Una mujer celosa

El coche se detuvo frente a la lujosa mansión, Liliana bajó algo triste. Aquella pequeña discrepancia con su mejor amiga la dejó preocupada y ansiosa.

Entró a la mansión con prisa, aún debía terminar de arreglarse para ir al aeropuerto y buscar a Enzo. En el momento que se disponía a subir las escaleras, la voz de su empleada de confianza, la detuvo.

—Sra Liliana, le llegó este sobre. —dijo y se acercó hasta su patrona.

—¿Para mí? —preguntó Liliana con curiosidad. La empleada hizo un movimiento firme de cabeza— Déjalo en mi habitación, Celeste, lo revisaré luego de ducharme. Estoy un poco retrasada. Enzo ya debe estar llegando al aeropuerto y quedé de ir por él.

—Como usted ordene, señora. —contestó la mujer; Liliana subió el primer escalón y por segunda vez la empleada la distrajo— Disculpe señora, ¿desea que le informe al chofer para que la lleve hasta el aeropuerto?

—No, no es necesario Celeste. Iré en mi coche. —Sonrió con picardía.— No sé qué planes tenga mi esposo. De todas maneras, gracias.

Liliana continuó subiendo las escaleras hasta que llegó a su habitación. La empleada subió detrás de ella. Luego de que ella entró al baño, Celeste colocó el sobre encima de la cómoda.

Minutos más tarde, la pelinegra salió de la ducha, tomó cuidadosamente el elegante vestido negro con pedrería que prolijamente, Celeste había dejado sobre la cama. Aunque intentaba enfocarse en el presente, seguía pensando en su amiga, conociendo a Karem como la conocía no sería sencillo limar asperezas.

¿Por qué odiaba tanto a Enzo? Se preguntó con cierta frustración.

¿Acaso Karem tenía razones para desconfiar de él?

¿Habría algo detrás de la apariencia perfecta de su marido que ella no estaba viendo?

Chasqueó los dientes desconcertada por sus dudas. Si bien su esposo no era un hombre malo, había cosas de él que ella misma no conocía, por ejemplo, algunos asuntos relacionados con sus negocios.

Terminó de arreglarse, se vio en el espejo. Estaba radiante, con seguridad su marido quedaría sorprendido al verla. Estaba por salir de la recámara cuando se percató del sobre encima de la cómoda, lo tomó entre sus manos, lo revisó por ambos lados tentada a abrirlo. Sin embargo, al mirar su reloj, notó que ya estaba encima de la hora.

—Lo revisaré en el coche —Se dijo a sí misma. Salió de la lujosa mansión, subió a su coche, colocó el sobre en el asiento de al lado y condujo hacia el aeropuerto central.

Minutos más tarde descendió de su automóvil y se adentró en el lugar, fue hasta el área de recepción para confirmar si el vuelo en el que venía su esposo ya había arribado.

—Sí, señora. Acaba de llegar. —confirmó la empleada.

—Gracias, señorita.

Liliana se dirigió a la zona de desembarque, mientras algunos empleados la observaban con admiración al ver el atuendo que llevaba y la elegancia con la que lucía el hermoso vestido. Incomodada por aquellas miradas, tomo asiento y aguardó la llegada de su esposo.

Las personas desfilaban, una detrás de la otra, arrastrando sus maletas frente a ella. Liliana comenzó a impacientarse al ver que Enzo no aparecía. Su ausencia y las dudas sembradas en su cabeza, la llevaron a un punto de inflexión y a su mayor miedo: ¡Enzo tenía una amante!

Aterrada ante aquella idea, sacó el móvil de su cartera y comenzó a llamarlo, necesitaba saber de él. Necesitaba confirmar que estaba equivocada o en el peor de los casos que aquella duda, era una gran verdad.

En un primer momento, el móvil sonó un par de veces; en el tercer repique alguien atendió el teléfono, pero nadie habló, sólo cortó la llamada. Volvió a intentarlo por segunda vez, mas esa y todas las otras veces, las llamadas fueron directamente hacia el buzón de voz.

Liliana aguardó apenas unos segundos, se levantó del asiento y se dirigió nuevamente al área administrativa. Entró a la elegante oficina y fue atendida amablemente por el sub-gerente de la agencia área.

—Buenas noches. ¿En qué puedo ayudarle? —preguntó el hombre mirando de arriba hasta abajo a la hermosa pelinegra.

—Necesito saber si el Sr Enzo Fiorini venía en el vuelo proveniente de Londres.

—Tome asiento, por favor —sugirió en forma caballerosa.

Hecha un manojo de nervios, Liliana jaló la silla y se sentó, mientras el hombre revisaba en su computador y negaba con su cabeza:

—Lo siento pero en este vuelo no hay ningún pasajero con los datos que me ha dado.

—Revise por favor, revise nuevamente. —Su voz reflejaba angustia, impaciencia, ansiedad y rabia.

Ante la insistencia de la impactante mujer, el sub-gerente volvió a revisar con mayor cuidado la lista de los pasajeros.

—No, no está. El Sr Fiorini no está en la lista, señora.

—¡Eso no puede ser! —exclamó— Hace dos días me aseguró que vendría en este vuelo.

—Déjeme revisar, quizás cambió de vuelo.

Liliana sabía que Enzo no era un hombre inseguro, capaz de cambiar de opinión de un momento a otro. Por el contrario, era un hombre racional, milimétricamente organizado en todo lo que hacía, además era muy puntual y responsable.

Sólo había una razón para que él no estuviese en aquel vuelo. ¿Tenía una amante o algo le había ocurrido?

Cuando el empleado le informó que no estaba en ninguna de las listas de los vuelos previstos para esa noche, ella se levantó de la silla y fue hasta su coche. Su corazón latía con fuerza y las piernas le temblaban al caminar.

Dicen que una mujer celosa, sufre más por lo que imagina que por la verdad y Liliana estaba cayendo en ese abismo.

Su mente no paraba de pensar, pensamientos bizarros iban y venían en su cabeza. Angustiada decidió llamar a su única amiga, la única que podía llevarla a tierra. Insistentemente marcó al móvil de Karem pero ella no le contestó. Segura de que no quería hablarle por el inconveniente que tuvieron horas atrás, llamó al teléfono del apartamento. Isadora, le atendió y le informó que no estaba, llevaba algunos minutos que había salido.

—¿No le dijo a dónde fue? Necesito hablar con ella.

—No, la verdad es que salió muy bien vestida pero no quiso decirme a dónde iba… lleva algunos meses algo misteriosa. —explicó la mujer— Pero ya sabes como es, nunca le gusta dar explicaciones, es muy reservada.

—Gracias Isadora. —Liliana le contestó con pesar.

Nuevamente los pensamientos intrusivos llegaron a ella. Liliana comenzó a atar cabos, algunos comentarios de su amiga, su rara salida, su actitud sospechosa, la ausencia de Enzo.

—¡Oh, por Dios! —susurró.

¿Su mejor amiga y su esposo… eran amantes?

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