Capítulo 379
Sergio miró y me preguntó: —¿Vas a ir?

No. Luis necesitaba estar solo en este momento.

Sergio guardó silencio y después de unos segundos aparté instintiva la mirada. —Vámonos.

Cuando el coche se alejó, vi por el retrovisor que Luis seguía en la misma posición, encarnando la imagen de un lamento silencioso y profundo hacia el cielo.

Por culpa de Sergio, seguí distraída hasta llegar a la habitación de Mariana.

Sergio no dijo nada, pero me tomó cariñoso la mano al entrar.

Cuando entrelazó sus dedos con los míos, entendí al instante lo que pensaba y le sonreí. —No dejaré que esto afecte a Mariana.

—No quiero que afecte su apetito —apretó vigoroso mi mano—. Cada quien tiene sus propias penas, y solo uno mismo puede superarlas.

—Ok —abrí la puerta de la habitación.

Mariana entretenida estaba entretenida leyendo. Al vernos, dejó el libro de inmediato y corrió hacia nosotros. —¡Sergio, Sara!

Ahora Mariana estaba más alegre y animada que en aquella casa apartada, como un pájaro liberado de su j
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