Luis se levantó y se dirigió hacia la ventana. Sin saber qué pretendía hacer, me acerqué cautelosa a la persona en la cama.De cerca, noté que además de ser hermosa, realmente se parecía muchísimo a mí.Si mis padres aún vivieran, definitivamente les preguntaría si habían tenido otra hija.Mientras reflexionaba eso una y otra vez, miré la placa de la cabecera: Maite Zambrano, veintiocho años."¡Hola Maite, soy Sara!", la saludé mentalmente mientras la miraba.—Puede regresar ahora —sonó la voz de Luis, llamando a la cuidadora.Pronto regresó la cuidadora y salí con él de la habitación.Luis caminaba en completo silencio y yo también. Después de un rato, finalmente habló —Los médicos dicen que no hay posibilidad alguna de recuperación, su familia ya se dio por vencida.—Tú no quieres rendirte, ¿verdad? —pregunté siguiendo el hilo de la conversación.Luis caminaba muy despacio, de forma diferente —. ¿No dicen que existen los milagros? —murmuró.Los milagros existen, los vemos en la telev
—Ya traje la leche, entremos.Sergio tomó todas las frutas mientras me hablaba.No me preguntó nada, pero sé que tal vez lo había visto todo.Sin embargo, tenía el corazón estrujado y no tenía ánimos de explicar, así que simplemente lo seguí dentro de la habitación.Mariana me llamó alegre —¡Sara, llegó el té! Te estuve esperando sin probarlo.Sergio ya había llevado las frutas a la cocina. Le di una ligera mirada antes de acercarme a Mariana.—Sara, ya preparé todo, solo faltabas tú para compartir el té —Mariana había puesto varios vasos en la mesita.Ahora no tenía ánimos para beber té —tranquila no hace falta compartir, tómatelo tú.—¿En serio? —los ojos de Mariana brillaron, luego sonrió—. No tengo tanto estómago para eso.Aun así, Mariana empezó a servir el té mientras hablaba —Sara, ¿por qué tardaste tanto? Sergio estaba muy preocupado, dejó la comida y fue a buscarte.—Me encontré con un amigo en el camino —le expliqué.—Sara, tienes muchos amigos. Yo también quiero hacer muchos
—No —Mariana volvió a empujar mi cabeza contra el hombro de Sergio—. Sara, quédate así apoyada en Sergio, me encanta verlos tan cariñosos.Esta pequeña como siempre...—Sergio, Sara —Mariana nos miró con sus ojos cristalinos—. Pensaba decirlo más adelante, pero ya que hablamos de este tema, lo diré ahora.—No pienses ni digas tonterías —ya presentía lo que iba a decir.Pero Sergio dijo —Déjala hablar.Mariana le sonrió con agrado—. Como se nota que eres mi hermano, me entiendes perfectamente.Luego me miró —Sara, escúchame hasta el final.Soltó una risita, tosió un par de veces como preludio, y apretó con fuerza nuestras manos —voy a empezar.Sergio y yo guardamos silencio, aunque nuestra respiración se tensó.—Sergio, Sara, quiero ser donante de órganos —sus palabras nos sorprendieron y asustaron muchísimo.—¿Qué estás diciendo? —la voz de Sergio sonó grave.—Digo que quiero ser donante de órganos, si la cirugía falla o si me pasa algo más adelante —Mariana lo dijo con detenimiento pa
—No hay nada entre Sergio y yo, solo que me molesta su engaño, pero como te podrás ya imaginar, no puedo contarle esto a Mariana.Me sorprendió que Sergio aceptara, pero su aceptación me dolió aún más.Era obvio que no quería hacerlo, pero respetó los deseos de Mariana.Mariana, tal vez temiendo que Sergio se retractara, apresurado sacó su teléfono para hacer el registro en línea. Mientras la veía llenar el formulario con tanta seriedad, me di cuenta de que esta pequeña irradiaba una energía y firmeza inmensa.Una energía positiva, optimista y agradecida.—Sergio, registrémonos también —lo decidí de manera espontánea.Sergio me miró, y hasta Mariana detuvo al instante su registro —Sara...—De acuerdo entonces —Sergio aceptó sin dudarlo y sacó su teléfono.—Sergio, Sara, ustedes dos... —Mariana parecía tan emocionada pero inquieta.Así somos los humanos, podemos hacer algo sin dudarlo, pero cuando otros lo hacen, nos cuesta aceptarlo.Sin embargo, Mariana transformó su inquietud en una
