Mirando la hora en el reloj de pie por quinta vez, Elizabeth se pone de pie caminando nerviosamente de un lado a otro del vestíbulo mientras espera a su cita. Mordiéndose el labio inferior se mira el vestido verde esmeralda de corte recto que ha elegido para la ocasión, preguntándose nuevamente si ha sido una buena elección. No quería usar nada muy revelador, pero tampoco algo demasiado simple, ya que el hecho de que sea una mucama no quiere decir que ya no pueda lucirse en una salida.—La puntualidad está muy lejos de ser la virtud de Luis —comenta Víctor tomando asiento en uno de los sillones, poniendo su notebook sobre sus piernas.—La verdad es que aun está a tiempo, yo creo que he pecado de ansiedad y he bajado demasiado pronto —murmura la mujer sin molestarse en mirar a su jefe, ya que no tiene mucho interés en entablar una conversación con él.—Pues eso es algo que un hombre valoraría mucho, a la mayoría le toca esperar lo que parece una eternidad hasta que están listas —asegur
Apoyada en la mesada de la cocina, Elizabeth toma un sorbo de café observando el desayuno que ha preparado para su jefe, quien se fue sin siquiera tocar una sola cosa, a decir verdad sin siquiera dirigirle la palabra. Lo cual ha preferido atribuir a una emergencia en el trabajo y no a la cena que ella ha tenido con su socio, ya que después de todo si no hubiese querido que esa cita tuviese lugar, lo podría haber evitado.—Este hombre cada vez me confunde más, a veces creo que no está haciendo mas que jugar conmigo —murmura la mujer dejando la taza sobre la mesada al escuchar el timbre.—Deberías agilizar un poco más tus piececitos, tardas mucho en abrir la puerta —protesta Helena pasando nuevamente sin esperar a que se lo indiquen.—El señor Víctor no se encuentra, puedo avisarle que le llame cuando regrese —señala Elizabeth haciendo un gran esfuerzo para ignorar el comentario malicioso.—¿Y a dónde ha ido? —pregunta la visitante apretando los labios con cierto disgusto, mirando a la
Doblando la ropa de su jefe en la habitación de este mientras él está en su estudio, Elizabeth repasa mentalmente las palabras que él le ha dicho respecto a la que se podría llamar la nueva señora de la casa. La insoportable y venenosa pareja de Víctor, de solo pensar que deberá soportar cada uno de los caprichos de esa mujer vuelve a despertar en ella el deseo de irse de allí como al principio.—Pero no puedo hacerlo, al menos debería ser capaz de conservar la dignidad de respetar mi palabra —murmura la mujer soltando un suspiro de pesar al verse venir todo lo que le tocará soportar.Mientras baja los escalones de la escalera piensa en lo que Helena le dijo, y debe confesar que en parte tiene razón. Ella ahora no es más que una mucama, una insignificante empleada que está al servicio de quienes van a esa mansión, que debe soportar todo porque es parte de su trabajo. No tiene voz, no tiene voto, y sin duda a nadie le interesa lo que siente o piensa, algo que le tocará aprender a la fu
Recogiendo la correspondencia del buzón, para separar lo importante de simples propagandas, Elizabeth posa la mirada en la portada de una revista de farándula. En la que se ve la fotografía de Víctor y Helena paseando de la mano, cuyo titulo reza: “Cuando dos personas son almas gemelas están destinadas a estar juntas”, siendo las palabras de Helena quien está feliz con la reconciliación.—¡Increíble, cuando pensaba que no podía llegar a ser mas irritable! —exclama la mucama soltando un resoplido mientras se dirige hacia la cocina en donde su jefe se encuentra desayunando, queriendo saber si él estará al tanto de esa nota.—¿Ha llegado algo importante? —pregunta Víctor extendiendo la mano para recibir el periódico.—Pues si el anuncio de su reconciliación le parece algo importante… —murmura Elizabeth atenta a la reacción de su jefe.—¿El anuncio de qué? —interroga el empresario arqueando una ceja al no tener idea de lo que le esta hablando.—De su reconciliación, lo he mirado por arrib
