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*—Lay:

Ya no se sentía a gusto trabajando para Damien.

Después de aquel día en donde Damien le dijo que no era su tipo y que Layonel se percató de que nunca iba a pasar nada entre ellos, se sentía desganado y tener que ver a Damien lo hacía peor. No lo odiaba, pero tampoco quería verlo. Sin embargo, tenía que hacer su trabajo bien hasta el final de sus días.

El único día en que trabajaba y que se quedaba más tiempo de más en los clubes era el domingo, pero era más por Cameron que por otra cosa. Siempre aprovechaba sus visitas para hablar con él. A veces se veían para comer los días que tenían que trabajar y los días que no, cenaban juntos. Cualquiera pensaría que tenían algo, pero, aunque Layonel podía pasar como su tipo de chico, Cameron nunca había cruzado la línea con él y lo agradecía.

Había hecho su recorrido en el club, no viendo algo diferente desde la última vez y esta vez decidió no revisar las cámaras, dejando que sea Cameron que se encargará de ello. No quería volver a meterse en algo como lo que pasó y que Damien se enfadara otra vez.

Aún quedaba mucho tiempo antes de regresar con Damien, así que se mantuvo en la oficina de Cameron solo revisando los inventarios. Pronto sería San Valentín y tenía que planear los eventos de cuatro de los cincos clubes para dicha festividad. El Royal Club nunca participaba pues como estaba dirigido a un público que no le interesaba estas cosas, se determinó que sería en el resto de los clubes. El año pasado el día de San Valentín cayó un martes por lo cual, ninguno de los clubes estuvo abierto dicho día, pero si se decoró lo suficiente para pasar el mes de febrero en amor, sin embargo, este año iba a ser diferente. Caía miércoles, lo que significaba que todos los clubes iban a estar abiertos y por ende había que preparar un evento para las personas que lo visitaban. Incluso planeaban levantar el código de vestimenta del Club Oscuro solo por ese día. Esa noche Layonel tendría que pasearse por los cuatro clubes para cerciorarse de que el evento iba bien.

Estaba pensando en qué eventos se podían hacer para tener varias ideas antes de que tuvieran la reunión mensual a principio de mes con todo el personal, en donde se discutirán algunos puntos de todos los clubes cuando Cameron volvió.

—Hoy no has hablado de Damien —comentó su amigo tomando asiento frente a él del otro lado del escritorio.

Layonel hizo una mueca.

No le había dicho a Cameron sobre lo último que aconteció con Damien y como este le había dicho en su cara que no era su tipo. Era demasiado vergonzoso sacarlo a la luz y no importaba la confianza que le tuviera a Cameron, simplemente para Layonel era una vergüenza que el hombre que deseaba y que amaba le hubiera dicho que no era su tipo y que no estaba interesado. No había dicho esto último, pero su comentario le hizo entender que era así.

—He estado pensando en muchas cosas —solo dijo Layonel desviando la mirada.

—Desde que me des el visto bueno, te pondré en contacto con Michael, Lay —escuchó que Cameron decía y Layonel lo miró con las cejas arqueadas—. Un ex compañero de la milicia que está interesado en ti.

—¿Él ya me conoce? —preguntó Layonel con confusión, pues no conocía ningún Michael como para que este estuviera interesado en él, al menos que Cameron hubiera hablado de más y lo hubiera ofrecido a su amigo sin su permiso.

—Te vio cuando fuimos juntos a comprar mi nuevo refrigerador —le informó y Layonel trató de recordar si había visto a un amigo de Cameron. Tal vez fue de esa manera, pero como solo tenía ojos para Damien, ignoraba a otros hombres que no fueran sus amigos. Era probable que haya sido esto.

—Entiendo.

—¿Qué dijo el jefe sobre la falta que cometiste? ¿Te va a despedir? —quiso saber Cameron refiriéndose a intervenir en los asuntos privados de los clientes. Layonel le había informado a Cameron que Damien había perdido veinte mil dólares por haberle cedido la membresía del Rouge y el Oscuro a los dos tipos que hicieron el cometido la semana pasada en el Oscuro.

