Un pasado

Las mejillas de Adeline se sonrojaron ante el recuerdo del inusual almuerzo de esa tarde. «Anthony Spencer», pensó, recordando la manera en que la había mirado, el fuego abrasador en esos ojos celestes. 

Tenía tiempo que no sentía ese cosquilleo en el estómago, eran nervios mezclados con algo más: anticipación, deseo, la esperanza de verse atractiva ante los ojos de un hombre. 

—Imposible—se dijo, negando con la cabeza.

Ya no era una niña para estarse ilusionando con cosas como esa, debía de aceptar que era una mujer divorciada, con tres hijos y con cero esperanza de rehacer su vida amorosa. ¿Después de todo quién la querría con su apariencia?

Adeline se obligó a mantener el recuerdo del desconocido, lejos de su mente. Lo único que le interesaba de Anthony Spencer era que aceptará su trato y comenzarán con las importaciones lo más antes posible.

Sin embargo, el destino tenía unos planes completamente diferentes. Adeline lo supo, aquel lunes por la mañana, cuando encontró a Anthony cómodamente instalado en su oficina, luego de una semana entera sin noticias suyas. «¿Cómo había entrado?», se preguntó, mientras lo miraba con la boca semiabierta. No tenía ni la menor idea.

—Señor Spencer—tartamudeó estupefacta. 

—Señora Cooper—asintió él, en su dirección, con una sonrisa ladina—. Disculpe que me presente así sin avisar, pero esta mañana, luego de un sueño reparador, la respuesta sobre nuestro negocio ha llegado finalmente a mi mente. 

—Oh, eso suena genial. 

Adeline no pudo evitar notar la manera tan peculiar en la que hablaba, siempre solía usar un tono fresco, lleno de soltura, como si fuese el dueño del mundo, como si no le temiera a absolutamente nada. Era el tipo de seguridad de la que muy pocas personas eran poseedoras.

Además, era un hombre apuesto, su pelo rubio y corto, sus ojos de un azul intenso y su piel tan blanca como la porcelana. Su rostro era completamente varonil, lleno de ángulos y líneas cuadradas. 

—Pues verás—comenzó Anthony, acomodándose mejor en la silla que ocupaba—. Siento que es un trato generoso el que me ofrece y en tema de negocios no hay ningún inconveniente. Sin embargo, yo sí tengo un inconveniente, y lamento decir que es personal. 

—¿Qué?

No pudo evitar asustarse ante sus palabras, ¿de qué estaba hablando este hombre?

—Me siento realmente herido por usted, señora Cooper—la miró fijamente, haciéndola temblar. 

—¿Herido?—su voz tembló—. No sé a qué se refiere, señor Spencer, pero si he hecho algo que no ha sido de su agrado, permítame disculparme por favor. Lo menos que deseo es que usted se sienta mal por mi culpa. 

—Oh, sí, señora Cooper, me siento muy mal por su actitud. No tiene ni idea de cuánto—su tono se volvió de un momento a otro más crudo.

—Lo siento—susurró Adeline, disculpándose por algo de lo que no tenía idea.

—No creo que se solucione con un simple “lo siento”—la corto ásperamente—. Usted ha herido mi orgullo. 

—Señor Spencer…

—Adeline—la nombró haciendo a un lado las formalidades. Su nombre en sus labios se escuchó extraño, justo como algo prohibido que no debía ser pronunciado—, creo que tenemos la suficiente confianza como para tutearnos. Después de todo, no puedo olvidar que fuiste mi novia en el pasado.

La declaración hizo que Adeline abriera los ojos y la boca de manera dramática, su expresión estaba mucho más allá del asombro y la incredulidad. «¿Había dicho su “novia”?», se preguntó convencida de haber escuchado mal.

—No entiendo de qué…

—Oh, claro que lo sabes—Anthony se puso de pie y caminó en su dirección, con cada paso que daba, Adeline contenía la respiración—. ¿O acaso olvidaste al triste chico al que le dijiste: “gracias por tu tiempo, pero esto solo se trataba de una apuesta con mis amigas”?—repitió, haciendo una pobre imitación de su voz—. Porque si tú lo olvidaste, lamento decirte que yo no. 

En ese momento, la mente de Adeline se iluminó con un recuerdo: era un día soleado en su colegio, un chico con enormes gafas la esperaba con una amplia sonrisa en el patio trasero. 

—Ade—la llamó el joven con aquel diminutivo, un cariño desbordante de esa simple palabra. 

—Antonio—contestó ella, mirando hacia atrás, dónde sus amigas le hacían señas para que terminara con esto. 

—Es Anthony—corrigió él, con calma. 

 —Sí, bueno, Anthony, verás…—se retorció los dedos sin saber cómo decirle que el beso que habían compartido hacía una semana era falso y que en realidad no estaban en un noviazgo.

—¿Qué sucede? Te estuve esperando toda la mañana. 

—Lo que pasa es que… 

—¿Qué?

—Gracias por tu tiempo, Antonio, pero esto solo se trataba de una apuesta con mis amigas. Lo siento—dicho eso, se dio media vuelta y se alejó corriendo de la escena. 

Anthony, quien hasta la fecha había sido el renegado de la institución, vio como la chica de la que se había enamorado se alejaba luego de romperle el corazón. Él era un año mayor que ella, pero nunca había sido del tipo popular y mucho menos, nunca había esperado que una persona tan dulce como Adeline le clavara aquel puñal.

Luego de eso, se cambió de institución y transcurrieron exactamente diecisiete años desde entonces. Para él, la herida había sido sanada, nunca volvió a ser el mismo chico frágil del que se habían burlado, cambio su personalidad, se convirtió en un hombre frío; pero justo cuando creía que su vida marchaba bien, que estaba a un paso de casarse, Adeline irrumpía en su vida y lo único que deseaba ahora era venganza. 

—Lo lamento—susurró la Adeline del presente, visiblemente arrepentida. 

—Créeme que yo también lo hago—contestó Anthony con frialdad—. No tienes idea de lo mucho que llore por ti en aquel entonces, era un chico tonto en realidad. Sin embargo, mírate ahora—la mirada despectiva que le dedicó, hizo que Adeline se sintiera incómoda en su propia piel—. Jamás imaginé que te convertirías en esto—completo, haciendo que su ya de por sí baja autoestima, decayera mucho más. 

Adeline comprobó con horror que cada una de sus palabras eran ciertas y aunque, había sido explícito en decirle que no soportaba verla, aceptó el trato con su empresa. Ahora, ella simplemente no podía imaginarse cómo sería su relación a partir de ese momento…

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