Sentado en el sillón de su despacho, Víctor toma su tercer vaso de whisky, poco a poco comienza a sentir el efecto del alcohol en su cuerpo, pero eso no lo detiene de volver a llenarse el vaso una vez más. Tomando el resultado de la prueba de ADN nuevamente entre sus manos menea la cabeza en señal de negación, a pesar de que ya no puede verla tan claramente las letras en negrita del resultado saltan a sus ojos como un cartel de luz de neón, haciéndole soltar un gruñido de molestia.Estaba tan seguro de que esa prueba daría positivo, la seguridad con que su madre le dijo que era hijo del señor Rivera le parecía la prueba más tangible para pensar que eso fuese verdad. Pensar que se retuvo tanto de su atracción hacia Elizabeth pensando que eran hermanos, y no solo eso sino que la alentó a salir con Luis, e incluso él retomó su relación con Helena, y todo para nada.—Alguien está riéndose de mí allá arriba, espero que el muy maldito esté disfrutando de la telenovela en la que ha convertid
—Podría haber jurado que eras su hijo, yo… estaba segura —murmura Ana mirando los resultados de la prueba de ADN, sentada en el estudio de su hijo.—Pues según parece te equivocaste, lo cual en realidad me resulta un gran alivio, ya que mi padre era mi padre —responde Víctor que lamenta profundamente haber actuado sin tener la seguridad de que eso fuese un hecho.—Es que por los tiempos, y la manera en que el señor Rivera te trataba, creía que incluso él estaba al tanto de que era tu padre —señala la madre llevándose la mano al pecho por la sorpresa, aunque en parte también siente un alivio, porque significaría que no le estuvo mintiendo a su esposo ya su hijo durante toda la vida.—O simplemente era un buen hombre, o trataba de mitigar el que tuviese que soportar los caprichos de su hija —señala el empresario deseando tomar un vaso de whisky, pero estando recuperándose de su borrachera del día anterior prefiere desistir de esa idea.—La hija que ahora tu apañas, sinceramente no entie
—¿Cómo que se fue? ¿Qué hiciste? —interroga Víctor yendo hacia la habitación de su empleada para cerciorarse de que su madre está diciéndole la verdad.—¿Qué podría hacer yo? Solo le pedí un té y se puso como loca, dijo cosas muy hirientes, que no tenía razón alguna para obedecerme cuando yo fui su sirvienta, y que ya estaba cansada de todo esto —relata Ana subiendo la escalera detrás de su hijo, sabiendo que ya no encontrará a nadie allí.—¡No pudo haberse ido, teníamos un trato! —reclama el empresario meneando la cabeza en señal de negación al encontrar la habitación y el armario vacíos.—Uno que no creo que hayas pensado que ella cumpliría, sé realista, hijo. Todo esto era demasiado para su ego de consentida, solo era cuestión de tiempo para que tirara la toalla y se fuera —señala la madre apoyándose en el umbral de la puerta, observando con el ceño fruncido la reacción efusiva de su hijo.—No… ella me había dado su palabra, se estaba esforzando… no pudo simplemente haberse ido… —m
Saliendo del baño mientras se seca el cabello, Elizabeth toma una larga bocanada de aire, la paz que ha tenido en estas horas que lleva en la cabaña ha sido realmente reconfortante. Incluso a pesar de los recuerdos que la asaltan, buenos recuerdos, ya que en esos viajes solía ser cuando por fin podía sentir que su padre recordaba que tenia una hija a la que prestarle atención. Pero aún así vienen cargados de cierta melancolía, algo que en ese momento no le resulta algo muy grato.Con la toalla envuelta en el cabello mira por la ventana para no permitir que su paz se disipe, sus ojos pasean entre las montañas y el florido jardín del complejo de cabañas. Pagar el alquiler le ha costado casi todo lo que ha trabajado, pero al menos por dos semanas tendrá un techo sobre su cabeza, en la tarde se encargará de buscar algún trabajo en la ciudad, algo ha de salir.De en medio de unos rosales un sonriente muchacho de piel trigueña y cuerpo fornido le saluda amistosamente con la mano, por unos s