—No, aún está decidiendo mi castigo —le hizo saber Layonel. No sabía que Damien había decidido, pero se imaginaba que iba a descontarle esos veinte mil dólares a Layonel por lo que pasó. Layonel no podía permitirse tener tal descuento en su salario, esto afectaría la deuda que tenía que saldar y sus planes de mudarse de aquel cuchitril se verán eclipsados.

—¿Un castigo?

—Es lo que Damien dijo, que iba a pensar en mi castigo —comentó Layonel encogiéndose de hombros.

Vio como Cameron sonreía maliciosamente.

—Quieres que te castigue, ¿eh? —preguntó su amigo y Layonel parpadeó confundido—. Sí, es que fuiste un chico malo al interrumpir a esos ángeles que no hacían nada malo, ¿no?

Layonel soltó una carcajada. Cameron siempre lo hacía reír con sus comentarios absurdos.

—Sí, fui definitivamente un chico malo —continuó siguiéndole el juego.

Era increíble que fuera castigado cuando los perpetradores habían sido esos dos idiotas violadores de m****a. El pobre Brent estaba sufriendo secuelas por lo que sucedió y estos idiotas seguían por allí campantes cuando deberían ser castigados por la ley, pero claro, el dinero hacía de las suyas siempre.

Cameron se inclinó por encima del escritorio.

—Deberías decirle que te golpee esas nalguitas por ser un chico malo, ¿eh? —sugirió Cameron y Layonel lo miró con sorpresa. ¿Damien dándole nalgadas por ser un chico malo? Sintió la cara arderle por la vergüenza y desvió la mirada, pues la imagen gráfica que tuvo de esa sugerencia fue demasiado para él y no pudo evitar excitarse de tan solo pensarlo.

—Sería grandioso ver algo así —admitió Layonel sonriendo y volviendo a mirar a su amigo. Claro, era solo una fantasía que nunca se cumpliría. ¿Damien tocando sus nalgas? No, ni siquiera cuando tenía su culo a su merced lo tocaba. Como había visto antes, su jefe no estaba para nada interesado en él y eso de cachetearlo en el culo no iba a pasar ni en un millón de años.

Como si su jefe supiera que estaban hablando de él, su teléfono comenzó a vibrar sobre el escritorio.

Layonel pasó saliva y miró hacia Cameron quien lo miraba sonriente. Decidió no tomar la llamada, Damien entendía que cuando no lo hacía era porque estaba trabajando, claro, también él podía llamar a alguien del club para saber su paradero. Sin embargo, vino un mensaje poco después.

Señor Bates: Regresa ahora. Debemos de hablar.

Layonel hizo una mueca. Una orden así sin un saludo era un mal augurio. Lo iba a despedir. Esta había decidido que iba a ser difícil reemplazarlo porque no había otra persona que pudiera hacer su trabajo tan bien como Layonel, pero pudo haber cambiado de opinión.

—Tengo que irme —le informó a Cameron comenzando a recoger sus pertenencias y guardándolas en el maletín que usaba siempre.

—El jefe siendo el jefe, ¿eh?

—Sabes lo demandante que es —dijo Layonel haciendo una mueca. Si Damien decía que quería verte en este instante, tienes que lograr que fuera así. Su querido jefe odiaba esperar.

—Damien el Demandante —murmuró Cameron y se puso de pie rápidamente—. Sí, señor —exclamó en voz alta mientras se ponía derecho haciendo un saludo militar como en sus viejos tiempos.

Layonel sonrió ligeramente porque le pareció divertido y Cameron dejó caer la mano.

—¿Almuerzas conmigo mañana? —sugirió Cameron y Layonel asintió. Planeaba llevar sus trajes a la tintorería temprano y hacer la compra después de ello. Lo haría más temprano de lo normal para que le diera tiempo a almorzar con su compañero.

