—Por favor, siéntense aquí en los lugares principales —Dylan nos señaló a Sergio y a mí dónde sentarnos.¿Dónde estaba su actitud de gran jefe? Estaba segura de que si no fuera por la identidad oculta de Sergio, no actuaría de esa manera.—Dylan —lo llamé—, tú eres el jefe y nosotros los empleados. ¿No crees que tanta atención hacia nosotros es algo... inapropiada?Dylan se quedó perplejo por un momento, miró a Sergio y sonrió. —Esto no tiene nada de inapropiado, todos somos colegas, como una familia.Sonreí con ironía. —Pero sigues siendo el jefe, y tanta atención nos hace sentir incómodos.—Dylan, no seas tan formal, o no podremos disfrutar la comida tranquilos —intervino con amabilidad Sergio.Dylan agitó las manos rápidamente. —No piensen demasiado, así soy yo. No me gusta dar órdenes ni aparentar, prefiero ser cercano a la gente, ¿verdad, Sergio?—Demasiado cercano por cierto—Sergio fue breve.Comparado con Dylan, él sí parecía un verdadero jefe.Dylan sonrió y en ese momento su c
—¡Ay! Al oír esa exclamación, vi a Dylan girar la cabeza y cubrirse extrañado los ojos con la mano.Sergio se enderezó un poco y comentó con indiferencia: —¿Cómo Dylan nunca ha visto a una pareja besándose en toda su vida?Dylan con timidez bajó la mano. —Claro que sí, pero es la primera vez que veo un beso así.Me miró. —Nuestra Sara del departamento de marketing no pierde el tiempo innovando ¿verdad?—¿No te cansas de estar parado? Los demás también se cansan —Sergio cortó las tontas bromas de Dylan con una frase.Dylan se dio una palmada en la frente. —¡Miren cómo me han distraído, hasta me olvidé de nuestro invitado principal!Se hizo a un lado y dijo respetuoso: —Adelante, jefe.¡¿Jefe?!Me quedé paralizada al instante mientras veía entrar a un hombre bajito y rechoncho, con una "barriga" que parecía de siete meses de embarazo.Sin saber quién era, instintivamente miré asombrada a Sergio.Ya estaba sentado, limpiándose cuidadoso los labios. Noté que tenía marca de mi lápiz labial
—No.—La verdad es que yo tampoco le veo pinta de gran jefe. En cuanto a presencia y porte, ¿no se compara conmigo? ¿verdad?—comentó Dylan, sacando pecho y posando con aire bastante presumido.—Me dijeron que la empresa se fundó porque él invirtió dinero, ¿es cierto? —pregunté.—Así es, él es el verdadero accionista mayoritario. Y yo —Dylan sonrió con cierta ironía—, aunque parezco gran cosa y todos me llamen Dylan, la verdad solo soy un empleado de alto nivel, igual que tú y Sergio.Su tono bromista era realmente cercano.—¿Y por qué no maneja la empresa directamente? —expresé con firmeza mi duda.—¿Estás bromeando? —Dylan me miró con cierta burla—. El hombre es rico, tiene montones de empresas, ¿crees que tiene tiempo para administrarlas todas personalmente?Miré hacia la puerta del reservado. ¿Ese insignificante hombrecito rechoncho era tan rico?Había vivido muchos años en la familia de Jiménez y conocía bien a la gente adinerada, pero nunca había oído hablar de ningún Araya.—¿No
La cena transcurrió con mucha tranquilidad, ya que Gael no se daba ningún aire de jefe.Sergio apenas habló, limitándose a servirme comida y preguntarme de vez en cuando si quería agua, actuando con tanta frialdad que parecía él el verdadero jefe.Al terminar la cena, Gael se marchó gustoso en su discreto Maybach.Dylan había bebido y llamó a un conductor.Mientras esperaban, Dylan pasó despreocupado el brazo por los hombros de Sergio. —Chico, ¿qué te pareció? ¿Estás satisfecho con la reunión de hoy?Sergio apartó con frialdad su mano. —Has bebido demasiado.—No tanto, sé que temes que hable de más. Tranquilo, sé lo que hago —Dylan intentó darle otra palmada en el hombro.Esta vez Sergio le sujetó cariñoso la muñeca. —Dylan, detesto que me den palmadas en el hombro. Y deberías evitar hacérselo a otros. Hay una explicación mística para esto: cada persona lleva su suerte en los hombros, y al dar palmadas podrías llevarte su buena fortuna, ¿entiendes, verdad?Casi me rio al escucharlo. No
