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CAPÍTULO 8: El viaje

Carlos 

Luisa, para este día, escogió un vestido de color rojo ligeramente por debajo de la rodilla, sin mangas, con un lazo negro que le hace cintura y se peinó con un chongo bajo de lado que la hace ver muy elegante, sobre su cuello trae el escudo brillante de mi familia y su aroma es un perfume ligero que huele de una forma exquisita y que le da un toque de feminidad muy apropiado, al parecer, sabe que ponerse para verse exacto como la imagino y eso me gusta. 

Después de un tiempo manejando, llegamos al aeropuerto y al entrar sobre la pista ella voltea a verme un poco preocupada.. 

―¿No me digas que ya vamos a ver a tu familia?― Pregunta. 

―No, aún no, hay una última cosa que debemos hacer, no te preocupes, cuando llegue la hora te avisaré con tiempo. 

―Vale.― Y se lleva la mano al dije y juega con él. 

―Confía en mí ¿quieres? Todo lo que estoy haciendo es para que cuando lleguemos ante mi familia todo sea lo más cercano a la realidad posible, para que no haya huecos. 

―Eres bastante perfeccionista ¿cierto?

―Precavido, conozco a mi gente y sé que harán hasta lo imposible para descubrir todo, así que confío que tu actuación sea perfecta para no levantar sospechas. 

―Lo será, tranquilo.― Contesta sonriente.

Después de que Larry no abriera la puerta, nos bajamos el auto para subir al avión que nos está esperando ya listo para partir. Ella se queda observando por un momento las escaleras y luego sonríe. 

―Esto es genial, ojalá tuviera una cámara para poder tomar una foto y que todos me creyeran.― Murmura. 

―Yo lo recordaré por ti.― Contesto.― Ahora vamos que tenemos una cita. 

―¿Cita? ― Pregunta curiosa mientras sube las escaleras y entra al avión privado que nos está esperando. 

Le indico con la mano que se siente en uno de los asientos y ella lo hace de inmediato acomodándose el vestido. Yo lo hago en frente viéndola y su rostro es tan transparente que sé que se está muriendo de la curiosidad. 

―¿Me dirás? 

―Esta vez no, pero te puedo decir que iremos a Granada hay algo que debemos hacer allá, así que abróchate los cinturones y disfruta del viaje. 

El avión comienza a moverse para posicionarse en la pista para así despegar y Luisa se acerca a la ventanilla para ver el recorrido. 

―Jamás he viajado en avión.― Murmura. 

―¿Disculpa? 

―Jamás he viajado en avión, esta es mi primera vez. 

Esbozo una leve sonrisa, al parecer hay muchas cosas que aún no conozco de ella y que siento que no me dará el tiempo suficiente para conocerlas. Empieza el momento del despegue, ella echa su cuerpo hacia atrás para recargarse sobre el asiento pone las manos sobre la mesa del servicio que está enfrente de nosotros como si quisiera apoyarse de algo. La tomo de las manos y ella da un pequeño salto como si se asustara. 

―Tranquila, el despegue siempre es impresionante, al igual que el aterrizaje, todo depende de como lo manejes. Luisa sonríe nerviosa. ― Veme a los ojos, no pienses en nada. 

―Bueno.― Responde y su mirada asustada se cruza con la mía. 

De pronto, todo a mi alrededor se olvida, no siento el movimiento del avión, solo la presión de mi pecho, como mis pies se pegan al suelo y el fuerte apretón de manos de ella que no deja de mirarme como si fuera su salvación o su consuelo. Ya no sé si el avión ha despegado por completo o si seguimos en la pista, pero el tenerla así por un momento me elevó a otro plano trayendo muchos recuerdos de felicidad en mi. 

Ting hace el pequeño timbre diciéndome que hemos alcanzado la altura pero ella no deja de tomarse con fuerza, haciendo que todo la felicidad que siento se transforme en dolor por el fuerte apretón de manos. 

―Luisa ¿crees que puedas dejar de apretarme?― Pregunto quejándome. 

―¿Eh? ― dice y luego parece que regresa a la realidad porque inmediatamente me suelta.― Lo siento, lo siento. 

―No te preocupes, si es la primera vez que viajas en avión es normal. 

―Sí supongo.― Contesta tomándose el dije y jugando con él, al parecer es un tic que ha desarrollado. 

Nos quedamos en silencio, observo como ella ve el paisaje fascinada y me enternece, se transformó en una niña pequeña de pronto. 

―Jamás has viajado. 

Luisa voltea a verme y niega con la cabeza.― No, mi padre y yo no teníamos tanto dinero para viajar, además, él trabajaba en un taller mecánico por lo que era abrir si o si, si no no había comida sobre la mesa, así que no había tampoco tiempo para viajes. 

―Ya veo. 

La sobrecargo nos pone las bebidas que encargamos en la puerta antes de despegar y luego se aleja.

―Cuéntame sobre ti.― Le pido. 

―¿Sobre mí? Creo que ya sabes bastante ¿no? 

―No, sólo lo básico, pero me gustaría saber más… dime ¿cuál es tu color favorito? 

―¿Además de Prada y Chanel? ―Dice coqueta tomando un sorbo. 

―Además de esos.― Contesto entre pequeñas risas. 

―Me gusta el blanco, se me hace muy elegante y a la vez se puede combinar con todo. 

―Ya veo por qué escogiste los vestidos blancos.

Ella sonríe. 

―¿Dime algo que siempre haz querido hacer?― Continúo. 

Se sonroja.―Es una tontería, no vale la pena.

―Pruébame. 

―Me gustaría bailar un vals. 

