Elizabeth se mira en el espejo del pasillo una vez más, llevando las toallas recién lavadas en las manos. Aun le cuesta trabajo aceptar que esa es su nueva imagen, aunque ahora ya no le queda más remedio que resignarse, ya que no solo no tiene a donde ir, sino que le debe una fortuna a su jefe por haberle estrellado el vehículo.—Pero no pienso usar el tonto uniforme de mucama, incluso aunque me vería muy sexy —murmura la mujer considerando que el jean ajustado y la blusa celeste son un buen conjunto para hacer su trabajo.Al entrar en la habitación de su jefe, Elizabeth escucha la ducha prendida viendo la puerta del baño entreabierta. Sintiendo un cosquilleo en el estomago comienza a acercarse lentamente hacia la puerta para mirar a través del espacio, algo que si bien su sentido común le indica que no debe hacerlo, el resto de su cuerpo no parece estar de acuerdo. Lentamente extiende su mano hacia la puerta para empujarla un poco más, y que no le impida ver lo que desea.Sin embargo
—¿Qué estas diciendo? ¿Acaso te has vuelto loca, mujer? —cuestiona Víctor sintiendo un nudo en la garganta, sentándose en el borde del sillón con ansiedad por comprender lo que su madre acaba de decirle.—No es algo de lo que pueda sentirme orgullosa, de hecho me gustaría habérmelo llevado a la tumba. Pero me he visto obligada a revelarlo antes de que ustedes… que cometan un error, es algo que me ha estado quitando el sueño desde que supe que Elizabeth estaba aquí —asegura Ana con la voz empañada, bajando la cabeza con vergüenza al tener que revelar un secreto de esa magnitud.—Por favor, mamá, explícame lo que me has dicho, porque juro que no te entiendo —exige el empresario entrelazando sus dedos en un intento de mantener la calma ante lo que ha oído.—En una ocasión tu padre y yo nos habíamos dado un tiempo, las cosas no iban bien entre nosotros. Y en ese tiempo el matrimonio Rivera estaba pasando por algo similar, yo me sentía sola, vulnerable, una cosa llevo a la otra… y entre el
—Buenos días, señor Víctor —saluda Elizabeth con frialdad al entrar en la cocina y verlo tomando una taza de café mientras ojea el periódico.—Buenos días, Elizabeth. Solo tomaré este café antes de irme, así que no te molestes en preparar otra cosa —indica el empresario sin quitar la mirada de su lectura, tratando de ocultar las ojeras que le han dejado una noche en la que apenas pudo pegar ojo al dar vueltas a lo que su madre le reveló.—Esta bien, es bueno saberlo, así podré ir a ocuparme de otras áreas de la mansión —declara la mujer deseando poder evitarlo todo cuanto le sea posible, sobre todo al ver que prosigue en hacer desaparecer la calidez que había surgido entre ellos.—Estoy considerando que quizás sea buena idea contratar más personal domestico para que te ayude con tus tareas, esta es una gran mansión y puede que sea mucho para una persona sola —comenta Víctor que ha considerado que con más personas en la casa podrá evitar más fácilmente quedarse a solas con ella, y por
Teniendo en el horno unas presas de cordero rebozadas con varias especias, siguiendo al pie de la letra una receta de internet, Elizabeth dobla la ropa que su jefe ha dejado encima de un sillón al volver a la mansión. Por unos segundos inhala el aroma marino de su colonia sintiendo un hormigueo recorriéndole el cuerpo, permitiéndose incluso por un momento cerrar los ojos y sumergirse en el recuerdo de cuando sus cuerpos estuvieron tan cerca.A pesar de lo mucho que ha intentado borrar eso de su mente, de obligar a su cuerpo dejar de ser influenciado por lo que sintió en ese momento, le ha resultado imposible. Cada vez que lo tiene cerca, cuando siente el olor de su colonia, todo su cuerpo se revoluciona, es como si simplemente ya no fuese dueña de sus impulsos, y mucho menos de sus sentimientos.—Pero desde que eso pasó él procura evitarme a toda costa, y no puedo determinar si se trata de porque se avergüenza de casi involucrarse con su empleada, o si tiene que ver con la visita de s
