En primera fila

—No está, Liliana Santos no está. ¡Ha escapado!

—¿Qué dices? —interrogó Elena. Y antes de que la pelirrubia respondiera, la mujer le ordenó a su guardaespaldas— Ve y tráela ahora mismo, no puede haber ido muy lejos.

—Sí, señora.

Emma dirigió la mirada hacia su madre con cierto recelo, mientras Elena se reclinaba del espaldar de su asiento aún perturbada.

—¿Dónde está tu hermano? —preguntó entonces.— Necesito conversar con él.

—No lo sé, creo que aún no ha llegado —respondió, dubitativa.

—Ve a buscarlo. —Le ordenó. Emma salió de la biblioteca y fue hasta la parte superior en busca de su hermano.

Franco colocó su auricular táctico informando a los dos vigilantes principales sobre custodiar la entrada y salida de la mansión para evitar que Liliana lograse escapar.

—No la dejen salir, deténganla sin hacerle daño. —giró instrucciones a su equipo.

Mientras tanto, Liliana sentía que las piernas le temblaban con cada paso que daba; en algunos momentos corría y en otros se de
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