Claro que él tenía razón, y yo sabía que era mi culpa, pero ¿por qué lloraba como si fuera yo la agraviada?Sergio regresó y, al verme llorando desconsolada, me abrazó. —No te preocupes, fue mi culpa, te hablé con rudeza. No... no volveré a decir algo así.Sus palabras solo me hacían sentir peor.Lo golpeé suavemente. —Tú no tienes la culpa, ¿por qué dices eso? La que hizo mal fui yo.—No, mi Sasa no tienes la culpa. Fui yo... quien habló sin pensar por un momento de frustración —volvió a echarse como un niño la culpa.Eso me dolió más y seguí golpeándolo una y otra vez con suavidad.Finalmente, entre lágrimas, lo mordí.—Mmm, me duele —se quejó Sergio.Era la primera vez que lo decía.Lo solté decepcionada y lo miré con el rostro bañado en lágrimas. Sergio me las secó. —Ya dejaste de morderme, ahora no llores más o mañana tendrás los ojos hinchados.—Todo es tu culpa —volví a culparlo.—Sí, aceptó pues que fue mi error. No volverá a pasar —dijo mientras seguía secando mis lágrimas.Pe
—¡Mariana puede operarse, en estos días! —la voz de Paula salió del altavoz.Sergio me miró sorprendido y se alegró, confirmando la buena noticia.—¿Encontraron un corazón? —preguntó Sergio.Paula hizo una pausa y luego bromeó: —¿Tan tarde aún y Sergio sigue en casa de mi Sasa?Lo estaba provocando a propósito, pero no era momento adecuado para bromas. La interrumpí: —Déjate de tonterías y ve mejor al grano.Paula sonrió y explicó: —No encontramos un nuevo donante, es el mismo de antes. La familia cambió de opinión.—¿Qué dice el profesor Ruiz? —preguntó ansioso Sergio.—Dice que todos los exámenes de Mariana están bien. Si no hay complicaciones ni resfriados o infecciones, podrá operarse en tres días —Paula quizás ya había hablado con Pedro.Sergio y yo nos emocionamos al máximo; podía ver la vena de su sien palpitando. Tomé su mano y él volvió a preguntarle emocionado a Paula: —¿Necesito hacer algo más con el profesor Ruiz?—No —respondió Paula, pero luego se retractó—. Bueno, tal ve
Sergio miró y me preguntó: —¿Vas a ir?No. Luis necesitaba estar solo en este momento.Sergio guardó silencio y después de unos segundos aparté instintiva la mirada. —Vámonos.Cuando el coche se alejó, vi por el retrovisor que Luis seguía en la misma posición, encarnando la imagen de un lamento silencioso y profundo hacia el cielo.Por culpa de Sergio, seguí distraída hasta llegar a la habitación de Mariana.Sergio no dijo nada, pero me tomó cariñoso la mano al entrar.Cuando entrelazó sus dedos con los míos, entendí al instante lo que pensaba y le sonreí. —No dejaré que esto afecte a Mariana.—No quiero que afecte su apetito —apretó vigoroso mi mano—. Cada quien tiene sus propias penas, y solo uno mismo puede superarlas.—Ok —abrí la puerta de la habitación.Mariana entretenida estaba entretenida leyendo. Al vernos, dejó el libro de inmediato y corrió hacia nosotros. —¡Sergio, Sara!Ahora Mariana estaba más alegre y animada que en aquella casa apartada, como un pájaro liberado de su j
¿A qué se referían con "eso"?¿Qué significaba?¿Se referían a abandonar a Maite?Me quedé en la puerta observando atenta a Luis. Su rostro, sombrío como ceniza, estaba tenso, y sus manos caídas estaban cerradas en puños.—Luis, ¿no entiendes? Vete, vete ya... —la mujer de mediana edad que lo echaba se alteró de repente, empujándolo mientras gritaba.Luis se tambaleó, su rostro delgado se tornó al instante grisáceo. Se esforzó por mantenerse erguido. —¿Puedo al menos acompañarla hasta el final?—Mi Maite está así por tu culpa, si no fuera por ti nunca habría terminado de esta manera. Devuélveme a mi Maite, devuélveme a mi hija —la mujer golpeaba desconsolada a Luis una y otra vez.Al ver esta trágica escena, mi corazón se encogió inexplicablemente, y por instinto quise entrar a mediar.Pero antes de hacerlo, el hombre de mediana edad apresurado sujetó a la mujer. —Ya basta, dejemos que Maite se vaya en paz.—Maite, mi Maite... —la mujer lloró desconsolada con más fuerza.El tipo la abr
