*—Lay:
Estaba tan feliz y dispuesto a darlo todo en su nuevo trabajo.
Layonel Robbins, llamado cariñosamente Lay por sus amigos cercanos, había conseguido un empleo a tiempo completo y muy formal. Lay iba a ser el asistente de un gran empresario que tenía una larga cadena de clubes nocturnos, aunque el horario era loco por así decirlo y tenía que trabajar los fines de semana, Lay estaba dispuesto a todo con tal de conseguir un buen salario de forma honorable. La paga era muy buena y tenía la facilidad incluso de tener un trabajo a medio tiempo si deseaba, puesto que comenzaba a trabajar desde las seis de la tarde hasta las dos de la mañana, si, un loco horario, pero situaciones desesperadas necesitaban medidas igual de desesperadas.
Sus padres habían muerto cuando era un adolescente y entre las deudas que estos dejaron, las deudas que había adquirido durante su juventud para pagar sus estudios y algunas deudas extras, lo habían agobiado tanto que había tenido en su momento como cuatros trabajos al mismo tiempo, pero gracias a uno de estos trabajos había conseguido al fin su trabajo de ensueño. Este trabajo le había caído como dedo al anillo y había llegado a él sin esperarlo.
En uno de los lugares donde laboraba, conoció a Uriel Evans, quien era un cliente regular del restaurante donde había estado trabajando y quien siempre dejaba una buena propina. Ya que Uriel siempre iba en sus turnos, se habían hecho grandes amigos y como este sabía su situación, un día le ofreció el trabajo que había recientemente conseguido.
—¿Te gustaría trabajar en un lugar diferente, Lay? —le había preguntado Uriel un día y fue para mejor.
Lay había estado curioso, pero dudoso porque no quería arriesgarse a dejar un buen trabajo en el restaurant a otro que desconocía, sin embargo, decidió aceptar la oferta del señor Evans. Uriel le había indicado que su primo era un empresario que manejaba clubes nocturnos y que necesitaba una persona de confianza que estuviera a su lado para que supervisará y le reportara sobre estos. Lay pensaba que mucho trabajo, pero cuando Uriel le dijo que la paga era buena, quiso darle la oportunidad.
Fue a la entrevista y fue sincero en todo el sentido de la palabra. Aunque se había graduado de negocios, no tenía experiencia en su rama, pero si tenía experiencia de otras, sin embargo, aunque pensó que esto lo pondría en el cajón de los rechazados, su tenacidad le agradó a la entrevistadora, quien parecía ser quien pujó por él, porque una semana después recibió la llamada de que iba a ser contratado aun sin tener experiencia en ello. Lay no dudó en aceptar la oferta y más al ver la cifra de su sueldo. Decidió renunciar a los demás lugares y enfocarse en aquel. Si no salía bien, lo intentaría una vez más, pero no se rendiría hasta conseguir un buen lugar donde crecer.
Como había mencionado antes, su trabajo consistía en supervisar los clubes nocturnos del señor Damien Bates y ser su asistente personal. Al principio Lay pensó que era mucho trabajo, pero al ver la paga de este y que la misma le podría ayudar a salir de deudas más temprano de lo que esperaba, se dijo que tenía que intentarlo.
Tenía los lunes libres y los martes parcialmente, pues, aunque los clubes estaban cerrados para el público tanto el lunes como el martes, se aprovechaba este día para reparar, cambiar o hacer cualquier tipo de actividad que ayudará a que los clubes continuarán en pie. Los demás días, Lay tenía que visitar cada club para supervisar a los empleados y que todo estuviera marchando bien.
Cada visita a cada club tenía un día en específico: los miércoles era el día del Club Blanco o Dove cómo se llamaba en realidad, el cual se llamaba así porque era un lugar más fresco y tranquilo que los demás clubes, era más para las personas que querían pasar un rato en tranquilidad disfrutando de una buena música y de buenas bebidas; los jueves tenía que pasar por el Club Rosa o The Rosé, el cual era un club destinado solo a mujeres y personas de la comunidad LGBT que deseaban pasar una gratificante velada sin sentirse abrumados o que la gente se pase con estos como a veces pasaba en otros lugares; los viernes tenía que ir al Club Azul o el Royal Club para caballeros, el cual era un club por membresía y en este se reunían hombres de negocios y de alta alcurnia y a decir verdad, era su menos favorito, ya que la arrogancia llenaba cada rincón de aquel lugar y Lay odiaba a las personas ostentosas.
