Saliendo del baño mientras se seca el cabello, Elizabeth toma una larga bocanada de aire, la paz que ha tenido en estas horas que lleva en la cabaña ha sido realmente reconfortante. Incluso a pesar de los recuerdos que la asaltan, buenos recuerdos, ya que en esos viajes solía ser cuando por fin podía sentir que su padre recordaba que tenia una hija a la que prestarle atención. Pero aún así vienen cargados de cierta melancolía, algo que en ese momento no le resulta algo muy grato.Con la toalla envuelta en el cabello mira por la ventana para no permitir que su paz se disipe, sus ojos pasean entre las montañas y el florido jardín del complejo de cabañas. Pagar el alquiler le ha costado casi todo lo que ha trabajado, pero al menos por dos semanas tendrá un techo sobre su cabeza, en la tarde se encargará de buscar algún trabajo en la ciudad, algo ha de salir.De en medio de unos rosales un sonriente muchacho de piel trigueña y cuerpo fornido le saluda amistosamente con la mano, por unos s
Aún recostado en la cama a pesar de que la claridad del sol se ha estado filtrando a través de la ventana de la habitación desde hace más de dos horas, Víctor sigue con la mirada clavada en el techo. De hecho, ni siquiera ha sido capaz de dormir unas pocas horas, su mente ha estado demasiado ocupada tratando de decidir si tragarse el orgullo e intentar de nuevo hablar con Elizabeth, o tomar la poca dignidad que le ha quedado y volver a su mansión.—Creo que fue un error haber venido hasta aquí, un tonto impulso al que no tendría que haber hecho caso… —murmura el empresario obligándose a levantarse e ir hasta la cocina para hacerse un té o lo que sea que encuentre allí.El golpe en la puerta de entrada hacen que se voltee hacia ella sin mucho animo de abrir, seguramente es ese tipo que administra el lugar, el cual por cierto tiene muy poco talento para tratar con la gente. Al menos en la noche anterior parecía apresurado en deshacerse de él, aunque si estuviese en su lugar probablement
Fingiendo estar ocupado preparando la tierra para plantar unos lirios amarillos, Matías observa a Elizabeth saliendo de la cabaña del recién llegado con lo que parece ser una profunda decepción. Ante lo cual él no puede evitar sentir una punzada de celos, pues a pesar de haberla conocido hace solo un par de días, siente que quiere pasar cada uno de los que le restan junto a ella. Está convencido de que es una mujer especial a la cual uno no debería correr el riesgo de perder bajo ninguna circunstancia.Y todo iba bien encaminado entre ellos, al menos hasta que ese tipo apareció, y si bien por como ve las cosas pareciera que no permanecerá allí por mucho tiempo, cree que debería asegurarse de apresurar su partida lo más pronto posible.—¿Ya se marcha? —pregunta al empresario al verlo salir de la cabaña y dirigirse hacia el auto rentado.—No, y no creo que tengas tanta prisa por desocupar la cabaña, al menos no por que se te estén acumulando los clientes —responde Víctor sin mucha cordi
—Sí, estoy bien, no tienes que preocuparte, Helena. Volveré cuando haya resuelto por lo que he venido —sentencia Víctor hablando por teléfono, volviendo en el auto hacia el complejo de cabaña mientras una fina llovizna comienza a caer.—¡No puedes culparme por estar preocupada, te fuiste sin que nadie supiese nada, ni siquiera tu dichosa mucama estaba en la mansión para poder dar una explicación! —protesta la mujer no gustándole el tono que su novio esta usando con ella.—Sí… pero soy un hombre grande y responsable, que no tiene que andar rindiéndole cuentas a todo el mundo cuando quiere hacer algo. Estoy bien, y con eso tendrá que bastarles —reclama el empresario cortando la llamada, sabiendo que quizás luego se arrepentirá de eso al tener que soportar las consecuencias, pero lo último que le interesa en ese momento es tener que lidiar con Helena.Aprovechando lo solitario de ese camino, Víctor avanza a muy poca velocidad, mirando cada tanto por la ventanilla el paisaje que lo rodea.
