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CAPÍTULO 4: El trato

Luisa 

Este día no hay audiciones, no hay nada, simplemente es despertar normal en el piso, con un ligero dolor de cabeza por desvelarme y con el único motivo de salir a trabajar y hacer manicuras a clientas que me cuentan sus tragedias. 

Tomo la ropa más cómoda que tengo, una camiseta y unos vaqueros azules, me doy una ducha rápido donde no me lavo el cabello, y después de vestirme salgo de mi habitación para ver el piso completamente iluminado por los rayos del sol. Al parecer Salma aún no se ha despertado, por lo que paso con cuidado frente a su puerta, me dirijo a la sala a tomar mi bolso y abro la puerta para salir de ahí. 

―¡Ves te dije Larry! Es perfecta.― Escucho a Carlos que se encuentra justo en frente de mí al abrir la puerta. 

―¿Qué dem…? ¿Qué haces aquí? 

―Vine a verte Luisa de Sade. 

―Sí ya vi, pero son las ocho de la mañana ¿cómo es que te ves tan perfecto? 

―Bueno, tengo mis trucos. 

Un hombre un poco mayor que él, de cabello rubio y ondulado se acerca a Carlos y le da lo que parece una foto de una chica. Luego la pone a mi lado y sonríe.

―Si se parece, señor.― Le contesta y yo le quito la fotografía. 

Al verla, veo a una hermosa chica de cabello rubio, lacio con ojos iguales a los míos y una sonrisa que podría decir fue sacada de un catálogo. 

―Larry no me creía cuando ayer le conté que había encontrado alguien igual a mi ex prometida. 

―¡Oh! Seguimos con eso, pensé que en la borrachera se te había olvidado. 

―No, jamás olvido, sobre todo si es un buen plan. 

―Es pésimo plan lo que quieres hacer. 

―Dime tus razones. 

―Te puedo dar tres.― Contesto segura.― Una no soy rubia, dos no soy una lady y tres estabas ebrio cuando lo pensaste.― Digo mientras cuento con mis dedos. 

Volteo para darme la vuelta y entrar a mi piso cuando él me toma del brazo.― No espera, escúchame, te lo pido. 

Vuelvo a verlo, en su atractivo rostro se refleja una sonrisa que finalmente me convence de que voltee a verle y preste atención. 

―Sólo te pido que me escuches, por diez minutos, si dices que no, ya no vuelvo a molestarte. 

Por unos segundos nos quedamos en silencio viéndonos, su mano aún está sobre mi brazo y su sonrisa aún no se borra. 

―Está bien, pero no tengo mucho que ofrecerte aquí… ― Digo señalando mi piso. 

―Te invito a desayunar, conozco un lugar. 

―O.K.― Cierro la puerta y camino hacia el Mercedes Benz donde Larry, nos abre la puerta. 

―Él es Larry es mi valet.― Me presenta. 

―¡Guau! ¿Te sabes la del lago de los cisnes? ― pregunto y él sonríe. 

―No esa clase de valet señorita de Sade. 

―Lo sé, sólo bromeaba. 

―Lo sé, pero le puedo decir que  me sale un Pas de deux espectacular.― Contesta y me cierra el ojo haciéndome reír. 

―Me agrada Larry.― Comento y Carlos sonríe. 

Entro al elegante Mercedes y mientras me acomodo Carlos hace lo mismo del otro lado, voltea a verme y puedo ver como tiene maquillado el ojo morado que le dejaron ayer por el asalto. 

―¿Cómo amaneciste del golpe? ― Pregunto y él se lleva los dedos hacia el ojo y lo toca un poco. 

―Mejor, gracias, y antes que nada quiero pedirte una disculpa por lo que viste ayer, no suelo ser así. 

―Está bien, supongo que a todos nos pasa un poquito ¿no? 

―Supongo. 

El carro se adentra en la ciudad dejando atrás los pequeños rincones y lugares que conozco, de pronto todo cambia y empiezo a ver gente vestida un poco diferente a mi y edificios con fachadas un poco más detalladas y complejas. Carlos va en silencio, observando el paisaje al igual que yo, sólo que supongo que sus ojos no ven lo que ven los míos. 

Larry se mete por un callejón en la parte de atrás y luego se para justo en frente de la puerta de la cocina. 

― Tienes algo con los callejones ¿Cierto? ― Bromeo. 

―No, pero por ahora no me pueden ver contigo Luisa, no hasta que escuches lo que te voy a pedir. 

Después de abrirle la puerta a Carlos, Larry regresa de mi lado y me la abre a mí  y con toda la educación del mundo me invita a salir haciéndome sentir como una toda una dama. 

―Gracias Larry. 

―De nada, señorita de Sade. 

―Sólo dime Luisa.― Insisto. 

―Trataré, va en contra de mi protocolo.― Aclara. 

Él toca la puerta e inmediatamente uno de los chicos que trabaja ahí, nos abre la puerta para que los tres entremos por la cocina directo a lo que al parecer es un lujoso restaurante, decorado con candelabros en el techo, mesas redondas con manteles finos y meseros perfectamente vestidos que me hacen sentir mal por los vaqueros y la playera de traigo en estos momentos. Caminamos un poco más, siguiendo al capitán que viene platicando con Carlos sobre unas cosas para luego entrar a un salón privado donde una mesa para dos nos espera, junto con un mesero que nos saluda amablemente al entrar. 

―Señorita.― Me dice mientras recorre la silla para que me siente. 

―Gracias. 

Carlos se sienta frente a mí y me sonríe.― Lo siento, no había reservación en el otro restaurante. 