Durante el fin de semana, tenía que visitar dos de los clubes más exclusivos y los más peligrosos. Ambos clubes tenían membresía y las personas que iban allí tenían que seguir una gran regla y era aquella que no permitía que ninguna persona sacara información que pusiera en riesgo la actividad que se hacía dentro de las paredes, lo que significaba que los teléfonos y otros aparatos electrónicos que podrían grabar o tomar fotografías estaban sumamente prohibidos y tenían que dejarlos en casilleros en la entrada de ambos clubes.
Al principio Lay no entendía cuál era la importancia de esto, pero cuando lo vio con sus propios ojos entendió porque dicha regla.
Los sábados tenía que visitar el Club Rojo o Rouge, el cual era muy contrario al Dove, pues el lugar era para divertirse a lo grande sin tantos límites. Allí se aceptaban parejas de ambos sexos y en este también se podían hacer cosas subidas de tono sin que te llamaran la atención. A Lay le daba vergüenza visitar aquel lugar, pues cada vez que iba siempre veía una pareja teniendo sexo o haciendo alguna otra cosa indecente, pero como las reglas no eran tan estrictas como los demás clubes, la gente se dejaba ir en este.
No obstante, el otro club que venía de la mano con el Rouge, era el Club Oscuro, el cual visitaba los domingos. Este lugar era oscuro en todo el sentido de la palabra y a Lay le daba mucho miedo, pues se hacía lo mismo que el Rouge, pero era más liberal al ser plenamente homosexual. Había escuchado los rumores y aunque no los había visto con sus propios ojos, sabía que se organizaban orgías y sucedían muchas cosas bastante explícitas.
Se sorprendía al saber lo que la gente con dinero hacía, pero cada quien tenía derecho a gastar lo suyo como le plazca. Sin embargo, Lay se cuidaba mucho cuando visitaba ambos lugares y más por la advertencia dada por su gran jefe. Sabía que se preocupaba mucho por él y más por su aspecto de niño bueno, pues, aunque Lay tenía 24 años, parecía un adolescente. Era muy delgado y larguirucho, tenía cara de niño pues no tenía barba y desde joven, a pesar de lo difícil que era su vida, nunca pudo verse más varonil.
Según el señor Bates, era presa fácil y algún día iba a ser atacado por su aspecto, pero Lay sabía que podía defenderse y no iba a dejar que nadie lo tocara sin su permiso.
Las dos primeras semanas supervisando para el señor Bates habían sido maravillosas, a Lay le encantó conocer tantas personas diferentes con las cuales se llevó muy bien. Además de ello, pudo aprender con los managers de cada club sobre cómo se manejaban. Aunque era la primera vez implementando los conocimientos que adquirió en la universidad, a Lay le fue muy bien y sus compañeros le ayudaron bastante.
Sin embargo, no todo era siempre de color de rosa.
Sabía que un chico como él, nuevo en aquel tipo de vida algún evento canónico tenía que pasarle para que lo marcara y lo hiciera más fuerte.
Fue dos meses después de haber comenzado a trabajar para el señor Bates que ocurrió el incidente.
Había ido como cualquier otro día a supervisar, solo que dicho día le tocaba el Club Oscuro. Cuando visitaba este club, el manager de este, Cameron Santos, quien era un hombre alto y fuerte que nadie podía derrumbar ya que él mismo había sido un militar, siempre iba con él mientras supervisaba, pero dicho día, Cameron no había podido hacer el recorrido y Lay tuvo que hacerlo solo.
Lay se había armado de valor ya que no era la primera vez que estaba allí y la mayoría de clientes lo conocían, por lo cual, se sintió seguro. No obstante, sentirse seguro era una cosa, pero estarlo era otra.