—De acuerdo.

Layonel se despidió de Cameron y salió del club. No tardó en conseguir transporte para ir hacia la oficina de Damien. La misma quedaba en el mismo edificio en donde estaba una de las empresas de los primos de Damien, pero como ya era pasada la hora de trabajo de esta, Layonel no se topó con nadie conocido.

Desbloqueó la puerta principal del piso con su token y entró. Dejó sus cosas en su escritorio fuera de la oficina de Damien y extrajo la tableta electrónica antes de ir hacia su jefe. Layonel aspiró aire y tocó en la puerta. Esperó a que Damien lo dejara pasar, pero la puerta se abrió antes de que Damien dijera algo.

Un hombre alto que tenía cierto parecido a Damien a diferencia de sus oscuros ojos fue quien le abrió.

Layonel sonrió al ver a uno de los primos de Damien, Lucien Bates. Como había dicho antes, se parecía mucho a su jefe. Ambos eran altos y algo robustos por sus horas en el gimnasio. Layonel tenía entendido que Damien era más viejo que Luc por un año y que esté a su vez era de la misma edad que Uriel Evans quien era primo de Damien por parte de su madre. Los tres primos eran muy atractivos, pero Layonel solo tenía ojos para Damien.

—Buenas noches, Luc —le saludó Layonel sonriente pues Luc le caía muy bien.

Era muy agradable y había escuchado que este tenía una gran reputación entre homosexuales como Damien, pero recientemente se había establecido con un chico que a Layonel le agradaba muchísimo. Clayton, el novio de Luc, era un chico muy amable y tierno, y ver lo amorosos que eran cuando iban al Rouge o al Dove cuando Layonel andaba por esos lados, le hacía doler el corazón porque siempre había deseado una relación como la suya.

Luc sonrió y alzó una mano para pasarla por su cabello, él siempre lo trataba como un niño cuando Layonel solo era menor que él por cinco años, pero como Layonel antes había parecido un adolescente, tanto Luc y Uriel actuaban como si fueran sus padres.

—Hablaremos después, Damien —le dijo a su primo y se volvió hacia Layonel—. A Clayton le gustaría verte nuevamente, escríbeme cuando quieras que eso suceda, ¿sí?

—De acuerdo, Luc —le dijo.

Luc le sonrió antes de volver a despedirse de ellos. El hombre desapareció por la puerta y Layonel se acercó hacia Damien. Su jefe estaba sentado en su sillón ejecutivo detrás de su escritorio. No llevaba la chaqueta de su traje azul oscuro y tenía las mangas de su camisa blanca arremangadas a sus codos.

—A él si lo tuteas, ¿eh? —fue lo que dijo Damien al verlo.

¿Estaba celoso porque tuteaba a Luc? ¿En serio?

Layonel suspiró y sonrió ligeramente.

—Luc no es mi jefe —le recordó Layonel sonriente.

Luc era el primo de su jefe y un cliente más de los clubes de este. Además, cuando lo conoció, lo primero que le dijo Luc fue que lo tuteara porque odiaba que lo llamaran señor. A Damien parecía molestarle también, pero era su jefe y no podía tutearlo como hacía con Luc o con Uriel. Sumándole a eso, llamarlo con formalidades le hacía recordar la muralla que había entre ellos y que no podía sobrepasar. Era mejor que se mantuviera así.

Los ojos azules de Damien brillaron peligrosamente y este luego asintió.

—¿Vamos a hablar de mi castigo? —preguntó Layonel curioso, ya que era temprano y le había llamado para que viniera rápidamente.

—Así es —dijo Damien poniéndose de pie.

Layonel tragó nervioso mientras veía como Damien se movía hacia el juego de sofás cerca de los ventanales de su oficina. Su presencia era tan intimidante.

