Esa mañana Liliana despertó muy temprano, se sentó en la cama, estiró los brazos, suspiró profundamente y una sonrisa se dibujó en su rostro.
¡Sí! Estaba emocionada y ansiosa por la celebración de su quinto aniversario. ¿Qué sorpresa le tendría preparada Enzo para esa ocasión? Desde una lujosa luna de miel en Santorini, un hermoso collar de diamantes valorado en 1 millón de dólares en su primer aniversario hasta un fabuloso crucero por el Caribe en sus bodas de Cuero; el famoso empresario siempre lograba sorprenderla con los más inesperados obsequios. Liliana, apartó a un lado el edredón de seda, se colocó las pantuflas, se levantó y fue hasta el baño para asearse. Tenía aún, algunas cosas pendientes por hacer: debía asistir a su cita en el SPA, luego al atelier de belleza y finalmente ir al aeropuerto por su marido en su coche, un Bugatti Chiron blanco 2024 que le obsequio en su cuarto aniversario. Podría decirse que a sus veinticuatro años, ella lo tenía todo, un marido complaciente en todos los sentidos, y una vida envidiable. Sin embargo, aquella realidad cambiaría de forma inesperada para la pelinegra horas más tarde. Antes de salir, llamó a su amiga inseparable Karem para informarle que iba por ella. Minutos más tarde estaba frente al edificio, le envió un mensaje de voz, la morena se asomó desde la ventana de su apartamento y agitando su mano, le hizo señas para que aguardara. Mientras esperaba por su amiga, Liliana intentó comunicarse con Enzo, llevaba dos noches sin hablar con él, aunque en un inicio pensó que era parte de una estrategia para darle mayor suspenso a lo que le tenía preparado, algo la hizo dudar en ese instante. La voz de la contestadora, elevó un poco su ansiedad. Aún así terminó convenciéndose a sí misma que tal vez, podía estar en alguna reunión de negocios o durmiendo. Un pensamiento convertido en duda, llegó a su mente. —¡Quizás ya viene en camino para sorprenderme! —murmuró y su rostro se iluminó de felicidad imaginando que esa debía ser la sorpresa. Dándole fuerza a aquella idea, se relajó viendo sus redes sociales y aguardó por su amiga. Minutos después, la morena salió del edificio y subió a su coche, saludó a su amiga con un beso en la mejilla y un abrazo. —Disculpa por hacerte esperar, es que tuve que atender a mi madre, ya sabes. —¡No te preocupes! Entiendo. —dijo en un tono comprensivo.— ¿Cuándo van a operarla? —Debo completar el dinero para la operación. En el trabajo no me han querido dar un adelanto. —Se encogió de hombros. —Sabes que cuentas conmigo, verdad. —Lo sé, tía. Pero ya me ayudas bastante con lo del tratamiento. Eso te lo agradezco desde lo más hondo de mi corazón. —No te preocupes, eres mi amiga y siempre has estado para mí. —¿Y bien… —Karem se acomodó en el asiento— ¿cuál es el itinerario para hoy? —Primero al SPA, luego a almorzar, después a comprar el regalo para Enzo y finalmente al atelier de Kike. —¿Ya elegiste el regalo para tu ‘perfecto esposo’? —preguntó la morena cuyas palabras estaban impregnadas de absoluto sarcasmo. —No entiendo porque nunca te ha caído bien. —volteó a ver a su amiga, mientras ponía en marcha su coche. —Tu Enzo, no me cae mal —dijo elevando sus hombros— Es sólo que es demasiado perfecto para mi gusto. ¿No te parece algo raro tanta perfección? —increpó a su amiga. El comentario de la chica resultó un tanto desagradable para Liliana; sin embargo, prefirió no contestarle con palabras, apenas la miró de soslayo y se concentró en la carretera. —Bien, ya entendí. Mejor me callo. —Karem rodeo los ojos y se cruzó de brazos. Liliana sentía un gran afecto y agradecimiento hacia Karem. Desde que llegó, el primer día al salón de clases, ambas conectaron de inmediato; además de tener la misma edad, tenían un mismo sueño: graduarse como abogadas