Había estado haciendo su recorrido normal cuando alguien se había aprovechado de su soledad mientras estaba haciendo el inventario de las bebidas en el almacén del club. Se había encerrado con él en el lugar y había golpeado a Lay por detrás para forzarse en su cuerpo. Lay había tratado de defenderse, pero no había sido suficiente, el hombre había sido mucho más grande que él y lo había obligado a estar bajo su cuerpo mientras se deshacía de sus pantalones.
Lay nunca había sentido tanto dolor en su vida hasta que aquel hombre penetró con sus dedos su agujero. Aquel hombre lastimó su ano con sus uñas que parecían haber estado mal cortadas y había provocado una ligera hemorragia en Lay, quien se rehusaba a ser violado y deshonrado por lo cual peleó bajó el esperando salir menos lastimado de esto. No sabía dónde encontró fuerzas, pero pudo librarse de aquel hombre lastimándose más en el forcejeo y pudo encontrar el arma perfecta para dejarlo fuera de combate.
Lay había estrellado contra la cabeza de aquel violador una botella, logrando que el hombre se desmayara y que lo dejara en paz. Aprovechando el momento, había huido de aquel lugar, lastimado y llorando por lo que casi pasó. Cameron fue quien lo encontró y había estado tan encolerizado que casi había matado a aquel hombre a golpes por lo que sucedió.
Se había desmayado por el dolor poco después y cuando recuperó el conocimiento se encontró en una habitación privada en una clínica con el señor Bates sentado a su lado. Su jefe le había explicado lo que pasó, que casi fue violado por un nuevo miembro del club y que dicho hombre había lastimado su ano con sus uñas, provocando una ligera hemorragia. Le había informado también que había sido curado y que se tomaron medidas serias con aquella persona que lo tocó sin su permiso.
Lay había comenzado a llorar por lo que casi pasó, pues, aunque era homosexual, nunca había estado con nadie y había querido que su primera vez fuera con alguien que amara, pero, aunque el hombre no tomó del todo su virtud, el recuerdo de lo que casi sucedió lo marcó y sabía que iba a ser difícil que se esfumara de su mente.
El señor Bates lo había envuelto entre sus brazos y lo había mantenido seguro, prometiéndole que nunca iba a suceder esto que pasó. Lay había llorado entre estos y cuando su llanto cesó, se sintió protegido. Sabía que el señor Bates cumpliría su promesa y así fue.
Después de dicho suceso, la seguridad se había reforzado y Lay no andaba solo en dicho Club, si Cameron no estaba, uno de los empleados tenía que acompañarlo y no había negociación. El señor Bates era muy serio con sus órdenes y pena de aquel que las refutara.
Luego de esto, Lay quiso renunciar, pero por sus necesidades y por su atracción por su jefe que le daba seguridad, se quedó y con el tiempo, enterró dicho momento en lo más profundo de su ser porque no podía permitirse que algo que estaba destinado a hacerle daño, lo marcará.
Ahora en la actualidad y seis años después de haber comenzado a trabajar para el señor Bates, las cosas por lo menos eran diferentes.
Bueno, no todas.
Lay sonrió y miró hacia su jefe, Damien Bates, quien estaba detrás de su escritorio todo imponente con su traje gris hecho a su medida y mirándolo con sus fríos ojos azules.
Había algo que no había cambiado y era el amor que había desarrollado por su gente hace seis años, aún seguía vigente, pero sin ser correspondido.
¿Cómo podía seguir aguantando esto? ¿Cómo podía continuar viendo la gran fila de amantes que pasaba por su jefe?
Layonel sabía que solo había una manera de liberarse de esto y era renunciando para olvidar a su jefe, sin embargo, nunca pensó que Damien Bates haría hasta lo imposible para evitar que Layonel saliera de su vida, incluso convertirlo en su amante falso para evitar que su madre continuara tratando de comprometerlo con una mujer.
Estaba loco por aceptar algo así, pero cuando estabas enamorado, aceptabas cualquier m****a con tal de estar con la persona que amabas, pero, ¿podrá aguantar por tanto tiempo sin perderse así mismo?
