—¿Te aprovechaste de Sergio y luego te haces la desentendida? —así pensaba Paula de mí.—¿Dime, cuándo he hecho eso?Paula gruñó:—Le has absorbido casi toda el alma y ¿dices que no?La miré todavía algo desorientada mientras Paula se señalaba el cuello y luego, apoyándose en la cama, me dijo:—Sara, no sabía que podías ser tan intensa. Parece que toda la energía que acumulaste en veinte años la gastaste por completo con Sergio.Recordé la marca que le había dejado de manera intencional a Sergio en el cuello y tragué saliva:—No es lo que piensas, en realidad...Paula levantó la mano interrumpiéndome:—No necesitas explicarte.Sonreí resignada; después de todo, estas cosas mientras más se explican, más complicadas se vuelven. Paula me miró fijamente:—¿Ya estás más tranquila? ¿Verdad?Sabía a qué se refería: al asunto de la investigación del accidente de mis padres. Cerré los ojos sin responder. Paula en ese momento se sentó en el borde de la cama y me dio una palmadita en la mano:—Ya
—¿Por qué estás enferma?Alejandro entró con un hermoso ramo de flores en la mano y preocupación visible en su rostro. No me pareció apropiado seguir acostada, así que intenté incorporarme un poco agarrándome del barandal de la cama, pero él me detuvo:—No necesitas levantarte.—Estoy bien —insistí en sentarme.Con Sergio podía estar acostada sin sentirme incómoda; eso me confirmaba definitivamente que él era diferente a otros hombres para mí.Alejandro me miraba fijamente:—¿Qué te pasó? ¿Cómo explicarle que me había alterado tanto por descubrir la verdad sobre mis padres? No era que fuera difícil de explicar, solo que no quería hacerlo. En algún momento me había vuelto reacia a dar explicaciones, prefiriendo evadir las conversaciones cuando era posible.—Solo fue un simple mareo por baja azúcar —mentí.Alejandro me miró con cierto escepticismo, pero me adelanté:—¿Qué querías decirme?Titubeó un momento y me dio una respuesta evidentemente evasiva:—No era nada importante.—Alejo —l
—Alejandro, Carlos es un adulto y debe responsabilizarse de sus decisiones —expresé mi opinión.Ya sea que Gabriel lo eche o corte lazos con él, todo es consecuencia de los actos de Carlos.—Lo sé, pero me preocupa ver a mi padre y a él de esa manera. Además, si deja la empresa, esto lo afectará —explicó Alejandro.Esbocé una leve sonrisa:—¿No estás tú acaso?Alejandro me miró sorprendido:—Sara, nunca he pensado en dirigir la empresa, si no, no me habría ido.Si era cierto o no, solo él lo sabía. No era mi derecho comentarlo. Sin embargo, compartí mi perspectiva:—Gabriel seguramente tiene sus propios planes para la empresa. Si está dispuesto a que Carlos se vaya, es porque sabe que puede funcionar sin él.Lo dije con racionalidad y añadí algo aún más práctico:—El mundo sigue girando sin importar quién falte.Alejandro se quedó sorprendido sin palabras y sonrió con amargura:—Mi visión fue muy limitada.—Alejandro, quizás es porque el cariño nubla el juicio —le ofrecí una salida ele
Este momento debe ser incómodo para todos. Excepto para Sergio.—Señor Alejandro, un momento —dijo Sergio con total naturalidad mientras me llevaba al sofá.No se fue de inmediato; con toda calma sacó una toallita húmeda y me limpió las manos:—Come primero, pero ten cuidado con la sopa, está muy caliente.Alejandro seguía parado inmóvil en la puerta, en esa situación incómoda donde ni entrar ni retirarse parecía apropiado. Esto me hacía sentir inquieta.—Ya puedo sola —le indiqué a Sergio, sugiriendo que fuera a atender a Alejandro.Pero antes de irse, Sergio abrió todas las cajas de comida e incluso preparó los cubiertos, dejándolos justo frente a mí.Esta demostración de Sergio fue como una feroz puñalada al corazón. Alejandro tuvo que presenciar toda una escena de novio protector, y siendo alguien que sentía algo por mí, no me podía imaginar cómo se sentía.—¿Qué quería decirme, señor Alejandro? —preguntó Sergio mientras se dirigía a la puerta.Alejandro salió y no pude escuchar su
