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CAPÍTULO 5: Transformaciones

Luisa 

Tan solo salimos del restaurante, la primera parte del trato se cumplió, con una sola llamada y un traspaso de dinero a mi cuenta, tenía todo lo que necesitaba para pagar mi deuda hipotecaria. Me quedé admirando la cantidad de dinero como si fuera algo en verdad bellísimo, un sueño tal vez. 

―Larry pellizcame.― Murmuro y segundos después sentí un pellizco en mi brazo.― ¡Auch!― Expresé―era broma Larry. 

―Yo sólo estoy para servirla señorita.― Contesta pícaro. 

―Muy servicial diría yo.― Contesto de inmediato y el me da una sonrisa ligera. 

―Venga Luisa, deposita ese dinero y continuemos que hay mucho que hacer.― Me alienta Carlos. 

―Jamás volveré a tener tanto dinero en mi cuenta, déjame disfrutarlo. 

―Luisa.― Me murmura con ese agradable acento que tiene. 

Presiono uno de los botones e inmediatamente el dinero desaparece, dejando mi cuenta en ceros. 

―Fue bonito mientras duró.― Digo decepcionada.―Hubiése tomado una captura de pantalla. 

―No creo que te convenga.

Entonces Larry toma mi móvil y en un movimiento lo apaga y lo guarda en su bolsa. 

―¿Qué fue lo que pasó? 

―A partir de ahora no puedes contactar a nadie de tus conocidos, por seguridad de que puedan revelar tu identidad, así que por seguridad, Larry se lo quedará. 

De pronto llega a mi mente lo que pensarán mis amigos, jamás me había separado de ellos tanto tiempo y hoy me fui sin avisarles, es obvio que darán parte a la policía. 

―Pero ¿y si me buscan?

―No te preocupes, Larry se encargará de decirles que estás bien, ahora ven, te llevaré a un lugar para que te alegres. 

Carlos me invita a que suba al Mercedes de nuevo y lo hago esta vez un poco más segura y por dentro muy feliz porque sé que tengo una deuda menos que pagar. 

―Bien, esta eres tú. ― Comenta y me da una carpeta con un perfil. 

―¡Guau! Sí que tenías todo planeado ya. 

―Bueno, conozco un chico.― Presume y cierra un ojo, algo que tomo como señal de confianza. 

Leo el perfil con cuidado.― Ana de las Casas, 26 años, hija de León de las Casas marqués de Bi-yo-ux.― Pronuncio como se escribe. 

―Bi yu, es francés, trabajaremos en eso.― Me dice. 

―Vale, Marqués de bijoux.― Pronuncio bien haciendo un ademán con la cabeza y Carlos sonríe.― Quién murió meses después de que naciera, por lo que estuve bajo el cuidado de ¡unas monjas! ¿De dónde sacaste esto? ¿De los archivos de las cruzadas? 

Larry se ríe, haciendo un sonido que hace que ambos volteamos a verlo. 

―Luisa, los archivos de los conventos son prácticamente secretos, así se justificará el hecho de que nadie encuentre nada  en la web sobre ti.  

―Pero ¿eso quiere decir que me sacaste de un convento? ¿Qué hacías en un convento? Eso es sospechoso. 

Él se ríe.―Lee más abajo.― Y me indica señalando el párrafo con un dedo. 

Me aclaro la garganta.― Hace años se restableció la herencia, por lo que me di a la tarea de viajar un poco y conocí a Carlos de la Rosa, en un partido de Polo ¿de Polo? 

―Sí, mi deporte favorito, lo practico desde que soy niño. 

―¡Ah bien! ― Contesto y él se me queda viendo. 

―No sabes que es ¿cierto? 

―Ni idea... 

―Bueno, después lo explicaré.― Me dice sin darle importancia. 

―Muy bien… y ¿mi madre? ¿No tengo? 

―No, murió cuando naciste. 

―¡Guau! En verdad te esforzaste en no dejar cabos sueltos, supongo que también mataste a mis hermanos, perros y gatos. 

―No, tienes un perro. 

―¿Un perro? 

―Sí, fifí, pero no lo trajiste... 

―Déjame adivinar ¿no aguanta ir por la vida con ese nombre y prefiere mantenerse escondido? 

Carlos se ríe.― Amo tu sarcasmo, pero no es muy de la realeza. 

Larry se para en frente de una puerta de madera muy elegante y minutos después no abre la puerta, primero a Carlos y luego él me ayuda a salir. 

―¿Qué es esto? 

―Ya verás. 

En eso una chica abre la puerta y después de hacer una reverencia deja que ambos pasemos para en seguida encontrarme con un hermoso SPA donde todo un personal está esperando. 

―¡Dios! Esto es increíble, me encanta.― Digo emocionada. 