*—Lay:Era un hombre que seguía siempre las reglas, puesto que odiaba que la gente lo señalara con el dedo y fallar no estaba en su vocabulario. Era por esto que siempre hacia lo que su jefe, Damien Bates, decía, incluyendo cumplir su pedido de siempre, aquel que solo sucedía los domingos cuando…—Te estoy esperando, Layonel —dijo Damien Bates fuertemente al ver que Layonel seguía en el mismo lugar luego de reportar su visita al Oscuro, el cual era el club nocturno para homosexuales que supervisaba cada domingo.Layonel hizo una mueca y le dio una mirada a su jefe, quien se veía impaciente y esperaba por este.No quería ceder, últimamente se estaba haciendo el difícil, pero era más porque su corazón no podía seguir soportando esto. Su jefe seguía dándole alas, pero a su vez, seguía desapareciendo cada noche con sus amantes.Ya no sabía que pensar.—Las reglas deben seguirse y recuerda que día es hoy, Layonel —insistió su jefe Damien con su profunda voz que hacía que cualquier que la e
*—Damien:¿Cuánto más podría aguantar?Su mano rodeó su grueso pene y comenzó a moverla por toda su hinchada longitud, masturbándose y sintiéndose maravillosamente bien. Había estado endurecido toda la noche, más bien, los domingos siempre pasaba lo mismo, pues era el día que tenía que hacer esa descabellada supervisión.¿Por qué se hacía esto? Aquel caliente chico estaba a su merced, pero era un maldito cobarde que no quería dar el paso y tomar lo que estaba en bandeja de plata.Layonel siempre le había interesado y su deseo por corromperlo cada día, mes y año que pasaba crecía considerablemente. Las ganas de empujarlo contra su escritorio y meter su polla contra su rosácea raja lo tenían desesperado. Tenía el culito más lindo que había visto en su vida y era por eso que siempre esperaba con ansias los domingos. Ver sus blanquecinas nalgas y su rosáceo agujero lo ponían a mil y las ganas de metérsela solo crecían cada vez que tenía que revisar si había sido o no mancillado en el Club
*—Lay:Sus días siempre eran muy tranquilos, Layonel podía decir que a pesar de las deudas y de que vivía en un sitio de perros, tenía una buena vida. El trabajo no exigía mucho de él y no tenía una gran vida social, por lo cual, vivía muy en paz.Tampoco se metía con nadie o al menos eso era lo que creía.Era un día normal de trabajo, era domingo por lo cual estaba otra vez supervisando en el Club Oscuro. Había hecho el inventario de las bebidas y de los alimentos, además de ello, había hecho un recorrido antes de que el club llegara a su apogeo, por lo cual ahora estaba en el bar tomando un trago ligero con Cameron, el manager de este.Miró hacia Cameron, quien era un hombre bastante alto de tez oscura gracias a su etnia mezclada entre afroamericano y latino. Cameron era más viejo que él, tenía 40 años y era homosexual. Este tenía otras tendencias de las cuales Lay no quería saber tantos detalles, pero a pesar de esto, eran buenos amigos. Más bien, Cameron se había convertido en su
*—Lay:Ya no se sentía a gusto trabajando para Damien.Después de aquel día en donde Damien le dijo que no era su tipo y que Layonel se percató de que nunca iba a pasar nada entre ellos, se sentía desganado y tener que ver a Damien lo hacía peor. No lo odiaba, pero tampoco quería verlo. Sin embargo, tenía que hacer su trabajo bien hasta el final de sus días.El único día en que trabajaba y que se quedaba más tiempo de más en los clubes era el domingo, pero era más por Cameron que por otra cosa. Siempre aprovechaba sus visitas para hablar con él. A veces se veían para comer los días que tenían que trabajar y los días que no, cenaban juntos. Cualquiera pensaría que tenían algo, pero, aunque Layonel podía pasar como su tipo de chico, Cameron nunca había cruzado la línea con él y lo agradecía.Había hecho su recorrido en el club, no viendo algo diferente desde la última vez y esta vez decidió no revisar las cámaras, dejando que sea Cameron que se encargará de ello. No quería volver a mete
