaz de conservar la dignidad de respetar mi palabra —murmura la mujer soltando un suspiro de pesar al verse venir todo lo que le tocará soportar.Mientras baja los escalones de la escalera piensa en lo que Helena le dijo, y debe confesar que en parte tiene razón. Ella ahora no es más que una mucama, una insignificante empleada que está al servicio de quienes van a esa mansión, que debe soportar todo porque es parte de su trabajo. No tiene voz, no tiene voto, y sin duda a nadie le interesa lo que siente o piensa, algo que le tocará aprender a la fu