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De actriz a Millonaria
De actriz a Millonaria
Por: AnaMartinez
CAPÍTULO 1: Trabajar para sobrevivir

Luisa

―Hola, buenas tardes mi nombre es Luisa de Sade y vengo a audicionar para el papel de Carla de la reguera.

―Muy bien, enséñanos lo mejor que tengas.

Respiro profundo, cierro los ojos, los abro de inmediato y  a viva voz y con todo el talento que sé que tengo digo mi línea.― Mira, esa estúpida parvada de palomas.

―¿Es en serio?― Escucho la voz de la señorita y luego me quedo en silencio.

―¿Disculpe?

―Es en serio lo que nos acabas de decir.― Repite y yo sigo sin entender qué pasa.

―Bueno, pues… es lo que está en guión.

―¿Estúpida parvada de palomas?

―¿Estúpida?

Entonces levanto las hojas y veo que no dice estúpida si no tupida, tupida parvada de palomas.

―¡Mierda! ― Expreso murmurando.

―Así es, mierda, sería todo, gracias.

―¿Es en serio? ― Pregunto mientras veo cómo me ignoran por completo de nuevo.― Sólo denme otra oportunidad, creo que tengo talento, que puedo hacer esto.― Ruego pero nadie me hace caso. 

Estoy punto de salir cuando una de las chicas se voltea a verme y sonríe.― Oye, por cierto ¿crees que puedas cambiar mi cita de manicura  las 4:00 pm a las 3:00 pm, creo que terminaré temprano.

―Sí, como sea.― Contesto y salgo de la habitación otra vez sin muchos resultados positivos como yo hubiese querido.

«Ni siquiera un callback Luisa ¡bien!» Pienso mientras salgo derrotada del lugar y me dirijo a la parada para esperar el autobús que de nuevo me lleva a trabajar al salón de belleza como todos los días lo hace.

Pensé que ser actriz era más fácil, cuando era pequeña lo era. Recuerdo que mi padre me decía que tenía estrella para esto y que debería de darle una oportunidad, por lo que me animé y me metí a la escuela de actuación cuando tenía quince años, todo iba bien, tenía una que otra llamado a películas menores, uno que otro comercial e iba construyendo mi fama, hasta que hice ese comercial del gel para infecciones vaginales, y todo se derrumbó, me dejaron de llamar y mis probabilidades de ser la gran actriz de Hollywood y salir en una película al lado de Brad Pitt, murieron; lo único que no murió fue el comercial porque les fue muy bien, vendieron mucho vaginalgel.

Me subo al camión, pensando en todo lo que me he perdido por estar haciendo estas audiciones, tal vez si hubiese tenido la delicadeza de terminar la escuela y estudiar al menos una carrera técnica, no estuviera en el salón Pretty Girls trabajando de todo un poco para poder sobrevivir y pagar mis deudas, pude haber sido chef, o arquitecta, qué sé yo empresaria, pero no, decidí ser actriz y a veces no saben como me arrepiento.

―No te preocupes, fue una audición… habrá millones más, ya sabes como es esto.― Me consuela Salma por el teléfono mientras se escuchan los murmullos del bar atrás.

―Esta es la segunda en un mes, creo que es obvio que este trabajo no es para mí.

―¡No! No digas eso, eres lo que atraes, siempre piensa “esto es para mi” “Esto es para mí” Así atraje yo el trabajo del bar.

―Sí, sí… lo sé.― Respondo desanimada.

―Ven esta noche, Lara no vendrá y necesitan a alguien que sirva en la barra.

―No sé Salma, en verdad no tengo ganas.

―Ven, te servirán las propinas, hazlo antes de que Dante llame a esa suplente que parece Pamela Anderson y que se lleva propinas solo por el hecho de ser ella.― Termina la llamada.

―Ojalá a mí me dieran un papel por el hecho de ser yo.― Digo en voz alta con esa amargura que últimamente me caracteriza y no debería ser así, ya que siempre he sido positiva porque tenía que serlo.

Así es, detrás de toda joven en busca de sus sueños existe una historia trágica o en algunos casos dura. Soy hija única de un padre que falleció hace tres años atrás dejándome cientos de euros en deudas hospitalarias, rentas y otras cosas que aún no entiendo de dónde salieron. Nunca conocí a mi madre, ella me abandonó tan solo pasó la cuarentena correspondiente, si no es que antes, por lo que siempre fuimos mi padre y yo y nadie más.