y sacar a sus familias de la pobreza. La pelicastaña no tenía a donde vivir, por lo que tuvo que pagar una habitación en una zona algo peligrosa de la capital. Una mañana mientras salía a la universidad fue atacada por un adolescente quien le robó el bolso y su celular. Aquella terrible experiencia la dejó devastada. Por eso cuando Karem le ofreció que fuera a vivir a su piso, Liliana no dudó en aceptar. —Si deseas puedes venirte a vivir conmigo y mi madre. Aunque es un apartamento algo pequeño, podrás tener un lugar más tranquilo para vivir. —Pero es poco lo que tengo para pagar la habitación. —aclaró. El bolso donde tenía el dinero que le dio su madre, lo había perdido esa mañana. —No necesitas pagar nada, puedes colaborar con algunos gastos básicos, comida o las cuentas de luz y agua. —La sonrisa afable de Karem conmovió a Liliana, quien terminó llorando en su hombro. La oportunidad de estar en un lugar menos peligroso, además de compartir con Karem, fue un regalo de Dios para ella. Sin embargo, desde que Liliana conoció a Enzo, la relación entre ellas cambió de forma drástica. Cada vez que estaban juntas, y Enzo llegaba a donde se encontraban sentadas, la morena parecía incomodarse ante la presencia del multimillonario, buscaba cualquier excusa y se iba. En algunas ocasiones, Liliana llegó a pensar que eran celos de amiga, pero al ver que la actitud de rechazo continuaba a pesar de que ya estaba casada con Enzo, le generó algunas dudas. ¿Le tenía envidia porque ella había logrado encontrar a un hombre como él? Aquel pensamiento provocó cierta distancia entre ellas, aunque Liliana nunca dejó de agradecer y retribuirle su apoyo; no en vano, llevaba algunos meses haciéndose cargo del tratamiento de Isadora cuando supo de su enfermedad renal. Luego de almorzar, dieron algunas vueltas en el Centro Comercial. —Entremos aquí —dijo Liliana señalando la lujosa joyería. Karem asintió. Mientras su amiga conversaba con el encargado, la morena se ocupó en pasear y observar el exhibidor de joyas. Su rostro se lleno de asombro al ver los precios exorbitantes en cada una de las prendas. El encargado le mostró a Liliana la colección de relojes y ella eligió un Patek Phillipe Gramdmaster Chime valorado en 1,5 millones de dólares. —Llevaré este —La pelinegra señaló el hermoso reloj, luego sacó la tarjeta de crédito Centurión negra y se la entregó al empleado, mientras su amiga la miraba con aspaviento. —¿Estás bromeando? ¿Vas a pagar esa cantidad de dinero por un simple reloj? —Sí, Ka. —contestó con hostilidad— Enzo colecciona relojes. Siempre me ha dado buenos obsequios. ¿Por qué no haría yo lo mismo? —¡Ufff! —La morena rodeo los ojos mientras escuchaba a Liliana; mas, esta vez la pelinegra no se contuvo. —No me gusta la actitud que tienes en contra de Enzo. —increpó— De verdad ya no sé que pensar. —¿Qué estás insinuando, eh? —preguntó achicando los ojos, pero Liliana tuvo que guardar silencio. —¿A dónde vas Ka? —cuestionó, al ver que su amiga se dirigía a la puerta de salida; al igual que ella, la morena no volteó a verla ni le respondió. Karem salió echando espumas por la boca. Su amiga había puesto en dudas sus buenas intenciones. Sólo esperaba que Liliana no tuviese que arrepentirse luego, aquel secreto reverberaba en su garganta como fuego. Estaba ciega, su amiga estaba ciega. Aunque Liliana tuviese las red flags ante sus ojos, nunca vería quien era realmente Enzo Fiorini. …El coche se detuvo frente a la lujosa mansión, Liliana bajó algo triste. Aquella pequeña discrepancia con su mejor amiga la dejó preocupada y ansiosa. Entró a la mansión con prisa, aún debía terminar de arreglarse para ir al aeropuerto y buscar a Enzo. En el momento que se disponía a subir las escaleras, la voz de su empleada de confianza, la