KRONOS EMPIRE. Leonardo Montenegro.Tanto el nombre de la empresa como la firma extravagante del representante legal me resultan muy familiares.Este grupo empresarial es el mayor socio de Jiménez & Asociados, y Gabriel tiene una excelente relación personal con el señor Montenegro.Pero ¿cómo es que mi padre tenía un contrato con KRONOS hace diez años?Según tengo entendido, en ese entonces mi padre no trabajaba para Jiménez & Asociados, ¿entonces para qué tenía este contrato?Vuelvo a revisar con detenimiento el documento: trata sobre una colaboración para el desarrollo de energías renovables, un proyecto que ahora pertenece a Jiménez & Asociados y genera considerables beneficios.Así que técnicamente este contrato pertenece a Jiménez & Asociados, pero lo extraño de todo, es que no tiene la firma de Gabriel.Dejo el contrato a un lado y abro el cuaderno de mi padre.Es un diario de trabajo, mayormente lleno de planes laborales y algunos símbolos químicos que no entiendo. Sigo hojeando
Necesito aclarar la verdad sobre la muerte de mi padre.Después de pensarlo mucho, decidí buscar a Alejandro, pero necesitaba una buena excusa.Mientras reflexionaba sobre esto, recibí una inesperada llamada de Alicia. Desde el primer momento, se notaba furiosa:—Este sinvergüenza de Carlos quiere que me muera simplemente de un coraje, junto con Gabriel. Si se atreve a formalizar con esa mujer, Gabriel y yo nos morimos ahí mismo para que vea.Su reacción no me sorprendió para nada. Solo pude intentar calmarla un poco:—Alicia, por favor, usted y Gabriel no se enojen. En estos asuntos del matrimonio, los padres no pueden imponer su voluntad.—Ya sé que no podemos obligarlo, si no, ni hubiera llegado tan lejos contigo. Pero si piensa meter a una miserable viuda a esta casa, ¡que ni lo sueñe! —declaró Alicia con firmeza.Con lo mal que me sentía, ni sabía qué decirle, aunque siendo honesta, tampoco quería defenderlos.Al fin y al cabo, Carlos y Beatriz me traicionaron, ¿por qué tendría qu
—Gabriel... —susurré con voz temblorosa por la impresión.—Sara —me respondió, esforzándose por sonreír.—Su cabello... —extendí la mano, queriendo tocarlo.—¿Qué tiene mi cabello? ¿Está despeinado? —preguntó algo confundido.Las lágrimas comenzaron a caer por mi rostro sin control alguno.—¿Qué te pasa? ¿Por qué estas llorando? ¿Acaso Alicia te dijo algo? No le hagas caso, ya sabes cómo es ella de exagerada.Gabriel parecía no haberse dado cuenta de que su cabello se había vuelto canoso.Hace apenas unos días lo había visto y tenía el pelo completamente negro. Ahora, aunque no estaba blanco por completo, al menos un ochenta por ciento de su cabello había perdido el color.Parecía otra persona diferente, como si hubiera pasado de ser un hombre maduro y vital a un simple anciano de la noche a la mañana.No pude decir nada, especialmente sabiendo que él ni siquiera se había percatado del cambio.Me acerqué y lo abracé mientras las lágrimas seguían corriendo desbordadas por mis mejillas.
