De oficio: Amante

—¿Cómo está? —preguntó Elena mostrando una preocupación genuina.

Aunque el guardaespaldas sabía que no podía confiar en los gestos de su patrona, por segundos tuvo dudas. La observó en silencio como incitándola a explicarse.

—Pensé que no le importaba —cuestionó finalmente, arqueando una ceja.

—No te pago para que pienses, Franco. —Elena esbozó una sonrisa fría y condescendiente.— Estás aquí para obedecer mis órdenes. —aclaró.

—Hice lo que usted me pidió, patrona. —contestó con seriedad.

—Muy bien —dijo Elena. Levantó el bastón por encima del escritorio, extendió su brazo permitiendo que el instrumento rozase las manos del escolta que permanecían entrecruzadas frente a su pelvis. — Retíralas, quiero ver lo que tienes para mí.

El guardaespaldas le dio una sonrisa perversa. Retiró las manos lentamente de su posición y las elevó a la altura de su pecho mientras, le mostraba las palmas ásperas y rústicas de sus viriles manos. Elena las miró con fascinación y a la vez con repul
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