En ese instante, todas mis células parecían haber sido activadas, y un anhelo indescriptible comenzó a crecer de forma vertiginosa dentro de mí...Me sentía avergonzada de mí misma, como si no fuera una buena persona.Con Carlos nunca había sentido estos vigorosos impulsos y deseos.Incluso cuando nos habíamos desvestido, solo sentía nervios, no este intenso anhelo que sentía ahora.Parecía que desde que estaba con Sergio, me había vuelto diferente, más salvaje e intrépida...Busqué ansiosa sus labios, pero él los esquivó. Rodeé su cuello con mis brazos y lo llamé con voz entrecortada: —Sergio...Mi voz sonaba casi como un incesante llanto.Nunca me había pasado algo parecido, yo misma estaba sorprendida.Pero no podía controlarme, el clamor en mi interior era demasiado fuerte, y tal vez tampoco quería controlarlo.Con Sergio, siempre podía mostrar mi verdadera naturaleza.—Sergio... —lo llamé de nuevo, besándolo con pasión por todo el rostro.Su otra mano sostuvo mi nuca mientras decí
Sergio se detuvo sin preguntar nada.—No pasa nada, subamos —dije.En la oscuridad, bajé la cabeza mientras recordaba a la persona junto al coche.Pensé que no sabría que vivía aquí, después de todo el edificio iba a ser demolido, pero aparentemente lo sabía y por eso había venido.Aunque, ¿qué sentido tenía venir ahora?Sergio subía a toda prisa, de dos escalones en dos.—Abre —dijo con la respiración algo agitada.Saqué de inmediato las llaves y abrí. Apenas entramos me sentó sobre el zapatero y me miró.En la oscuridad, sus ojos eran como el mar nocturno, profundos y misteriosos, como si pudieran absorberme en cualquier momento.Tragué saliva por un momento y antes de que pudiera hablar, me besó.—Sasa, ahora soy tuyo, haz lo que quieras —susurró mientras se quitaba con agilidad la chaqueta y se aflojaba el cuello.Si antes era yo la salvaje y urgente junto al coche, ahora era precisamente él.Pero ya no me sentía igual, ese momento de intensidad había pasado y ya no podía recrearse
Claro que él tenía razón, y yo sabía que era mi culpa, pero ¿por qué lloraba como si fuera yo la agraviada?Sergio regresó y, al verme llorando desconsolada, me abrazó. —No te preocupes, fue mi culpa, te hablé con rudeza. No... no volveré a decir algo así.Sus palabras solo me hacían sentir peor.Lo golpeé suavemente. —Tú no tienes la culpa, ¿por qué dices eso? La que hizo mal fui yo.—No, mi Sasa no tienes la culpa. Fui yo... quien habló sin pensar por un momento de frustración —volvió a echarse como un niño la culpa.Eso me dolió más y seguí golpeándolo una y otra vez con suavidad.Finalmente, entre lágrimas, lo mordí.—Mmm, me duele —se quejó Sergio.Era la primera vez que lo decía.Lo solté decepcionada y lo miré con el rostro bañado en lágrimas. Sergio me las secó. —Ya dejaste de morderme, ahora no llores más o mañana tendrás los ojos hinchados.—Todo es tu culpa —volví a culparlo.—Sí, aceptó pues que fue mi error. No volverá a pasar —dijo mientras seguía secando mis lágrimas.Pe
—¡Mariana puede operarse, en estos días! —la voz de Paula salió del altavoz.Sergio me miró sorprendido y se alegró, confirmando la buena noticia.—¿Encontraron un corazón? —preguntó Sergio.Paula hizo una pausa y luego bromeó: —¿Tan tarde aún y Sergio sigue en casa de mi Sasa?Lo estaba provocando a propósito, pero no era momento adecuado para bromas. La interrumpí: —Déjate de tonterías y ve mejor al grano.Paula sonrió y explicó: —No encontramos un nuevo donante, es el mismo de antes. La familia cambió de opinión.—¿Qué dice el profesor Ruiz? —preguntó ansioso Sergio.—Dice que todos los exámenes de Mariana están bien. Si no hay complicaciones ni resfriados o infecciones, podrá operarse en tres días —Paula quizás ya había hablado con Pedro.Sergio y yo nos emocionamos al máximo; podía ver la vena de su sien palpitando. Tomé su mano y él volvió a preguntarle emocionado a Paula: —¿Necesito hacer algo más con el profesor Ruiz?—No —respondió Paula, pero luego se retractó—. Bueno, tal ve