Lo siguió y este se quedó de pie frente al ventanal al lado del mueble, dándole la espalda. Layonel se quedó mirando su cuerpo por detrás. La espalda de Damien era amplia y sus músculos se notaban por debajo de la camisa. No tan solo, sus fuertes piernas parecía que iban a explotar su pantalón de tela. Ese traje suyo debía de ser uno de los viejos, pues Damien estaba más hinchado que antes y ya el traje no le servía. Debería encargar algunos nuevos para él, no obstante, le gustaba como estos le quedaban, puesto que abrazaban su hermosa figura.

Sintió una pizca de envidia al pensar en su amante Gray abrazándolo y disfrutando de su atractivo cuerpo. Había hijos favoritos de Dios y Gray era uno de ellos porque estaba gozando del hombre que Layonel quería para él.

—Toma asiento —le ordenó Damien girándose para luego caminar hacia el sofá más grande.

—De acuerdo —aceptó Layonel sentándose en un mueble frente a Damien en el momento que este ocupaba el mueble de tres plazas frente a él.

Las fuertes piernas de Damien se abrieron y Layonel trató de que su vista no se dirigiera a su pelvis, pero cuando su jefe estaba en esa posición, él podía ver como su gran paquete se apretaba contra sus pantalones y el que estos le quedaran justos no ayudaba. Pasó saliva y desvió la mirada, esperando que las luces amarillas de la oficina ocultaran su sonrojo.

—¿Tienes una idea antes de que suelte la mía? —escuchó que decía Damien y Layonel volvió a mirarlo a los ojos.

—¿Disculpe?

—Dije que iba a pensar en tu castigo —volvió a repetir Damien ladeando la cabeza—. La mía va a ser muy extrema para ti, Layonel —comentó su jefe y Layonel palideció.

O iba a despedirlo o iba a sacar esos veinte grandes de su pobre salario. M****a. No podía permitirlo, pero no tenía idea que podía sugerir para que Damien aliviara su castigo. Pensó en algún castigo, no obstante, su mente no tenía nada más que…

Miró a su jefe. Damien estaba esperando por él. Layonel se mordió los labios. ¿Debería hacerlo? Bueno, sería muy vergonzoso si Damien decía algo hiriente una vez más, pero ya había perdido su orgullo cuando le devolvió ese comentario para atrás sobre lo muy apetecible que era el culo de Layonel.

Layonel se armó de valor y alzó el mentón.

—He sido un chico malo así que creo que merezco que me castigue, señor Bates —comenzó Layonel a decir y las cejas de Damien salieron disparadas hacia arriba mientras este lo veía sorprendido. Okay, eso no había sonado bien, pero ya Layonel había lanzado la piedra y no iba a echarse para atrás—. Sabes que necesito el dinero de mi sueldo, prontamente estaré saldando mi deuda y que me rebajen veinte mil dólares, aunque sea por porciones, va a afectarme muy feo, así que… —Layonel se mordió los labios—. ¿Qué tal si me castigas? —le sugirió, pero Damien seguía viéndolo con confusión así que fue más claro—. ¿Qué tal si me castigas como un padre a un hijo que rompe las reglas? —terminó soltando y esperó pacientemente.

La expresión de Damien cambió de confusión a sorpresa para luego verse divertido.

—¿Estás hablando de…? —Damien no terminó porque soltó una carcajada y movió la cabeza. Parecía haber entendido muy bien lo que quería decir Layonel—. ¿Quieres que te castigue de esa manera, Layonel? —le preguntó poco después y Layonel se sintió muy avergonzado.

¿Por qué diablos dijo eso? Una cosa era pensarlo y otra cosa era decirlo en voz alta. ¡Dios! ¡Qué vergüenza!

No le respondió, pues no sabía qué decir y Damien soltó una carcajada para luego mirar hacia el techo de la oficina. Se quedó en silencio por un largo rato hasta que volvió a mirar a Layonel. Este último se estremeció cuando su intensa mirada cayó en él.

—Ven aquí, Layonel —ordenó Damien señalando su pelvis.

Layonel parpadeó con confusión. ¿Estaba escuchando bien?

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