5

*—Layonel:

Parpadeo confundido. ¿En verdad había escuchado a su jefe diciéndole que se acercara al? ¿Qué se sentará sobre su pelvis?

—Acuéstate sobre mi regazo —expresó su jefe más claro y la vista de Layonel fue hacia dicho lugar. ¿Acostarse sobre él? Eso era… Layonel apretó las manos en puños y dio un paso hacia él, pero antes de que pudiera hacerlo, Damien alzó una mano, deteniéndolo—. Antes de, quítate los pantalones y la ropa interior —le ordenó.

Layonel así lo hizo. No era la primera vez que se desnudaba ante Damien, pues cada domingo tenía que hacer desaparecer sus pantalones y ropa interior para mostrarle su lugar más oculto, por lo cual le resultó fácil. Sin embargo, siempre le daba la espalda a Damien, esta vez estaba de frente a él.

Vio como los ojos azules de Damien se enfocaban en su pelvis. ¿Estaba viendo su polla? Su sexo era de un tamaño regular y nunca se avergonzó por ello, pero si admitía que se sentía avergonzado de que alguien como Damien, tan grande y masculino, lo viera de esa manera. ¿Estaba viendo si estaba excitado? Layonel miró hacia abajo. Su sexo estaba dormido por ahora, pero sabía que desde que lo tocara iba a hacer un desastre allí. Tal vez estaba viendo que tenía poco pelo púbico, pero a Layonel no le gustaba tenerlo.

Minutos después, la mano de Damien se extendió hacia él.

—Ven —le pidió y Layonel tomó su mano, dando ese paso final hacia él.

Se sentó a su lado y luego se inclinó por encima de su cuerpo hasta que tuvo el mismo acostado sobre él. Damien estaba sentado en el centro del sofá de tres plazas, por lo cual no fue tan difícil hacerlo, pero lo que sí fue difícil fue bajar sus caderas y dejar su culo al aire. Como estaba en esta posición, no podía ver su rostro así que Layonel ocultó el suyo contra el cojín del sofá.

—¿Quieres mi cinturón? —preguntó Damien y Layonel negó con la cabeza—. Entonces, ¿quieres mis manos golpeando tu culo? —escuchó que decía Damien con un tono divertido—. Te estás juntando mucho con Cameron, ¿eh? —continuo y Layonel sonrió un poco.

—Es un buen amigo —fue lo que Layonel dijo.

—Es una mala influencia para ti, ¿sabes? —le recordó Damien.

—Sé de las tendencias del señor Santos, pero no he estado dejándome influenciar por estas —le hizo saber mintiendo un poco. Aunque esta idea salió de su amigo, no se lo iba a confirmar a Damien.

—¿Y qué me dices de esta solicitud tuya? —preguntó su jefe y Layonel saltó cuando sintió la mano de este tomar el dobladillo de su camisa para moverla un poco más hacia arriba en su espalda. Solo había sido un toque ligero, pero fue suficiente para que Layonel se estremeciera.

—He sido un mal chico —insistió Layonel.

—Comprendo —murmuró Damien con una suave voz.

La mano de Damien bajó por su espalda tan lentamente que Layonel comenzó a temblar y cuando la misma se posicionó sobre una de sus nalgas, el chico se mordió los labios con fuerza, casi al punto de lastimárselos. Su mano era grande y caliente y era la primera vez que lo tocaba tan directamente. Nunca en los seis años que tenía trabajando con él ni cuando Damien le revisaba el trasero lo había tocado y debía de admitir que le gustaba su toque. Sentía su sexo engrosarse contra los muslos de su jefe y esperaba que este no se percatara de ello.

—Cómo has sido un chico malo, te daré veinte nalgadas por lo que pasó —continuó Damien y los ojos de Layonel se abrieron mesuradamente. ¿Veinte? ¿No eran demasiadas? Como si Damien supiera que pensaba—. Fueron veinte mil dólares, por lo cual, si aguantas las veinte, no te descontare ni un centavo —explicó y este asintió, pues era una ganga que no iba a permitirse perder—. Solo espero que no vuelvas a romper las reglas, Layonel —terminó diciendo Damien.

Si romper las reglas significaba que perdería dinero, era mejor que ignorara ciertas cosas que pasaban en el club. Desde ahora en adelante iba a dejar que los managers fueran quienes intervinieran en esos asuntos. No iba a volver a arriesgarse.

—Sí, señor.