detuvo. —Sra Liliana, le llegó este sobre. —dijo y se acercó hasta su patrona. —¿Para mí? —preguntó Liliana con curiosidad. La empleada hizo un movimiento firme de cabeza— Déjalo en mi habitación, Celeste, lo revisaré luego de ducharme. Estoy un poco retrasada. Enzo ya debe estar llegando al aeropuerto y quedé de ir por él. —Como usted ordene, señora. —contestó la mujer; Liliana subió el primer escalón y por segunda vez la empleada la distrajo— Disculpe señora, ¿desea que le informe al chofer para que la lleve hasta el aeropuerto? —No, no es necesario Celeste. Iré en mi coche. —Sonrió con picardía.— No sé qué planes tenga mi esposo. De t
Trastornada ante aquella idea, Liliana giró la llave y encendió su coche. Su presencia en aquel lugar, no tenía el más mínimo sentido. Dejó la cartera en el asiento de al lado y fue entonces cuando recordó el sobre. Un escalofrío recorrió su espalda haciéndola estremecer, deslizó su mano temblorosa y lo tomó. ¿Habría alguna respuesta a sus dudas dentro de aquel sobre? Se preguntó a sí mima ¿Y si eran fotos de él con su amiga? —¡Mierda, mierda! —exclamó con frustración. Estaba perdiendo la cordura, su mente la llevaba de un extremo a otro. Por un lado, quería pensar que eran sólo ideas que provenían de sus celos, pero por otro lado, necesitaba descubrir la verdad. Con los dedos temblorosas, Liliana sostuvo el sobre entre sus manos. La solapa sellada del sobre, parecía una barrera resguardando el secreto contenido en su interior. Liliana respiró profundamente, llenando sus pulmones de aire, y luego, con un movimiento deliberado, introdujo su dedo índice bajo la solapa del sobre,
—Aguarde por favor, aguarde. —Los gritos de Liliana fueron en vano, el hombre caminó de prisa sin volver la vista atrás hasta que finalmente desapareció de su vista. La brisa fría de la noche hizo estremecer a la pelinegra. Se abrazó a sí misma sintiendo como su cuerpo reaccionaba ante el miedo y la incertidumbre que la abrumaban en ese instante. Miró a todos lados sin saber qué hacer, a lo lejos vio la parada de taxis. Cuando se disponía a caminar, observó una lujosa camioneta negra con vidrios oscuros que se acercaba en dirección a ella. Una de las puertas delantera del auto se abrió y de forma abrupta, el hombre vestido de saco y corbata negra, descendió del lujoso auto. Sus facciones eran duras y su mirada, fría. —¿Es usted Liliana Fiorini? —preguntó, sujetándola del brazo con rudeza. Liliana abrió los ojos tan grandes que estaban a punto de salirse de su órbita. Con voz trémula, alcanzó a preguntar: —¿Q-quién es usted? —Entre de una vez. —Le respondió el hombre y la o
Liliana tragó en seco, su cuerpo comenzó a temblar de forma involuntaria, sus piernas se movían de tal forma que no alcanzaba a dar un solo paso, al igual que sus manos trémulas se movían sin poder controlarlas. El dolor físico que minutos atrás había experimentado tras la fuerte bofetada, había desaparecido momentáneamente siendo sustituido por un intenso dolor emocional que recorría vertiginosamente cada parte de su ser. Con dificultad, Liliana alcanzó a apoyarse en el espaldar de la silla, no podía hablar ni gritar, sólo podía sentir como sus lágrimas se desbordaban y recorrían sus mejillas. Una vez que logró sentarse, cubrió su rostro con ambas manos y dejó escapar un grito de dolor que emergía de sus entrañas desgarrándola por dentro y resonando en la habitación. Elena, en cambio, se apoyó en la base pulida de su escritorio y contuvo las lágrimas, la vida le había enseñado a ser fuerte, a no mostrar su vulnerabilidad frente a otros, no en vano era la cabeza principal de la
