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CAPÍTULO 9: La propuesta

Luisa

Lo veo ahí, arrodillado con ese traje tan fino, ese porte tan elegante y  esa sonrisa sensual que podría desarma a cualquier persona que la tuviera en frente. Veo el brillante y despanpanante anillo uno que sólo pensé existía en las películas y no sé qué hacer, porque no lo entiendo, sólo sé que debo estar en este momento. 

―Luisa, sé que tal vez esto es apresurado y que pienses que tal vez es una locura lo que está pasando en el momento, pero desde que te conocí tuve la increíble corazonada que eras la mujer de mi vida, con la que quiero pasar el resto de mis días, la que me hace reír, suspirar, la que no puedo dejar de pensar a pesar de que lo e intentado. No sé si conocerte fue destino o simplemente una casualidad en la vida pero no quiero cometer el error de dejarte ir. Así que hoy, te he traído a este maravilloso lugar que lleva años firme mostrando su fortaleza y belleza, tal como tú lo has hecho a lo largo de tu vida, sólo para decirte, que jamás había conocido alguien como tú, que estás al filo de la irrealidad, como si fueras sacada de un sueño para mí. Entonces, rodeado de toda esta majestuosidad, yo Carlos, te pregunto ¿quieres casarte conmigo? 

Veo el anillo sobre la caja color rojo vino, uno que trae una perla y un diamante a la vez entrelazados como si formaran un infinito, como si estuvieran destinados a no poder vivir uno sin el otro. Mis niveles de emoción han subido hacia el cielo, mi cuerpo tiembla, y creo que he olvidado como respirar porque en cuanto alza la ceja para que le dé una respuesta tomó un poco de aire y exclamo casi al borde de las lágrimas. 

―¡Sí! ― y estiro mi mano para que el elegante anillo encaje a la perfección.―¡Sí! 

―Sí, ya me lo dijiste una vez.― Contesta cambiando el tono y poniéndose de pie.

―¿Disculpa? ― Pregunto confundida pero su rostro de confusión es peor. 

―Si sabes que esto es parte del espectáculo y el engaño ¿cierto? En realidad no, nos vamos a casar. 

―¿Qué? ― Trato de ordenar las ideas. 

―Seguro alguna de mis hermanas nos preguntara cómo te pedí matrimonio y tenemos que coincidir en el momento, ya sabes, acomodar historias, ahora tenemos detalles, discurso, viaje… puedo decirte que te traje a mi lugar favorito en todo el mundo y te lo pedí ¿no crees? Todos lo creerán ― Me comenta. 

Pongo un mechón del cabello detrás de mi oreja y sonrío.― Claro, claro… incluso ese ¡Sí! Tan eufórico fue para que digas que salté de emoción. 

―Buen toque.― Me felicita. 

―Soy actriz de método, supongo que este anillo también es falso. 

―¡Ah no! No, no… claro que no. Esta perla natural con un diamante de dieciocho quilates y el armazón es de oro, es tan real que fue de mi madre. 

―¿En serio? ¿De tu madre? 

―Sí, digo, si va a ver que estoy comprometido al menos debe saber que eres la indicada. 

―¡Ah! Cierto, pensé que sólo me ibas a presentar.― Hablo viendo aún el hermoso anillo sobre mi dedo. 

―Hubo un pequeño cambio de planes, no arruina nada, sólo lo afianza. Cuando termine todo me lo regresas y ya, pero al igual que el escudo, cuídalo ¿puedo confiar en ti? 

―Sí, sí claro.― Digo haciendo un ademán con la mano mientras el pesado anillo luce. 

―Ahora sí, estás perfecta, tenemos la apariencia, la historia, la pedida de mano, todo lo que necesitamos.― Comenta con humor.― Ahora ¿Quieres seguir viendo el lugar? Es en verdad maravilloso y nos faltan otros palacios. 

―Sí claro, no me perdería el resto de la Alhambra por nada.

Él me indica con la mano para que sigamos caminando hacia los otros rincones del lugar y mientras lo hacemos no puedo dejar de pensar en lo que acaba de suceder. Todo fue tan real, tan vívido, incluso en lugar de decir “Ana” dijo “Luisa” y lo que me declaró parecía hecho especialmente para mí. De pronto me pongo a pensar en el tipo de situación en la que me metí, soy actriz y sé que lo haré muy bien cuando estemos allá, pero en este momento, no estoy actuando, he sido yo todo este tiempo y lo que hemos convivido juntos ha sido con nuestras verdaderas personalidades o ¿Acaso Carlos piensa que ya estoy en el papel? 

Sin embargo, todo se me olvida de pronto, ya que él con gran pasión me explica cada detalles del lugar, me cuenta las preciosas leyendas que se han vivido aquí, los reyes que la han habitado y cuando llegamos al final del recorrido, me toma de nuevo la mano pero esta vez no salto como las otras veces, si no volteo a verlo con una sonrisa. 