Él era un mecánico reconocido que me enseñó de todo, era tierno, comprensivo, siempre se las arreglaba para tener tiempo para mí y comprarme al menos un bonito regalo de Navidad y nunca escuché en su vocabulario la palabra me rindo, ni siquiera cuando estaba en sus últimos días .

Sin embargo, mi padre no era perfecto, y como él pensaba que viviría cien años al menos, jamás hizo una planificación para el futuro, así que a la hora de morir, no tenía nada asegurado, dejándome toda la responsabilidad a mí. Spoiler alert tan sólo terminó el funeral, que por cierto acabo de terminar de pagar, me corrieron de la casa ya que debíamos varias rentas y de ahí todo se fue a pique.

Cobradores, demandas, gente que ni conocía vino por dinero que ni sabía que teníamos, tuve que negociar con el hospital para que me diera un plazo, vender el taller para al menos tener algo y poder moverme y entre que esto pasaba y lo otro resolvía, terminé en casa de Salma con las pocas cosas que tengo y con deudas muchas deudas, ahí fue cuando entró el “trabajar para sobrevivir”.

Mi amiga me consiguió un curso rápido para poner uñas, luego me metió al salón de belleza donde trabajo y sobre la marcha he ido aprendido otras cosillas para explayar mis horizontes, ahora peino, corto el cabello, maquillo, entre otras cosas, sin embargo no me alcanza para pagar todas las deudas que tengo, así que por cada euro que hago dos se van al pago de… bueno no sé, pero se van a un pago. Para hacer dinero extra por las noches a veces trabajo en la bar del bar donde Salma canta y a veces de mesera. Sé que todo esto que cuento no es muy esperanzador pero ¡Ey! Hay actrices que llegan con 40 dólares en el bolsillo y hoy desfilan por la alfombra roja vistiendo un Chanel.

―¡Ahí viene mi actriz de Hollywood! ― Escuchó a Dante el dueño del bar que como siempre me sonríe.

―¡Sólo guarda silencio quieres! ― Le reclamo.

―¿Otra audición fallida?

―Pensé que Salma te había contado.― Comento mientras me meto al otro lado de la barra y me pongo el delantal sobre la cintura que empiezo a llenar con pajillas y otras cosas que necesito.

―Lo hizo, pero quería animarte princesa ¿ahora qué hiciste?

―Nada.

―¡Dímelo!

―Dije “Estúpida parvada” cuando era Tupida parvada.

El silencio se hace entre todos y sé que quieren reír a carcajadas pero por educación no lo hacen.

―¡Sólo ríanse y ya! ― Reclamo.

―No, no.. a todos nos pasa.― Se disculpa Dante.

―Sí claro, dice el dueño del mejor bar de la ciudad.

Dante se pasa de mi lado y como siempre me da un abrazo fuerte, de esos que sólo su cuerpo corpulento pueden dar.― Sé que estás desesperada Luisa, pero mira, yo no llegué a tener el mejor bar de la ciudad de un día para el otro, tardé años, muchos años y tuve subidas y bajadas pero jamás me rendí y ahora me río de otras las preocupaciones que tuve, como tú lo harás, porque tengo el presentimiento de que tu papel ideal está justo a la vuelta de la esquina, ese que te llevará al estrellato y que sé todos estaremos orgullosos de ti ¿vale?

Dante termina de decir su discurso y hundo mi cabeza sobre su hombro. ― Espero que sí, si no estoy condenada a trabajar en un salón de uñas por el resto de mi vida.

―Ya sabes que siempre tienes trabajo en este bar ¿si? Ahora a trabajar, la hora de los abrazos terminó, y el bar abre en unas horas o tenemos casa llena.― Comenta alegre.

Me alejo de Dante y sé que tiene razón, pronto muy pronto llegaría la audición de mi vida, esa que me pondría a lo alto de todo y me daría el nombre de actriz que tanto quiero, ese que me daría el dinero para poder pagar mis deudas y que de una vez por todas me haría feliz, mas feliz de lo que yo pudiera imaginar, digo apenas tengo veintiséis años y un mundo lleno de aventuras por delante. 

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