6

*—Layonel:

Cuando pudo recobrar el aliento luego de ser castigado por Damien, Layonel se movió un poco.

—Te di doce nalgadas —escuchó que Damien decía—. Faltaron ocho, por lo cual, ocho mil dólares se descontarán de tu sueldo y del de Cameron —terminó diciendo y Layonel se alzó rápidamente.

—¡Cameron no tuvo nada que ver! —exclamó hacia Damien y las cejas negras de este, se arquearon.

—Cameron sabe cuándo o no intervenir y te apoyo en la moción, por lo cual, ha de ser castigado por igual —informó Damien siendo muy claro.

Layonel bajó la cabeza, derrotado. Nunca quiso involucrarlo, pero al final fue así. Cuando volviera a ver a Cameron iba a pedirle perdón por ello.

—De acuerdo —aceptó, pues sabía que no podía ir en contra de los deseos de Damien una vez que este los decía.

—¿Quedó claro? —preguntó Damien y Layonel asintió para luego ponerse de pie ante su jefe.

Sus piernas temblaban y apenas podía mantener el equilibrio sobre estas. Layonel vio como Damien entrecerraba los ojos y como estos bajaban por el cuerpo de Layonel. Ante su intensa mirada, Layonel se dio la vuelta, dándole la espalda y después se miró a sí mismo. Fue un gran desastre. Su semen se deslizaba por sus piernas y Layonel no sabía qué hacer.

Esto era muy vergonzoso.

Nervioso, miró hacia atrás para ver a Damien detrás de él. La mirada de Layonel bajó hacia abajo de Damien. Había una gran mancha húmeda en sus muslos donde Layonel se había venido antes, pero eso no era lo único. Layonel pasó saliva al ver que el sexo de su jefe endurecido bajo sus pantalones y como también había una mancha en dicho lugar.

¿Se había venido igual que él? ¿Cuándo?

La mano de Damien se colocó sobre su sexo, bloqueándole la escena a Layonel quien volvió a colocarse derecho.

Demonios. Esto era demasiado candente.

Layonel dio un paso hacia los muebles y sus piernas le fallaron. Las sintió como gelatinas y tuvo que apoyarse sobre uno de los muebles frente a él para no caer al suelo. No podía recuperar el equilibrio, pero no podía sentarse, pues hacerlo mancharía la tela del sofá.

Debería colocarse su ropa e irse de allí, pero no se podía mover. Estaba muy avergonzado, pues en la posición que estaba, Damien se estaba llevando una buena vista de su trasero golpeado y de sus muslos sucios de su simiente.

Apretó las piernas con fuerza y pidió al cielo que Damien se fuera de allí pronto. No obstante, no fue así.

Sintió como Damien se ponía de pie y como luego estaba detrás de Layonel. Este pasó saliva, nervioso y se estremeció cuando sintió las grandes manos de Damien sobre la parte trasera de sus rodillas.

¿Qué diablos?

Layonel sintió en ese momento como la lengua de Damien pasaba por la cara interna de sus muslos, siguiendo un camino hacia su trasero. Su cuerpo tembló y sus manos se aferraron a los brazos del sofá mientras alzaba el culo hacia Damien quien llevó su amplia lengua hacia arriba. Cuando sintió la misma pasar por la parte trasera de sus testículos, Layonel gritó el nombre de su jefe.

—Damien… —-gimió Lay al sentir su toque.

No podía creer que esto estuviera pasando, hace unos días Damien le había dicho que no era su tipo y lo había encasillado allí como alguien del cual no estaba interesado, pero hoy, dos días después, estaba lamiendo con mucha paciencia su culo, como si fuera algo normal para él.

Layonel soltó un alarido de placer cuando la lengua de Damien volvió a moverse y esta vez pasó sobre su raja. Eso se había sentido como en el cielo y empujó su trasero hacia él mientras pedía por más.

Sintió como Damien le tomaba ambos globos con las manos y los apartaba. Su aliento volvió a estar entre sus nalgas. Sin embargo, antes de que pudiera lamerlo comenzó a escucharse la melodía de llamada de un teléfono.