Haciendo las compras en el supermercado, Elizabeth se encuentra poniendo un par de manzanas en una bolsa, si mal no recuerda a su jefe solía gustarle una tarta de manzana que su madre le hacia de niño. Y ha pensado que quizás si logra replicarla, eso podría ayudar a mejorar un poco su convivencia, o al menos que deje de verla como si fuese una especie de monstruo acechante.—¿Buscando los ingredientes para otra deliciosa comida? —pregunta Luis con una gran sonrisa deteniéndose con su chango de compras junto a la mujer.—Oh, hola, solo para un intento de postre. No se me hubiese ocurrido que fuese un hombre que hace sus compras —murmura Elizabeth algo sorprendida de encontrárselo allí, sobre todo al ver cierta ansiedad en su mirada.—Bueno, los hombres solteros también tenemos que comer —responde el hombre con un tono bromista cumpliendo con su objetivo de robarle una sonrisa.—Claro, como todo el mundo. Es solo que me sorprendió, supuse que al igual que su socio tendría alguien que se
Víctor camina nerviosamente de un lado a otro de su estudio, ve la hora pasar en el reloj demasiado de prisa, acercándose al horario en el que su socio acordó ir a cenar con Elizabeth. Algo que está muy lejos de querer que suceda, aunque lo cierto es que no tiene muchas opciones para evitarlo, o al menos no sin quedar en evidencia. Pasándose la mano por el rostro intenta pensar en algo, en alguna cosa que impida al menos por ese día evitar que se encuentren, que algo pueda surgir entre ellos.—Es algo egoísta, lo reconozco, pero simplemente no puedo dejar que él la enamore. Aún no estoy dispuesto a renunciar a ella, no al menos hasta que sepa si es verdad que no puede tener nada con ella por ser hermanos —murmura el empresario sintiendo que se está comportando de una manera muy inmadura.Una maliciosa sonrisa se dibuja en sus labios al ocurrírsele una idea, puede que no pueda evitar que Elizabeth vaya, pero puede hacer que Luis no tenga tiempo para cumplir con esa cita. Y está seguro
Elizabeth se sienta en la cama refregándose los ojos con la mano, despertándose al sentir que hay alguien en su habitación, o al menos al tener esa extraña sensación de estar siendo observada, lo cual resulta muy perturbador. A medida que su vista se va acostumbrando a la oscuridad logra reconocer su antigua habitación, ya que finalmente su jefe decidió que era mejor que se mantuviera durmiendo en la mansión y no en la casa de la servidumbre, de esa manera estaría a su disposición al necesitarla.—Despertaste, no estaba seguro de que fueras a hacerlo —murmura la voz masculina de un hombre de traje sentado en la punta cama observándola con una mirada cargada de melancolía.—¿P-papá? ¿C-cómo es posible? —murmura la mujer sintiendo un escalofrío recorriéndole el cuerpo, pensado que aún debe de estar soñando.—¿Que cómo es posible? Solo deseaba poder hablar una vez más contigo, y bueno… aquí estoy —responde el anciano encogiéndose de hombros como si la respuesta no fuese muy importante.—
—¿Cómo descansaste el resto de la noche? —pregunta Víctor sentándose a la barra del desayuno en la cocina tratando de no sonar tan interesado como lo está realmente.—Mejor, en verdad quiero disculparme por lo que pasó, me siento muy avergonzada —murmura Elizabeth sirviéndole café en la taza, evitando mirarlo a los ojos.—No tienes que preocuparte por eso, aunque debo decir que realmente me preocupaste. Estabas aterrada, ¿Qué fue tan… malo? —pregunta el empresario con curiosidad esperando no sonar demasiado invasivo.—Nunca había tenido una pesadilla como esa, aunque puede que en realidad solo se tratase de mi propio subconsciente obligándome a enfrentar la realidad —confiesa la mujer soltando un largo suspiro, pensando que su mente ha de estar muy decidida a cumplir ese objetivo al hacerlo parecer tan real.—Pues es mejor que le hagas caso porque ha demostrado ser alguien con quien no conviene meterse —bromea Víctor tratando de librar un poco de tensión al ambiente, ya que según par