¡De verdad que ser buena persona solo hace que te pisoteen!Si Carlos y Beatriz me trataban así era porque mi actitud pacífica les hizo pensar que podían aprovecharse de mí, sin entender que simplemente me daban igual.Ya que así estaban las cosas, tendría que mostrarles que toda espada tiene filo.Mis palabras punzantes hicieron que Carlos palideciera:—Sara...—¡Suelta la puerta! —le ordené nuevamente.Pero no lo hizo, en cambio dijo:—No te estoy culpando, solo... quería que lo supieras.—¿Querías hacerme sentir mal? —cada una de mis palabras era un golpe— No te molestes, ni siquiera quiero oírlo.Vi cómo Carlos se contenía, una vena palpitando en su sien.Su mirada temblaba al verme. En otro tiempo, ya se habría ido dando un portazo.Pero hoy no. Después de mirarme fijamente unos segundos, dijo:—El parque de diversiones abrirá según lo planeado. Me gustaría que estuvieras presente.Se me cortó la respiración, incapaz de negarme.Ese parque significaba mucho más que un simple proye
—Sasa, esta noche papá contará las estrellas contigo.—Sasa, sé una buena niña y toma tu medicina.—Sasa...—Papá, mamá...Extendí mis brazos tratando de alcanzarlos mientras gritaba, pero alguien sujetó mis manos. Una voz familiar me llamaba:—Sasa, Sasa, despierta, despierta...Junto con esos llamados, sentí que tomaban mi rostro entre sus manos.Vi el rostro preocupado de Sergio, sus pulgares acariciando mis mejillas.—Sasa, soy yo.Era Sergio. Desperté completamente de ese sueño lleno de dolor, pero mientras más despertaba, más dolía.De repente, mordí mi labio con todas mis fuerzas.Al siguiente instante, Sergio apartó mis labios.—Sasa, suelta, no te lastimes, sé buena...Con cada "Sasa" que Sergio pronunciaba, las imágenes de mis padres aparecían en mi mente.—¡Ah! —volví a gritar.Sergio me abrazó contra su pecho. Recostada en su hombro, rompí en llanto.Mis puños golpeaban su cuerpo. Nadie sabía cuánto sufría, cuánto deseaba morir de dolor.Mis padres, mis maravillosos padres,
Me preguntaba por qué Alejandro me llamaba tan tarde cuando Sergio comentó:—También te envió mensajes.Me quedé algo perpleja mientras él me pasaba su teléfono. En ese momento todavía me sentía débil y cansada, y Sergio me dijo mirándome:—Si no quieres contestar, pues no lo hagas.Mientras dudaba si debía responder o no, la llamada se cortó de forma abrupta. Tomé de inmediato el teléfono y abrí los mensajes que no había visto esta mañana, todos sin leer:—Sara, ¿podemos vernos?—Sara, hay algo que no sé si debería contarte...—Sara, por favor respóndeme cuando veas los mensajes.Estos eran de las horas de mañana, y había dos más de las horas de la tarde:—Sara, estoy esperando tu respuesta.—Sara, ¿estás muy ocupada?Leyendo estos mensajes, podía sentir la angustia de Alejandro y me di cuenta de que había estado esperando mi respuesta todo el día. Si me decía que no sabía si contarme algo, tal vez era un asunto que lo tenía indeciso. En todos estos años que nos conocemos, Alejandro s
—¿Te aprovechaste de Sergio y luego te haces la desentendida? —así pensaba Paula de mí.—¿Dime, cuándo he hecho eso?Paula gruñó:—Le has absorbido casi toda el alma y ¿dices que no?La miré todavía algo desorientada mientras Paula se señalaba el cuello y luego, apoyándose en la cama, me dijo:—Sara, no sabía que podías ser tan intensa. Parece que toda la energía que acumulaste en veinte años la gastaste por completo con Sergio.Recordé la marca que le había dejado de manera intencional a Sergio en el cuello y tragué saliva:—No es lo que piensas, en realidad...Paula levantó la mano interrumpiéndome:—No necesitas explicarte.Sonreí resignada; después de todo, estas cosas mientras más se explican, más complicadas se vuelven. Paula me miró fijamente:—¿Ya estás más tranquila? ¿Verdad?Sabía a qué se refería: al asunto de la investigación del accidente de mis padres. Cerré los ojos sin responder. Paula en ese momento se sentó en el borde de la cama y me dio una palmadita en la mano:—Ya