―Bueno, me alegra que te guste, porque aquí empieza tu cambio de imagen. 

Entonces sin que yo pueda prevenirlo una chica me toma de la mano y me lleva a un pequeño cuarto donde me pide que me quite la ropa que traigo y me ponga una bata blanca encima. Cuando termino de hacerlo, salgo para pasar de un lugar a otro como si fuera toda una muñeca. Carlos se encuentra sentado sobre uno de los sofás mientras observa cómo toman mis manos y pies para hacerme manicure y pedicure y un diseñador de imagen comienza a jugar con mi cabello. 

―La realeza tiene protocolos para todos Luisa.― Habla Carlos.― Deben tener un peinado apropiado que sea favorecedor para sus rostros, maquillaje ligero incluso si el evento es de noche, el esmalte debe ser tenue o incluso transparente, no se pueden poner uñas postizas ni nada por el estilo. 

―Vale.― Contesto tratando de poner atención mientras siento que me jalan por todos lados. 

―Ahora, escuchamos tu risa. 

―¿Mi risa? 

―Sí ¿cómo te ries? O mejor aún dame tu mejor risa sofisticada. 

Me quedo en silencio mientras veo a Larry que me hace un ademán con la mano para que lo haga. 

¡Ohjajajajajá! ― Hago una risa tan fingida que hace que todos nos vean. 

―¿Esa es tu risa? ¿De dónde la sacaste? ¿De una película de Julia Roberts? 

―¿Sabes quién es Julia Roberts? ― Pregunto sorprendida y sarcástica. 

―Sí claro, de vez en cuando vamos al cine, no vivimos en la edad media.― Me dice en el mismo tono, haciéndome sonreír.―Tienes que practicar tu risa es algo más como… Hmmmmjajajaja― Y hace una risa tenue y elegante. 

Hmmmmjajajajaa.― Imito y Larry hacen una mueca de que lo hice más o menos. 

―Debes practicar más, es todo. Y por cierto, a partir de este momento ya no te llamaré Luisa si no Ana, para que te acostumbres al nombre. 

―Lo sé, soy actriz ¿recuerdas? 

―Pues espero que te metas a lleno en el rol. 

―Lo haré, por lo que tengo unas preguntas que hacerte. 

―Dime...

―¿Puedo usar tiaras? 

―No. 

―¿Collares de diamantes? 

―No. 

―¿Conocer al príncipe William? 

―No.

―No me das muchas opciones, así que dime ¿Qué es lo que puedo hacer? 

―Nada que no sea aprobado por nosotros.― Responde Carlos seguro. 

―¡Vaya! Pensé que ser de la realeza era más emocionante. 

―Créeme, no lo es, pero uno encuentra como divertirse.― Habla suave y se acerca a mí mientras el estilista da los últimos toques a mi cabello que ahora es completamente rubio y se siente más sedoso que nada. Carlos me mira de frente y acomoda mi cabello que cae cómodamente sobre mis hombros. 

―¿Cómo me veo? ― Pregunto. 

Él clava sus hermosos ojos miel sobre los míos y me sonríe.― Hermosa, pero falta algo. 

―¿Qué? 

Él estira la mano y enseguida Larry le da una caja de terciopelo que al abrir muestra un hermoso y sencillo  dije de un escudo real. Él se pasa por atrás mío y haciendo que yo tome mi cabello un momento me lo pone sobre el cuello, dejándolo colgado ahí. 

―La tradición en mi casa es que cuando una mujer está comprometida con uno de nosotros es que lleve en un dije el escudo de mi casa real.

Lo tomo con la punta de los dedos y lo observo.― Es, precioso. 

―Cuídalo, este fue de mi madre, prometí que se lo daría a la mujer de mi vida, y pues, aquí está.―Carlos vuelve a acomodar mi cabello y regresa al frente para verme toma con cuidado el escudo y lo acomoda.―Es lo más valioso que tengo, te lo encargo ¿quieres? 

―Sí, claro.― Menciono nerviosa ya que tenerlo tan cerca me pone así. 

Él me voltea frente al espejo y al reflejarme sonrío. Me veo tan diferente, cambiada, en pocas palabras irreconocible. Carlos pone la fotografía de su ex prometida a mi lado y murmura.― Perfecta ¿ves? Y al verla a través del cristal me doy cuenta que si, no se equivocaba, en verdad quede perfecta. Admiro la sonrisa de Carlos que no deja de verme y contemplarme como si fuera una obra maestra, se muerde los labios y sonríe. 

―¿Qué pasa? 

―Ahora, sigue la parte que a ti te va a divertir y a mi me va a doler Luisa, tu guardarropa. 

Ahora, soy yo quien se muerde los y sonríe.― No sé quién es esa Luisa, yo soy Ana de las Casas.― Pronuncio segura bajo la mirada de todos. 

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