—Porque realmente eres la única persona por quien puedo olvidar todos mis principios —suspiró Sergio con resignación.Hablaba con tanta naturalidad, sin intención alguna de ser romántico, pero cada frase suya era un verdadero poema de amor. Como dicen en internet: sin mencionar la palabra amor, pero rebosante de él en cada sílaba.Se me hizo un fuerte nudo en la garganta y, con la boca llena de tortilla, le dije:—Sergio, ven aquí.—¿Para qué? —me miró confundido.—Tú solo ven y listo —insistí caprichosamente.Se acercó y apenas se sentó, apoyé mi cabeza en su hombro.Se sorprendió de forma notable y le dije:—La comida sabe mejor así, junto a ti.Su suave risa me hizo sonreír en secreto.Después de comer, volvimos a casa. Mientras me acomodaba, le pregunté cariñosa:—¿Dormirás aquí o en tu cuarto?—¡Aquí! —respondió sin dudarlo.Recordando cuando hacía flexiones y se duchaba con agua fría, me mordí curiosa el labio:—Pero nada de hacer flexiones a medianoche.Sus mejillas se sonrojaro
Cuando volví a la cama envuelta como un tamal, me di cuenta que había sido yo quien tenía la mente sucia. Y descubrí una vez más que la disciplina de un militar era algo que no podía quebrantarse.Sergio solo me dio un baño, literalmente solo un baño.Aunque ya había probado su capacidad, seguí provocándolo una y otra vez sin darme por vencida:—Sergio, ¿acaso no puedes?Estas palabras serían letales para el orgullo de cualquier hombre, ¿quién podría soportarlas?Pero Sergio no era un hombre común. Me sujetó con firmeza:—Quédate quieta y no sigas provocándome, no funcionará.Veía a través de todas mis intenciones.—Sergio, me hieres con tus palabras —fingí estar abatida y decepcionada, cubriéndome con la sábana.Él apartó cuidadoso la sábana de mi rostro y me acarició la mejilla:—No es que no pueda, ni que no me atraigas, es que temo lastimarte. Esperemos un poco a que te recuperes más.Me sonrojé:—¿Y si me lastimas con solo tocarme, nunca más me tocarás?Sergio titubeó por un mome
—Ya entiendo —otra vez esas pocas palabras de Sergio.Me hizo reír de frustración:—Sergio, por fin entiendo por qué sigues aún soltero a tus treinta y tantos, eres demasiado aburrido.—¿Tú también me encuentras aburrido? —preguntó con dulzura.Pensando en su falta de experiencia en asuntos románticos, sonreí resignada:—Quiero decir que realmente no sabes cómo conquistar a una chica.Sergio se quedó callado por unos segundos:—Entiendo que conquistar implica engañar.Sus respuestas siempre eran tan únicas que me dejaban sin argumento alguno.—¿Quieres que te conquiste? —volvió a preguntar.Ninguna chica puede resistirse a ser conquistada, pero debe nacer del amor verdadero, no del engaño, como lo que hizo Carlos.—No, solo sé tú mismo conmigo —me acurruqué cariñosa más en sus brazos—. Eres único.—Si te pidiera matrimonio, ¿aceptarías? —de repente volvió al tema anterior.Realmente no lo había pensado, así que respondí sin pensar:—Ni siquiera me lo has pedido.En ese preciso momento,
—¿Por qué no contestas? —pregunté automáticamente.—Sí contestaré —dijo Sergio con naturalidad—. Iré a atender la llamada, y tú levántate para asearte y desayunar.Me sorprendí muchísimo:—¿Ya preparaste el desayuno?Pensaba que había estado todo el tiempo a mi lado, pero resulta que ya había preparado el desayuno y, al verme dormida, volvió a la cama para acompañarme un rato más mientras leía.Definitivamente las personas exitosas son las que se esfuerzan en completo silencio.—Sí, preparé caldo de pollo para reponer tus electrolitos —me revolvió el pelo.Esta sensación de ser mimada era realmente maravillosa, como si fuera la persona más importante del mundo.Mientras Sergio iba a contestar, saqué apresurada la mano de entre las sábanas y fotografié el anillo para subirlo a redes sociales con el comentario: "Edición limitada".Después de revisar un poco las redes me levanté, pero Sergio seguía aún al teléfono. Sin darle importancia, me dirigí al baño.Allí noté que la crema que me di