La cena transcurrió con mucha tranquilidad, ya que Gael no se daba ningún aire de jefe.Sergio apenas habló, limitándose a servirme comida y preguntarme de vez en cuando si quería agua, actuando con tanta frialdad que parecía él el verdadero jefe.Al terminar la cena, Gael se marchó gustoso en su discreto Maybach.Dylan había bebido y llamó a un conductor.Mientras esperaban, Dylan pasó despreocupado el brazo por los hombros de Sergio. —Chico, ¿qué te pareció? ¿Estás satisfecho con la reunión de hoy?Sergio apartó con frialdad su mano. —Has bebido demasiado.—No tanto, sé que temes que hable de más. Tranquilo, sé lo que hago —Dylan intentó darle otra palmada en el hombro.Esta vez Sergio le sujetó cariñoso la muñeca. —Dylan, detesto que me den palmadas en el hombro. Y deberías evitar hacérselo a otros. Hay una explicación mística para esto: cada persona lleva su suerte en los hombros, y al dar palmadas podrías llevarte su buena fortuna, ¿entiendes, verdad?Casi me rio al escucharlo. No
En ese instante, todas mis células parecían haber sido activadas, y un anhelo indescriptible comenzó a crecer de forma vertiginosa dentro de mí...Me sentía avergonzada de mí misma, como si no fuera una buena persona.Con Carlos nunca había sentido estos vigorosos impulsos y deseos.Incluso cuando nos habíamos desvestido, solo sentía nervios, no este intenso anhelo que sentía ahora.Parecía que desde que estaba con Sergio, me había vuelto diferente, más salvaje e intrépida...Busqué ansiosa sus labios, pero él los esquivó. Rodeé su cuello con mis brazos y lo llamé con voz entrecortada: —Sergio...Mi voz sonaba casi como un incesante llanto.Nunca me había pasado algo parecido, yo misma estaba sorprendida.Pero no podía controlarme, el clamor en mi interior era demasiado fuerte, y tal vez tampoco quería controlarlo.Con Sergio, siempre podía mostrar mi verdadera naturaleza.—Sergio... —lo llamé de nuevo, besándolo con pasión por todo el rostro.Su otra mano sostuvo mi nuca mientras decí
Sergio se detuvo sin preguntar nada.—No pasa nada, subamos —dije.En la oscuridad, bajé la cabeza mientras recordaba a la persona junto al coche.Pensé que no sabría que vivía aquí, después de todo el edificio iba a ser demolido, pero aparentemente lo sabía y por eso había venido.Aunque, ¿qué sentido tenía venir ahora?Sergio subía a toda prisa, de dos escalones en dos.—Abre —dijo con la respiración algo agitada.Saqué de inmediato las llaves y abrí. Apenas entramos me sentó sobre el zapatero y me miró.En la oscuridad, sus ojos eran como el mar nocturno, profundos y misteriosos, como si pudieran absorberme en cualquier momento.Tragué saliva por un momento y antes de que pudiera hablar, me besó.—Sasa, ahora soy tuyo, haz lo que quieras —susurró mientras se quitaba con agilidad la chaqueta y se aflojaba el cuello.Si antes era yo la salvaje y urgente junto al coche, ahora era precisamente él.Pero ya no me sentía igual, ese momento de intensidad había pasado y ya no podía recrearse
Claro que él tenía razón, y yo sabía que era mi culpa, pero ¿por qué lloraba como si fuera yo la agraviada?Sergio regresó y, al verme llorando desconsolada, me abrazó. —No te preocupes, fue mi culpa, te hablé con rudeza. No... no volveré a decir algo así.Sus palabras solo me hacían sentir peor.Lo golpeé suavemente. —Tú no tienes la culpa, ¿por qué dices eso? La que hizo mal fui yo.—No, mi Sasa no tienes la culpa. Fui yo... quien habló sin pensar por un momento de frustración —volvió a echarse como un niño la culpa.Eso me dolió más y seguí golpeándolo una y otra vez con suavidad.Finalmente, entre lágrimas, lo mordí.—Mmm, me duele —se quejó Sergio.Era la primera vez que lo decía.Lo solté decepcionada y lo miré con el rostro bañado en lágrimas. Sergio me las secó. —Ya dejaste de morderme, ahora no llores más o mañana tendrás los ojos hinchados.—Todo es tu culpa —volví a culparlo.—Sí, aceptó pues que fue mi error. No volverá a pasar —dijo mientras seguía secando mis lágrimas.Pe