¿Sería sobre el funeral de Maite?Me encontré distraída divagando, pero solo Luis conocía la verdadera respuesta.Tendría que esperar otra oportunidad para preguntarle.Aunque, quizás nunca tendría esa valiosa oportunidad.A pesar de haberme cruzado con Luis dos veces, sabía muy bien que solo había sido aquí en el hospital. Cuando Maite se fuera, tal vez Luis no volvería a aparecer, y en este mar de gente, nuestros caminos no volverían a cruzarse.Miré una vez más hacia la cama rodeada de gente y en completo silencio dije: Maite, descansa en paz.Después fui a buscar a Paula, pero desafortunadamente estaba en cirugía. En lugar de volver a la habitación, salí por unos minutos al jardín.—Señorita Moreno —me llamaron.Al girarme, vi al padre de Maite solo, aparentemente había corrido a toda prisa para alcanzarme pues respiraba agitado.No me sorprendió que me buscara. —Señor.—Perdone, señorita Moreno, la madre de Maite está muy alterada —se disculpó primero.— No se preocupe., usted de
Ese comentario me hizo pensar por un largo rato que había estado de permiso demasiado tiempo.Hasta anoche, creía que Dylan me permitía tanta libertad porque Sergio era el gran jefe oculto detrás de él.Pero ahora...Me sentí bastante avergonzada por unos segundos y le respondí: —¿Es un cliente? Voy enseguida...—No es un cliente, es una mujer, arreglada como una diablesa, muy agresiva, parece una esposa buscando a la amante —Dylan era directo, decía sin filtros lo que pensaba.Aunque enseguida me aclaró: —Sara, conozco tu relación con Sergio, no lo digo con mala intención, solo para advertirte. ¿Has molestado a alguien?Estaba algo confundida por sus palabras, pero tranquila. —¿Cómo se llama?—No sé su nombre, solo dijo que se apellida Restrepo. No sé quién es, pero es muy prepotente —Dylan parecía estar impresionado por esta mujer.¿Una mujer Restrepo?En ese preciso momento no podía recordar conocer a nadie con ese apellido.Como no tenía nada que ocultar, no me preocupé, y aunque p
Me reí, así que era ella.Cuando Macarena me encontró, estaba tomando un poco de solecito en el jardín. Se acercó vestida imponente como una dama de alta sociedad, arrogante. —Sara, qué presuntuosa eres, hacerme venir hasta aquí.—Te equivocas, tú quisiste venir a buscarme —no le seguí el juego.El rostro de Macarena maquillado a la perfección al instante se torció. —Entonces debes saber por qué he venido, ¿no es así?Se paró bloqueándome el sol, y debo admitir que desde mi ángulo, su figura curvilínea era particularmente llamativa.No solo atraería a hombres como Leonardo, incluso yo como mujer podía apreciar su atractivo y sensualidad.Sonreí. —La verdad no lo sé, ¿acaso tu hija quiere que juegue con ella?Si no fuera por la niña, no tendríamos ninguna conexión, ni estaríamos hablando aquí ahora.Creo que también fue aquí donde me encontré con ella y Leonardo.—Sara, no te hagas la estúpida —Macarena era muy agresiva y prepotente.Me mordí nerviosa el labio. —¿Hacerme? Todo en mí es
—Sé sincero, ¿te acostaste con Sara?La voz grave se coló por la rendija de la puerta, frenándome en seco justo cuando iba a entrar.Por la abertura, vi a Carlos recostado en su sillón, con los labios apretados.—Ella se me insinuó, pero no me interesa.—Vamos, Carlos, no seas tan quisquilloso. Sara es toda una belleza, muchos andan tras ella —dijo Miguel Soto, el mejor amigo de Carlos y testigo de nuestra historia de una década.—Es que la conozco demasiado, y no hay ninguna chispa entre nosotros, ¿me entiendes? —repuso Carlos con el ceño fruncido.A los catorce años me habían enviado a vivir con los Jiménez. Ahí fue que conocí a Carlos, y todos comenzaron a decir que algún día nos casaríamos.Desde entonces hemos vivido juntos, y así, entre ir y venir, se nos fueron diez años.—Claro, si trabajan en el mismo lugar, se ven las caras todo el santo día, y encima viven juntos. Seguro hasta saben cuándo el otro va al baño.Miguel soltó una risita y chasqueó la lengua.—Ya no estamos para