Cap. 5: Arrogancia

—¡Demonios! —chilla Elizabeth al cortarse el dedo en su intento por picar unas verduras para hacer una salsa que ha mirado por internet.

Poniendo el dedo bajo el agua del grifo siente unas lagrimas de frustración asomándose en sus ojos, si bien tomó la decisión de quedarse, lo cual ha significado tragarse su orgullo, aún no puede creer que se encuentre en esa situación. Puede que debiese sentirse afortunada de tener un lugar en el que quedarse y comer, pero el hecho de tener que ser la mucama del hijo de los sirvientes le revuelve el estomago.

—Deberías tener más cuidado con los cuchillos —murmura Víctor abriendo la heladera para sacar una manzana a la que le da un mordisco sentándose en el taburete de la mesada para ojear unos papeles.

—Estoy bien, solo ha sido un pequeño corte, no hay que preocuparse —responde la mujer fríamente, negándose a aceptar su condescendencia luego de la manera en que la trató esa tarde.

—Lo que me preocupa es que la comida quede llena de sangre, eso sería poco higiénico —aclara el empresario sin siquiera molestarse en mirarla a los ojos.

—No soy tan descuidada, no tendrá ningún problema con su comida —masculla Elizabeth apretando los labios con rabia mientras se envuelve el dedo en una servilleta de papel.

—Dudo que hayas hecho en tu vida una comida, así que en realidad sé que habrá muchos problemas, pero hay un límite de lo que puedo tolerar —señala Víctor con cierta advertencia en la mirada.

—Pues… no he cocinado nunca, pero podré hacerlo. Y si no está tan conforme con lo que puedo ofrecerle, puede contratar a una cocinera —replica la mujer sintiendo que quiere hacerla quedar como una inútil

—¿Estás insinuando que no eres capaz de cumplir con el trabajo para el que te contraté? —cuestiona el empresario sabiendo que quizás está siendo demasiado duro, pero sin poder evitarlo, en cierta medida lo está disfrutando.

—No… solo digo que si no está conforme con lo que puedo ofrecer, siempre tiene la opción de buscar a alguien… más calificado —responde Elizabeth procurando mantener a raya su mal humor que está a punto de estallar.

—No tengo interés en contratar a nadie más, deberás hacer tu trabajo, y hacerlo bien, es lo que uno hace cuando necesita el sueldo para vivir —señala Víctor sin quitarle los ojos de encima, deseando ver en su mirada que ha comprendido que ya no es una niñita caprichosa que puede hacer lo que quiere.

—Es lo que hago, me esfuerzo en hacer lo que necesita —murmura la mujer soltando un suspiro cargado de frustración e impotencia.

—¡Señor Víctor! —exclama el empresario haciendo unas anotaciones en los papeles.

—¿Qué? —pregunta la mucama frunciendo la frente al ser incapaz de entender lo que está tratando de decirle.

—Es como debes dirigirte a mí de ahora en más, “señor Víctor”. No soy tu conocido para que me tutees, ni alguien por debajo de ti para que me trates de manera despectiva, así que esa es la manera correcta en la que debes llamarme —indica el hombre levantando la mirada para dejarle en claro que debe acatar esa orden.

Elizabeth cierra las manos en puños al ver la mirada de superioridad que en ese hombre le dedica, ese tipo realmente disfruta despreciarla, sobre todo al saber que en la situación en la que ella se encuentra no le queda más remedio que permitir que le pase por arriba. La rabia que eso le hace sentir, le provoca incluso llegar a odiar a su padre, ya que después de todo es por culpa de él que se encuentra en esa situación, en vez de dejarle una enorme herencia la dejó llena de deudas y sin siquiera un lugar donde caer muerta.

—S-sí, s-señor Víctor —murmura la mucama sintiendo que esas palabras son casi como un insulto para ella al pronunciarlas.

—Bien, es mejor así. Que quede claro el lugar de cada uno, eso ayudara a tenerlo presente todos los días —declara Víctor volviendo su atención a los papeles de su nueva adquisición.

—¿Puedo hacerle una pregunta, señor Víctor? —consulta Elizabeth volviendo a su tarea de picar los vegetales.

—Supongo —responde el hombre con cierta curiosidad por lo que va a oír.

—¿En qué momento se volvió un idiota arrogante? —cuestiona Elizabeth dándole la espalda con una sonrisa en los labios.

—¿Es lo que crees que soy? ¿No crees que el arrogante sería más bien quien no sabiendo hacer nada se siente ofendido solo porque alguien le dice cómo hacerlo? —interroga Víctor con tranquilidad, aunque con el asomo de una sonrisa en las comisuras de los labios ante la determinada muchacha.

—¡Quizás el problema no sea que le digan cómo hacerlo, sino la manera tan despectiva de hacerlo, con tanta falta de respeto! —reclama la mucama no pudiendo evitar teñir sus palabras con cierta molestia.

—¿Respeto? ¿Tú me estás pidiendo respeto? ¿Qué derecho crees que tienes para exigirlo cuando tú jamás lo diste? —señala el hombre clavando la mirada en esa mujer que jamás tuvo siquiera la consideración de saludarlo.

—Yo… yo… —sorprendida por la respuesta, Elizabeth intenta encontrar las palabras para retrucarle, pero por más que lo intenta su mente parece haber quedado en blanco.

—¡No conoces lo que es el respeto! ¡Siempre despreciaste a todos a tu alrededor, e incluso estoy seguro que incluso ahora siquiera guardas respeto por tu difunto padre! ¡No tienes derecho a exigirlo, no puedes pedir algo que jamás brindaste a los demás! —plantea Víctor sintiendo la indignación creciendo en su pecho como si fuese el fuego de un incendio.

—¿De eso se trata todo esto? ¿De vengarte de mí porque no te trataba bien? —recrimina la mujer volteándose con los ojos enrojecidos para enfrentar a su Jefe a la cara.

—Tan arrogante como siempre, creyendo que todo gira a tu alrededor. No me interesa vengarme, ni lo que sientes o te ocurre, si hay una razón por la que permití que te quedaras es porque le guardo respeto a tu padre. Por cierto, voy a comer afuera —anuncia el hombre con cruel frialdad tomando sus papeles y dirigiéndose hacia la salida de la cocina sintiendo que ya no puede compartir ni un por un minuto más el mismo espacio físico que ella.

—¡Maldición! —grita Elizabeth tirando el cuchillo y la tabla con los vegetales cortados en la bacha, sintiendo la impotencia de ser tratada de esa manera, pero también una punzada de culpa que nunca antes había sentido. 

Llegando a la puerta de la mansión, Víctor se detiene soltando un largo suspiro cargado de tanta ira que siente que podría explotar. Caminando de un lado a otro de la entrada se pasa la mano por el rostro, tratando de decidir si ha sido una buena idea permitir que Elizabeth se quedara allí. 

Puede que ella tenga razón, que le haya permitido ser su mucama solo para vengarse por los maltratos que le brindó de niño, pero lo que ella es capaz de provocar en él le hace pensar que es algo peligroso. Que quizás lo mejor sea conseguirle algún empleo en algún otro lugar, y que nuevamente cada uno siga su camino, aunque lo cierto es que una parte de él se niega rotundamente a eso, por alguna razón quiere seguir teniéndola cerca, algo que realmente lo desconcierta, lo cual solo le hace cuestionar el resultado  de todo eso.

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