―¿Quieres ir a comer? Hay un bonito restaurante donde podemos ir. 

―Sí, claro, tanto caminar me ha dado hambre. 

―Entonces sígueme.― Dice tomando mi mano y jalandome hacia la dirección. 

―Pero… ¿Y el chofer? ¿no? 

―El chofer nos verá allá, tú no te preocupes, si te cansas con las zapatillas te cargo.―Sonrío, y dejo que mi cuerpo sea guiado por él mientras salimos del lugar y nos alejamos de ahí. 

Carlos camina con seguridad, al parecer ha venido muchas veces a esta ciudad por lo que se sabe las calles de memoria. Mientras sigo su paso trato de observar las calles, los edificios, la gente que vive aquí, los turistas que no paran de tomar fotos y después a él, que no deja de sonreír. 

Minutos después, llegamos a un bello edificio al cual subimos hasta el último nivel para encontrarnos con un bello y sencillo restaurante muy lejos de los lujos que él me ha mostrado antes, por lo que me viene a la mente, que no lo conozco en absoluto o más bien, no lo entiendo. 

―Este es uno de mis restaurantes favoritos, no sólo porque venden la mejor tortilla de sacromonte y otros platillos si no por lo siguiente. 

Él me cubre los ojos de inmediato con sus manos y yo automáticamente llevo mis manos hacia las de él para tratar de quitarlas. 

―No veo Carlos.―Comento entre risas. 

―Venga, es una sorpresa, sólo sígueme. 

Paso a paso coordinado lo sigo hasta que siento que el suelo es diferente y el viento roza todo mi cuerpo, no sé si estamos solos o simplemente hay poca gente porque no escucho a nadie a nuestro lado. 

―¿Lista? 

―Lista. 

―Uno, dos y….¡Tres! ― Exclama y me descubre los ojos para ver la vista más hermosa ante mí. Entre las casas, edificios y las calles, yace la Alhambra a lo lejos dándome otra perspectiva―¿Te gusta? 

―¡Guau! ― Exclamo. 

―Ves, no todos los lugares tienen su valía por sí son elegantes o no, a veces las personas más sencillas son las más sorprendentes. 

―¿Personas?

―Digo, lugares.― Corrige y me invita a que me siente en la mesa que nos espera vacía. 

Como todo un experto no hace esperar al mesero y ordena por los dos lo que al parecer es el platillo estrella del lugar y la bebida. Yo simplemente observo el paisaje, como lo he hecho desde que pise este increíble lugar. 

Sin embargo, no puedo sacarme de la cabeza lo que acaba de pasar hace unos momentos atrás, no lo de la pedida de matrimonio si no que haya dicho mi nombre, y no sé porqué estoy tan obsesionada con ese asunto. 

―¿Te puedo preguntar algo? 

Él toma un sorbo de vino y asiente.― Lo que sea. 

―En la pedida de matrimonio ¿por qué dijiste Luisa en lugar de Ana? 

Él levanta la ceja como siempre y suspira.― Estoy acostumbrado a llamarte Luisa, sé que te prometí que te llamaría Ana a partir de ya, pero creo que no me he atrevido. 

―¿Atrevido? ¿A qué? 

―A hacerme a la idea de que esto será una realidad en unos días y que deseo que todo salga bien, al grado de que cuando termine nadie salga lastimado. 

La sinceridad de Carlos me enternece, así que ahora soy yo quien le toma la mano haciendo que el diamante brille con los rayos del sol. 

―¡Ey! Todo va a salir bien ¿confiamos uno en el otro no? 

―Claro. 

―Y no lo hacemos para hacer que una ex se ponga celosa, si no para darle a tu mamá un deseo cumplido y es todo por una buena causa, además haz planeado todo a la perfección, nada puede salir mal, tú lo dijiste allá atrás, así que no te desanimes. 

Carlos cubre mi mano con su otra mano y la acaricia, su intensa mirada se cruza con la mía haciendo que mi corazón se salte un latido. Me sonrié. 

―Tuve mucha suerte de entrar a ese bar ¿sabes? No sé porque supe que era el correcto y ahora tengo a la mejor aliada a mi lado, a una increíble mujer sé hará el papel de su vida ¿cierto? 

―Tenlo por seguro.― Respondo. 

―Estoy seguro, es la primera vez que no dudo que esto es lo correcto y también que sé que estoy con la persona correcta. 

De nuevo nuestras manos se queda juntas, tal como pasó en el avión, al parecer no somos muy buenos en esto de separarlas de inmediato, hasta que el mesero viene y nos interrumpe poniendo la comida. 

―Creo que iré al tocador.― Me excuso tratando de alejarme de la tensión. 

―Sí, por supuesto. ― Contesta y me pongo de pie dejando un hilo de romance en el aire. 

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