Capítulo 292
—¡Belleza! —Alberto me sonrió con una expresión burlona en su rostro.

De verdad que cuando uno tiene mala suerte, se encuentra con el diablo hasta en la sopa. Torcí la boca y le dije:

—¿Qué pasó? ¿Te metiste en problemas?

Alguien como él no vendría aquí sin motivo.

Alberto asintió, admitiendo sin rodeos:

—Sí, manejé sin licencia.

Ese comentario me recordó cuando me invitó a su fiesta de cumpleaños; todavía ni era mayor de edad.

—Felicitaciones —le respondí con veneno en la voz.

—¡Gracias! —su descaro era inmune a cualquier veneno.

Tenía asuntos importantes que atender y no quería perder el tiempo con él, así que lo ignoré y me concentré en la funcionaria que buscaba mis documentos.

Pero, tal vez porque los documentos de mi padre eran muy antiguos, vi que la funcionaria mantenía los ojos fijos en la pantalla de la computadora, aparentemente sin poder encontrarlos.

—Oye belleza, ¿qué viniste a hacer? —Alberto se me acercó, preguntando con curiosidad.

—Solo un trámite —respondí evasivamen
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