—De acuerdo —aceptó Damien y su mano comenzó a acariciar uno de sus globos con mucha delicadeza. Sus manos eran grandes y no tenía idea que se iban a sentir de esa manera sobre su piel. Eran suaves y podía ver que Damien nunca había trabajado en otro sitio que no sea en una oficina, pues en cambio, las manos de Layonel no eran tan suaves—. Verás, antes de, debemos establecer otras cosas —anunció su jefe y Layonel asintió esperando que Damien pudiera ver el movimiento de su cabeza—. Necesitamos una palabra de seguridad —informó.

La cabeza de Layonel se giró un poco, pero solo podía ver el brazo de Damien, así que volvió a la misma posición de antes. ¿Una Palabra de Seguridad? No tenía mucha idea sobre ello, pues esto que iban a hacer era su primera vez haciéndolo, Layonel no tenía experiencia en nada sexual, así que iba a dejar que fuera Damien quien lo guiara.

—Entiendo.

—Esta palabra la dirás cuando sientas que ya no puedes aguantar más y debe de ser una palabra que no dirías tan fácil, pero tampoco que sea difícil de pronunciar —le aclaró su jefe. Layonel ladeo la cabeza. ¿Una palabra que no sea fácil pero tampoco difícil?

Layonel cerró los ojos y trató de pensar, pero la única cosa que llegaba a su mente era el nombre de su compañero quien fue quien le dio esta idea tan descabellada.

Cameron —expresó y una carcajada salió de Damien.

—¿Cameron? ¿En serio? —cuestionó Damien su elección de palabra.

—Sí, elijo esa —dijo Layonel sin dar su brazo a torcer, pues era la primera que le había llegado y lo sentía por su jefe a quien le parecía molestarle su amistad con Cameron, pero llamar el nombre de su amigo sería suficiente para pisar tierra cuando sea demasiado para él.

—Okay —aceptó Damien y su mano bajó un poco, rozando con su palma la parte trasera de sus testículos. Layonel apretó las piernas y trató de mantenerse cuerdo—. También, si deseas que continúes, debes decírmelo, ¿Okay?

—Está bien —aceptó Layonel sin nada más que decir.

—He notado que últimamente estás por tu cuenta, Layonel —comenzó a decir Damien y el toque de su mano desapareció, pero vino después. Layonel soltó un alarido de placer cuando su suave mano golpeó con fuerza sus nalgas. El golpe hizo que todo su cuerpo se estremeciera y una sensación de ardor se plantó en la piel golpeada. Dicha nalgada dejo a Layonel temblando sobre el cuerpo de Damien y sintiendo su sexo endurecerse más de lo que ya estaba.

Se sintió maravillosamente bien y tuvo ganas de tomar su miembro entre sus manos para masturbarse, pero la posición no se lo permitía por el momento. Además, estaba allí para ser castigado, no para ser complacido. Aunque aquí entre nos, no se sentía tan mal ser cacheteado por Damien.

—¿O no es así? —escuchó que Damien preguntaba y Layonel trató de recordar su pregunta.

—Es así —le aseguró Layonel respondiendo cuando recordó lo que este preguntó. Dando una afirmación, le hacía entender a Damien que quería continuar.

—Bien —dijo Damien y su mano volvió a estar sobre su culo, pero acariciando el área golpeada—. Has estado yendo al Club Oscuro cuando no te toca y eso no está bien, ¿sabes? —continuó Damien y el golpe vino después de ello. Layonel siseó y alzó su trasero. Se había sentido bien. Su piel picaba de una buena forma y cuando Damien colocó su mano sobre esta, como si estuviera aliviando el golpe, Layonel suspiró y bajó las caderas.

—¿Estoy mintiendo, Layonel? —cuestionó su jefe y Layonel negó con la cabeza, pero sintió como Damien pellizcaba uno de sus globos haciendo que gimiera de dolor—. Dilo en voz alta —exige este.

—No, no está mintiendo, señor Bates —expresó Layonel con claridad mientras se recordaba así mismo hablar con la boca no con señas. Ese pellizco había dolido un poco, quizás por el área en donde lo había hecho había sido golpeada antes.

—¿Qué estás buscando en ese lugar? —quiso saber su jefe que parecía estar actuando como si fuera el dueño de Layonel y este debería pedir permiso cada vez que fuera al Club Oscuro. Layonel quería decírselo, pero no quería arruinar el momento todavía y sabía que, con un solo comentario suyo fuera de lugar, Damien se apartará.

