Compromiso

—Estuve llamándote toda la tarde. ¿Dónde estabas?—interrogó una voz femenina al hombre que acababa de cruzar la puerta de entrada.

—¡Estoy en casa!—anunció Anthony con sarcasmo, extendiendo los brazos en forma de saludo.

—¿Y acaso debería felicitarte por eso?—se mofó la mujer, acercándose para percibir su aroma impregnado a alcohol—. ¿Estuviste tomando?

—¿En serio necesitas preguntarlo?

—Eres un…

—Tranquila, Lorena—la silenció—. Recuerda que aún no estamos casados, así que guarda algunos reclamos para después.

—Pues para mí es como si ya lo estuviéramos—contestó con seguridad—. ¿De verdad necesitas el papel?

—Por supuesto—aclaró tajante—, el papel es importante, ¿por qué si no entonces cómo se unirán las empresas de nuestros padres? No olvides que esto no es más que un acuerdo entre familias, somos solo un par de peones en un juego de ajedrez.

—Ya yo hice las paces con eso, Anthony. Este matrimonio es lo mejor para los dos, lo sabes.

—Lorena—la llamó con seriedad—, ¿mírame a la cara y dime si realmente esto es lo que quieres?

—Por supuesto, Anthony, siempre te he amado…

—¡Mentira!—soltó alejándose—. Eso es lo que tu padre te ha hecho creer. ¿No has pensado en la idea de negarte? Ya no estamos en el siglo dieciocho, nadie puede obligarte a casarte.

—¡Y si tanto odias este matrimonio, ¿entonces por qué no te niegas tú?!—explotó.

—Porque a diferencia de ti, yo no tengo opción.

—¡Por Dios, Anthony!—suspiró agotada—. Se suponía que la idea de vivir juntos nos ayudaría a cultivar una mejor relación, a convencernos de que esto era lo correcto, de que nos amamos. ¡De que queremos esto!

—No, Lorena—negó—. La verdad es que estos meses solo han servido para darme cuenta de que esto no es lo que deseo.

—Pues lo siento por ti—la mujer tomó su cartera y se dirigió a la puerta para marcharse—, pero lo quieras o no, nos casaremos—y con un golpe seco sello la realidad de la inminente unión.

Anthony se dejó caer pesadamente en el sofá, recordando a su madre en coma y a la amenaza de su padre.

—El médico dice que las probabilidades de despertar son muy bajas—habló con serenidad, ni siquiera parecía que estaba refiriéndose a la posibilidad de que su esposa no volviese nunca más a despertar—. Teniendo en cuenta este panorama sugirió la desconexión. Anthony, realmente estoy considerando la idea.

—No, papá—se negó de inmediato—. No puedes estar hablando en serio. Mamá solo tiene cinco años en coma, he escuchado historias de personas que necesitan un poco más de tiempo para reaccionar. Por favor, permite que…

—Lorena dice que en tus últimas visitas has sido muy frío con ella.

—¡No estamos hablando de eso!—maldijo internamente a Lorena y a sus chismes.

—Te equivocas—camino el hombre hacia el ventanal—. Lorena es muy importante en esta conversación.

—¿Y eso por qué?

—De tu relación con ella depende si tu madre será desconectada o no—soltó.

—¿Qué?

Anthony sabía que su padre era un hombre frío y sin corazón, pero jamás esperó escuchar semejantes palabras.

—Es simple: te casas y tu madre sigue manteniendo la mínima posibilidad de despertar o no te casas y ella muere.

—¿Estás pensando matarla?—soltó con incredulidad.

—No, estoy pensando hacer lo que sugirió el médico ante sus nulas esperanzas—se defendió.

—Esto es…

—Es tu decisión, Anthony—y con esas palabras se sentó en su computador y siguió trabajando, como si no acabará de amenazar a su hijo con la vida de su madre.

Anthony aceptó el compromiso en ese entonces con una condición, la de no volver a tocar el tema de la desconexión.

De esa forma, visitaba a su madre religiosamente todos los días. Alicia recibía sus cuidados en una clínica privada, donde al personal se le daba un generoso pago por mantener su higiene personal.

—Cada día estoy más convencido de que no deseo casarme—contó Anthony esa mañana, a su madre en coma—. Ver la cara de Lorena es tan agotador. No la soporto. Pero no tengo más opción, madre. Hay una razón importante por la que sigo adelante con esto, cuando despiertes te la contaré, por ahora no quiero abrumarte con esa historia. Primero necesitas recuperarte, ¿sí? ¿Prométeme que lo seguirás intentando, por favor? Eso sería lo único que haría que todo esto valiera la pena.

Al salir del hospital, Anthony tomó una profunda bocanada de aire, intentando infundirse valor. La boda estaba pautada para realizarse dentro de seis meses, seis malditos meses.

Con eso en mente siguió su camino hacia el estacionamiento, pero en el proceso le pareció escuchar una voz conocida.

—Espera, cariño—pidió Adeline a un niño que parecía tener unos seis años—. No te muevas tanto, si no dejas de hacerlo te generará más dolor.

—¡Me duele, madre! ¡Me duele!—chilló el pequeño, tocando su brazo.

—Lo sé, cariño. Ven, vamos rápido—apuró el paso hacia el área de recepción.

Anthony la siguió con la mirada analizando cada una de sus facciones, debía reconocer que tenía rasgos hermosos y que a pesar de los años seguía viéndose bien. No del tipo de mujer que le gustaban actualmente, ya que las prefería de otras dimensiones, pero no podía negar que Adeline era bonita. Siempre había sido bonita.

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