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*—Damien:

¿Cuánto más podría aguantar?

Su mano rodeó su grueso pene y comenzó a moverla por toda su hinchada longitud, masturbándose y sintiéndose maravillosamente bien. Había estado endurecido toda la noche, más bien, los domingos siempre pasaba lo mismo, pues era el día que tenía que hacer esa descabellada supervisión.

¿Por qué se hacía esto? Aquel caliente chico estaba a su merced, pero era un maldito cobarde que no quería dar el paso y tomar lo que estaba en bandeja de plata.

Layonel siempre le había interesado y su deseo por corromperlo cada día, mes y año que pasaba crecía considerablemente. Las ganas de empujarlo contra su escritorio y meter su polla contra su rosácea raja lo tenían desesperado. Tenía el culito más lindo que había visto en su vida y era por eso que siempre esperaba con ansias los domingos. Ver sus blanquecinas nalgas y su rosáceo agujero lo ponían a mil y las ganas de metérsela solo crecían cada vez que tenía que revisar si había sido o no mancillado en el Club Oscuro.

Era fácil, lograr que esto se diera era fácil, solo tenía que decirle a Layonel lo que quería y Layonel aceptaría sin poner resistencia. No era ciego y sabía que Layonel estaba interesado también en él, pues este lo miraba con esos brillantes ojos verdes como si fuera la cosa más preciada y bella que había visto en su vida.

Bueno, Damien lo miraba de esa manera cuando Layonel no se daba cuenta, pero es que el chico era hermoso. Layonel antes había sido muy delgado, pero con el tiempo pudo poner algo de músculo a su cuerpo y se veía más varonil. Aun así, tenía una cara muy hermosa, sus ojos eran verdes claros y sus labios eran rosáceos y generosos, en donde el labio inferior era más grueso que el superior. Tenía la barbilla perfilada sin barba y unas gruesas cejas oscuras. Su cabello era muy fino y negro. Al ser su tez tan pálida, todo en él resaltaba.

Layonel siempre le había parecido hermoso y pensar en otro hombre tocándolo le ponía la piel caliente y le hacía ver rojo.

Damien jadeó y apretó su polla con fuerza.

¡Dios! Quería a Layonel saltando sobre su regazo con su pene siendo apretado contra los vírgenes pliegues de su ano. Debía de sentirse maravilloso estar ahí y de tan solo imaginárselo, Damien llegó al clímax. Largas hileras de su perlado líquido salieron y Damien apretó la mano en la cabeza de su pene para evitar hacer un desastre.

Cuando se calmó, abrió uno de los cajones de donde extrajo una caja de pañuelos desechables. Se limpió lo mejor que pudo y arregló sus ropas correctamente. Aún seguía caliente y las ganas de follar no se iban, por lo cual tendría que buscar otra manera de saciar su deseo.

Tomó su teléfono y buscó el contacto de su amante más frecuente. Gray Miller era un chico que había conocido en uno de sus clubes hace unos meses y habían tenido una magnífica noche. Este lo había saciado y desde ese entonces, cada vez que Damien estaba excitado y necesitaba quitarse esas ganas, llamaba a Gray. Claro, había otra razón por la cual Gray era el amante que más le había durado y con el que se veía más frecuente.

Le escribió que se vieran en su apartamento y no esperó respuesta. Guardó su teléfono para recoger sus cosas y dar por terminada la jornada de trabajo. Llegó a su apartamento en tiempo récord y encontró a Gray esperando en la entrada de este. Podía darle su clave para que lo esperara dentro, pero eso le daría una idea equivocada. Eran solo amantes y cuando Damien se cansará de este, Gray iba a recorrer el mismo camino que sus otras conquistas.

El chico le sonrió al verlo y Damien se mordió los labios.

La otra razón por lo cual Gray le caía bien era porque este tenía un gran parecido a Layonel, desde el mismo color de pelo y sus enormes ojos verdes, solo que Gray tenía un aspecto menos masculino, pero sí podía decir que se parecía al Layonel de antes. Quizás era por eso que aún no lo había desechado, su parecido a Layonel era muy sorprendente.

Gray se aferró a su cuello y le dio un beso en los labios.

—Me encanta cuando me llamas los domingos —comentó Gray y Damien sonrió.

Su amante lo decía porque cuando llegaba de trabajar los domingos, luego de revisar a Layonel, las ganas de Damien estaban por los aires y se convertía en un obsesivo del sexo. Solo sucedía los domingos, otros días era más calmado. Además de que, aunque Gray era el amante que más le había durado, también tenía otros amantes y aligeraba las ganas con estos quienes se veían muy diferentes a Gray y Lay, y con estos no se excitaba tanto.

Los juegos preliminares con Gray eran rápidos, pues admitía que no quería ver su cara y que le gustaba coger por detrás, solo así podía fingir que estaba con Layonel. Gray se vino rápidamente la primera vez y eso solo le hizo pensar en cómo sería escuchar a Layonel gemir su nombre. La segunda sesión vino más rápido por pensar en Layonel gimiendo su nombre. Esta vez Gray lo montó dándole la espalda y la imagen fue tan maravillosa que Damien fue el primero que tocó el cielo.

No le gustaba acurrucarse con nadie, pero estaba cansado y era muy tarde, así que permitió que Gray se quedara. Este estaba acostado con la mitad de su cuerpo sobre él y sentía sus dedos acariciando su pecho, siguiendo con estos los tatuajes que tenía en el mismo, los cuales se había hecho en un arrebato de rebeldía para provocar a su perfecta madre.