—Yo… —comenzó a decir, pero no sabía que decirle exactamente.

Iba al club Oscuro cuando no debía para hablar con Cameron, pues a pesar de que de vez en cuando se veían fuera del club, a Layonel le gustaba cuando tomaban juntos y hablaban de varias cosas, principalmente de Damien. Cameron conocía a Damien desde hace años, se había enterado de que su mejor amigo era el hermano mayor de Uriel y como quien dice vio criar a su jefe, por lo cual, este sabía muchas cosas de él.

Otra nalgada vino al no obtener respuesta y el culo de Layonel salió disparado hacia arriba. Su sexo estaba goteando y sintió como sus fluidos ensuciaban sus propios muslos. Sabía que el pantalón de Damien corría con la misma suerte y cuando esto terminara iba a ser muy vergonzoso, pero Damien no podía pensar que iba a golpearle las nalgas y Layonel no iba a reaccionar.

—Respóndeme —exigió Damien y otra nalgada siguió la anterior, sin embargo, esta golpeó un poco más hacia abajo, golpeando sus testículos y el grito de Layonel se escuchó fuertemente. Su cuerpo tembló y cayó otra vez sobre su regazo.

—Solo consulto con él —soltó Layonel escuchando su voz llorosa. Sus ojos estaban acuosos y estaba a punto de llorar.

—¿Consultas? ¿Qué clase consultas? —preguntó Damien, pero Layonel estaba aguantando las ganas de no venirse. Su nalgada había golpeado sus testículos y aunque dolió un poco, también se sintió placentero y había sido enviado directo a su polla.

Otro golpe vino y Layonel gritó arqueando su espalda, pero la mano Damien lo mantuvo abajo.

—¡Damien! —exclamó Layonel su nombre, pues estaba golpeando más que los globos de su trasero y ese no fue el trato.

—Esa no es la palabra, Layonel —le recordó Damien y Layonel entendió que si él quería detenerse solo tenía que mencionar el nombre de Cameron. Sin embargo, no iba a hacerlo. No quería que este momento terminara tan pronto. Podía estar viniéndose, pero quería continuar. Pensó en lo que le había preguntado y decidió responder.

—Él me da consejos, consejos de amor —admitió Layonel y luego se arrepintió de lo que dijo, por lo cual trato de arreglarlo—. Consejos de cualquier cosa más bien —arregló, pero ya la palabra estaba dicha y seguramente Damien se iría por ese lado. No obstante, no iba a dejar que preguntara qué tipos de consejos por lo cual agrego otras cosas—. Me ayuda en casa cuando tengo que reparar o comprar algo —explicó esperando que esto fuera suficiente para Damien.

—Así que ese tipo de consulta y asesoría, ¿eh? —murmuró y su mano volvió a estar sobre su culo, pero no golpeándolo, solo acariciando.

Layonel tembló sobre su regazo. Le encantaba el toque de Damien, era tan suave y se preguntó cómo sería tener su mano rodeando su polla o sus dedos empujando dentro de su agujero. Sentía el mismo parpadeando sin cesar, pidiendo a gritos ser llenado por este, pero sería demasiado y pasarse de la raya pedirle que le metiera los dedos. Eso sí, cuando llegara a casa, iba a tener una larga sesión con su Dildo apodado como su jefe.

—Respóndeme, Layonel —volvió a decir con autoridad Damien mientras le golpeaba nuevamente.

—Damien —gimió Layonel su nombre cuando no pudo aguantar más. Esta última nalgada lo llevó al límite. Layonel apretó los ojos con fuerza y soltó un alarido de placer mientras se venía sobre los muslos de Damien. Su polla explotó contra el pantalón de su jefe y Layonel sabía que hizo un desastre, pero no podía detenerse.

No supo cuánto tiempo había pasado después de tocar el cielo, pero su cuerpo aún seguía temblando por el placer provocado, No obstante, esto estaba lejos de terminar. Volvió a sentir la suave caricia de Damien sobre su piel lastimada y esta se alzó. Layonel jadeó su nombre cuando Damien golpeó sus nalgas con más fuerza y Layonel, que no se había recuperado de haberse venido, se mareó.

Su cuerpo no dejaba de temblar por el placer y pequeños gemidos salían de él.

—La palabra, Layonel —escuchó que Damien decía en medio de la bruma.

Layonel negó con la cabeza.

—No, aun no —se negó a decirla, no quería que terminara este tipo de placer.