—¡Mariana puede operarse, en estos días! —la voz de Paula salió del altavoz.Sergio me miró sorprendido y se alegró, confirmando la buena noticia.—¿Encontraron un corazón? —preguntó Sergio.Paula hizo una pausa y luego bromeó: —¿Tan tarde aún y Sergio sigue en casa de mi Sasa?Lo estaba provocando a propósito, pero no era momento adecuado para bromas. La interrumpí: —Déjate de tonterías y ve mejor al grano.Paula sonrió y explicó: —No encontramos un nuevo donante, es el mismo de antes. La familia cambió de opinión.—¿Qué dice el profesor Ruiz? —preguntó ansioso Sergio.—Dice que todos los exámenes de Mariana están bien. Si no hay complicaciones ni resfriados o infecciones, podrá operarse en tres días —Paula quizás ya había hablado con Pedro.Sergio y yo nos emocionamos al máximo; podía ver la vena de su sien palpitando. Tomé su mano y él volvió a preguntarle emocionado a Paula: —¿Necesito hacer algo más con el profesor Ruiz?—No —respondió Paula, pero luego se retractó—. Bueno, tal ve
Sergio miró y me preguntó: —¿Vas a ir?No. Luis necesitaba estar solo en este momento.Sergio guardó silencio y después de unos segundos aparté instintiva la mirada. —Vámonos.Cuando el coche se alejó, vi por el retrovisor que Luis seguía en la misma posición, encarnando la imagen de un lamento silencioso y profundo hacia el cielo.Por culpa de Sergio, seguí distraída hasta llegar a la habitación de Mariana.Sergio no dijo nada, pero me tomó cariñoso la mano al entrar.Cuando entrelazó sus dedos con los míos, entendí al instante lo que pensaba y le sonreí. —No dejaré que esto afecte a Mariana.—No quiero que afecte su apetito —apretó vigoroso mi mano—. Cada quien tiene sus propias penas, y solo uno mismo puede superarlas.—Ok —abrí la puerta de la habitación.Mariana entretenida estaba entretenida leyendo. Al vernos, dejó el libro de inmediato y corrió hacia nosotros. —¡Sergio, Sara!Ahora Mariana estaba más alegre y animada que en aquella casa apartada, como un pájaro liberado de su j
¿A qué se referían con "eso"?¿Qué significaba?¿Se referían a abandonar a Maite?Me quedé en la puerta observando atenta a Luis. Su rostro, sombrío como ceniza, estaba tenso, y sus manos caídas estaban cerradas en puños.—Luis, ¿no entiendes? Vete, vete ya... —la mujer de mediana edad que lo echaba se alteró de repente, empujándolo mientras gritaba.Luis se tambaleó, su rostro delgado se tornó al instante grisáceo. Se esforzó por mantenerse erguido. —¿Puedo al menos acompañarla hasta el final?—Mi Maite está así por tu culpa, si no fuera por ti nunca habría terminado de esta manera. Devuélveme a mi Maite, devuélveme a mi hija —la mujer golpeaba desconsolada a Luis una y otra vez.Al ver esta trágica escena, mi corazón se encogió inexplicablemente, y por instinto quise entrar a mediar.Pero antes de hacerlo, el hombre de mediana edad apresurado sujetó a la mujer. —Ya basta, dejemos que Maite se vaya en paz.—Maite, mi Maite... —la mujer lloró desconsolada con más fuerza.El tipo la abr
¿Sería sobre el funeral de Maite?Me encontré distraída divagando, pero solo Luis conocía la verdadera respuesta.Tendría que esperar otra oportunidad para preguntarle.Aunque, quizás nunca tendría esa valiosa oportunidad.A pesar de haberme cruzado con Luis dos veces, sabía muy bien que solo había sido aquí en el hospital. Cuando Maite se fuera, tal vez Luis no volvería a aparecer, y en este mar de gente, nuestros caminos no volverían a cruzarse.Miré una vez más hacia la cama rodeada de gente y en completo silencio dije: Maite, descansa en paz.Después fui a buscar a Paula, pero desafortunadamente estaba en cirugía. En lugar de volver a la habitación, salí por unos minutos al jardín.—Señorita Moreno —me llamaron.Al girarme, vi al padre de Maite solo, aparentemente había corrido a toda prisa para alcanzarme pues respiraba agitado.No me sorprendió que me buscara. —Señor.—Perdone, señorita Moreno, la madre de Maite está muy alterada —se disculpó primero.— No se preocupe., usted de