—Por cierto —escuchó que decía Gray y Damien abrió los ojos—. Me encantaron las flores y los chocolates que me enviaste el miércoles —comentó Gray sonriente—. Son mis favoritos —terminó diciendo.

Damien sonrió ligeramente y volvió a cerrar los ojos. Solo había pedido que se lo enviaran porque estaba haciendo muy bien su trabajo como amante. Gray no exigía y siempre estaba dispuesto a ser tomado por él. Claro, sabía que no todo era perfecto y que llegaría el día en que Gray pensara que eran un ítem, pero mientras tanto, iba a cumplir su tarea como su amante.

—De nada —fue lo único que comentó Damien, pues se estaba durmiendo, sin embargo, parecía que Gray quería hablar esta noche.

—Una pregunta —murmuró y sintió como este se movía sobre su cuerpo, acostándose sobre él. Damien abrió un ojo para ver a Gray mirándolo fijamente—. ¿Tu asistente tiene pareja? —preguntó y las cejas oscuras de Damien se arquearon.

¿Por qué le estaba preguntando eso? ¿Acaso Layonel era el tipo de Gray? Le dio una mirada a Gray. No podía ser, eran muy parecidos y dudaba de que Layonel fuera su tipo.

—No —admitió Damien. Layonel estaba soltero, obviamente, pues, ¿quién con pareja dejaría que otra persona le revisara el trasero? Además, nunca lo había escuchado decir que tenía una. Sumándole a eso, Layonel estaba muy prendado de él—. ¿Por qué lo preguntas? —quería saber Damien poco después.

—Entregó lo que me enviaste en recepción y la recepcionista se quedó prendada de él —explicó Gray sonriendo y Damien frunció el ceño al pensar en la joven recepcionista coqueteando con Layonel—. Mary me pidió que le ayudará a conseguir una cita con este, así que…

—Layonel es gay —expresó Damien rápidamente para que Gray estuviera claro.

—Ah, ¿sí? —preguntó Gray con sorpresa y Damien sonrió.

Era mejor que lo supiera desde ahora para que no intentara ligarlo con su recepcionista. Además de eso, Damien iba a evitar que fuera Layonel que enviará los regalos a sus amantes desde ahora en adelante. Estaba mal por él, pero una parte de él quería que Layonel se olvidara de él y que avanzara, así Damien dejaría de preocuparse tanto. No obstante, había otra parte que se negaba a cooperar y esa era la que seguía revisándole el trasero cada domingo. ¡Era un maldito lio en el que vivía!

—Lo es —confirmó Damien.

—Ya que no te lo has comido aún significa que es un activo como tú, ¿verdad? —quiso saber Gray y Damien casi se ríe.

¿Activo? No, Layonel era un pasivo, un gatito que necesitaba ser domado por él, pero que buscaba la forma de salirse con la suya siempre. Damien sabía que Layonel era virgen y que aún no se sabía cuál prefería, pero estaba muy seguro de que quería que lo follaran y que le dieran como cajón que no cerraba.

—Supongo —fue lo único que respondió y soltó un bostezo—. Durmamos —pidió y se desligó de Gray, girándose en el colchón y dándole la espalda. Sintió como Gray lo abrazaba por detrás y le daba un beso en la espalda.

Damien cerró los ojos y trató de dormir, pero su mente no cooperó y lo que hizo fue enviarle imágenes de Layonel ocupando el lugar de Gray tras de él.

¿Por qué no daba el paso? ¿Por qué no era sincero y admitía que Layonel lo volvía loco? Se ahorrarían muchos malos ratos y disfrutarían muchísimo. Aunque Layonel fuera virgen, sabía que podría ser un buen amante. Layonel aprendía rápido. No obstante, estaba allí lamentándose en vez de hacer algo al respecto.

Sin embargo, había muchos contras. Uno de estos contras era mancillar a Layonel quien era tan puro. Damien admitía que era un hombre sucio, había estado con tantos amantes de ambos sexos que no llevaba la m*****a cuenta y solo lo hizo para molestar a su madre, quien había sido un grano donde no le daba el sol desde temprana edad.

Damien era el heredero de la compañía de su padre, los Bates eran una familia poderosa y rica y tenían varios negocios, mientras la facción de su primo Lucien se enfocaba en los negocios comerciales y financieros, la de Damien más en la manufactura. Tenían varias fábricas de alimentos, ropas, muebles y eran muy bien reconocidos por la calidad y excelencia, por lo cual, para su madre, que Damien fuera bisexual era una mancha para la familia.

Desde que Damien se percató que lo era, quiso ser sincero, así como su primo Lucien lo fue con su familia cuando eran unos adolescentes, pero Damien no corrió con la misma suerte. Su madre se negaba a aceptarlo y desde entonces estaba enfocada en arruinar su vida amorosa. La última relación seria que Damien tuvo fue un desastre de la cual no quería ni pensar y era por ello que tener una relación seria no era más de su agrado, no obstante, algunas cosas cambiaron cuando conoció a Layonel. Para ser más claros, el chico se volvió tan importante para él y los pensamientos de tener una relación seria lo abordaron.

Y aquí venía otra razón, no quería que su madre interviniera con Layonel, por lo cual dibujaba la línea muy bien entre ellos, pues si su madre se enteraba de que estaba con el chico haría lo imposible para sacarlo de su vida y lo que menos Damien quería era que Layonel se apartará de él de esa forma.

Por eso debía protegerlo y su obsesión con él tenía que enterrarla en lo más profundo de su ser. Era mejor que pensara que no estaba interesado y que con el tiempo se olvidara de Damien.

Al menos eso era lo que esperaba, pero no se imaginó que las cosas cambiarían tan pronto y que lo que Damien temía, sucediera.

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