Parado en la puerta de la cabaña de Elizabeth, Matías intenta reunir el coraje para golpear. Hasta hace unas horas atrás no habría dudado de aprovechar una oportunidad para acercarse más a ella, pero a medida que ve cuanto lleva perdido ante el inesperado visitante se llega a preguntar si siquiera vale la pena intentar. Quizás lo más sensato sería tomar lo poco de dignidad que le queda y dar un paso mientras aún pueda, incluso aunque le tome mucho tiempo recuperarse de lo mucho que se había solucionado.—¡Oh, Matías, que sorpresa, no sabía que estabas ahí! —exclama Elizabeth al abrir la puerta y encontrarse con él parado en la entrada.—Ehh… sí… estaba por golpear, pero me ganaste de mano. Aunque si estabas por irte puedo pasar en otro momento, yo… solo quería saber como estabas, después de haber estado bajo la lluvia podrías haberte enfermado, y quizás… necesitabas algo… —balbucea el casero presa de un ataque de nervios.—¿Salir? No, claro que no. He quedado algo resfriada, solo quer
—¿Va a tardar mucho más ese doctor? —pregunta Elizabeth con urgencia poniendo un paño frío sobre la frente de Víctor que aun inconsciente lo han recostado en la cama de ella.—Ya debe estar por llegar, le dije que era una urgencia, pero recuerda que desde la ciudad hay una buena distancia hasta aquí —responde Matías no muy contento del giro de acontecimientos, cuando por fin parecía estar logrando convencerla de que se quedase, aparece ese tipo como un moribundo.—Sí… lo sé, es que me preocupa, creo que la fiebre comienza a bajar un poco. Pero quién sabe hace cuanto que la tenía, debería haber ido a ver como se encontraba —se recrimina la mujer sintiendo una punzada de culpa al ver las consecuencias de su descuido.—No puedes culparte por eso, tú también estabas enferma, y además no tenías manera de saber que él se encontraba en este estado —replica el casero acercándose un poco a ella para poder consolarla si es necesario.—Pero debí imaginarlo, si yo me encontraba así, debí suponer
Al contemplar la entrada de la mansión una vez más, a pesar de que estaba convencida de que ya nunca más regresaría a ese lugar, Elizabeth suelta un pequeño suspiro. No puede evitar preguntarse de qué manera resultarán las cosas en esta ocasión, o incluso si Ana dejara de pasarle factura por los muchos maltratos que ella le propinó cuando era solo una niña.—De vuelta en casa, esa sensación que a uno lo inunda al regresar a su casa puede contarse entre las más acogedoras que uno puede llegar a sentir. Debo confesar que yo no volví a sentirla hasta estar aquí de nuevo, esa fue una de las cosas que más pesaron a la hora de decidir comprarla —relata Víctor con una sonrisa, tratando de entablar una conversación para hacer más reconfortante el regreso.—No pensé que tuvieras tan buenos recuerdos de este lugar como para considerarlo tu hogar, supongo que no todo fue malo en tu infancia aquí —murmura Elizabeth teniendo presente que todo lo malo que él pueda asociar a ese lugar la tiene a ell
Subiendo por el ascensor a la parte de las oficinas, Elizabeth se restriega las manos con nerviosismo, sintiendo un leve deseo de regresar a la mansión y volver a ser la simple mucama. Si bien sabe que de hacerlo probablemente estaría decepcionando a Víctor que ha decidido darle esa oportunidad, llegando incluso a defenderla delante de Helena, lo cual sin duda deja muy claro que le tiene afecto.—¿Sufriendo los nervios del primer día? —pregunta Víctor con una sonrisa divertida al notar la intranquilidad de su compañera.—S-sí, supongo que tengo algo de miedo de no cumplir con las expectativas. Aún no entiendo por qué se te ocurrió esto, en ningún momento te pedí que me sacaras de la mansión —responde la mujer con cierto tono de reclamo, mirando fijamente el panel que marca la inminente llegada al octavo piso.—La verdad es que pensé que estarías contenta de este cambio, creo que es una oportunidad para superarte, para demostrarte cuan lejos puedes llegar, de forjarte un futuro —murmur