—¿Por qué estás enferma?Alejandro entró con un hermoso ramo de flores en la mano y preocupación visible en su rostro. No me pareció apropiado seguir acostada, así que intenté incorporarme un poco agarrándome del barandal de la cama, pero él me detuvo:—No necesitas levantarte.—Estoy bien —insistí en sentarme.Con Sergio podía estar acostada sin sentirme incómoda; eso me confirmaba definitivamente que él era diferente a otros hombres para mí.Alejandro me miraba fijamente:—¿Qué te pasó? ¿Cómo explicarle que me había alterado tanto por descubrir la verdad sobre mis padres? No era que fuera difícil de explicar, solo que no quería hacerlo. En algún momento me había vuelto reacia a dar explicaciones, prefiriendo evadir las conversaciones cuando era posible.—Solo fue un simple mareo por baja azúcar —mentí.Alejandro me miró con cierto escepticismo, pero me adelanté:—¿Qué querías decirme?Titubeó un momento y me dio una respuesta evidentemente evasiva:—No era nada importante.—Alejo —l
—Alejandro, Carlos es un adulto y debe responsabilizarse de sus decisiones —expresé mi opinión.Ya sea que Gabriel lo eche o corte lazos con él, todo es consecuencia de los actos de Carlos.—Lo sé, pero me preocupa ver a mi padre y a él de esa manera. Además, si deja la empresa, esto lo afectará —explicó Alejandro.Esbocé una leve sonrisa:—¿No estás tú acaso?Alejandro me miró sorprendido:—Sara, nunca he pensado en dirigir la empresa, si no, no me habría ido.Si era cierto o no, solo él lo sabía. No era mi derecho comentarlo. Sin embargo, compartí mi perspectiva:—Gabriel seguramente tiene sus propios planes para la empresa. Si está dispuesto a que Carlos se vaya, es porque sabe que puede funcionar sin él.Lo dije con racionalidad y añadí algo aún más práctico:—El mundo sigue girando sin importar quién falte.Alejandro se quedó sorprendido sin palabras y sonrió con amargura:—Mi visión fue muy limitada.—Alejandro, quizás es porque el cariño nubla el juicio —le ofrecí una salida ele
Este momento debe ser incómodo para todos. Excepto para Sergio.—Señor Alejandro, un momento —dijo Sergio con total naturalidad mientras me llevaba al sofá.No se fue de inmediato; con toda calma sacó una toallita húmeda y me limpió las manos:—Come primero, pero ten cuidado con la sopa, está muy caliente.Alejandro seguía parado inmóvil en la puerta, en esa situación incómoda donde ni entrar ni retirarse parecía apropiado. Esto me hacía sentir inquieta.—Ya puedo sola —le indiqué a Sergio, sugiriendo que fuera a atender a Alejandro.Pero antes de irse, Sergio abrió todas las cajas de comida e incluso preparó los cubiertos, dejándolos justo frente a mí.Esta demostración de Sergio fue como una feroz puñalada al corazón. Alejandro tuvo que presenciar toda una escena de novio protector, y siendo alguien que sentía algo por mí, no me podía imaginar cómo se sentía.—¿Qué quería decirme, señor Alejandro? —preguntó Sergio mientras se dirigía a la puerta.Alejandro salió y no pude escuchar su
—Porque realmente eres la única persona por quien puedo olvidar todos mis principios —suspiró Sergio con resignación.Hablaba con tanta naturalidad, sin intención alguna de ser romántico, pero cada frase suya era un verdadero poema de amor. Como dicen en internet: sin mencionar la palabra amor, pero rebosante de él en cada sílaba.Se me hizo un fuerte nudo en la garganta y, con la boca llena de tortilla, le dije:—Sergio, ven aquí.—¿Para qué? —me miró confundido.—Tú solo ven y listo —insistí caprichosamente.Se acercó y apenas se sentó, apoyé mi cabeza en su hombro.Se sorprendió de forma notable y le dije:—La comida sabe mejor así, junto a ti.Su suave risa me hizo sonreír en secreto.Después de comer, volvimos a casa. Mientras me acomodaba, le pregunté cariñosa:—¿Dormirás aquí o en tu cuarto?—¡Aquí! —respondió sin dudarlo.Recordando cuando hacía flexiones y se duchaba con agua fría, me mordí curiosa el labio:—Pero nada de hacer flexiones a medianoche.Sus mejillas se sonrojaro