Ambos se quedaron estáticos y Damien fue el primero en reaccionar. Era su teléfono.

—Gray —soltó el nombre de la persona quien llamaba y fue como un balde de agua fría cayéndole encima a Layonel.

Layonel se quedó allí en silencio tratando de pensar en que hacer ahora. Damien había tomado la llamada de su amante como si nada y debería reírse por ello, pues era obvio que esto que pasó no los iba a llevar a nada. ¿Debería colocarse su ropa o debería esperar con el culo al aire por Damien? Tragó nervioso y trató de seguir la conversación.

—No, aún estoy en mi oficina —le explicó Damien a su último amante, del cual Layonel estaba muy celoso pues era un chico muy bonito y gracioso. Era el amante con el cual Damien había durado más—. Ah, sí, está bien, espérame allá. Iré enseguida —terminó diciendo antes de cortar la llamada.

Layonel se dio cuenta de que no iban a continuar y que lo que pasó hace un rato había sido por el calor del momento. Se colocó derecho rápidamente, recobrando el equilibrio que había perdido antes. La vergüenza lo llenó y sintió sus ojos escocerse por las lágrimas retenidas. Había entendido claramente que, a pesar de que esto pasó, nada iba a cambiar entre ellos. En el momento que Damien tomó la llamada de Gray, lo había dejado claro.

Tenía que vestirse e irse de allí, pero sus pantalones estaban en el otro sofá y no quería volverse para verle la cara a Damien. Estaba muy avergonzado, sin embargo, tenía que hacerlo.

Se obligó a poner cara de póker y se volvió hacia Damien. Este tenía su expresión de siempre, aquella que tampoco mostraba nada.

—Debes irte a casa, Layonel —le ordenó Damien como si nada hubiera pasado entre ellos, pero así eran las cosas. No había nada más que la relación profesional que tenían, solo era Layonel buscando la forma de que esta cambiara, pero ya veía que no iba a pasar.

Se tragó su orgullo y le dio una ligera sonrisa.

—Está bien, señor Bates —aceptó Layonel la orden sin más.

Damien frunció ligeramente el ceño al ser llamado señor y Layonel no se hizo de esperar.

Fue hacia donde había dejado sus pantalones con su ropa interior. La erección que había tenido antes se había desinflado desde el momento que supo que Damien iba a ver a Gray. Había creído que algo había cambiado entre ellos, pero en vez de avanzar estaba retrocediendo. Layonel creyó por un momento que se atraían, pero esta solo venía de un solo lado y era el suyo. 

Este momento había sido la gota que derramó el vaso. Layonel no podía continuar creyendo que algo iba a pasar entre ellos solo porque sí. Damien pudo ignorar la llamada, pero prefirió tomarla a sabiendas de que sabía quién era con el fin de dibujar la línea entre ellos definitivamente.

Layonel se cambió ante la atenta mirada de su jefe y se colocó la ropa lo mejor que pudo, pero todo su cuerpo estaba sucio y sudado, además de que la ropa estaba muy plegada, por lo cual, su aspecto era deplorable.

Cuando terminó se volvió hacia Damien quien en ese momento caminó de regreso hacia su escritorio. Lo vio recoger sus cosas rápidamente y meterlas en su maletín. Damien no dijo nada más y fue el primero en irse. Siempre era Layonel, pero seguro estaba desesperado por estar con su gran amante.

Se quedó observando su marcha con los ojos llenos de lágrimas, lágrimas que dejó salir cuando salió de la oficina de Damien. Por suerte era lunes y no tenía que verle la cara hasta el martes, pero Layonel tenía que usar mucha fuerza de voluntad para no desmoronarse la próxima vez que se vean.

De regreso a casa, Layonel estaba decidido en que tenía que dejar sus sentimientos no sanos por su jefe por su propio bien. No tenía futuro, se estaba desgastando a sí mismo y estaba estancado en aquel lugar.

Lo sentía, pero ya no podía más.

Tenía que decirle adiós a Damien por su propio bien.

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