Capítulo189
Pero desde que mis padres se fueron, nunca más me quejé del sabor amargo de las medicinas, porque ya no había nadie que me diera caramelos, y dejé de comerlos.

—Es muy dulce —Sergio volvió a acercar el caramelo, rozándolo contra mis labios, como tentándome.

Finalmente abrí la boca, pero en el momento en que el caramelo tocó mi lengua, las lágrimas invadieron mis ojos y comenzaron a caer.

—¿Por qué lloras? —su mano tocó con delicadeza mi rostro, limpiando mis lágrimas.

Mejor no hubiera dicho nada, porque cuanto más hablaba, más me dolía el corazón y más imposible era contener las lágrimas.

Sergio no podía secarlas lo suficientemente rápido, así que finalmente me quitó el vaso de las manos y apretó las mías. —Si la medicina es muy amarga, no la tomes.

Se fue y yo enterré mi rostro con dolor entre mis manos...

Después de llorar un rato, me sentí mucho mejor. El termómetro en mi axila emitió el pitido indicando que había terminado de medir.

Lo saqué: 38.2 grados.

Realmente tenía fiebre.

Se
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