Nunca se había sentido así, sus pasados orgasmos no eran nada comparado con el que Damien le provocó y si eso era con solo darle nalgadas no se podía imaginar lo magnífico que sería con este empujando dentro de su agujero. ¡Dios! Quería sentirlo. Layonel no era de cartón y podía sentir como el grueso pene de Damien presionaba su bajo vientre. Estaba excitado y eso le encantaba, pues quería decir que lo que estaban haciendo también le estaba afectando.

—¿Estás seguro? —quiso saber Damien, asegurándose de que estaba bien antes de continuar. Aunque sus nalgas ardían por los golpes y se había venido una vez, quería más.

—Sí, lo estoy —expresó Layonel fuerte y claro.

—De acuerdo —aceptó Damien tomándose un respiro.

Layonel suspiró. ¿Cuántas nalgadas iban? Se sentía como si ya hubieran pasado de la mitad.

Trató de hacer la cuenta, pero el placer le tenía la cabeza mareada. La mano de Damien volvió a acariciar sus globos una vez más, aliviando el escozor en su piel y eso aclaró la mente de Layonel. Contó las nalgadas recibidas y notó que no habían llegado ni a la mitad, solo habían sido siete, aún faltaban trece. Necesitaba llegar por lo menos a quince, cinco mil dólares menos no sería tan exagerado.

—Continua —pidió Layonel. Estaba cerca de la meta, bueno, no tanto, pero podía aguantar.

—¿Qué más haces con Cameron? —cuestionó Damien y su mano volvió a golpear su culo con más fuerza que antes.

¡Dios! Estaba viniéndose otra vez. Layonel gritó su nombre y comenzó a frotarse contra el muslo de Damien. No se había venido, pero estaba cerca una vez más. Otras nalgadas más y estaría haciendo otro desastre entre ellos.

—Solo hablamos —respondió Layonel siendo sincero, eso era lo que más hacían, hablar y bromear—. Me gusta hablar con él —admitió en voz alta.

Escuchó como Damien chasqueaba la lengua.

—Sin embargo, no pareces hacerlo mucho conmigo —se quejó este.

—Eres mi jefe —aclaró Layonel, pero no era por eso, sino porque no tenía nada en común con Damien. A su jefe le gustaban los lugares ostentosos y derrochaba mucho dinero en cosas vanas. Además de esto, no tenían los mismos gustos. A Layonel le encantaban las películas románticas y de comedias, había escuchado que Damien prefería aquellas sangrientas y de terror. Otra cosa era el tipo de música, Damien prefería la música clásica y Layonel amaba el rap callejero. Si se ponía a mencionar las cosas que a uno le gustaba y que el otro le desagrada no terminaría ahora.

—¿No crees que soy algo más que tu jefe, Layonel? —le preguntó y la misma dejó a Layonel parpadeando con confusión. ¿Qué había dicho? Una carcajada salió de Damien—. ¿Qué jefe te daría nalgadas como yo lo hago? —preguntó y una nalgada vino después de esta pregunta, Layonel gimió su nombre mientras se aferraba al sofá—. ¿Qué clase de jefe te revisa el trasero cada domingo para ver si no fuiste tocado por otro hombre? —lo golpeó una vez más y Layonel se vino otra vez sobre sus muslos. Su pantalón debía de ser un desastre, no, esto era un desastre, pero ya era tarde para echarse hacia atrás.

—Yo… —titubeó Layonel, pero no podía encontrar su habla y por ello no le pudo dar una respuesta a Damien, quien otra vez le pegó una cachetada en las nalgas.

—Respóndeme, Layonel —volvió a insistir Damien dándole otra nalgada.

Layonel comenzó a llorar por el placer y porque ya no podía aguantar más. Por más que quisiera que este momento se prolongará, su mente y su cuerpo estaban al límite. Tanto placer haría que se desmayara y no quería eso. Así que decidió terminar esta locura entre ellos llamando el nombre del hombre que parecía molestarle a Damien.

—Cameron —susurró en una voz tan baja que parece que no fue audible para Damien quien volvió a darle otra nalgada, por lo cual Layonel gritó el nombre de su amigo con todas sus fuerzas—. ¡Cameron! —exclamó por todo lo alto y Damien se detuvo al fin.

La habitación se llenó de los jadeos de ambos. El cuerpo de Layonel no dejaba de temblar, sus nalgas ardían por los golpes y su sexo palpitaba de placer. No quería ni siquiera levantarse, pero debía terminar con ello.

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