Sí, todos envejecemos, pero que alguien envejezca de esta manera de la noche a la mañana... realmente duele ver algo así.Gabriel me preparó el té rojo, pero cada sorbo me sabía amargo.—Llévate el resto del té, así podrás preparártelo en casa. Es bueno para la belleza y la salud —me dijo mientras empacaba cuidadoso las hojas sobrantes.Me trataba como a una verdadera hija, y ahora en su amabilidad se notaba también un dejo de culpa.No pude rechazarlo, eso solo lo habría hecho sentir peor.—Gracias. Cuando se me acabe, le pediré más —le respondí con tono despreocupado, tratando de animarlo un poco.—Claro, pídeme lo que quieras. Sara, tú eres mi hija, ¿lo sabes? —me dijo, abriéndome su corazón.Le agradecí con firmeza:—Para mí, usted también es mi padre.Cuando estaba en la escuela, casi siempre era Gabriel quien iba a las reuniones de padres. A veces Alicia quería ir, pero Gabriel insistía en que, con su posición, los maestros y el director me tendrían en mejor estima.Aunque perdí
Me había esforzado tanto por subir a ese auto y resultó siendo más fácil de lo que pensé.Pero para encontrar la dirección que buscaba, todavía necesitaba ingeniarme algo más.—Manolo, ¿podrías detenerte un momento? Me siento un poco mal del estómago —fingí malestar cuando vi una farmacia a mitad del camino.—Claro, claro —Manolo me miró de reojo por el retrovisor y accedió de inmediato.Cuando el auto se detuvo, me observó preocupado:—¿Qué te pasa, Sara? ¿Quieres que te lleve al hospital?—Quizás fue el té que me preparó Gabriel, me cayó mal al estómago —mencioné a Gabriel a propósito, sabiendo que eso haría que Manolo se preocupara más.Me sujeté con fuerza el abdomen y continué:—Manolo, ¿podrías comprarme omeprazol? Con una pastilla estaré bien.Manolo lo pensó varias veces, pero aceptó:—¿No sería mejor ir al hospital?Me quedé callada y Manolo entendió de inmediato el mensaje.Después de tantos años con los Jiménez, él sabía bien mi posición. Aunque ya no estuviera con Carlos, n
Decidí intentarlo con los últimos tres dígitos de sus fechas de nacimiento, pero pensé que sería demasiado obvio. Recordando que Gabriel y Alicia parecían favorecer ligeramente a Carlos, puse primero su fecha y después la de Alejandro.Al ingresar el último número, sentía que mi presión arterial había alcanzado su punto máximo y el corazón se me había subido de repente a la garganta.En ese preciso momento, Manolo estaba a solo diez metros. No me atrevía ni a mirarlo, solo podía fijarme en la pantalla.Cuando el ícono gris de "privado" se iluminó, supe de inmediato que la contraseña era correcta. La ruta privada mostraba "Los Álamos".Por supuesto que conocía Los Álamos, era uno de los tres centros de rehabilitación que había investigado.Todo este esfuerzo por conseguir esas pocas palabras.Respiré aliviada al obtener la respuesta y alcé la mano para borrar apresurada mi historial de búsqueda justo cuando Manolo abría la puerta.Su mirada se fijó en mi mano y luego en la pantalla del
Gabriel y Alicia han sido tan buenos conmigo que hasta sospechar de ellos me hace sentir culpable.Pero ahora hasta Paula tiene esas terribles sospechas...Mi corazón parecía caer desde diez mil metros de altura, con un pánico indescriptible.—¡Voy a investigar!Mientras más dudas hay, más necesito investigar todo esto.Por mi padre, y también para limpiar el nombre de Gabriel.Paula entendió mis sentimientos y solo dijo que siempre estaría ahí para mí.Sus palabras me hicieron entender que ella quizás ya sabía algo.Pero no descansaré hasta descubrir la verdad.Salí al instante de emergencias para tomar un taxi, pero me sorprendió ver que Manolo seguía ahí, con las medicinas en la mano y hablando por teléfono:—...sí, tocó la pantalla del navegador... dijo que quería escuchar música...Me quedé helada a pesar del sol abrasador.No necesitaba preguntar con quién estaba hablando.¿Pero por qué tenía que reportar esto?Y si no hubiera nada que ocultar en el navegador, ¿por qué informar s
El silencio se volvió asfixiante. Mientras consideraba buscar algún tema para terminar la llamada, la voz temblorosa de Alicia resonó:—Todo lo que le pasa a Gabriel es culpa de esa mujer. Solo por eso jamás la aceptaré.Nunca había visto a Alicia así, con las palabras escapando entre dientes apretados, cargadas de un fuerte rencor.Un escalofrío me recorrió la espalda, dejándome sin palabras.—Sara —me llamó Alicia—, cuando puedas, visita a Gabriel. Solo tú puedes darle algo de consuelo.Sus palabras me pesaron como una losa, pero aun así acepté.Al colgar, me desplomé contra el asiento del auto, como si una fuerza invisible me aplastara, apenas pudiendo respirar.Llegué a casa y me acurruqué temerosa en el sofá, procesando una y otra vez todo en silencio.Conectando los puntos, todo apuntaba hacia Leonardo, quien mantenía negocios y contacto con Gabriel. Especialmente sospechoso era que el centro de rehabilitación de Leonardo estuviera tan protegido.¿Por qué tanta seguridad si no ha