—Por favor, siéntense aquí en los lugares principales —Dylan nos señaló a Sergio y a mí dónde sentarnos.¿Dónde estaba su actitud de gran jefe? Estaba segura de que si no fuera por la identidad oculta de Sergio, no actuaría de esa manera.—Dylan —lo llamé—, tú eres el jefe y nosotros los empleados. ¿No crees que tanta atención hacia nosotros es algo... inapropiada?Dylan se quedó perplejo por un momento, miró a Sergio y sonrió. —Esto no tiene nada de inapropiado, todos somos colegas, como una familia.Sonreí con ironía. —Pero sigues siendo el jefe, y tanta atención nos hace sentir incómodos.—Dylan, no seas tan formal, o no podremos disfrutar la comida tranquilos —intervino con amabilidad Sergio.Dylan agitó las manos rápidamente. —No piensen demasiado, así soy yo. No me gusta dar órdenes ni aparentar, prefiero ser cercano a la gente, ¿verdad, Sergio?—Demasiado cercano por cierto—Sergio fue breve.Comparado con Dylan, él sí parecía un verdadero jefe.Dylan sonrió y en ese momento su c
—¡Ay! Al oír esa exclamación, vi a Dylan girar la cabeza y cubrirse extrañado los ojos con la mano.Sergio se enderezó un poco y comentó con indiferencia: —¿Cómo Dylan nunca ha visto a una pareja besándose en toda su vida?Dylan con timidez bajó la mano. —Claro que sí, pero es la primera vez que veo un beso así.Me miró. —Nuestra Sara del departamento de marketing no pierde el tiempo innovando ¿verdad?—¿No te cansas de estar parado? Los demás también se cansan —Sergio cortó las tontas bromas de Dylan con una frase.Dylan se dio una palmada en la frente. —¡Miren cómo me han distraído, hasta me olvidé de nuestro invitado principal!Se hizo a un lado y dijo respetuoso: —Adelante, jefe.¡¿Jefe?!Me quedé paralizada al instante mientras veía entrar a un hombre bajito y rechoncho, con una "barriga" que parecía de siete meses de embarazo.Sin saber quién era, instintivamente miré asombrada a Sergio.Ya estaba sentado, limpiándose cuidadoso los labios. Noté que tenía marca de mi lápiz labial
—No.—La verdad es que yo tampoco le veo pinta de gran jefe. En cuanto a presencia y porte, ¿no se compara conmigo? ¿verdad?—comentó Dylan, sacando pecho y posando con aire bastante presumido.—Me dijeron que la empresa se fundó porque él invirtió dinero, ¿es cierto? —pregunté.—Así es, él es el verdadero accionista mayoritario. Y yo —Dylan sonrió con cierta ironía—, aunque parezco gran cosa y todos me llamen Dylan, la verdad solo soy un empleado de alto nivel, igual que tú y Sergio.Su tono bromista era realmente cercano.—¿Y por qué no maneja la empresa directamente? —expresé con firmeza mi duda.—¿Estás bromeando? —Dylan me miró con cierta burla—. El hombre es rico, tiene montones de empresas, ¿crees que tiene tiempo para administrarlas todas personalmente?Miré hacia la puerta del reservado. ¿Ese insignificante hombrecito rechoncho era tan rico?Había vivido muchos años en la familia de Jiménez y conocía bien a la gente adinerada, pero nunca había oído hablar de ningún Araya.—¿No
La cena transcurrió con mucha tranquilidad, ya que Gael no se daba ningún aire de jefe.Sergio apenas habló, limitándose a servirme comida y preguntarme de vez en cuando si quería agua, actuando con tanta frialdad que parecía él el verdadero jefe.Al terminar la cena, Gael se marchó gustoso en su discreto Maybach.Dylan había bebido y llamó a un conductor.Mientras esperaban, Dylan pasó despreocupado el brazo por los hombros de Sergio. —Chico, ¿qué te pareció? ¿Estás satisfecho con la reunión de hoy?Sergio apartó con frialdad su mano. —Has bebido demasiado.—No tanto, sé que temes que hable de más. Tranquilo, sé lo que hago —Dylan intentó darle otra palmada en el hombro.Esta vez Sergio le sujetó cariñoso la muñeca. —Dylan, detesto que me den palmadas en el hombro. Y deberías evitar hacérselo a otros. Hay una explicación mística para esto: cada persona lleva su suerte en los hombros, y al dar palmadas podrías llevarte su buena fortuna, ¿entiendes, verdad?Casi me rio al escucharlo. No