―¿En serio?  ― Expreso y tomo un sorbo. 

―Ya sé, es una tontería, pero de chica veía como bailaban vals en las películas y dije sería genial. 

―No es tonto, en realidad es algo bello, los vals son muy románticos.― Respondo.

―No sabes bailar vals. 

―No, lo siento. 

―Esta bien, supongo que no se puede todo. 

El juego de miradas regresa, es más segura y el miedo se ha ido de sus ojos, la Luisa relajada ha regresado, y me encanta que me esté mostrando todas sus facetas. 

―¿Qué más me puedes contar sobre tu vida? 

―No creo que sea muy interesante Carlos.

―Vamos, tenemos un par de horas por delante, no me digas que nos quedaremos viendo a los ojos todo el tiempo y bebiendo a sorbos hasta que lleguemos. Además así como tú quisiste saber sobre mí es normal que yo quiera igual hacerlo. 

―Bueno, qué quieres saber. 

―Sobre tus padres, tu vida como actriz, tu vida normal. 

Ella encoge los hombros.― Bueno mi padre murió hace años de cáncer, mi madre me abandonó cuando nací, mi padre casi no habló sobre eso al parecer le dolía  mucho así que nunca me interesó buscarla ya que él cubría perfectamente ambos papeles. Era mecánico como te conté y muy bueno, siempre tenía clientes que lo buscaban y yo le ayudaba a veces en el taller, era divertido. Con respecto a la educación pues hice los niveles que se tenía que hacer y para estudiar actuación fui a una pequeña academia, mi padre ya empezaba a dar signos de enfermedad así que el dinero empezó a escasear. 

―Debió ser difícil. 

―El quedarme sin dinero no, prácticamente fue el ver como un hombre tan fuerte y activo se iba desvaneciendo y apagando en una cama. Sentía como sus manos perdían fuerza y que poco a poco dejaba de moverse. ―Sus ojos empiezan a brillar por las lágrimas, pero ella pasa saliva y se compone.―Supongo que ya no vale la pena recordarlo, mejor dime ¿Qué haremos en Granada?― Dice cambiando el tono a uno más alegre, al parecer no le gusta mucho platicar sobre ese aspecto. 

―Visitar a unos familiares. 

―Me encantan ¿primos? ¿Tíos? 

―No te diré, mejor porque no nos relajamos y disfrutamos del resto del viaje.― Cruzo los brazos a la altura de mi pecho y me recargo sobre el asiento, ella hace lo mismo y dirige la mirada hacia la ventanilla y se queda así el resto del viaje. 

***

Unas horas después llegamos a la hermosa ciudad de Granada. Luisa pasó de la emoción al susto cuando el avión aterrizó provocando que sus manos se aferraron ahora al asiento sin que yo pudiese tomarlas. 

Después de que pasó el susto y que el avión se paró por completo,  pudimos bajar hacia la camioneta que nos estaba esperando para dirigirnos al centro de la ciudad, donde vemos esta arquitectura que ha pasado a través de los años y que ha resistido todo tipo de acontecimientos, aún así nos maravilla y lo puedo ver en el rostro de de Luisa que no deja de sonreír mientras observa cada edificio, cada fachada, museo y plaza. 

―¡Guau! ¿Crees que podamos pasear un poco? ― Me pregunta esperanzada. 

Asiento.― Sólo lleguemos a nuestra cita.

―¡Me encanta! ¡Gracias! ― Responde emocionada, haciéndome sonreír. 

Otro “Guau” sale de sus labios cuando el chofer se para justo en las puertas de La Alhambra y la ve por la ventana. 

―Llegamos. 

―¿En serio? Cuando me dijiste que veníamos a visitar familiares no mencionaste que estaban muertos hace siglos atrás, y yo que estaba nerviosa. 

Vuelvo a reír, al parecer desde que la conozco las risas no faltan.― Vamos Luisa, sé que te gustará,  la Alhambra es el más bello conjunto arquitectónico de palacios que existe en España, además, es uno de mis favoritos. 

―Sí, no me quejo del paseo, sólo que no entiendo la razón. 

Los dos entramos y comenzamos a caminar por sus preciosos, amplios y coloridos jardines y sólo verla tan emocionada me hace disfrutar el lugar como si fuera la primera vez, Luisa ve detalles que yo he pasado desapercibidos y nuevos que no sabía que existían. 

Así, cuando nos vamos acercando al Patio de los Leones, la tomo de la mano y ella vuelve a dar un salto, expresando su torpeza y sus nervios. 

―Lo siento, me asustaste.― Al parecer cada vez que la toco se pone tensa. 

―No pasa nada, sólo que este lugar es especial y quería recorrerlo así. 

―¡Ah!― Comenta como si no le diera importancia. 

Entramos al hermoso patio de los leones, llamado así por la fuente de los leones que hay en el centro, ella al ver la arquitectura mocárabes eleva su vista al cielo y sonríe. 

―Esto es precioso ¡Parece que estoy dentro de las Mil y unas noches! ― Expresa emocionada y luego entra a la bóveda donde desemboca un poco de agua de la fuente, la sigo atento con una sonrisa en mis labios que no es fácil de quitar. 

―No entiendo qué hacemos aquí, pero si me trajiste sólo para saber algo sobre tí, créeme jamás me quejaré.― Expresa y luego se da la vuelta para verme con una rodilla sobre el suelo y con una anillo de compromiso brillando en la caja de terciopelo rojo vino. Luisa se lleva las manos al rostro cubriendo sus labios emocionada y ahora sé, que la he tomado por sorpresa. 

―¿Carlos? ― Pregunta mientras trata de contener su emoción. 

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