Desconfianza

El abogado se retiró dejando a una Adeline a punto de escupir fuego por la boca. Se sentía al borde de una combustión.

Inmediatamente, tomó el teléfono de su oficina y marcó el número de su hermano.

—Gustavo —saludó con los dientes apretados, incapaz de contener todos los sentimientos negativos que la estaban atravesando.

—Iré por un poco de agua —dijo Georgia al ver su estado alterado.

La asistente se retiró y Adeline respiró profundamente, mientras escuchaba el saludo de su hermano.

—¿Qué pasa, Adeline? No te escuchas en buen estado —notó él de inmediato.

—Es que no lo estoy Gustavo —decidió ir al grano—. Ha venido un abogado a traerme una citación. Lo que nos temíamos está pasando. Humberto demandó la custodia de los niños. ¡No puedo permitir que me los quité! —lloró de rabia e impotencia.

—No te los quitará, Adeline. Ya te lo dije —la seguridad en la voz de su hermano, ayudó a regular un poco su respiración.

Adeline se calmó, mientras escuchaba el plan de Gustavo.

—¿Y crees
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