*—Layonel:Parpadeo confundido. ¿En verdad había escuchado a su jefe diciéndole que se acercara al? ¿Qué se sentará sobre su pelvis?—Acuéstate sobre mi regazo —expresó su jefe más claro y la vista de Layonel fue hacia dicho lugar. ¿Acostarse sobre él? Eso era… Layonel apretó las manos en puños y dio un paso hacia él, pero antes de que pudiera hacerlo, Damien alzó una mano, deteniéndolo—. Antes de, quítate los pantalones y la ropa interior —le ordenó.Layonel así lo hizo. No era la primera vez que se desnudaba ante Damien, pues cada domingo tenía que hacer desaparecer sus pantalones y ropa interior para mostrarle su lugar más oculto, por lo cual le resultó fácil. Sin embargo, siempre le daba la espalda a Damien, esta vez estaba de frente a él.Vio como los ojos azules de Damien se enfocaban en su pelvis. ¿Estaba viendo su polla? Su sexo era de un tamaño regular y nunca se avergonzó por ello, pero si admitía que se sentía avergonzado de que alguien como Damien, tan grande y masculino,
*—Layonel:Cuando pudo recobrar el aliento luego de ser castigado por Damien, Layonel se movió un poco.—Te di doce nalgadas —escuchó que Damien decía—. Faltaron ocho, por lo cual, ocho mil dólares se descontarán de tu sueldo y del de Cameron —terminó diciendo y Layonel se alzó rápidamente.—¡Cameron no tuvo nada que ver! —exclamó hacia Damien y las cejas negras de este, se arquearon.—Cameron sabe cuándo o no intervenir y te apoyo en la moción, por lo cual, ha de ser castigado por igual —informó Damien siendo muy claro.Layonel bajó la cabeza, derrotado. Nunca quiso involucrarlo, pero al final fue así. Cuando volviera a ver a Cameron iba a pedirle perdón por ello.—De acuerdo —aceptó, pues sabía que no podía ir en contra de los deseos de Damien una vez que este los decía.—¿Quedó claro? —preguntó Damien y Layonel asintió para luego ponerse de pie ante su jefe.Sus piernas temblaban y apenas podía mantener el equilibrio sobre estas. Layonel vio como Damien entrecerraba los ojos y como
*—Damien:¿Qué había estado pensando al aceptar la descabellada idea de Layonel?La cabeza de Damien fue hacia atrás, golpeando el reposacabezas de su vehículo.No podía creer que tal idea hubiera salido del ingenuo Layonel. ¿Nalgadas? Aún no podía superar lo que había hecho.La vista de Damien fue hacia su mano derecha, la cual aún sentía escociendo.Las nalgas de Layonel siempre habían sido del agrado de Damien, eran llenas y de un color pálido. Cuando lo revisaba los domingos, las ganas de tocar su culo nunca lo dejaron ser, pero al fin lo había hecho y debía decir que se sentía maravillosamente bien.Eso no era lo único que se sintió bien.Damien cerró los ojos y reprodujo en su mente los recuerdos de lo que pasó hace un rato.Sus gemidos eran música para sus oídos y como llamaba su nombre con su dulce voz había sido magnífico. Layonel era una tentación andante y no entendía cómo es que había durado tanto tiempo sin comérselo. Seis años era mucho tiempo y aunque no lo había sabore
*—Lay:Todo había cambiado.Habían pasado dos semanas desde aquel día en que le pidió a su jefe que lo castigara con nalgadas y Layonel podía decir con mucha seguridad de que la relación entre Damien y él había cambiado para peor. Apenas se hablaban, solo lo hacían cuando Layonel llegaba al trabajo y cuando tenía que reportarle sus supervisiones. Cuando sucedían los reportes, Damien hablaba con palabras cortas y nunca lo miraba a la cara. Siempre parecía ocupado y estaba cada vez más alejado de él. Los últimos dos domingos que pasaron ni lo revisó como de costumbre, parecía ya no importarle con quien perdiera Layonel su virtud.Layonel sabía que había metido la pata al pedirle tal castigo y lo que hicieron cruzó fuera de la raya. Su relación no volvería a ser igual y Layonel ya comprendía que no podía volver a cruzar esa línea que ya estaba definida. Eran jefe y empleado y la actitud de estas últimas semanas de Damien lo definía muy bien.Dolía y mucho, pero Layonel no podía hacer más