―¡Ah! OK― Pronuncio y de pronto veo al mesero acercar un carrito con dos cafeteras. 

―¿Té? O ¿Café? 

―Té, gracias… el café me pone muy ansiosa y me hace ir rápido al baño, es buen digestivo.― Contesto sin medir mis palabras y luego cubro mi boca avergonzada.― Creo que debería controlar lo que digo. ― El mesero sonríe. 

Carlos, al parecer, ignora mi comentario y simplemente espera a que le sirvan para pedir por los dos un desayuno de la casa y hacer que el mesero nos deje a solas para poder platicar. 

Se escucha como cierra la puerta, volteo a ver el enorme salón que tiene vista a una pequeña jardinera privada y a una fuente tipo zen cuya agua empieza calmar mis sentidos, nunca pensé que después de despertar en mi piso terminaría aquí y no en el salón arreglando las cosas. 

―¿Es de tu agrado el lugar?  ―Pregunta educado regalándome esa sonrisa encantadora. 

―He ido a mejores.― Bromeo y él se rie. 

―Eres ocurrente, me gusta.― Me halaga Carlos y después toma un sorbo de café y me mira a los ojos.― Quiero que me escuches antes de hablar ¿vale? 

―Vale.― No hago nada más que contestar. 

―¿Crees en el destino? ― Pregunta y yo me quedo en silencio.― Porque yo sí, y sé que tal vez lo que te dije ayer sonaron a palabras de alguien ebrio, pero ahora soy yo completamente y puedo decirte que mi propuesta va en serio. 

―¿Hacerme pasar por tu ex? Esa propuesta ni siquiera debería tomarla en serio ¿sabes? 

―Sí, después de que escuches lo que tengo por ofrecer. 

Tomo un poco de té y cruzo los brazos.― Te escucho, porque al parecer el desayuno será largo porque el mesero tarda una eternidad. 

―No, le dije que no nos sirviera hasta que me escucharas, por si las dudas. 

―Vale, dime.― Contesto comiendo un pedazo de pan de la canasta. 

―Voy a pagar tus deudas. 

De pronto siento como un pedazo de pan se me atora en la garganta y comienzo a toser lo más fuerte que puedo. Él se pone de pie de inmediato y sin que yo pueda evitarlo coloca sus brazos alrededor de mi pecho, justo en la boca del estómago y presiona dos veces hasta que el pan sale cayendo sobre el suelo. Vuelvo a sentir como las vías de aire se abren y puedo respirar tranquila de nuevo. 

―¿Estás bien? ― Me pregunta sonriente. 

―Sí, gracias.― Pronuncio a duras penas. 

E´l me da un vaso con agua y comienzo a tomarlo a sorbos mientras me tranquilizo. Carlos me observa atento mientras lo hago para luego estirar su mano y hacer que el vaso se acomode sobre la mesa. 

―Como decía, si me ayudas, voy a pagar tus deudas. 

―¿Cómo sabes que tengo deudas? 

―Ayer vi en tu piso que tienes muchos sobre de recibos de pagos vencidos, así que me di a la tarea de averiguar un poco y sé que tienes deudas hospitalarias e hipotecarias, si tú me ayudas Luisa, yo las liquidaré todas.

En eso siento como mis ojos se llenan de lágrimas por lo que acabo de escuchar, yo Luisa de Sade podría estar por fin libre de deudas por primera vez en todo este tiempo. 

―No mientas.― Murmuro. 

Él me toma de la mano y me ve directo a los ojos.― Te juro que no te miento, y para eso sólo tienes que ayudarme, es más si hoy dices que sí pago de inmediato la deuda hipotecaria que tienes para que me creas. 

―OK, te escucho. 

―Mi madre tiene tres semanas de vida, máximo un mes, nos han dicho los doctores, en este momento está postrada en una cama en la casa familiar. Quiero que sea feliz, y sé que su deseo es saber que me casaré con una buena mujer, además de que le había comentado que pronto le presentaría a mi prometida, a la cual te pareces mucho. Así que quiero que te hagas pasar por ella, sólo esas semanas, cuando mi madre se vaya podemos terminar el compromiso y te irás libre. 

―¿Cómo sabes que tu madre tiene tan poco tiempo? ― Pregunto.―¿Cómo lo sabes a ciencia cierta? 

―Los doctores lo dicen, son médicos familiares, y para serte honesto la veo deteriorada. Así que tú vas, muestras tus habilidades actorales, te haces pasar por mi prometida y todos somos felices. Yo pago tu deuda hospitalaria, mi madre se va tranquila sabiendo que estoy en buenas manos y yo al menos siento que no la decepcioné ¿qué dices? 

Por un momento me quedo en silencio pensando todas las probabilidades de que esto salga muy bien o muy mal, y de que posiblemente Carlos piensa que soy de las mejores actrices sin que haya ni siquiera hecho una audición lo que me da carta abierta a probarme a mí misma de que puedo lograrlo, de que puedo ser la actriz que siempre he deseado; además lo del pago de deudas es lo que más me mueve. 

―Sólo hay un pequeño problema, no me parezco nada a la joven que está en esa foto. 

―Eso no será problema, si tu dices que sí, yo hago el resto, entonces ¿aceptas? 

Sonrío levemente.― Acepto, pero sólo hasta que tu mamá muera.― Lo digo en alto y luego me arrepiento porque se escucha horrible.― Lo siento, pero es que… 

―Está bien Luisa.― Estira la mano.― Tenemos un trato y ambos lo cerramos con un apretón de manos. 

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