—¡Este informe es un desastre, falta la mitad de las cosas, si lo presentara terminaría despedida! —protesta Victoria tirando la pila de hojas sobre el escritorio de su compañera muy poco competente.—¿Qué? No creo que sea tan terrible, es que en esa reunión hablaban tantas cosas que no estaba segura de qué era lo que debía escribir. Aunque también esperaba que tú me guiaras un poco al respecto, cosa que no sucedió —replica Elizabeth mirando a su desconsiderada tutora que ni siquiera tuvo la decencia de avisarle de esa reunión.—¡Pues yo no puedo ser tu niñera, hay cosas para las que estoy segura que no necesitas que nadie te indique como hacerlo! —declara la secretaria moviendo la cabeza burlonamente mientras vuelve a su escritorio.—¿Qué se supone que quieres decirme con eso? —cuestiona la compañera frunciendo el ceño al comenzar a hartarse de la actitud de su colega.—Como si no lo supieras, ya te he visto como le histeriqueas tanto a Víctor como a Luis, ya sabía yo que no podrías
—¿Y qué te ha parecido la compañía? ¿Te ha asentado bien este cambio de aires? —pregunta Víctor conduciendo su vehículo a través de la autopista.—Bien, me llevó a ver que soy capaz de desempeñar otros papeles, y también conocí de primera mano lo que llaman competencia empresarial —responde Elizabeth sentada en el asiento del acompañante.—No voy a negar que Victoria puede llegar a ser algo intensa y hasta atemorizante cuando apenas la conoces, pero cuando vas relacionándote con ella descubres que es una buena persona —asegura el empresario con una sonrisa divertida, imaginando como su secretaria le debió de haber estado mostrando los dientes a la nueva incorporación.—Si estás tratando de decirme que en el futuro seremos buenas amigas, te aseguro que eso no pasará, prefiero tener como amistad a alguien que estoy segura que no me clavará un puñal en la espalda —murmura la mujer negando con la cabeza ante esa justificación de su compañera que parece casi una psicópata.—Así que estuvo
Pagando a la vendedora la ensalada que ha comprado, Elizabeth va a tomar asiento en una de las mesas desocupadas, notando la mirada de los demás empleados de la compañía. Lo cuales solo parecen ver en ella una nueva enemiga, obviamente siendo responsabilidad de Victoria, que desde que llegó no ha dejado de cuchichear a los oídos de los demás y de apuntarla con el mentón. Por un momento sintió el impulso de ir hacia ella y ponerle la ensalada de sombrero para que aprenda a decirle las cosas en la cara, pero luego de respirar profundamente se resignó a hacer tal cosa. Sobre todo cuando podría perder su empleo y darle la oportunidad de quedar como la victima.—No hubiese imaginado que eras de las que se apartan del mundo, te creía más bien la reina del baile —comenta Luis sentándose en frente de su secretaria con una sonrisa divertida en los labios.—Me gusta relacionarme con personas que son tal y como se muestran, no con doble caras que solo te van midiendo para saber en donde dar su
—¿Así que ya conseguiste un buen vestido para la fiesta? —pregunta una mujer rubia acercándose al escritorio de Victoria.—¡Por supuesto, Stella, siendo la elegida para acompañar a Víctor no podía ir con poca cosa! —responde la secretaria guiñándole el ojo.—Sé que lo vas a encandilar, quizás hasta pases a ser la señora —asegura la rubia con emoción.—Se puede decir que es el plan. Es la primera oportunidad que tengo de estar en una especie de cita con él, y no pienso desaprovechar esta oportunidad —determina la mujer dedicándole una mirada a Elizabeth que fingiendo estar ajena a la conversación teclea en su computadora.—Tienes bastante trabajo por delante entonces, sobre todo ahora que su ex parece haber vuelto —comenta Stella que siempre está al tanto de todos los chismes.—Puedo asegurarte que he intentado todo lo que una mujer puede hacer para captar la atención de un hombre, pero él simplemente parece no verme. Al principio llegué a molestarme al considerar que se creía demasiad