Parado en la puerta de la cabaña de Elizabeth, Matías intenta reunir el coraje para golpear. Hasta hace unas horas atrás no habría dudado de aprovechar una oportunidad para acercarse más a ella, pero a medida que ve cuanto lleva perdido ante el inesperado visitante se llega a preguntar si siquiera vale la pena intentar. Quizás lo más sensato sería tomar lo poco de dignidad que le queda y dar un paso mientras aún pueda, incluso aunque le tome mucho tiempo recuperarse de lo mucho que se había solucionado.—¡Oh, Matías, que sorpresa, no sabía que estabas ahí! —exclama Elizabeth al abrir la puerta y encontrarse con él parado en la entrada.—Ehh… sí… estaba por golpear, pero me ganaste de mano. Aunque si estabas por irte puedo pasar en otro momento, yo… solo quería saber como estabas, después de haber estado bajo la lluvia podrías haberte enfermado, y quizás… necesitabas algo… —balbucea el casero presa de un ataque de nervios.—¿Salir? No, claro que no. He quedado algo resfriada, solo quer
—¿Va a tardar mucho más ese doctor? —pregunta Elizabeth con urgencia poniendo un paño frío sobre la frente de Víctor que aun inconsciente lo han recostado en la cama de ella.—Ya debe estar por llegar, le dije que era una urgencia, pero recuerda que desde la ciudad hay una buena distancia hasta aquí —responde Matías no muy contento del giro de acontecimientos, cuando por fin parecía estar logrando convencerla de que se quedase, aparece ese tipo como un moribundo.—Sí… lo sé, es que me preocupa, creo que la fiebre comienza a bajar un poco. Pero quién sabe hace cuanto que la tenía, debería haber ido a ver como se encontraba —se recrimina la mujer sintiendo una punzada de culpa al ver las consecuencias de su descuido.—No puedes culparte por eso, tú también estabas enferma, y además no tenías manera de saber que él se encontraba en este estado —replica el casero acercándose un poco a ella para poder consolarla si es necesario.—Pero debí imaginarlo, si yo me encontraba así, debí suponer
Al contemplar la entrada de la mansión una vez más, a pesar de que estaba convencida de que ya nunca más regresaría a ese lugar, Elizabeth suelta un pequeño suspiro. No puede evitar preguntarse de qué manera resultarán las cosas en esta ocasión, o incluso si Ana dejara de pasarle factura por los muchos maltratos que ella le propinó cuando era solo una niña.—De vuelta en casa, esa sensación que a uno lo inunda al regresar a su casa puede contarse entre las más acogedoras que uno puede llegar a sentir. Debo confesar que yo no volví a sentirla hasta estar aquí de nuevo, esa fue una de las cosas que más pesaron a la hora de decidir comprarla —relata Víctor con una sonrisa, tratando de entablar una conversación para hacer más reconfortante el regreso.—No pensé que tuvieras tan buenos recuerdos de este lugar como para considerarlo tu hogar, supongo que no todo fue malo en tu infancia aquí —murmura Elizabeth teniendo presente que todo lo malo que él pueda asociar a ese lugar la tiene a ell
Subiendo por el ascensor a la parte de las oficinas, Elizabeth se restriega las manos con nerviosismo, sintiendo un leve deseo de regresar a la mansión y volver a ser la simple mucama. Si bien sabe que de hacerlo probablemente estaría decepcionando a Víctor que ha decidido darle esa oportunidad, llegando incluso a defenderla delante de Helena, lo cual sin duda deja muy claro que le tiene afecto.—¿Sufriendo los nervios del primer día? —pregunta Víctor con una sonrisa divertida al notar la intranquilidad de su compañera.—S-sí, supongo que tengo algo de miedo de no cumplir con las expectativas. Aún no entiendo por qué se te ocurrió esto, en ningún momento te pedí que me sacaras de la mansión —responde la mujer con cierto tono de reclamo, mirando fijamente el panel que marca la inminente llegada al octavo piso.—La verdad es que pensé que estarías contenta de este cambio, creo que es una oportunidad para superarte, para demostrarte cuan lejos puedes llegar, de forjarte un futuro —murmur