—¿Cómo está? —preguntó Elena mostrando una preocupación genuina. Aunque el guardaespaldas sabía que no podía confiar en los gestos de su patrona, por segundos tuvo dudas. La observó en silencio como incitándola a explicarse.—Pensé que no le importaba —cuestionó finalmente, arqueando una ceja. —No te pago para que pienses, Franco. —Elena esbozó una sonrisa fría y condescendiente.— Estás aquí para obedecer mis órdenes. —aclaró. —Hice lo que usted me pidió, patrona. —contestó con seriedad. —Muy bien —dijo Elena. Levantó el bastón por encima del escritorio, extendió su brazo permitiendo que el instrumento rozase las manos del escolta que permanecían entrecruzadas frente a su pelvis. — Retíralas, quiero ver lo que tienes para mí. El guardaespaldas le dio una sonrisa perversa. Retiró las manos lentamente de su posición y las elevó a la altura de su pecho mientras, le mostraba las palmas ásperas y rústicas de sus viriles manos. Elena las miró con fascinación y a la vez con repul
—No está, Liliana Santos no está. ¡Ha escapado!—¿Qué dices? —interrogó Elena. Y antes de que la pelirrubia respondiera, la mujer le ordenó a su guardaespaldas— Ve y tráela ahora mismo, no puede haber ido muy lejos. —Sí, señora. Emma dirigió la mirada hacia su madre con cierto recelo, mientras Elena se reclinaba del espaldar de su asiento aún perturbada. —¿Dónde está tu hermano? —preguntó entonces.— Necesito conversar con él. —No lo sé, creo que aún no ha llegado —respondió, dubitativa. —Ve a buscarlo. —Le ordenó. Emma salió de la biblioteca y fue hasta la parte superior en busca de su hermano. Franco colocó su auricular táctico informando a los dos vigilantes principales sobre custodiar la entrada y salida de la mansión para evitar que Liliana lograse escapar. —No la dejen salir, deténganla sin hacerle daño. —giró instrucciones a su equipo. Mientras tanto, Liliana sentía que las piernas le temblaban con cada paso que daba; en algunos momentos corría y en otros se de
—¿Tuviste algo que ver con ello? —preguntó con severidad mientras la sujetaba con fuerza:— Contesta, tú la ayudaste a escapar de la habitación.—No pensarías que iba a dejar que mi madre y tú se divirtieran, mientras yo tengo que casarme con un hombre como Enrico Castello. —contestó con una sonrisa de satisfacción en sus labios. —Ese no es mi asunto, Emma. Lo que hiciste puede causarme serios problemas con tu madre y tu hermano. —reclamó con hostilidad.—No me importa, Franco. Sólo me importas tú. —dijo rodeándolo por el cuello con sus brazos. —Te has vuelto loca. —replicó aportándole los brazos de encima— Si alguien nos ve, estaré despedido y peor aún muerto. —Mi madre no te hará daño, lo sabes. Y si a ver vamos creo que estando muerto, ya no tendré que sufrir imaginándote junto a ella. —Te has convertido en una mujer obsesiva y eso no me agrada, niñita malcriada. —dijo y la tomó del brazo, abrió la puerta de la habitación contigua y la metió a la fuerza. Franco la arrinc
—¡Dios, no puede ser! —exclamó, con voz apenas audible, como si el miedo y la desesperación hubieran estrangulado sus palabras. La frustración y el pesar, se apoderaron de ella, nublándole la mente. Cuando finalmente se sintió libre, descubrió que no sólo no sería fácil salir de esa habitación, sino que estaba presa en aquel lugar. Debía encontrar una manera de escapar de aquella recámara antes de que alguien descubriera donde estaba. Sabía que no alcanzaría a hacerlo por la puerta ya que estaba cerrada. Una idea se encendió en su cabeza: —¡La ventana! —murmuró. Se dio la vuelta quedando de frente con el frío cristal. La luz tenue que se filtraba a través del vidrio empañado, iluminó su rostro pálido y desencajado. La posible vía de escape que había imaginado, se convertía en una barrera insuperable. La altura que había entre la ventana y el suelo, era abismal, parecía burlarse de ella. La sensación de libertad que había experimentado momentos antes, se desvaneció como el hu